domingo, 31 de julio de 2016

MUSAS





Baila conmigo.












Cuando Leonard Cohen recogió el premio Príncipe de Asturias de las Letras dio un emotivo discurso donde, con su peculiar voz de noche estrellada, reconoció que nunca supo de dónde vienen las canciones. Dijo: "Si supiera de dónde vienen las canciones las haría con más frecuencia. Es difícil aceptar un premio por una actividad que en realidad no controlo". Fue una bella forma de decir que la inspiración o las musas no son gobernables como el creador siempre quisiera. 
Tampoco lo suele ser el amor, que muchas veces pone el nido en el estómago sin avisar. Esta canción, un canto al amor inspirado tras historias del horror nazi, es un himno de su obra. "Baila conmigo, con tu belleza y un ardiente violín, a través del pánico y hasta que pueda refugiarme", relata el músico en su sueño sentimental. 

Nadie canta como susurra Leonard Cohen.
























miércoles, 27 de julio de 2016

CORTÁZAR



Julio Cortázar y diez textos breves






1967. Julio Cortázar tocando la trompeta en París, Francia.




1. ‘Instrucciones para llorar’:


“Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos”.

2. Capítulo 68 de ‘Rayuela’:


“Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias”.

3. ‘Página asesina’:


“En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere”.

4. ‘Historia verídica’


“A un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido terrible al chocar con las baldosas. El señor se agacha afligidísimo porque los cristales de anteojos cuestan muy caros, pero descubre con asombro que por milagro no se le han roto. Ahora este señor se siente profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y adquiere en seguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse en salud. Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables, y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora”.

5. ‘Instrucciones para dar cuerda a un reloj’


“Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan. ¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa”.

6. ‘Las líneas de la mano’


“De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso de parqué, remonta el muro, entra en una lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí (pero es difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor y en una cabina, donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hacia el codo y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en ese instante empieza a cerrarse sobre la culata de una pistola”.

7. ‘La foto salió movida’


“Un cronopio va a abrir la puerta de calle, y al meter la mano en el bolsillo para sacar la llave lo que saca es una caja de fósforos, entonces este cronopio se aflige mucho y empieza a pensar que si en vez de la llave encuentra los fósforos, sería horrible que el mundo se hubiera desplazado de golpe, y a lo mejor si los fósforos están donde la llave, puede suceder que encuentre la billetera llena de fósforos, y la azucarera llena de dinero, y el piano lleno de azúcar, y la guía del teléfono llena de música, y el ropero lleno de abonados, y la cama llena de trajes, y los floreros llenos de sábanas, y los tranvías llenos de rosas, y los campos llenos de tranvías. Así es que este cronopio se aflige horriblemente y corre a mirarse al espejo, pero como el espejo esta algo ladeado lo que ve es el paragüero del zaguán, y sus presunciones se confirman y estalla en sollozos, cae de rodillas y junta sus manecitas no sabe para que. Los famas vecinos acuden a consolarlo, y también las esperanzas, pero pasan horas antes de que el cronopio salga de su desesperación y acepte una taza de té, que mira y examina mucho antes de beber, no vaya a pasar que en vez de una taza de té sea un hormiguero o un libro de Samuel Smiles”.

8. ‘Cortísimo metraje’


‘Automovilista en vacaciones recorre las montañas del centro de Francia, se aburre lejos de la ciudad y de la vida nocturna. Muchacha le hace el gesto usual del auto-stop, tímidamente pregunta si dirección Beaune o Tournus. En la carretera unas palabras, hermoso perfil moreno que pocas veces pleno rostro, lacónicamente a las preguntas del que ahora, mirando los muslos desnudos contra el asiento rojo. Al término de un viraje el auto sale de la carretera y se pierde en lo más espeso. De reojo sintiendo cómo cruza las manos sobre la minifalda mientras el terror crece poco a poco. Bajo los árboles una profunda gruta vegetal donde se podrá, salta del auto, la otra portezuela y brutalmente por los hombros. La muchacha lo mira como si no, se deja bajar del auto sabiendo que en la soledad del bosque. Cuando la mano por la cintura para arrastrarla entre los árboles, pistola del bolso y a la sien. Después billetera, verifica bien llena, de paso roba el auto que abandonará algunos kilómetros más lejos sin dejar la menor impresión digital porque en ese oficio no hay que descuidarse’.

