La música, motor esencial de Cabo Verde
El viento sopla especialmente
fuerte y fresco en la isla de Santiago, lo que contribuye a que los encuentros
en el Palacio Ildo Lobo, un pequeño edificio colonial en el Plateau, la parte
antigua de la capital caboverdiana, sean más agradables. Es uno de los espacios
donde se desarrolla la Atlantic Music Expo (AME), que en su cuarta edición se
ha posicionado entre los diez mercados musicales más importantes del mundo y el
primero del continente africano. Un evento que nace en un país que no tiene
materias primas ni recursos naturales, en un gesto de reconocimiento a sus
músicos y a una cultura que ha resistido a un pasado colonial que quiso
erradicar sus raíces africanas. No lo consiguieron. Los caboverdianos,
descendientes de amos y esclavos, han conservado y mezclado lo mejor de ambos
mundos. A pesar de que los portugueses importaron instrumentos de cuerda y aunque
permitieron que la coladeira y la morna intercalaran sus ritmos –interpretados
a su manera- con la mazurca en sus civilizados salones, el funaná y las
percusiones del batuque se mantuvieron en el campo.
Cabo Verde, frente a las costas de Dakar, a tres horas y media de vuelo de Recife, Brasil y apenas cuatro de Lisboa, ha resultado ser el enclave perfecto para atraer a profesionales de la industria de todos los continentes. Este año 250 artistas internacionales se han inscrito en el AME con ánimo de darse a conocer en las múltiples actividades del festival y propulsar sus carreras. China es uno de los 41 los países participantes y 80 profesionales de la industria se han desplazado hasta aquí. “Es la tercera vez que vengo para cubrir el AME y el Kriol Jazz Festival, dos eventos conectados y fundamentales por la excelencia de su organización, un referente para otros países de África y por una razón más simbólica: el desprecio del que los africanos somos víctimas por parte de un Occidente que circula libremente por nuestro continente, al que viene para nutrirse. Somos la materia prima de la creación”, constata Soro Solo, que presenta en radio France Inter el programa semanal L´Afrique En Solo
“La música es esencial para
contar lo que sucede en las calles, para hablar de la política, de lo social,
es esencial como llave de unión y comunicación entre los pueblos. Poca gente
sabe que en Mauritania hubo un genocidio en 1989. En mi país no se acepta la
diversidad étnica y cultural”, desvela Liman Kane, Monza, artista hip
hop y director del festival Assalamalekoum. Monza lleva 23 años haciendo rap y
produciendo a otros grupos, actividad que comenzó ahorrando los 30.000 euros de
beca que le dieron para estudiar en Francia. Hoy en Mauritania, un país de tres
millones de habitantes, hay más de 3000 grupos de rap. Ha venido para
participar en Música y Paz una de las conferencias que se intercalan con los Daycases,
los conciertos en pequeño formato que se celebran por la mañana. “Para mí,
poder mostrar mi trabajo en casa es grandioso. Aquí mi identidad es completa.
Vivo en Portugal. Tuve que emigrar porque fuera los músicos tenemos más
oportunidades para movernos, conectarnos y autofinanciarnos. Pero, la verdad es
que gracias al AME el panorama musical está creciendo mucho”. Bilan es uno de
los nombres que más suenan en los mentideros del festival. Con 17 años fue
parte del primer grupo indie rock del país pero sus raíces
caboverdianas están presenten en sus dos álbumes. “Cesária Évora nos abrió
camino. Hoy día estamos en el mapa musical internacional y la industria busca a
artistas caboverdianos. God Save The Queen!”, dice.
Ded Kra-Z & Princes Eud
llevan doce años trabajando juntos, y su videoclip Queen Bee - Pa quite
Mwen se alzó con un Grammy el año pasado. Es la primera vez que viajan a
África y con su rap criollo han encendido a las jóvenes audiencias que muestran
sus preferencia por los imparables ritmos urbanos, muy presentes en la
programación de esta edición del AME. “Venimos aquí para conocer a otros
músicos y contar Haiti a través de nuestra música, un mezcla de rap, tabou
combo, zouk love y r&b. Nuestros textos son maduros. Somos el reflejo de
nuestra realidad social, económica y cultural”, señalan. “En Cabo Verde la
gente era muy purista, pero las nuevas generaciones de músicos fusionan los
ritmos urbanos y lo tradicional tan bien que nadie se atreve a decir nada”,
apunta José da Silva, director del Kriol Jazz Festival y AME. “A nivel de
textos también ha habido cambios, antes se cantaba al amor y la saudade, ahora
hablan de su vida. Los raperos caboverdianos no son violentos ni irrespetuosos
pero sí claros y critican lo que no les gusta. Además han elegido llevar
músicos en lugar de DJs; lo que no siempre les favorece porque encarece las
giras”.
Cesária Évora
& Pedro Guerra - Tiempo y Silencio
EL LEGADO DE LA REINA DE LA MORNA
Su imagen está en los billetes de
2000 escudos, el aeropuerto internacional de San Vicente -isla desde donde la
cantante de pies desnudos salió al mundo para descubrirnos la morna y situar a
Cabo Verde en el mapa del mundo- lleva su nombre y sus fotos y memorabilia
están en todas partes. “Antes la música era un entretenimiento; a partir de
Cesária Évora todo el mundo comprendió que teníamos una cultura interesante que
mostrar”, dice José da Silva, que fuera su manager y productor. Pero sobre todo
Cesària contribuyó a la liberación de la mujer porque entonces estaba muy mal
visto que una mujer cantara. Hoy son las propias familias quienes empujan a sus
hijas a que canten y salgan al mundo”. Cuenta da Silva que el papel de la
diáspora caboverdiana fue clave en el éxito de Cesária ya que los cinco
primeros años en Francia, hasta que consiguieron su primer gran concierto
internacional, tenían que alojarse en casas de amigos que les invitaban. Eran
los que mayoritariamente iban a verla cantar, y eso era bueno porque cuando la
artista se daba cuenta de que había algún caboverdiano escuchándola en la sala
se esforzaba en cantar mejor, porque la “encariñaban”.
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