martes, 31 de mayo de 2016

SUMISIÓN





La medialuna sobre el Sena

Mario Vargas Llosa








Acaba de haber elecciones generales en Francia y la “Fraternidad musulmana” ha ganado con comodidad; socialistas y republicanos, temerosos de que el Frente Nacional de Marine Le Pen pudiera acceder al poder en estos comicios, han asegurado aquel triunfo. La Francia que fue antaño cristiana, luego laica, tiene ahora, por primera vez, un presidente musulmán, Mohammed Ben Abbes.
Contrariamente a lo que se temía, los “grupos identitarios” (nacionalistas y xenófobos), no han entrado en zafarrancho de combate y parecen haberse resignado a lo ocurrido con unos cuantos alborotos y algún crimen, algo que, por lo demás, los discretos medios de comunicación apenas mencionan. El país muestra una insólita pasividad ante el proceso de islamización, que empieza muy de prisa en el ámbito académico. Arabia Saudita patrocina con munificencia a la Sorbona, donde los profesores que no se convierten deben jubilarse, eso sí, en condiciones económicas óptimas. Desaparecen las aulas mixtas y los antiguos patios se llenan de jovencitas veladas. El nuevo presidente de la universidad, Rediger, autor de un best seller que ha vendido tres millones de ejemplares: Diez preguntas sobre el Islam, defiende la poligamia y la practica: tiene dos esposas legítimas, una veterana y otra de apenas quince años.
Quien cuenta esta historia, François, es un oscuro profesor de literatura que se 
pasó siete años escribiendo una tesis sobre Joris-Karl Huysmans y ha publicado un solo libro, "Vértigo de neologismos", sobre este novelista decimonónico. Solterón, apático y anodino, nunca le interesó la política pero ésta entra como un ventarrón en su vida cuando lo echan de la universidad por no convertirse y pierde a su novia, Myriam, que, debido al cambio de régimen, debe emigrar a Israel con toda su familia al igual que la mayoría de judíos franceses.
François observa todos estos enormes cambios que suceden a su alrededor –por ejemplo, que la política exterior francesa se vuelque ahora a acercar a Europa y en especial a Francia a todos los países árabes- con un fatalismo tranquilo. Este parece ser el estado de ánimo dominante entre sus compatriotas, una sociedad que ha perdido el élan vital, resignada ante una historia que le parece tan irremediable como un terremoto o un tsunami, sin reflejos ni rebeldía, sometida de antemano a todo lo que le depara el destino. Basta leer unas pocas páginas de esta novela de Michel Houellebecq para entender que el título le viene como anillo al dedo: Sumisión. En efecto: esta es la historia de un pueblo sometido y vencido, que, enfermo de melancolía y de neurosis, se va viendo desaparecer a sí mismo y es incapaz de mover un dedo para impedirlo.
Aunque la trama está muy bien montada y se lee con un interés que no decae, a ratos se tiene la impresión no de estar enfrascado en una novela sino en un testimonio psicoanalítico sobre los fantasmas macabros de un inconsciente colectivo que se tortura a sí mismo infligiéndose humillaciones, fracasos y una lenta decadencia que lo llevará a la extinción. Como este libro ha sido leído con avidez en Francia por un enorme público, cabe suponer que en él se expresan unos sentimientos, miedos y prejuicios de que es víctima un importante sector de la sociedad francesa.




