miércoles, 11 de mayo de 2016

A DOS MANOS




Floripondios en la Luna










"Es inconcebible que la luna exista, casi tanto como que exista yo. Que haya un universo es por cierto misterioso, pero que yo esté caminando esta noche de primavera en la penumbra apacible de los árboles lo es todavía más. Así como ver la esfera azul desde la luna permitía poseer un punto de vista suplementario pero no volvía las cosas más claras, haber estado en la luna no me reveló nada nuevo sobre ella y a decir verdad, me gusta más verla desde aquí, redonda, brillante, amarilla. Allá arriba, la proximidad no mejoraba mi conocimiento, sino que la volvía todavía más extraña y lejana. Desde acá sigue siendo un enigma, pero un enigma familiar como el de mis pies, de los que no podría asegurar si existen o no, o como el enigma de que haya plantas por ejemplo, de que haya una planta a la que le dicen ligustro y que, cuando florece, despida ese olor, y que cuando se la huele, es el universo entero lo que se huele, la flor presente del ligustro, las flores ya marchitas desde tiempos inmemoriales, y las infinitas por venir, pero también las constelaciones más lejanas, activas o extintas desde millones de años atrás, todo, el instante y la eternidad. Y sobre todo que, gracias a ese olor, por alguna insondable asociación, mi vida entera se haga presente también, múltiple y colorida, en lo que me han enseñado a llamar mi memoria, ahora en que al pasar junto a un cerco, en la oscuridad tibia, fugaz, lo siento."


Juan José Saer

‘LIGUSTROS EN FLOR’ (Fragmento)

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Algo tengo con el ligustro que me encorseta. A fuerza de mirarlo y sufrirlo, rodeándome, cada vez que levanto la vista del suelo lo sorprendo, como quien no quiere la cosa, robando mi horizonte. Ese es el problema del ligustro. Nos viene disfrazado de planta, adornado a veces con las florecillas de Saer. Pero es el límite que nos hemos impuesto, como los animales que mean marcando un territorio. Tan pequeños somos! Nosotros lo plantamos, lo regamos, lo acicalamos. Quizá para tener algo nuestro y quedarnos sin el resto  
En realidad no creo demasiado en las palabras de Saer. Me cuesta creer que haya estado en la Luna alguna vez. Salvando las distancias, hay quienes creen que Armstrong tampoco estuvo caminando por allí y todo fue una escenografía montada para quienes miraban por TV. Será posible que nos hayan engañado tanto y a tantos? Quizá los rusos siempre supieron la verdad y callaron lo de Saer de la misma manera que lo de Armstrong, solo con el objeto de pasar por ingenuos delante de la CIA. Y desde aquella Luna vi la Gran Muralla, me sugirió un ligustro, pero allí lo que tenía era todo. Ni un adentro ni un afuera. Solo el infinito silencioso y aburrido, extrañando quizás un floripondio.

No había floripondios en la Luna.

A. S.


Está bien que no crea lo de Saer, no haga como yo que lo veo escrito y lo pienso verdadero...  En fin salvando las distancias se dice eso de Armstrong y  no sé qué importancia tiene,  si nunca supimos quien mató a Kennedy. 
Lo que yo creo es que sí, probablemente Saer fue y tuvo floripondios a mano.

Poeta: usted culpa al ligustro del encorsetamiento. Es real que encorseta, estoy segura, aunque cuando lo leí esta vez,  dudé.  Sin embargo, lo ha magnificado me parece. Hay plantas más voraces y opresoras que el ligustro, esas invasivas de ramas atrapantes, envolventes, como los aromos o ciertas variedades de ellos, no la acacia farnesiana, otras.
El ligustro es modesto, está porque lo plantamos, no nació espontáneo. A lo mejor no nos dimos cuenta que con su modestia y modosito modo nos estaba robando el horizonte. Pobre ligustro, el no tiene la culpa, es producto de nuestra obsesión por los límites.

Claro que no hay floripondios en la Luna, es un recurso literario...¿Para que los querría allá?  ¿No los tiene acaso vivos en su cabeza?

 Miss Musa






































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