viernes, 5 de diciembre de 2014

EL FIN







Cómo anunciar el fin del mundo

Javier Salas.



Fotograma de la película 'Deep impact' en la que un cometa amenaza con destruir la Tierra. /PARAMOUNT



"Buenas tardes. Hace unos minutos, los embajadores de Estados Unidos en cada país en el mundo hablaron con los líderes de esos países para informarles de lo que les voy a decir. Es un poco complicado y me tomará tiempo explicarlo, así que espero que tengan paciencia y escuchen lo que tengo que decir", advertía el presidente de EE UU, Tom Beck, antes de anunciar al mundo que un cometa "más grande que el Everest" se dirigía al encuentro de la Tierra, un choque que podría matar a millones de personas en el mejor de los casos. El presidente Beck, interpretado por Morgan Freeman en la película Deep Impact (Mimi Leder, 1998), convertía la sala de prensa de la Casa Blanca en el punto de origen de la información más decisiva de la historia de la humanidad. En el imaginario colectivo occidental, acostumbrados como estamos a que los extraterrestres siempre elijan ese país para aterrizar, no sorprende demasiado que el anuncio lo realice el líder electo de los estadounidenses. Sin embargo, ¿es el escenario ideal? ¿Cómo debería comunicarse una potencial catástrofe de este tipo a la población de todo el mundo?

6 de octubre de 2008. Astrónomos de todo el mundo observan un objeto espacial que va a impactar contra la Tierra. Por primera vez en la historia, se detecta un meteorito antes de que rasgue la atmósfera. Expertos y aficionados lo cazaban hasta 20 horas antes de que llegara al planeta. Sin embargo, en el Centro de Planetas Menores (MPC, por sus siglas en inglés), institución que recopila las observaciones de asteroides y cometas, no recibieron permiso para informar oficialmente sobre ese objeto que se dirigía como un proyectil hacia Sudán hasta varias horas después de haberlo identificado. Sencillamente, no sabían cómo hacerlo. No existía un protocolo preparado para, en su caso, anunciar al mundo que se tomaran las medidas necesarias para mitigar daños.
Afortunadamente, el asteroide TC3 solo tenía el tamaño de un coche. "Se tardó horas y parecía que estábamos tratando de ocultar algo. Simplemente, no había un sistema para comunicarlo de manera rápida porque no se pensaba que esto fuera a ocurrir", explica el español José Luis Galache, astrónomo del MPC. Ahora, Galache forma parte del equipo fundacional que, por mandato de Naciones Unidas, va a diseñar cómo detectar, controlar e informar estos sustos. La primera reunión de este grupo de expertos y especialistas en diversas disciplinas, generó una convicción entre los asistentes: hay que decidir cómo comunicar estos eventos a todo el mundo, con mensajes asequibles para cualquier habitante del planeta, no solo para los que han visto cintas como Armageddon.
Celebrada en enero en la sede del MPC (en el Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics, en Massachusetts), la cita contaba con representantes de todas las instituciones que hoy por hoy se dedican a la detección de asteroides, cometas y otras amenazas para la Tierra: NASA, ESA, JAXA nipona, CNRS francés, Academia de Ciencias rusa, el Centro Aeroespacial de Alemania y varias instituciones académicas. Naciones Unidas había ordenado crear un organismo (IAWN, siglas en inglés de Red Internacional de Alerta de Asteroides) que coordinara y centralizara esos trabajos tan atomizados para que la humanidad contara con un único referente al que consultar, del que fiarse en caso de preocupación, quien informara con rigor cuando llegue el momento. Tras la segunda reunión de este grupo, celebrada en septiembre, acaban de presentar un informe en el que señalan las prioridades para la comunicación acertada del peligro de que una roca espacial golpee al planeta Tierra.
El hombre que coordina este mandato de la ONU, el mexicano Sergio Camacho, explica que IAWN avisaría directamente a los líderes de los países amenazados en caso de detectarse un meteorito que afectara a una región concreta. "Sería ese gobierno —o gobiernos— quien informaría a su población. Idealmente, la noticia se daría en el idioma de la población en riesgo, tomando en consideración aspectos culturales y religiosos", explica. Pero Camacho no se engaña. Estas circunstancias son completamente impredecibles: el 14 de febrero del año pasado, mientras astrónomos de todo el mundo preparaban sus equipos para avistar al asteroide DA14, que rozaría la Tierra, un meteorito arañaba la atmósfera sobre la ciudad rusa de Cheliábinsk.
"Los medios se enterarían independientemente de que algo pasa por lo que IAWN debe de estar lista a proporcionar información veraz. Por los muchos escenarios de riesgo de impacto por un asteroide que se podrían presentar, es difícil asegurar que la noticia se dé en condiciones idóneas", asume Camacho, por lo que su misión será la de establecer cauces transparentes y estables con los periodistas para tenerlos convenientemente informados: "Serán ellos quienes divulguen la noticia". Siguiendo con el ejemplo cinematográfico, en Deep Impact el presidente Beck se ve obligado a adelantar su anuncio por las indagaciones de una reportera. Y al realizar su declaración, alguien grita en la redacción de una cadena de noticias: "¡¿Dónde está el periodista científico?!".
Por tanto, en caso de detectarse una amenaza en algún observatorio, esta información iría directamente a IAWN y, sin solución de continuidad, a los gobiernos interesados. A partir de ahí, ya sería cada país el que decidiría cómo gestionar la crisis a su manera. En caso de tratarse de un evento que pusiera en riesgo a buena parte del planeta, habría tiempo para decidir cómo hacerle frente al fin del mundo. "Cuanto más daño puede hacer el asteroide o cometa, más grande es. Y cuanto más grande es, más visible resulta porque refleja mucha más luz. Por tanto, se detectaría con antelación", razona Galache. Otro grupo se encarga en paralelo de analizar desde ya todas las posibles respuestas ante una amenaza global, en función de los distintos escenarios: velocidad, tamaño, ángulo de entrada, material, etc. 












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