9. ‘Historia de un cronopio’


“Un cronopio pequeñito buscaba la llave de la puerta de calle en la mesa de luz, la mesa de luz en el dormitorio, el dormitorio en la casa, la casa en la calle. Aquí se detenía el cronopio, pues para salir a la calle precisaba la llave de la puerta”.

10. ‘Aplastamiento de las gotas’


“Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol. Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós”.












martes, 26 de julio de 2016

NUESTRA MENTE





El mundo de la mente tiene 180 países


Javier Sampedro










El mapa de 180 módulos, incluidas las áreas visuales (azul), auditivas (rojo), y táctiles/motoras (verde).






Un siglo de neurología ha demostrado que el córtex cerebral, la sede de la mente humana, está dividido en áreas discretas, o módulos especializados en distintas funciones. Pero todo el córtex tiene una anatomía tan parecida que cartografiar esos módulos no ha resultado nada fácil, pese a intentos loables como el de Brodman, que ya en 1909 elaboró un mapa que todavía se sigue utilizando como una aproximación aceptable. Esta situación acaba de cambiar.


Los neurocientíficos Matthew Glasser, David Van Essen y sus colegas de la Universidad de Washington en Saint Louis, Missouri, en colaboración con investigadores de Oxford, Londres, Minneapolis y Nijmegen, Holanda, han dibujado un mapa del córtex que puede resultar definitivo, o al menos tiene esa vocación. Su secreto es que es “multimodal”: a diferencia de los anteriores intentos, como el de Brodman de 1909, el nuevo mapa usa tres criterios combinados –microarquitectura local, conectividad y función— y reúne información de 210 jóvenes saludables.
Cada hemisferio del córtex ha resultado tener exactamente 180 áreas corticales, de las que 97 eran desconocidas para la ciencia. El trabajo, un verdadero tour de force neurológico, tiene importantes implicaciones para la neurocirugía, los estudios de desarrollo, envejecimiento y enfermedades neurológicas, y permitirá una investigación avanzada de la evolución de la mente humana a partir de sus ancestros primates. El mapa se presenta en el artículo principal de Nature y pronto estará disponible libremente para la comunidad científica (http://humanconnectome.org). La mente ha sido al fin cartografiada.

La estructura modular del córtex (o corteza cerebral, la fina y arrugada capa más externa del cerebro) se empezó a revelar hace más de un siglo con el mero estudio de las lesiones accidentales, y también de los tumores o ictus localizados en una u otra zona. Los daños en ciertas partes de la cabeza pueden causar formas de ceguera, o complejos defectos del procesamiento de las imágenes, y en otros lugares se asocian a la percepción auditiva, el control de los músculos o la coordinación de los movimientos, la interpretación del lenguaje, la aptitud numérica, el razonamiento lógico o el comportamiento social y moral.
Glasser y Van Essen se han beneficiado ahora de la gran calidad y versatilidad de las exploraciones por MRI (imagen por resonancia magnética) reunidas por el Proyecto Conectoma Humano, financiado por los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de Estados Unidos con 30 millones de dólares con el objetivo, precisamente, de elucidar las autopistas neuronales que subyacen a la función del cerebro: un mapa de carreteras de la mente humana.
La alta calidad del nuevo mapa afecta a todas las regiones del córtex. Las distintas áreas implicadas en procesar la información visual (V1, V2…), que funcionan como una jerarquía donde la información que llega de la retina se va abstrayendo progresivamente (ángulos, polígonos, poliedros…) resultan ahora tan evidentes como en un mapa político, y además pueden considerar fácilmente las diferencias entre personas, que son notables. En otro ejemplo espectacular, la nueva cartografía ha identificado un área del lenguaje que había pasado inadvertida tras un siglo de investigaciones neurológicas intensas.
Los autores esperan, sin embargo, que sean las partes cerebrales peor definidas hasta ahora las que más se beneficien de su estudio. Esto incluye el córtex prefrontal, la parte más anterior del cerebro, que es la que más ha crecido durante la evolución de los homínidos, y donde residen las funciones más específicamente humanas: las altas funciones intelectuales, como el razonamiento lógico, el pensamiento abstracto y su interacción permanente con las emociones. Es ahí donde la nitidez de la nueva cartografía permitirá avanzar más la investigación en los próximos años.