Es simplemente inverosímil que alguna vez ocurra en Francia aquello que parece profetizar Sumisión, un retroceso tan radical hacia la barbarie del país que entronizó por primera vez Los Derechos del Hombre, cuna de las revoluciones que, según Marx, se proponían “asaltar el cielo”, y de la literatura más refractaria al status quo de toda Europa. Pero tal vez semejante pesimismo se explique recordando que la modernidad ha golpeado de manera inmisericorde a Francia, que nunca ha sabido adaptarse a ella –por ejemplo sigue arrastrando un Estado macrocefálico que la asfixia y unas prestaciones generosas que no puede financiar-, al mismo tiempo que el terrorismo se ha encarnizado en su suelo impregnando de inseguridad y desmoralización a sus ciudadanos. Por otra parte su clase política, que ha ido decayendo y parece haber perdido por completo su capacidad de renovarse, no sabe cómo enfrentar los problemas de manera radical y creativa. Esto explica el crecimiento enloquecido del Front National y el repliegue tribal al nacionalismo de orejeras que proponen sus dirigentes como remedio a sus males.
La novela de Michel Houellebecq da forma y consistencia a esos fantasmas de manera muy eficaz y seguramente contribuye a difundirlos. Lo hace con pericia literaria y una prosa fría y neutral. Es difícil no sentir cierta simpatía por François y tantos infelices como él, sobre los que se abate la desgracia sin que atinen a ofrecer la menor resistencia a unos acontecimientos que, como diría el buenazo de Monsieur Bovary, parecen “la falta de la fatalidad”. Pero todo esto es puro espejismo y, una vez concluida la magia de la lectura, conviene cotejar la ficción con el mundo real.
Verdad que la población musulmana en Francia es, comparativamente, la más numerosa de Europa, pero, también, que se trata de la menos integrada y que la tensión y violencias que a veces estallan entre ella y el resto de la sociedad se deben en buena parte al estado de marginación y desarraigo en que se encuentra. Por otro lado, es importante recordar que el mayor número de víctimas del terrorismo de los islamistas fanáticos son los propios musulmanes y que, por lo tanto, presentar a esta comunidad cohesionada e integrada política e ideológicamente como hace la novela de Houellebecq es irreal. Y, también, suponer que una de las sociedades que está más a la vanguardia en el mundo en cuestiones sociales –de sexo, de religión, de género y derechos humanos en general- podría involucionar hacia prácticas medievales como la poligamia y la discriminación de la mujer con la facilidad con que describe Sumisión. Semejante conjetura va más allá de cualquier licencia poética.
Y, sin embargo, entre tantas mentiras hay unas verdades que se insinúan y prevalecen en el libro de Michel Houellebecq. Son los prejuicios, la xenofobia y la paranoia que inspiran esa siniestra fantasía, aquella sensación mentirosa de que el futuro está determinado por fuerzas contra las cuales el hombre común y corriente es impotente y no tiene otra opción que la de acatarlo o suicidarse. No es cierto que la libertad no exista y los seres humanos sean ciegos intérpretes de un guión pre-establecido. Siempre hay algo que se puede hacer para enfrentarse a derroteros adversos. Si el fatalismo que postula Sumisión frente a la historia fuera cierto, nunca habríamos salido de las cavernas. Gracias a que es posible la insumisión ha habido progreso. Vivir con la sensación de la derrota en la boca, como viven los personajes de esta novela, da una lastimosa imagen del ser humano. François acata lo que considera su sino y se somete; al final de libro, se tiene la sospecha de que, pese a su secreta e invencible repugnancia contra todo lo que ocurre, terminará por convertirse también, de modo que pueda volver a enseñar en la Sorbona, prepare la edición de la Pléiade de las novelas de J.K. Huysmans y acaso, como Rediger, hasta se case con varias mujeres.






Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 2016.






lunes, 30 de mayo de 2016

POEMA






Poza de lágrimas


Alina Kummerfedt








Imagen: Paolo Roversi






En mi vida a diario estallan
las euforias y los tormentos
llegan galopantes los extremos
la pasión viene en incendios
la tranquilidad llega en truenos
a cantos acosan los silencios
y la nostalgia es permanente.

Te advierto, lloraré casi todos los días de mi vida
con mi naturaleza de cobarde
o ―¿quién sabe?― de valiente.

Por mi parte, te ofrezco
un monumento para tus deseos
y por si no te bastara
aún me quedan pestañas
para lanzar al viento.

También lanzaré a la tierra tu semilla
para que nazca el árbol que dé frutos de estrellas
sílabas cimienten palabras que construyan escaleras
y nos lleven al cielo o algún paraíso inventado
en la hamaca de nuestras cabezas.

Avivaré el fuego que te convierta en cenizas
para no extraviarnos en el limbo
en el mar de almas vagabundas
para que no se dividan nuestros rumbos
para que ni una de las muertes nos separe
y así renacer en la brisa
porque sobre mí de amor lloraste.

