jueves, 31 de mayo de 2018

MOMIAS Y ALGO MÁS



En el sótano del British Museum

Jacinto Antón









Galería presidida por un busto de Ramsés II en el British Museum. 







En los sótanos del British Museum de Londres hay un gran cocodrilo del Nilo de cuatro metros con fauces terribles y mirada hostil. Hace mucho que no se mueve, pero no por ello su presencia es menos perturbadora. Además, está en compañía de un montón de momias. 

















Momias egipcias, por todas partes (el museo posee 80 humanas y 300 de animales), colocadas en altas estanterías que parecen nichos. Algunas en sus ajados e historiados ataúdes, otras sueltas, envueltas en sus viejos vendajes. Una necrópolis inesperada tan lejos de Egipto. Todo está debajo de las salas del centro por las que discurre la ruidosa multitud de los visitantes. Es el misterioso espacio de los almacenes, uno de los lugares más sorprendentes y excitantes de los museos, un sitio donde se guardan cosas tan interesantes como las que se exhiben bajo los focos (¡e incluso más!) y donde se pueden tener visiones muy extrañas y vivir experiencias insólitas. No en balde las salas de reserva —otra forma de denominar a los almacenes— han tenido siempre fama de inquietantes. ¿Qué ocurre allí? ¿Qué se guarda? ¿Qué diálogo establecen entre ellos los objetos depositados fuera de la vista del público?

La preparación de una gran exposición que incluye obras de los fondos del British Museum (además de otras que están expuestas) es una ocasión magnífica para asomarse a ese mundo oculto y desconocido. Y a la vez para descubrir cómo se organiza una muestra internacional de primer orden, paso a paso, desde la idea original hasta la selección de piezas y su traslado.
La exposición Faraón. Rey de Egipto, producida en el marco del acuerdo entre el Museo Británico y la Fundación La Caixa, se inaugurará el próximo 8 de junio en Barcelona (hasta el 16 de septiembre) para luego exhibirse en Madrid (del 17 de octubre al 20 de enero de 2019).


Anillo de la XVIII Dinastía, usado como sello real. 



La muestra se compone de 140 objetos que cubren 3.000 años y las 30 dinastías (más los persas y los Ptolomeos griegos) de la historia del Antiguo Egipto, y que sirven al propósito de explorar los ideales, símbolos e ideología de la monarquía faraónica. Entre el material, desde minúsculos pendientes hasta grandes estatuas de piedra, pasando por papiros y estelas. Se trata de poner al público cara a cara con los reyes desaparecidos y explicar a través de ellos, de su poder y de sus funciones, la civilización egipcia.




Marie Vandenbeusch, responsable del departamento del Antiguo Egipto y Sudán, retratada en los almacenes del British Museum. 











Acceder a los sótanos del British Museum y a todos sus espacios no públicos es un proceso complejo. La seguridad es exhaustiva. Quedamos en la verja exterior del museo para un minucioso proceso de identificación y acreditación. De la mano de Marie Vandenbeusch, responsable del departamento del Antiguo Egipto y Sudán y comisaria de la exposición que se prepara, atravesamos puertas que se abren con tarjetas, recorremos pasillos y bajamos escaleras. De repente accedemos a una de las salas públicas y nos damos casi de bruces con una estatua moái de la isla de Pascua. 












Avanzamos entre la muchedumbre un rato para volvernos a introducir, a través de un espacio vetado al público, en otro dédalo de pasadizos.
La comisaria, una mujer joven y simpática, pasa su tarjeta de identificación por un lector y aparecemos en la mummy room, la sala de las momias, a la sazón vacía porque aún no se ha abierto la sección egipcia a las visitas. Es una sensación extraña, son más los muertos que nosotros los vivos. Las momias parecen mirarnos con las bocas abiertas en un mudo reproche por perturbar su descanso. Rodeado de ellas, busco la calidez humana en la conversación con la suiza Vandenbeusch. Admiramos varias momias, lo que une mucho. Especialmente la del hombre de época romana con la cara pintada sobre lino, barba e inexplicables pechos femeninos.