¿Y LAS PROVINCIAS?
J. S.
Una cosa es que el mapa de exactamente 180 módulos (por hemisferio, lo que da un total de 360 módulos) tenga vocación de definitivo, y otra muy distinta que cada módulo no pueda tener subdivisiones adicionales. En nuestra metáfora de los 180 países, cabría preguntarse ¿y las provincias? No solo es probable que las haya, sino que sabemos positivamente que las hay en ciertos casos.
Por ejemplo, es bien sabido que las áreas somatosensoriales (las que reciben e interpretan el mundo táctil) y motoras (las que mueven brazos, piernas y demás) están subdivididas en zonas: de hecho, en tantas como zonas tiene el cuerpo. Estas áreas forman los famosos homúnculos somatosensorial y motor, esas figuras humanoides, con enormes manos y lenguas, cuyas deformaciones reflejan la distinta importancia que nuestro cerebro da a los estímulos del tacto, y a la finura del movimiento de los dedos de las manos, por ejemplo. Es seguro que habrá provincias también en el resto del córtex, y tal vez pueblos, aldeas y pedanías.













lunes, 25 de julio de 2016

P0EMA






Diálogo de mudos













Si no fuera atea te acompañaría a la iglesia.
Si no fuera cirrótica te donaría sangre.
Si no me gustara Leonard Cohen compraría discos de
Donna Summer.
Si me interesara en algo lo que dices
te pondría atención.
Pero escucha:
me gusta el olor de la carne y tú eres macrobiótico.
Tolero cada vez mejor la estupidez universal
y tú eres misántropo.
Sé que en cualquier momento alguien tomará el poder
y tú eres apolítico.
Si te interesara algo de lo que digo me pondrías atención.
Es más,
si ahora que estamos juntos
yo tuviera una opinión distinta sobre el celibato
haríamos el amor.

















Marcela Fuentes-Berain
(México DF, México, 1955)















domingo, 24 de julio de 2016

¿ ARTE ?





El palo de escoba

Mario Vargas Llosa

En el arte de nuestro tiempo el verdadero talento y la picardía más cínica coexisten y se entremezclan de tal manera que ya no es posible separar ni diferenciar una de la otra