Derrama tus lágrimas de alegría, empieza un diluvio
vacía tu pozo y abrázame
hasta que salga de esta cápsula de preguntas
hasta que calmes este mundo
y no quede de mí ninguna parte frágil.











domingo, 29 de mayo de 2016

FRANCISCO, EL MEDIÁTICO.





Cuando el pastor sigue al rebaño

Rubén Amón 



La revolución que prometía el Papa arriesga a quedarse en las formas. ¿Será capaz de pasar de los gestos a las gestas?









No está claro si el pastor guía al rebaño o si el rebaño guía al pastor. La primera hipótesis refleja la obligación jerárquica del Papa, pero la segunda ha adquirido verosimilitud con la accidentalidad de un pontificado que se desenvuelve entre las ocurrencias, la inercia plebiscitaria y la improvisación.

El caso más reciente al respecto concierne al papel de la mujer en la Iglesia. No porque existan expectativas revolucionarias, sino porque Francisco se ha comprometido a estudiar la equiparación entre diáconos y diaconisas, de tal forma que estas últimas tendrían la facultad de administrar el bautismo y asistir las nupcias, adquiriendo un rango superior al de la monja rasa.
Nada que ver con el sacerdocio femenino. O mucho que ver con la definición volátil del papado franciscano, toda vez que el debate de la discriminación del clero femenino se originó inesperadamente en el Vaticano como reclamación de una representante de la Unión Internacional de Superioras.

El Papa sabía de las cámaras y de la expectación. También parece haber asumido el poder mediático, catártico que se le atribuyen a sus palabras. Y las proezas que se le amontonan o se le reconocen por el mero hecho de insinuarlas, forzándole a cumplir el papel de Pontífice transgresor o de patriarca planetario en un asombroso ejercicio de sugestión.
Y lo que concedió el Papa a las superioras fue lo que hubiera concedido un primer ministro con reflejos. Aceptar la sugerencia con empatía. Y comprometerse a la apertura de una comisión, igual que ya las había abierto para depurar los casos de pederastia, rectificar la opacidad financiera de la Santa Sede, o velar por el desasosiego de los divorciados.
La paradoja del papado tres años después de haberse inaugurado consiste en la distancia que separa las palabras de los hechos, las formas del fondo. Francisco ha adquirido una reputación de Papa transformador no por sus novedades doctrinales, sino por su instinto informativo, su carisma escénico y su posición de contrafigura a una Iglesia opulenta y hermética.
Ha descompuesto las maneras. Ha roto la distancia jerárquica con los feligreses. Ha lavado los pies de los presos. Ha abjurado de los símbolos del poder. Y se ha hecho humano, con el riesgo que supone la trivialización del primado. O con la preocupación que semejante sensibilidad franciscana ha abierto entre los flancos conservadores. No ya desconcertados por la irrupción de un Papa arrabalero y peronista que simpatiza con la Teología de la Liberación, sino irritados por la popularidad de Francisco entre los agnósticos y los ateos, a quienes deslumbra la tolerancia del Papa y la destreza con que se aferra al undécimo mandamiento.
“¿Quién soy yo para juzgar a un homosexual?”, proclamó Francisco asumiendo el madero de la discriminación. E ignorándose entonces que Jorge Mario Bergoglio tanto vetaría el nombramiento de un embajador francés homosexual ante la Santa Sede como se movilizaría para malograr en Italia los matrimonios entre personas del mismo género.
Había sucedido en Irlanda unos meses antes. Y había trascendido que el Papa los consideraba una “derrota para la humanidad”, predisponiendo por idénticas razones un asedio a la maduración de la normativa italiana. Que se ha aprobado, es verdad, pero desprovista de la igualdad semántica —queda prohibido el uso del término matrimonio— y de los derechos de adopción.
No parecen haberle afectado a la reputación del Pontífice estas ambigüedades. Su grado de infalibilidad y de devoción consolidan un aura providencial al que se han adherido los populismos de izquierdas —Podemos, Bernie Sanders, Corbyn, Maduro…— y los movimientos ecologistas, advirtiendo en este Papa un azote contra el capitalismo y un aliado en la custodia del planeta, como se desprende de su rechazo a las energías fósiles y de sus homilías justicieras sobre la redistribución de la riqueza.

