Edward Hopper: el pintor de la soledad
El gran realista estadounidense era un maestro en la pintura del lenguaje cinematográfico del drama, la teatralidad y la fluidez
Hopper es uno de los máximos representantes del realismo estadounidense, y no hay nada más americano que su obra, que muestra escenas contemporáneas rurales o urbanas, personajes solitarios, aún rodeados de gente, figuras en silencio que retratan a la perfección este occidente cada vez más deshumanizado. Sus figuras solitarias reflejan la incomunicación moderna mediante grandes espacios vacíos. Sus rostros son a menudo difusos, genéricos e inexpresivos. Las perspectivas son sencillas y geométricas, destacando las líneas rectas en apagadas tonalidades, que amplifican esa melancólica impresión de soledad y aislamiento.
Las pinturas de Edward Hopper han definido la idea del mundo urbano moderno. En sitios de drama cotidiano, ya sea un café, un apartamento o una tienda, ofrece visiones tentadoras de vidas cerradas.
Muchas de las obras de Hopper remiten claramente al cine negro de la época, a las novelas de Raymond Chandler y a las ilustraciones comerciales.
En esta imagen de
1928, la mujer cerca de una ventana es claramente expuesta por una luz
eléctrica inquebrantable. Con su mezcla de luz y oscuridad, pantalla y
ocultación, sigue un tema de Hopper de los años 20 y 30. Sus pinturas de
figuras solitarias en las calles en la horas nocturnas son ahora parte
del lenguaje de la pantalla grande. Esto parece una pintura
particularmente cinematográfica, con su visión de la actividad nocturna que
refleja el voyeurismo de ver en el cine. Los marcos de la ventana sugieren
una tira de película, mientras que las cortinas de teatro revelan el
espectáculo.
Parte de su poder,
sin embargo, es lo que deja a la imaginación. La acción es retenida,
bloqueada por mampostería. ¿Quién está en el sofá o en la cama? ¿A
qué se está inclinando la mujer?
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