Para olvidarme del Brexit fui a conocer el nuevo edificio de la Tate Modern en Londres y, como esperaba, me encontré con la apoteosis de la civilización del espectáculo. Tenía mucho éxito, pues, pese a ser un día ordinario, estaba repleto de gente; muchos turistas, pero, me parece, la mayoría de los visitantes eran ingleses y, sobre todo, jóvenes.
En el tercer piso, en una de las grandes y luminosas salas de exposición había un palo cilíndrico, probablemente de escoba, al que el artista había despojado de los alambres o las pajas que debieron de volverlo funcional en el pasado —un objeto del quehacer doméstico— y lo había pintado minuciosamente de colores verdes, azules, amarillos, rojos y negros, series que en ese orden —más o menos— lo cubrían de principio a fin. Una cuerda formaba a su alrededor un rectángulo que impedía a los espectadores acercarse demasiado a él y tocarlo. Estaba contemplándolo cuando me vi rodeado de un grupo escolar, niños y niñas uniformados de azul, sin duda pituquitos de buenas familias y colegio privado a los que una joven profesora había conducido hasta allá para familiarizarlos con el arte moderno.
Lo hacía con entusiasmo, inteligencia y convicción. Era delgada, de ojos muy vivos y hablaba un inglés muy claro, magisterial. Me quedé allí, en medio del corro, simulando estar embebido en la contemplación del palo de escoba, pero, en verdad, escuchándola. Se ayudaba con notas que, a todas luces, había preparado concienzudamente. Dijo a los escolares que esta escultura, u objeto estético, había que situarlo, a fin de apreciarlo debidamente, dentro del llamado arte conceptual. ¿Qué era eso? Un arte hecho de conceptos, de ideas, es decir, de obras que debían estimular la inteligencia y la imaginación del espectador antes que su sensibilidad pudiera gozar de veras de aquella pintura, escultura o instalación que tenía ante sus ojos. En otras palabras, lo que veían allí, apoyado en esa pared, no era un palo de escoba pintado de colores sino un punto de partida, un trampolín, para llegar a algo que, ahora, ellos mismos, debían ir construyendo —o, acaso, mejor decir escudriñando, desenterrando, revelando— gracias a su fantasía e invención. A ver, veamos ¿a quién de ellos aquel objeto le sugería algo?
Chicos y chicas, que la escuchaban con atención, intercambiaron miradas y risitas. El silencio, prolongado, lo rompió un pecosito pelirrojo con cara de pícaro: “¿Los colores del arcoíris, tal vez, Miss?”. “Bueno, por qué no”, repuso la Miss, prudentemente. “¿Alguna otra sugerencia u observación?”. Nuevo silencio, risitas y codazos. “Harry Potter volaba en un palo de escoba que se parecía a éste”, susurró una chiquilla, enrojeciendo como un camarón. Hubo carcajadas, pero la profesora, amable y pertinaz, los reconvino: “Todo es posible, no se rían. El artista se inspiró tal vez en los libros de Harry Potter, quién sabe. No inventen por inventar, concéntrense en el objeto estético que tienen delante y pregúntense qué esconde en su interior, qué ideas o sugestiones hay en él que ustedes puedan asociar con cosas que recuerdan, que vienen a su memoria gracias a él”.
Poco a poco los chiquillos fueron animándose a improvisar y, en tanto que algunos parecían seguir las instrucciones de la Miss y proponían interpretaciones que tenían alguna relación con el palo de escoba pintado, otros jugaban o querían divertir a sus compañeros diciendo cosas disparatadas e insólitas. Un gordito muy serio aseguró que ese palo de escoba le recordaba a su abuela, una anciana que, en sus últimos años, se arrastraba siempre con la ayuda de un bastón para no tropezar y caerse. A medida que pasaban los minutos mi admiración por la profesora aumentaba. Nunca desfalleció, nunca se burló ni se enojó al oír las tonterías que le decían. Se daba cuenta muy bien de que, si no todos, la mayoría de sus alumnos se habían olvidado ya del palo de escoba y del arte conceptual, y estaban distrayendo su aburrimiento con un jueguecito del que ella misma, sin quererlo, les había dado la clave. Una y otra vez, con una tenacidad heroica, mostrando interés en todo lo que oía, por burlón y descabellado que fuera, los volvía a traer al “objeto estético” que tenían al frente, explicándoles que ahora sí, por todo lo que estaba ocurriendo, comprendían sin duda cómo aquel cilindro de madera decorado con aquellos intensos colores había abierto en todos ellos una compuerta mental por la que salían ideas, conceptos, que los regresaban al pasado y los retrotraían al presente, y activaban su creatividad y los volvían más permeables y sensibles al arte de nuestros días. Ese arte que es diametralmente distinto de lo que era bello y feo para los artistas que pintaron los cuadros de los clásicos que habían visto hacía unos meses en la visita que hicieron a la National Gallery.
Cuando la perseverante y simpática Miss se llevó a sus alumnos a explorar, en esa misma sala del nuevo edificio de la Tate Modern, un laberinto de petates de Cristina Iglesias, yo me quedé todavía un rato frente a este “objeto estético”, el palo de escoba pintado por un artista cuyo nombre decidí no averiguar; tampoco quise saber el título con que había bautizado a su “escultura conceptual”. Pensaba en la difícil empresa de esa profesora: convencer a esos niños de que aquello representaba el arte de nuestro tiempo, que había en ese palo pintado toda esa suma de que consta una obra de arte genuina: artesanía, destreza, invención, originalidad, audacia, ideas, intuiciones, belleza. Ella estaba convencida de que era así, porque, en caso contrario, hubiera sido imposible que asumiera con tanto empeño lo que hacía, con esa alegría y seguridad con la que hablaba a sus alumnos y escuchaba sus reacciones. ¿No hubiera sido una crueldad hacerle saber que lo que hacía, en el fondo, con tanta entrega, ilusión e inocencia, no era otra cosa que contribuir a un embauque monumental, a una sutilísima conjura poco menos que planetaria en la que galerías, museos, críticos ilustrísimos, revistas especializadas, coleccionistas, profesores, mecenas y negociantes caraduras, se habían ido poniendo de acuerdo para engañarse, engañar a medio mundo y, de paso, permitir que algunos pocos se llenaran los bolsillos gracias a semejante impostura? Una extraordinaria conspiración de la que nadie habla y que, sin embargo, ha triunfado en toda la línea, al extremo de ser irreversible: en el arte de nuestro tiempo el verdadero talento y la picardía más cínica coexisten y se entremezclan de tal manera que ya no es posible separar ni diferenciar una de la otra. Esas cosas ocurrieron siempre, sin duda, pero, entonces, además de ellas, había ciertas ciudades, ciertas instituciones, ciertos artistas y ciertos críticos que resistían, se enfrentaban a la picardía y la mentira, y las denunciaban y vencían. Integraban esa demonizada élite que la corrección política de nuestra época ha mandado al paredón. ¿Qué ganamos? Esto que tengo al frente: un palo de escoba con los colores del arcoíris que se parece a aquel con el que Harry Potter vuela entre las nubes.




Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2016.

© Mario Vargas Llosa, 2016.


















viernes, 22 de julio de 2016

ARTE: DAVID BOWIE






El tesoro secreto de David Bowie




'Air Power' (1984), de Jean-Michel Basquiat, perteneciente a la colección de David Bowie, 
estimado en 2,5 millones de libras (3 millones de euros).



La cita es el 10 y el 11 de noviembre, en la sede londinense de Sotheby’s: se subasta la colección de arte de David Bowie, más algunas extraordinarias obras de su mobiliario, en total unas 400 piezas. Tiene carácter de gran evento: para abrir el apetito, se exhibirá previamente en Londres, Los Ángeles, Nueva York y Hong Kong.
Según el dicho, "La hierba siempre es más verde al otro lado de la valla", David se zambulló en el mundo del arte en los años noventa, una vez pasada su etapa de máxima popularidad como cantante. En portadas y escenografías ya había mostrado su sensibilidad por el arte contemporáneo, pero en esa década se apuntó al consejo editorial de la revista Modern Painters y entrevistó a Balthus, Damien Hirst, Jeff Koons o Tracey Emin. Esta última le ofreció consejos para su propio crecimiento como artista visual.
Formado en la School of Art de Croydon, Bowie pintó y dibujó de forma intermitente, guardando cuidadosamente todo lo que produjo. Incluso le sirvió como terapia para sus ocasionales bloqueos creativos: “De alguna manera, trabajar sobre una superficie en blanco me ayudaba a resolver mis dudas musicales". Consciente de que había demasiados cantantes convertidos en pintores aficionados, Bowie mantuvo un perfil bajo y solo expuso en 1995, en una galería de Cork Street, entonces el centro del negocio del arte en Londres.



David Bowie y una de sus pinturas ( 1976 )

Un recuerdo personal: a finales del siglo XX, resultaba duro charlar con Bowie sobre cuestiones musicales, aunque la excusa para el encuentro fuera el lanzamiento del álbum Hours. Se interesaba más por la actualidad de los grandes museos españoles. Con falsa inocencia, preguntaba si podría visitar el Guggenheim bilbaíno un lunes, para disfrutar en soledad de sus tesoros.
Según el chiste, "Comprar arte es la señal con la que Dios avisa de que una estrella de rock tiene demasiado dinero". Como en todo, Bowie fue extremadamente precavido en el mundo del arte: utilizó sus encantos, aprovechó sus amistades y, en general, compró barato. Tenía obras modestas de Rubens y Tintoretto, pero reconocía que carecía de capital suficiente para aspirar a cuadros de Dalí, Francis Picabia, Georges Braque y demás grandes nombres del siglo XX, "ni siquiera pregunto por los precios de David Hockney o Lucien Freud".
Aunque se negaba a especializarse, acumuló abundantes creaciones de pintores británicos: Peter Lanyon, Patrick Cauldield, Stanley Spencer. También buscó las imágenes londinenses de Leon Kossoff y los paisajes de John Virtue o William Nicholson. Manifestaba especial devoción por los ásperos retratos de Frank Auerbach, uno de los escasos niños judíos a los que se permitió emigrar de Alemania en 1939; según Bowie, "Auerbach pinta como a mí me gustaría sonar".
Demostró agilidad para las oportunidades. En 1994, hubo una agria polémica en Reino Unido por Croatian and muslim, una denuncia del escocés Peter Hewson sobre las violaciones en las guerras de la antigua Yugoslavia: a pesar de que era un encargo, el Imperial War Museum rechazó adquirir el cuadro y Bowie se lo llevó por 18.000 libras. Tras participar como actor en la película Basquiat, consiguió hacerse con Air power, obra del pintor de Brooklyn que ahora ha multiplicado su valor y podría alcanzar cerca de cuatro millones de euros.