Francisco gusta como líder político, como revulsivo latinoamericano, incluso como misionero de La sangre del pobre (1909), un ensayo del escritor ultracatólico Léon Bloy de acuerdo con el cual la prosperidad de unos proviene exacta, aritméticamente, de la miseria de los otros.
El Papa sabe dónde tiene que ir, como sucedió en Lesbos. Y sabe lo que tiene que decir, como ocurrió cuando opuso el lenguaje de las flores al de las armas (textual) en plena hemorragia siria. El problema es que tanta sensibilidad hacia las emergencias planetarias parece haber subordinado las obligaciones propias. Y desdibujado cualquier reformulación de la doctrina sobre el celibato, el aborto, los anticonceptivos, la moral sexual.

No va a prosperar más allá de la superficie el debate de las diaconisas. Ni siquiera lo hizo el de los divorciados. Parecía que el Papa les había reconocido el derecho a la comunión, pero su última exhortación apostólica (Amoris laetitia) elude cualquier modificación doctrinal o legislativa al respecto. Y atribuye a la sensibilidad de los obispos o de los sacerdotes la situación de cada caso, lejos de una indulgencia generalizada.
El cónclave que proclamó a Francisco se observó como una inflexión histórica. El primer Papa jesuita. El primer Papa americano. El Papa libertario y franciscano. No se pueden reprochar a Bergoglio las construcciones ajenas ni las invocaciones mesiánicas, pero el análisis de su primer trienio en olor de multitudes obliga a abanicar el incienso de las palabras.
De otro modo, el National Catholic Reporter, una exigente publicación estadounidense que recela de la euforia “papulista”, no hubiera encadenado una serie de editoriales severos en los que reprocha al Pontífice la tibieza de las comisiones de las finanzas y de los abusos sexuales.
La opinión pública considera resueltos ambos conflictos porque Francisco los ha condenado con extraordinaria dureza, pero llama la atención que la beligerancia hacia unos y otros delincuentes apenas haya tenido correlación en procesos judiciales, condenas y escarmientos ejemplares.

No se pueden cambiar en tres años las inercias milenarias ni las palabras escritas en piedra. Francisco, en cambio, sí dispone de todos los poderes y de todos los medios para modular de los gestos a las gestas.





El País. España







viernes, 27 de mayo de 2016

HÉROES Y TUMBAS




Huacalera*

 Ernesto  Sábato









Galopaban furiosamente hacia la frontera, porque el coronel Pedernera ha dicho: "Esta misma noche debemos estar en tierra boliviana". Detrás se oyen los disparos de la retaguardia. Y aquellos hombres piensan cuántos camaradas y quiénes de los que cubren aquella huida de siete días habrán sido alcanzados por la gente de Oribe.
Hasta que en medio de la noche atraviesan la frontera y pueden derrumbarse y por fin descansar y dormir en paz. Una paz, sin embargo, tan desolada como la que reina en un mundo muerto, en un territorio arrasado por la calamidad, recorrido por silenciosos, lúgubres y hambrientos caranchos.
Y cuando a la mañana siguiente Pedernera da orden de montar y de reiniciar la marcha hacia Potosí, aquellos hombres montan a caballo pero permanecen largo tiempo mirando hacia el sur. Todos (también el coronel Pedernera), ciento setenta y cinco rostros, pensativos y taciturnos hombres y también una mujer, mirando hacia el sur, hacia la tierra que se conoce con el nombre de Provincias Unidas (¡Unidas!) del Sur, hacia la región del mundo en que esos hombres han nacido, y donde quedan sus hijos, sus hermanos, sus mujeres, sus madres. ¿Para siempre?
Todos miran hacia el sur. También el sargento Aparicio Sosa, con su tachito, con aquel corazón apretado contra su pecho, mira hacia allá.
Y también el alférez Celedonio Olmos, que a la edad de diecisiete años se unió a la Legión, junto a su padre y a su hermano, ahora muertos en Quebracho Herrado, para combatir por ideas que se escriben con mayúsculas; palabras que luego van borroneándose y cuyas mayúsculas, antiguas y relucientes torres, se han ido desmoronando por la acción de los años y los hombres.
Hasta que el coronel Pedernera comprende que ya basta, y da la orden de marcha y todos tiran de sus riendas y hacen volver sus cabalgaduras hacia el norte.
Ya se alejan en medio del polvo, en la soledad mineral, en aquella desolada región planetaria. Y pronto no se distinguirán, polvo entre el polvo.
Ya nada queda en la quebrada de aquella Legión, de aquellos míseros restos de la Legión: el eco de sus caballadas se ha apagado; la tierra que desprendieron en su furioso galope ha vuelto a su seno, lenta pero inexorablemente; la carne de Lavalle ha sido arrastrada hacia el sur por las aguas de un río (¿para convertirse en árbol, en planta, en perfume?). Sólo permanecerá el recuerdo brumoso y cada día más impreciso de aquella Legión fantasma. "En las noches de luna --cuenta un viejo indio-- yo también los he visto. Se oyen primero las nazarenas y el relincho de un caballo. Luego aparece, es un caballo muy brioso y lo muenta el general, un blanco como la nieve (así ve el indio al caballo del general). Él lleva un gran sable de caballería y un morrión alto, de granadero." (¡Pobre indio, si el general era un rotoso paisano, con un chambergo de paja sucia y un poncho que ya había olvidado el color simbólico! ¡Si aquel desdichado no tenía ni uniforme de granadero ni morrión, ni nada! ¡Si era un miserable entre miserables!)
Pero es como un sueño: un momento más y en seguida desaparece en la sombra de la noche, cruzando el río hacia los cerros del poniente...