Explica la estudiosa que el British (que guarda 120 momias humanas) no tiene problemas éticos para exhibirlas. “Lo hacemos con respeto y preservando su dignidad, dejando claro que son individuos y no objetos. Tratamos de mostrarlas con una luz más suave cuando van de gira”. A CaixaForum no viajará ninguna (aunque sí algún trozo monumental de sarcófago, como el que muestra la cabeza de Ramsés VI): la comisaria no cree que sea necesario para el argumento de la exposición. “Hay que acostumbrar a la gente a no pensar siempre en las momias cuando hablas de Egipto”. Vale, pero las echaremos de menos.
Al British Museum se le dio mucho gato por liebre inicialmente con las momias. Las primeras que adquirió, procedentes de la colección de su fundador, Hans Sloane, eran todas falsas. Muchas de animales solo contenían unos pocos huesos o incluso nada más que barro o madera. En el museo no se desenvuelven momias —lo que era todo un show— desde 1790.
 La comisaria señala varias piezas, tras las vitrinas, que viajarán a España.
















El piramidión (remate de la punta) de la pequeña pirámide de la tumba de Intef V en Dra Abu el Naga, con los nombres del rey; un cierre de brazalete de oro con minúsculos gatos recostados que procede del enterramiento en Edfu de la reina Sobekemsaf (Dinastía XVII, 1600 antes de Cristo); un anillo con un niño-rey (luce el uraeus, la cobra en la frente) representado… 

La exposición, explica Vandenbeusch, no será cronológica (aunque tendrá todo el apoyo de esquemas y mapas para orientar al visitante), sino temática: irá abordando diferentes asuntos mediante los objetos, revelando las historias que hay detrás de estos y que nos hablan de los faraones, esos formidables autócratas que acumulaban todos los poderes: administrativo, judicial, religioso, militar. Y que eran además dioses encarnados y llegaban a rendir culto a sus propias efigies.
Los reyes de Egipto”, recuerda, “no siempre fueron hombres y tampoco egipcios, a veces Egipto estuvo dividido por guerras civiles, conquistado por poderes extranjeros o regido por monarcas rivales. Algunos fueron reverenciados, como Tutmosis III, el gran faraón guerrero que extendió las fronteras del país; otros, satirizados u odiados, como Akenatón”. Muchos de los objetos supervivientes del Antiguo Egipto, prosigue, arrojan la imagen del faraón que él quería proyectar. La muestra quiere explorar la realidad que hay detrás y “los retos de reinar sobre una de las grandes civilizaciones de la antigüedad”.



Estatua de Tutmosis III, hoy en el Museo de Luxor.










¿Cómo era ser faraón? “Llevaba una vida muy ritualizada, cada día debía realizar ritos para los dioses. Era el garante de Maat, el orden cósmico. Sus apariciones debían estar muy teatralizadas y en ellas, rodeado de esplendor y oro, mostraba su naturaleza divina”. Todo lo cual no significa que puertas adentro, incluso en la propia familia, no hubiera tensiones y luchas de poder que podían conducir a conflictos dinásticos e incluso a la conspiración y el asesinato.
Hay que recordar que la propia palabra faraón, a pesar de su fuerza y su capacidad de simbolizar el Antiguo Egipto, es una convención relativamente moderna. Su acepción actual data del final de la época faraónica. Hasta entonces al monarca se le denominaba simplemente rey, señor o majestad. Faraón designaba al palacio y sus habitantes, como si dijéramos Casa Blanca, Elíseo, Zarzuela o Buckingham.
La comisaria confiesa que siempre, en última instancia, se impone el pragmatismo al organizar una exposición de estas características. “Tienes una lista ideal de piezas y luego hay que bajar a la realidad y ver de cuáles dispones, las que pueden viajar, las que precisan restauración…”. Tiene que haber, señala, un equilibrio entre elementos, monumentales y pequeños, una mezcla entre objetos conocidos y otros que sean un descubrimiento para el público, que nunca hayan sido antes expuestos, fotografiados o publicados. Debe hacerse una síntesis. Y luego llega el diálogo con los diseñadores para decidir de qué manera llegará el proyecto al público. “Uno de los grandes retos es el espacio”.
En todo caso, Faraón. Rey de Egipto, que revisa y reelabora, añadiendo ideas y objetos nuevos, un proyecto de exposición organizada en 2016 para el Cleveland Museum of Art (EE UU), ha podido al final reunir un conjunto verdaderamente notable de obras que incluyen estatuas monumentales, relieves delicadamente tallados de antiguos monumentos y rutilantes piezas de joyería. También algunos objetos inesperados y muy sorprendentes, como el arco de guerra de uno de los comandantes del ejército del faraón, tablillas de arcilla con cartas diplomáticas o un papiro que recoge un proceso por un robo en un templo.