Obra de Damien Hirst perteneciente a la colección de Bowie y valorada en 300.000 euros.

David no se presentaba como un coleccionista sistemático: declaraba que compraba “de forma obsesiva, adictiva”. Era consciente de que abundaban los críticos y los marchantes desairados que le atacaban por su eclecticismo, alegando que no había coherencia en sus compras. Su respuesta era que no funcionaba como un comisario de exposiciones, buscando conexiones o planteamientos panorámicos: echaba mano a la chequera cuando encontraba cuadros que le golpeaban emocionalmente, que le hacían reaccionar.
Tenía sus prevenciones respecto al arte conceptual. Poseía una copia de un famoso readymade de Marcel Duchamp À bruit secret, pero se preguntaba si tales ocurrencias no eran una sigilosa confesión de las carencias de Duchamp como pintor. Con todo, estaba dispuesto a burlarse de las jerarquías artísticas. Participó en una memorable farsa: la reivindicación de Nat Tate, un “expresionista abstracto” que supuestamente se suicidó en 1960; Bowie leyó en público fragmentos de una biografía firmada por William Boyd, un libro que era pura ficción. No existía el tal Nat Tate pero, durante unas horas, muchosenterados alegaron estar perfectamente al tanto de su vida y obra.
Socialmente, parecía preferir la compañía de la gente del arte a la de los músicos, a los que únicamente recurría cuando llegaba la hora de grabar o actuar. La tropa del rock tendía a ser monotemática y además podían arrastrarle a los viejos excesos. Dicho sea con todas las salvedades: algunos de sus amigos del arte no eran precisamente modelos de sobriedad.


Entre algunos de los íntimos de David, la noticia de la subasta ha causado consternación.  Consideran endeble la excusa de los herederos: que la colección necesita un espacio del que carecen. Cabe imaginar, sin embargo, que alguien tan previsor como Bowie asumía que su museo particular se iba a dispersar. Según la viuda e hijos, siempre había facilitado el préstamo de las obras que poseía para exposiciones antológicas. Y la familia se queda con un número de piezas por motivos personales.


















jueves, 21 de julio de 2016

¿ NOS PASA ?





¿Les pasa?

Leila Guerriero













¿Les pasa que, a veces, aunque todo esté bien, y el gato esté bien, y los padres estén bien, y los hermanos estén bien, y los primos y los tíos estén bien, y los hijos estén bien, y el trabajo esté bien, y los árboles del patio estén bien, y el jardín esté bien, y las macetas estén bien, y la comida esté bien y las ganas de cocinar estén bien, y los libros estén bien, y los poemas estén bien, y el sol que entra por las ventanas esté bien, y las plantas del balcón estén bien, y los pisos estén bien, y los amigos estén bien, y los bares estén bien, y el vino esté bien, y las calles y las cosas que hay en las calles estén bien, y los vecinos estén bien, y el barrio esté bien, y la ropa —prolijamente colgada en los placares— esté bien, y las cajas con fotos viejas —prolijamente guardadas en los placares— estén bien, y el mantel esté bien, y la mesa esté bien, y las cortinas estén bien, y el clima esté bien, y el auto recién lavado esté bien, y los recuerdos estén bien, y el cuerpo esté bien, y los óvulos y el esperma y el hígado y las glándulas y los isquiones y los fémures estén bien, y las canciones estén bien, y los viajes estén bien, y las paredes estén bien, y los cuadros estén bien, y las hornallas estén bien, y las ventanas estén bien, y el agua esté bien, y el pasado que nunca termina de pasar esté bien, y los pies estén bien, y las manos estén bien, y los ojos estén bien, y las sábanas estén bien, y el pan esté bien, y el desayuno esté bien, y la cena esté bien, y el amor y el dolor estén bien, y el perro esté bien, y todo esté bien, no les pasa que a veces descubren que tienen el corazón como un pedazo de carne atravesado por un anzuelo, la garganta llena de piedras, la vida pegajosa como lana húmeda, y se encuentran sin nada que querer, ni que decir, ni que esperar: sin nada? A mí me pasó. El otro día. Era jueves. Eran las cinco de la tarde.