*Sobre héroes y tumbas. (1961)( Fragmento)









jueves, 26 de mayo de 2016

IMÁGENES



Calotipos, el despertar de la fotografía


La construcción de la Columna de Nelson, Trafalgar Square, Londres, primera semana de abril de 1844

La imagen desdibujada y tendente a desaparecer que ofrecía el calotipo, nombre dado al proceso fotográfico inventado por William Henry Fox Talbot, (1800-1877, Reino Unido), tenía poco que hacer frente a la brillante, enfocada, y sobre todo bien fijada que obtenía el daguerrotipo. Transcurría 1840 y la 'daguerromanía', ese deseo irrefrenable de ser retratado mediante este método, se había instalado en la sociedad europea. Sin embargo, Fox Talbot se había anticipado a este procedimiento en 1833; aquel buen día, durante su viaje de novios, cuando sentado frente al Lago de Como, Suiza, su incapacidad para el dibujo le hizo soñar con “la posibilidad de imprimir de forma perdurable, aquellas imágenes naturales, y que permaneciesen fijadas al papel”. De regreso a Inglaterra, comenzó a trabajar en "el arte de fijar una sombra".Fue en la mansión familiar de Lacock Abbey, Wiltshire, donde desarrolló un método en el cual al poner plantas en contacto directo con un papel previamente emulsionado en una solución de cloruro de plata, sensible a la luz, lograba captar la silueta de los vegetales.

Vid inglesa (Bryonia Dioica), probablemente de 1839.

El resultado, conocido como esquigrafía, o dibujo fotogénico, sentó las bases del calotipo que generó el primer negativo fotográfico; aquello que ha formado la base de la fotografía durante más de 150 años, hasta la llegada de la fotografía digital. Hecho que inmortalizó al fotógrafo británico. Talbot en el descubrimiento de la fotografía, es quizás a través de las innovaciones tecnológicas de su tiempo. Dawn of the Photograph ofrece una extraordinaria oportunidad de ver la imágenes que creó Talbot junto a los instrumentos que lo hicieron posible, demostrando e investigando las ambiciones empresariales en lo referente a las aplicaciones de la fotografía’, dice Greg Hobson, comisario de la exposición.




William Henry Fox Talbot and Nicolaas Henneman en el Reading Establishment, la primera empresa editorial fotográfica 
creada por ambos, 1846.