Piezas de un brazalete con minúsculos gatos recostados


Regresamos a los espacios restringidos del British. La comisaria aprovecha para recordar que en los sótanos del museo, revisando las colecciones, se producen hoy en día tantos descubrimientos como sobre el terreno. “Cada vez que entras en los almacenes descubres cosas nuevas”. Pasamos ante el despacho del departamento de Egipto y Sudán, con peluches de cocodrilos y recuerdos personales, por un pasillo en el que domina un retrato de la máscara de Tutankamón y una escalera en cuyo rellano hay una estatua de Sobek. En el despacho de la propia comisaria hay una muñeca que es una momia y una tesis sobre el asno en la vida religiosa egipcia.
Los almacenes subterráneos están divididos según los materiales que hay depositados: piedra, orgánico, momias. “No deje basura aquí”, reza un cartel.
En la zona de piedra, nos reciben, junto a un banco de trabajo con herramientas, Evan York, responsable de preservación y accesibilidad de las colecciones, y un enorme capitel hathórico (en forma de cabeza de la diosa vaca Hathor), medio embalado para la exposición. 

Un escriba está de cara a la pared. En un pasillo se alinean decenas de impresionantes estatuas de la diosa Sejmet, “la terrible”, con cabeza de leona. 












Una, sentada, está sujeta con correajes y parece prisionera. Resulta tentador hacerse un selfie. “No es muy cooperativa”, apunta York. Es maravilloso verlas, a las diosas, en este contexto privado, tan juntas, desprovistas del realce, y también de la distancia que da una sala de museo. Pienso absurdamente que parecen aguardar a que se abra una puerta a otro mundo, como en Stargate.
Tantas cosas…, no se pierde nada? “¡No! A cada objeto se le sigue continuamente la pista en la base de datos al moverlo. Tenemos tantos, 15.000, que a veces hay alguna localización incorrecta”. Excepcionalmente, una pieza puede estar “deslocalizada” un rato. Una hora ya hace sufrir mucho. Pero todo aparece.
La comisaria y el conservador me piden que por seguridad no detalle el color de las cajas de embalaje ni las indicaciones que aparecen en ellas, algunas muy sabrosas. La amenaza de robo durante los traslados siempre está ahí. Estos objetos no son solo bellos e impresionantes, sino piezas de un valor inconmensurable. Una estela de media tonelada ya ha sido embalada. Be careful. En total ya hay 44 cajas preparadas. En algunas van varios objetos. Debe ser importante que vuelvan las mismas que han salido, bromeo admirando a un Ptolomeo. “¡Sí, por favor!”, exclaman al unísono York y Vandenbeusch.

Por un pasillo que parece la sentina de la Nostromo pasamos ante dos copias de la piedra de Rosetta y un molde para hacer réplicas. Atravesamos la surtida biblioteca y llegamos a otra sección del almacén, la de material orgánico. Dentro están las momias instaladas en estanterías, hasta cinco niveles que llegan al techo. Curioseo mientras la comisaria y el conservador hablan con el fotógrafo junto a un sarcófago ramésida en restauración. Cajas de flechas, cajas de vasos canopos, el ataúd de Ankhesnefer, ¡glups!, una caja de cráneos. Y entonces descubro el cocodrilo, escondido al acecho debajo de todo, a nivel del suelo, en la penumbra. Pego un respingo y hasta se me escapa un grito. “No te preocupes, lleva tiempo muerto”, ríe York. “Lo escaneamos y dentro tiene piedras de las que se tragan para la digestión y un hueso de muslo de vaca. Probablemente era un espécimen sagrado que vivía en un santuario de Sobek, el dios cocodrilo, y le reservaban la mejor parte de los sacrificios y ofrendas”.