martes, 19 de julio de 2016

IN MEMORIAM: CARLOS NINE





Carlos Nine, ilustrador argentino










Carlos Nine falleció el pasado domingo 16 a los 72 años, tras una extensa carrera como dibujante de cómics, guionista y realizador de cine de animación, pintor, escultor, escritor y dibujante en diversas publicaciones. Fue una de las grandes plumas de la historia argentina y su obra fue reconocida mundialmente.










Carlos Nine (Haedo, Buenos Aires,1944) destacó por sus ilustraciones para las revistas Fierro y Humor. Sus trabajos fueron publicados por periódicos como Clarín, Le Monde y The New York Times. También escribió e ilustró sus propios libros, entre ellos Críy castigos, Fantagas, Gesta Dei, y ¡Oh merde, le lapins!. En la pasada Feria del Libro de Buenos Aires, el ilustrador presentó su última obra, Informe visual de Buenos Aires y sus alrededores. En 2012, fue galardonado en Argentina con el premio Konex de Platino como el más destacado ilustrador de la década en nuestro país.




Al conocerse la noticia de su muerte, varios de sus colegas lamentaron este lunes su fallecimiento. "Falleció Carlos Nine. Probablemente el mejor ilustrador, dibujante, acuarelista, pintor y mago del color argentino", manifestó el dibujante Nik en su Twitter.





La vida es arte - Carlos Nine - 28/09/07   






Carlos Nine estudió en las escuelas de Bellas Artes Belgrano y Pueyrredón. Pintor y escultor, y
cineasta, trabajó además como artista gráfico. Es autor de más de treinta libros, publicados principalmente en Francia, aunque también en Argentina, España, Brasil, Estados Unidos, Holanda, Alemania y Taiwán.
Participó en numerosas exhibiciones tanto colectivas como individuales, en Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Rosario, Entre Ríos, Misiones, Tierra del Fuego, en Argentina. En Europa: Treviso, Lucca, Lecce, Milán, Roma, Nápoles y Boloña (Italia), Barcelona, Madrid y Sevilla (España), Bruselas (Bélgica) Oslo y Bergen (Noruega), París, Poitiers y Angouleme (Francia).
Ha recibido los siguientes premios: Premio Adquisición en el Concurso Internacional Gianduja (Turín, Italia, 1988). Primer Premio Adquisición en el Concurso Internacional organizado por la Escuela Panamericana de Arte (Buenos Aires, 1989). Premio Pléyade (otorgado por la Asociación Argentina de Editores de Revistas, 1990). Silver Clio, premio en ilustración (International Clio Awards, Nueva York, Estados Unidos, 1993). Premio Caran D’Ache al mejor dibujante (Roma, Italia, 1995). Desarrolló seminarios en institutos, escuelas y universidades de su país y también en Poitiers y Angouleme (Francia), Oslo (Noruega) y Londres (Inglaterra).
Realizó en Buenos Aires los murales que decoran la estación “Venezuela” de la línea de metro H, y la estación “Congreso” de línea de metro A.

En París, Francia, realizó exposiciones individuales en la galería Maghen, en enero de 2008, Galería Barbier & Mathon, diciembre de 2011, y Champaka en abril de 2014, y en su homónima de Bruselas, Bélgica.
En el año 2012 obtuvo el Premio Konex de platino al mejor ilustrador de la década en la categoría artes visuales. Segundo premio salón Nacional de Dibujo año 2013, Buenos Aires, Argentina.
En el año 2014 se publicó en Francia Rapport Visuel sur la Ville de Buenos Aires et ses Environs, y fue invitado a exponer en la “American Illustrators Society” de Nueva York, junto con Bill Plympton y Peter De Séve. En 2016 publica en Francia Tropikal Mambo, novela gráfica policial que encubre una reflexión sobre el oficio de dibujar.