 Graduado por el Trinity College de Cambridge en matemáticas y estudios clásicos, su curiosidad intelectual le mantuvo cercano a los círculos científicos. Fox Talbot fue autor de más de cien publicaciones y cuatro libros sobre temas tan diversos como la astronomía, la botánica, la etimología, la filología, la egiptología, y la fotografía entre otros. A esto se sumaba un talante emprendedor, característico de las clases pudientes de la revolución industrial en el Reino Unido, que le llevó a buscar el reconocimiento y la recompensa económica en cualquiera de estas disciplinas que compaginaría con la fotografía. También fue parlamentario en representación del partido Liberal.  
Sus experimentos sobre la fotografía surgieron de su interés por la luz, el color y la polarización. Compartía sus resultados solo con sus más íntimos o sus familiares, con la intención de perfeccionar su proceso y proteger sus intereses. Pero enero de 1939 la prensa hacía pública la invención del francés Louis-Jacques-Mandé Daguerre: el daguerrotipo. Fue considerado entonces el único proceso fotográfico capaz de producir una imagen. Para ello se valía de una cámara oscura portátil y una placa de cobre cubierta de plata pulida.

Fox Talbot se vio entonces presionado por las circunstancias a hacer público su descubrimiento del calotipo.  Partiendo de la esquigrafía, incorporaba el uso de la cámara oscura, y resultaba en que el papel emulsionado en nitrato de plata, tras ser expuesto a la luz y revelado, generaba una imagen en negativo. Su problema estaba en la perdurabilidad de la imagen: podía incluso desaparecer por completo. A esto también se unía que el proceso no resultaba tampoco lo suficientemente económico como para competir con el daguerrotipo. El calotipo parecía, en principio, completamente deslucido por el invento francés.
Sin embargo, existía una diferencia crucial que situaba a Fox Talbot en el lugar que se merecía en la historia: mientras el daguerrotipo producía una imagen única, como una Polaroid, el método de Fox Talbot, basado en el proceso negativo-positivo, daba pie a una ilimitada cantidad de copias, estableciéndolo como el método adecuado para el creciente mercado editorial de mediados del siglo XIX y la futura distribución en masa. En 1860 el daguerrotipo quedaba ya totalmente desplazado por una técnica mejorada, basada en las ideas de Talbo



Escena en una biblioteca, antes del 22 de marzo de 1844.



Abadía de Melrose, 1844.

Escena de York, 28 julio, 1845.





The Pencil of Nature (El Lápiz de la Naturaleza), fue una aventura editorial puesta en marcha por el fotógrafo británico con la cual trató de demostrar el poder de la fotografía en el mundo editorial, a la vez que confirmaba la viabilidad de sus propios inventos. Considerado como el primer libro ilustrado con fotografías, sus seis volúmenes pusieron de manifiesto el potencial de la fotografía como documento y refuerzo tanto para la ciencia como para la industria.


Bulevares de París, mayo o junio de 1843.

El Pajar, finales de abril, 1844.

Escalera, abril 1844.


La puerta abierta, finales del 1844.

High Street, Oxford, posiblemente en julio de 1842.


Estatua de ángel con recortes experimentales, c.1852.
“La fotografía fue sin duda alguna, una de las invenciones más profundas del siglo XIX. Talbot no solo introdujo una nueva forma de ver, a través de sus escritos y experimentos, sino que supo ver la peculiaridad de la fotografía al funcionar tanto como arte, ciencia e industria”, señala Rusell Roberts, otro de los comisarios de la exposición. Aun así es necesario destacar que las imágenes de Fox Talbot no solo evidencian su talento en el campo de los avances científicos, sino que también hacen referencia a unos planteamientos estéticos muy particulares que trascienden la época.




Imágenes: WILLIAM HENRY FOX TALBOT © NATIONAL MEDIA MUSEUM, BRADFORD / SCIENCE & SOCIETY PICTURE LIBRARY








Fox Talbot: Dawn of the Photography. Science Museum, Londres. Hasta el 11 de septiembre.


















martes, 24 de mayo de 2016

LINDSEY STIRLING: VIOLINISTA






Lindsey Stirling

Violinista












Entre todas las leyendas que circulan en el mundo de la música, la más fascinante sin duda es la historia de Niccolo Paganini, “el violinista del diablo”, cuya habilidad con el instrumento era tan extraordinaria que muchos trataron de explicarla con la oscura influencia del Maligno. Cuentan que el mismísimo Lucifer se le apareció en sueños a su madre cuando Paganini tan sólo tenía cinco años y le reveló que su hijo sería un gran violinista. Y aquella pesadilla premonitoria se cumplió, aunque con la ayuda de un padre severo hasta la obsesión, que obligaba al niño a practicar diez horas al día con su instrumento. Enfermizo, borracho, mujeriego… y genial, Paganini, según su médico, “movía las manos con tanta flexibilidad como si no tuviese músculos ni huesos”. Su “Capricho nº 24”, publicado en 1820, está considerado una de las piezas para violín de más difícil interpretación jamás escritas. Tanto que incluso hoy muchos maestros no se atreven a tocarlo.