 Entre las muchas maravillas de los almacenes del British Museum que van a viajar a España no figura el cocodrilo. Es difícil decir si eso le importa al añoso reptil momificado, que ya habrá visto de todo en sus días de gloria junto al Nilo. Pero ahí se queda en su cubil, oscuro y misterioso, símbolo perfecto de todas las cosas prodigiosas y pasmosas que guarda en su abultado y generoso vientre el viejo museo londinense.





El País. España.










martes, 29 de mayo de 2018

REMBRANDT



Encuentran un Rembrandt hasta ahora desconocido









Retrato de un joven caballero', obra desconocida de Rembrandt.







Retrato de un joven caballero es el título de un cuadro desconocido de Rembrandt, ejecutado hacia 1634 y presentado en sociedad el 14 de mayo, en Holanda. Durante seis generaciones, formó parte de la colección particular de una familia noble inglesa. Hace año y medio, salió a subasta en la casa Christie's, de Londres, y llamó la atención del holandés Jan Six, marchante e historiador del arte, que lo compró por 156.000 euros. No lleva firma ni fecha, pero Six ha hecho las investigaciones oportunas y está seguro de que es auténtico. Le avala Ernst van de Wetering, el mayor experto mundial en la obra del maestro del Siglo de Oro. El museo Hermitage lo exhibirá al público durante un mes, en sus dependencias de Ámsterdam.











Six es descendiente directo de su homónimo, Jan Six, antiguo alcalde de Ámsterdam en 1691 y amigo de Rembrandt. Uno de los retratos más famosos del pintor, lo inmortalizó en 1654, con capa roja, sombrero, guantes y media melena pelirroja. En el caso del nuevo óleo, el joven Six actual lo fecha hacia 1634 en función del tipo del amplio y elaborado cuello de encaje lucido por el modelo. En su opinión, el ropaje oscuro era típico de un hombre casado, y ambas piezas siguen la moda francesa, pero perdieron fuelle a partir de 1634. También le parece que un óleo de estas características, de 94,5 x 73,5 centímetros, no pudo ser pintado por los alumnos. A pesar de que cuando lo vio, el catálogo de la subasta indicaba “círculo de Rembrandt”,algo hizo “clic” en su cabeza. Así lo ha explicado: “Tras años de mirar, leer y comparar, acabas teniendo esa sensación. En este caso, fue la expresión en los ojos del sujeto: me miraba, algo típico en Rembrandt, pero poco frecuente en los retratos del siglo XVII”, asegura.

El hecho de que los demás expertos presentes en la subasta londinense no vieran que era un Rembrandt no le preocupa. “Es un periodo de su trabajo donde no hay consenso. De modo que presenta oportunidades (para encontrar algo así)”. Hasta la fecha, el Proyecto Rembrandt, el estudio financiado por el Gobierno holandés para comprobar la autoría de las obras, considera suyos 340 cuadros. Tan seguro está de su hallazgo Jan Six, que ha escrito un libro sobre el lienzo titulado El retrato de un joven caballero, de Rembrandt, donde cita los estudios efectuados y a los 16 expertos que avalan su descubrimiento. El apoyo de Van de Wetering será esencial a la hora de venderlo. Porque Jan Six es marchante y lo pondrá a la venta, convencido de que “este retrato será una de las imágenes icónicas de Rembrandt dentro de una década”.












