Pioneras
de la aventura literaria
Sor Juana Inés de la Cruz.
Teresa de
Ávila también tenía fe en la franqueza. En el arranque del
libro Camino de perfección, que escribió para sus monjas, las carmelitas a las
que había descalzado y embridado por la senda de la austeridad (a Angela Merkel
le gustaría: una mujer del sur con espíritu del norte), confiesa su profundo
cansancio: “Pocas cosas que me ha mandado la obediencia se me han hecho tan
dificultosas como escribir ahora cosas de oración”.
La religiosa
tenía la cabeza colonizada por un ruido tormentoso desde hacía tres meses y
sentía “flaqueza”. Aquella confesión dirigida a sus monjas puede leerla
cualquiera que acuda a la exposición El despertar
de la escritura femenina en lengua castellana, que la Biblioteca
Nacional (BNE) dedica a las aventureras de la pluma en siglos poco propicios
para las incursiones literarias si no nacías hombre.
Las cosas han
cambiado. Aunque no demasiado rápido. La propia institución que acoge a las
autoras fue un prolongado coto vedado a las mujeres. “La Biblioteca tiene una
tradición muy machista. Felipe V solo dejaba entrar a varones y hasta 1837 no
se abrió a las visitas femeninas y limitada a los sábados”, contó ayer a modo
de contricción histórica la directora de la BNE, Glòria Pérez-Salmerón. Para
remachar la exclusión femenina aportó un último dato: hasta 1990 (casi tres
siglos después de su fundación) no hubo una directora, Alicia Girón, y no por
falta de candidatas (hay tantas bibliotecarias que le dicen “la cuerpa” de
archivos y bibliotecas).
Algún
remordimiento se disipará con la muestra. Unos 40 libros, pertenecientes a la
propia institución y seleccionados por la comisaria, la poetisa Clara Janés,
demuestran que las adversidades no son infranqueables. Ir a la contra siempre
fue posible. Cristobalina Fernández de Alarcón despertaba a menudo las iras de
Quevedo y Góngora, cuyas soberbias estaban a la altura de sus talentos, porque
se imponía en todos los certámenes poéticos a los que concurría. A Lope le
encantaba. A Lope le gustaban las mujeres. En sentido concreto, y en sentido
general. En un discurso en Madrid mostró su alegría “de ver que una mujer
pudiese tanto / que haya dado en la iglesia militante / descalza una carrera de
gigante”, en referencia a Teresa de Jesús. En sus obras, recuerda Janés,
homenajea a numerosas autoras coetáneas.
Su propia hija
tiene un protagonismo destacado en la exposición: Sor Marcela de San Félix tomó
los hábitos en el convento de las trinitarias, a un paso de la casa familiar.
“Se cuenta que Lope iba a visitarla cada día”, explica la comisaria. La monja
fue de las pocas autoras que eligió el teatro como vehículo de expresión (tenía
a su favor la genética y el ambiente) y representaba sus obras (de tema
religioso) intramuros.
La poesía fue
el género predilecto de la mayoría, pero tocaron a casi todas las puertas. El
ensayo, la novela y la ciencia. De María de Zayas y Sotomayor se sabe poco
aunque escribió mucho. Sus Novelas
amorosas y ejemplares, que fueron editadas y traducidas en 14
ocasiones entre los siglos XVII y XVIII, se conocen como “el Decameron
español”. En una ocasión afirmó: “Las almas ni son hombres ni mujeres”. Se
insinuó que era varón, pero Clara Janés rechaza esa hipótesis: “Se escondía muy
bien, probablemente porque era una mujer noble y se sentía en peligro si se
conocía su identidad”.
Fue una
feminista cuando aún no había feminismo sino osadas que iban contra la norma.
La más insigne fue Sor Juana Inés de la Cruz, mexicana que nació en el XVII y
pensaba como en el XX. Seguramente superdotada: aprendió a leer y escribir con
tres años siguiendo a escondidas las lecciones de su hermana mayor y se zampó
todos los libros de la biblioteca de su abuelo.
Fantaseó con ir
a la universidad disfrazada de hombre hasta que su familia puso tierra entre
ella y su sueño y la introdujo en la corte de la virreina, la marquesa de
Mancera. Tenía talento, inteligencia, belleza y alergia al matrimonio. Le
recomendaron el único camino alternativo: entrar en un convento. Las Jerónimas
le dieron libertad: conservó sus instrumentos científicos, sus libros, sus
ropas y sus criadas. Reivindicó para las mujeres el derecho a la educación.
Avivó tanto el debate intelectual que tras la escritura de la Carta
Atenagórica fue perseguida y castigada por los responsables
eclesiásticos, que la sometieron a juicio y le obligaron a renunciar a todo lo
que había sido (“soy la peor de todas”, diría). La Inquisición hizo de las
suyas con todas ellas, empezando por Teresa de Jesús y siguiendo por sus
discípulas, Ana de Jesús y Ana de San Bartolomé, que se refugiaron en Bélgica.
Incluso para
alguien como Clara Janés, que lleva años explorando en la historia de las
escritoras, la BNE escondía sorpresas como la sevillana Sor María de la
Antigua, que dejó más de 1.300 cuadernos escritos. Es la única religiosa que
aparece dibujada junto a la disciplina —el instrumento de cáñamo usado para
azotarse— en la colección de ilustraciones que se incluye en la exposición.
Entre las
seglares, Janés destaca la historia de Olivia Sabuco, la descubridora del
líquido raquídeo a la que su propio padre trató de robar el logro (finalmente
lo lograron unos británicos).
¿Solo escribían
las religiosas?, le preguntaron a Clara Janés durante la presentación. No,
dijo, pero los conventos fueron los únicos refugios que encontraron aquellas
mentes inquietas nacidas en un ambiente opresor y los lugares que a la postre
preservarían el material de sus escritoras.
Diario ' El País' España
Interesante el artículo. Cabe decir, sobre las cuatro últimas líneas, que la cultura toda en general,estuvo "guardada" por siglos en conventos y se leía a la luz de una vela con un cráneo a un costado; la de la mitad masculina de la humanidad también. Así que, los conventos, no fueron sólo refugio, sino también receptáculos naturales del material, válgame decir por esta única vez, de escritores y escritoras. ANÓNIMO VENECIANO
ResponderEliminarGracias Anónimo Veneciano, te extrañaba. De acuerdo, solo dudo en la vela esa con su cráneo al costado...¿ Sería siempre así ? Me parece que estás bromeando...Y si no es así...¿ Por qué sería? ¿ El cráneo les mostraría su propia mortalidad ?
EliminarTus comentarios siempre aportan algo interesante y para pensar. De nuevo ¡ Gracias!