Phantom of the Opera - Lindsey Stirling



El sueño de los padres de Lindsey Stirling no tenía nada que ver con el demonio; era menos terrorífico. Se limitaba a intentar que su hija tocara un instrumento hermoso y complejo. Pero los 15 minutos de clases semanales que podían permitirse pagar, no eran suficientes -según sus maestros- para que una niña aprendiera violín. Los maestros, claro, se equivocaron. Como también lo hicieron varias discográficas al juzgar su música como poco comercial. O el jurado de un famoso concurso televisivo de talentos al eliminarla prematuramente. Después de tanto rechazo a Lindsey sólo le quedaba su música… y YouTube. “Creo que la tecnología ha democratizado la industria del entretenimiento”, asegura, “es la voz del pueblo. Dejémosle que elija”. Lo que el pueblo ha elegido es convertirla en una intérprete de éxito: su canal acumula más de 1.300 millones de reproducciones y, gracias a ello, hace giras mundiales y los dos discos que ha publicado son un éxito de ventas.
Stirling, convertida ahora en toda una estrella gracias a las redes sociales, tiene como filosofía atreverse. Atreverse siempre. Así lo expresó en su autobiografía -entre los bestsellers del New York Times en enero de 2016- y así lo contaba en una entrevista hablando precisamente de su libro: “Los piratas no aceptan órdenes ni piden permiso (…) Si alguien te dice que no eres lo suficientemente buena, que tus sueños son demasiado elevados, o asegura que no hay sitio en el mundo del espectáculo para una violinista que baila… bien, entonces, ponte un parche en el ojo, mi amigo, y navega por el alta mar”. Seguro que hoy más de un ejecutivo discográfico de los que la rechazó, se pregunta porqué él no supo aquello que la gente estaba buscando.


Texto: José L. Álvarez Cedena









Lindsey Stirling (Santa Ana, California, 21 de septiembre de 1986) es una violinista, bailarina, artista de performance y compositora estadounidense.En octubre de 2015, la revista Forbes México, clasificó a Stirling dentro de los 10 youtubers más ricos del mundo. Teniendo como requisito principal que tuvieran como mínimo un ingreso anual de 2.5 millones de dólares en ganancias, Stirling ocupa el lugar número 4. Siendo dentro de la lista la única dedicada a la música, ya que los otros clasificados se dedican al entretenimiento, videojuegos, una chef y una maquilladora.
El 12 de enero de 2016 publicó su nuevo libro biográfico con su hermana Brooke S. Passey titulado "The Only Pirate at the Party" que abarca en gran parte su niñez, adolescencia y su trayectoria como músico. 

Wikipedia. Fragmento.










lunes, 23 de mayo de 2016

ARTE



Un ‘rivera’ es la obra latinoamericana más cara






Diego Rivera Baile en Tehuantepec




La compra de la obra más cara de la historia del arte latinoamericano nació de un flechazo. El promotor inmobiliario y coleccionista argentino Eduardo Costantini se enamoró del cuadro del muralista mexicano Diego Rivera Baile en Tehuantepec en 1995, en una subasta de Sotheby's en Nueva York. Pero había viajado hasta allí por otra obra, el Autorretrato con loro y chango, de Frida Kahlo. 