lunes, 28 de mayo de 2018

PRESENTE ARGENTINO



Del Mayo del 68 francés al presente argentino

Héctor M. Guyot *














Leo con interés parte de lo mucho que se publica sobre el Mayo del 68 francés, hecho del que se han cumplido 50 años. En cada una de esas lecturas me acuerdo de las reflexiones que, poco después de aquella explosión de rebeldía, hizo el mexicano Octavio Paz en su libro Posdata. Paz, de cuya muerte se cumplieron veinte años el mes pasado, fue uno de esos escritores y pensadores con vocación de absoluto que hicieron del mundo y de la literatura la materia de sus escritos. Nada le resultaba ajeno y sobre todo arrojaba la luz de una inteligencia que unía el rigor de lo racional con la sensibilidad del poeta, que es lo que en esencia era. Un hombre de letras como ya casi no se ven, acaso epígono en lengua castellana de un Iluminismo que hoy se apaga sin remedio tras un largo reinado.

Perdonen esta columna vintage, entonces, que para referirse a hechos ocurridos hace 50 años apelará a la mirada de alguien muerto hace veinte. En descargo, alego que la lectura que Paz hace de aquella revuelta ha ganado, por el curso que ha tomado el devenir de Occidente en este medio siglo, una actualidad inesperada. El escritor mexicano estaba lejos de identificar el Mayo Francés con el movimiento hippie, pero vio en los jóvenes iracundos una reacción contra la idea de progreso que imponía una sociedad dominada por la técnica. "Los jóvenes se rebelan contra los mecanismos de la sociedad tecnológica, contra su mundo tantálico de objetos que se gastan y disipan apenas los poseemos", escribió.

La tesis de Paz sobre el origen de aquellos hechos parece la descripción de nuestro presente, que posiblemente, si el escritor estaba en lo cierto, se ha devorado ese grito rebelde: "La ataraxia, el estado de ecuánime insensibilidad que los estoicos creían alcanzar por el dominio de las pasiones, la sociedad tecnológica la distribuye entre todos como una panacea. No nos cura de la desdicha que es ser hombres, pero nos gratifica con un estupor hecho de resignación satisfecha y que no excluye la actividad febril".

Paz iguala en su escrito a izquierdas y derechas, obsesionadas ambas con un desarrollo material que, en su visión, profundizaba las contradicciones de Occidente. En síntesis, Mayo del 68 representó para él una reacción dionisíaca contra la razón práctica, que había vuelto previsible y aburrida la vida. De allí su defensa poética del puro presente: "Ahora sabemos que el reino del progreso no es de este mundo: el paraíso que nos promete está en el futuro, un futuro intocable, inalcanzable, perpetuo. El progreso ha poblado la historia de las maravillas y los monstruos de la técnica, pero ha deshabitado la vida de los hombres". Y agrega, acerca de las barricadas y los eslóganes: "El sentido profundo de la protesta juvenil, sin ignorar ni sus razones ni sus objetivos inmediatos y circunstanciales, consiste en haber opuesto, al fantasma implacable del futuro, la realidad espontánea del ahora".

Claro, hablaba sobre todo de la sociedad europea ya desarrollada. Al 68 en México, marcado por la masacre de Tlatelolco, le dedica otras páginas del mismo libro. Para él, los latinoamericanos éramos "los comensales no invitados que se han colado por la puerta trasera a Occidente, los intrusos que han llegado a la función de la modernidad cuando las luces están a punto de apagarse". Nacimos cuando ya era tarde en la historia, "nuestros pueblos se han echado a dormir durante un siglo y mientras dormían los robaron y ahora andan en andrajos, no logramos conservar ni siquiera lo que los españoles dejaron al irse, nos hemos apuñalado entre nosotros".

No puedo evitar pensar que hoy, 50 años después, conviven en la Argentina la aceleración alienada que nos roba el presente con los andrajos y los puñales que Paz usó para describir la realidad latinoamericana. En la posmodernidad globalizada, todo se mezcla en estas latitudes. Estas semanas apenas pudimos conciliar el sueño, ocupados en seguir como posesos los caprichos del dólar mientras la tele llamaba a la crisis para calentar la pantalla y el rating. Hasta que vino el déj à vu. No hablo del Fondo Monetario Internacional, sino del espectáculo insalubre de ver cómo, una vez más, aquellos que nos metieron en este berenjenal con 12 años de populismo y corrupción ahora explican muy sueltos de cuerpo cómo salir de él mientras obturan la salida y se arrogan la defensa del pueblo.