No tenía dinero para los dos y finalmente optó por el pequeño cuadro de la pintora de Coyoacán. El lienzo de Rivera fue a parar a otras manos en esa oportunidad, pero 21 años después, el fundador y presidente del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba)no ha dejado escapar una segunda: compró la obra por 15,7 millones de dólares, una cifra récord.
La adquisición se fraguó hace un par de semanas, detalla Costantini, cuando recibió un correo electrónico desde Nueva York en el que le informaban que los herederos del empresario canadiense Edgar Bronfman habían puesto a la venta el cuadro. "No estaba preparado. Hace 21 años que la tengo en mi mente, pero era una obra muy hermética, había desaparecido de los circuitos artísticos", señala y asegura que la noticia le provocó "una fuerte movilización emocional y financiera que culminó felizmente con la compra de la obra".
En 1995 el óleo sobre lienzo de 2,07 metros de alto por 1,63 de ancho se vendió por tres millones de dólares, una cifra que batió un récord para el maestro mexicano. Dos décadas después, la misma obra ha vuelto a destrozar todas las marcas, pero su valor se ha quintuplicado en este periodo. Aún así, en esa subasta de Sotheby's, Kahlo superó por unos 100.000 dólares a su marido con la obra mejor valorada del arte latinoamericano. Ahora, Rivera le arrebató el cetro que ostentaba con Dos desnudos en el bosque, que remite al apasionado romance vivido entre la pintora y la artista Dolores del Río y que se vendió por 8 millones de dólares hace una semana en una subasta.
Hay muy pocas obras de arte latinoamericano que son icónicas y superlativas", dice Costantini, quien considera que Baile en Tehuantepec es una de ellas. "Es difícil explicar por qué una obra tiene energía y vibración, pero ésta claramente lo tiene", continúa. "Para mí Rivera es el artista más importante en la historia del arte moderno latinoamericano".
El lienzo, pintado en 1928, representa un tributo de Diego Rivera a las costumbres y tradiciones del pueblo de Tehuantepec, situado en el sur de México. Las mujeres llevan sus huipiles y vestidos bordados tradicionales, y tienen el pelo trenzado con cintas de colores vivos. Los hombres visten camisa blanca de algodón, pantalones y un sombrero de terciopelo típico de la época.

El cuadro fue exhibido por primera vez en Estados Unidos en 1930 en elMetropolitan Museum of Art y en 1931 integró la célebre retrospectiva de Diego Rivera en el MoMA neoyorquino, entre otras exposiciones. Tras ser adquirido por Costantini, en octubre se presentará en el Philadelphia Art Museum, en febrero de 2017 estará en la feria ARCO Madrid y en marzo llegará al Malba, donde volverá a reunirse con el autorretrato de quien fue su tercera esposa, comprado 21 años antes. Formará parte de las piezas emblemáticas de la colección del museo, como Abaporu, de Tarsila do Amaral y elRetrato de Gómez de la Serna, en estilo cubista de Rivera. "Las obras uno no las compra cuando quiere, sino cuando aparecen", expresa el coleccionista, feliz de contar con una obra con la que soñó desde el primer día.






COSTANTINI: "ARGENTINA ESTÁ REZAGADA"

Eduardo F. Costantini compagina sus negocios inmobiliarios con su pasión por el arte latinoamericano. La noticia de la adquisición de Baile en Tehuantepec se ha conocido en plena celebración de la 25 edición de arteBA, que se ha convertido en la tercera feria de arte contemporáneo más visitada del mundo, pero tiene al mercado como uno de sus puntos débiles. Frente a los 15,7 millones pagados por el cuadro de Rivera, la pieza récord del arte argentino es obra de Helmut Ditsch, Cosmigón, vendida en 1,5 millones de dólares el pasado marzo.
Para Costantini, Argentina necesita “fortalecer aún más el coleccionismo local”. “Tenemos muy buenos artistas y en términos de mercado no están apreciados en su justa medida”, señala el coleccionista, quien opina que “Argentina está rezagada respecto a Brasil y México”. “Tendríamos que tener instituciones con programas de adquisición, programas internacionales, nos está faltando que tengan mayor envergadura”, analiza.
Los artistas mejor valorados del país deben su reconocimiento al éxito internacional. El último ejemplo es Víctor Grippo, uno de los artistas que representarán a Argentina en la próxima Bienal de San Pablo. Grippo, conocido por sus instalaciones químicas, atrajo la atención de comisarios extranjeros en los últimos años y su obra La papa dora a la papa/ La conciencia ilumina la conciencia fue una de las primeras obras vendidas en arteBA y fue a parar a manos de un coleccionista brasileño. También el provocativo artista plástico  León Ferrari vio como se disparaba el valor de sus obras una vez triunfó en el exterior, en especial cuando fue distinguido con el León de Oro al mejor artista en la Bienal 





 Helmut Ditsch