Yo quiero, como aquellos estudiantes del Mayo Francés, que me devuelvan mi presente. La paradoja de estos días es que solo recuperaremos el presente si una mayoría guarda sus puñales y alza la vista en la misma dirección. Lo que hay que asegurar aquí es el futuro.










*La Nacion, Argentina.  12 de mayo de 2018










POEMA




Te plantean un juego

(perspectivas de ganar=0)


Miriam Reyes


















¿Es un juego de correr

un juego de cartas de mesa o un videojuego?

¿Necesito destreza física o práctica?

¿He de seguir instrucciones o guiarme por mi instinto?

¿Sudaré me quedaré sin aire tensaré los músculos hasta el agotamiento

o repiquetearé con mis uñas sobre la mesa imitando

los cascos de los caballos que golpean mis costillas?

¿Moveré piezas de mí sobre la mesa?

¿Te como o me comes?

¿Se trata de aparentar que tienes lo que no tienes?

¿Seremos rivales adversarios contrincantes?

¿Ganaremos dinero o trofeos o dignidad?

¿Qué perderemos?

¿La vida una oportunidad el honor la palabra el tiempo la fortuna?

   
  
 Me aburro de sólo imaginarlo.















sábado, 26 de mayo de 2018

AUTORRETRATO



Robert  Capa

Fotógrafo





Robert Capa y John Steinbeck                                         







                        
    


     “No hay nada peor que una imagen brillante en un concepto borroso”












viernes, 25 de mayo de 2018

AHORA, LA MEDIOCRIDAD




El Hombre Mediocre

José Ingenieros

Fragmento








René Magritte: Reproducción Prohibida ( 1937 )











Cada cierto tiempo el equilibrio social se rompe a favor de la mediocridad. 

El ambiente se torna refractario a todo afán de perfección, los ideales se debilitan y la dignidad se ausenta; los hombres acomodaticios tienen su primavera florida. Los gobernantes no crean ese estado de cosas; lo representan. El mediocre ignora el justo medio, nunca hace un juicio sobre si, desconoce la autocrítica, está condenado a permanecer en su módico refugio.


El mediocre rechaza el diálogo, no se atreve a confrontar, con el que piensa distinto. Es fundamentalmente inseguro y busca excusas que siempre se apoyan en la descalificación del otro. Carece de coraje para expresar o debatir públicamente sus ideas, propósitos y proyectos. Se comunica mediante el monólogo y el aplauso.Esta actitud lo encierra en la convicción de que él posee la verdad, la luz, y su adversario el error, la oscuridad.
Los que piensan y actúan así integran una comunidad enferma, y más grave aún, la dirigen, o pretenden hacerlo.El mediocre no logra liberarse de sus resentimientos, viejísimo problema que siempre desnaturaliza a la Justicia.
No soporta las formas, las confunde con formalidades, por lo cual desconoce la cortesía, que es una forma de respeto por los demás.Se siente libre de culpa y serena su conciencia si disposiciones legales lo liberan de las sanciones por las faltas que cometió.La impunidad lo tranquiliza. Siempre hay mediocres, son perennes. Lo que varía es su prestigio y su influencia.
Cuando se reemplaza lo cualitativo por lo conveniente, el rebelde es igual al lacayo, porque los valores se acomodan a las circunstancias.

Hay más presencias personales que proyectos. La declinación de la educación y su confusión con enseñanza permiten una sociedad sin ideales y sin cultura, lo que facilita la existencia de políticos ignorantes y rapaces.









José Ingenieros: Su verdadero nombre era Giuseppe Ingenieri. Nació en Italia en 1877. Vino con sus padres de muy pequeño a la Argentina. Estudió en el Nacional Bs. As. Luego se recibió de Médico. Fue escritor, filósofo y sociólogo. Participó en política. Falleció en Bs. As. a los 49 años, en 1925.