miércoles, 26 de octubre de 2016

PERSONALIDADES





La mente de grandes personalidades












Malestar, vértigo, mareos, espasmos y temblores musculares; vómitos, calambres y cólicos; distensión abdominal y gases intestinales; dolores de cabeza, alteraciones de la visión; ampollas por todo el cuero cabelludo y eczema; sensación de muerte inminente y pérdida de la conciencia, desmayos, taquicardia, insomnio y tinnitus.  Esos son algunos de los síntomas que registró el biólogo Charles Darwin en sus más de 400 cartas en las que se refiere a su salud, así como sus escritos autobiográficos. Hasta tenía un diario en el que registraba minuciosamente cómo se sentía.  Su salud no sólo fue un asunto que dominó su vida, sino también tema de numerosos estudios contemporáneos.
Diagnosticar a una persona muerta no es una ciencia exacta, pero Darwin dejó tanta información sobre lo que sentía físicamente que varios especialistas se han aventurado a hacerlo, llegando a conclusiones que van desde la intolerancia a la lactosa hasta disautonomía (condiciones en las que el sistema nervioso autónomo no funciona correctamente).  Sin embargo, ¿no nos dice algo el simple hecho de que estuviera tan pendiente de su salud?  "Era un científico muy meticuloso así que para él era normal documentar su salud de la misma forma en la que documentaba sus observaciones científicas", dice Claudia Kalb, autora del libro "Andy Warhol was a hoarder" (Andy Warhol era un acaparador compulsivo).






















Kalb escudriño biografías, autobiografías, cartas, diarios e informes médicos en busca de información sobre 12 individuos extraordinarios que sobresalieron en negocios, política, ciencia y arte, y encontró que todos tenían comportamientos asociados con enfermedades mentales identificadas en la actualidad. "Más allá de los síntomas físicos que Darwin experimentó, estaba muy estresado por el trabajo que estaba haciendo para 'El origen de las especies': iba a proponer una teoría que impactaría a muchos. En momentos, era una carga, y, de hecho, se empezó a sentir algo mejor después de publicar su teoría".  En ese sentido, de estar vivo hoy, el diagnóstico para el eminente naturalista probablemente habría sido trastorno de ansiedad subyacente. Pero, ¿está bien juzgar a personalidades históricamente remotas con las normas psiquiatricas de hoy en día?
"Una regla entre los psiquiatras es no diagnosticar o discutir pacientes que no han estado en su consultorio", dijo Kalb en una entrevista con National Geographic, que publicó su libro. "Pero en algunos casos", agregó, "especialmente con figuras muy conocidas cuyas condiciones han sido discutidas ya sea por ellas mismas o por otros, nos ayuda a entender su comportamiento".  Además, la tarea tiene un fin favorable: "Crear conciencia sobre esas enfermedades y mermar el estigma presentando la información a través de una persona famosa en vez de un árido informe científico"."Hay gente que ha leído el libro que me han dicho que efectivamente está aprendiendo y le permite entender incluso su propio comportamiento. Las enfermedades mentales no deben ser de los otros, deben ser de todos nosotros", le comenta Kalb a BBC Mundo.

Qué habría sido de la música

Las palabras de Richard Kogan, psiquiatra de Weill Cornell Medical College y pianista graduado de la prestigiosa academia Juilliard, llevaron a Kalb en dirección a otro de los grandes: el compositor estadounidense George Gershwin.  Cuando era niño, Gershin peleaba, robaba comida, no iba a clases... era tan inquieto que Kogan piensa que si hubiera nacido ahora, la conclusión habría sido que sufría de trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH).
"Tenía una energía imparable así que es muy fácil imaginarse que en la actualidad probablemente lo mandarían a consulta y le prescribirían medicinas como retalina para tratarlo. Y de ahí surge pregunta: ¿qué habría pasado con su música?", le explica Kalb a BBC Mundo.  El mismo Gershwin vinculó su necedad con su arte cuando dijo:
Estudiar piano hizo un buen chico de uno malo. Fue el piano el que me bajó el tono"
"En algunos de los casos, de haber sido diagnosticados, las vidas de estos personajes podrían haber sido muy distintas", señala Kalb.  "Albert Einstein empezó a hablar tarde, se aislaba socialmente, se enfocaba con mucha atención en una sola cosa y pensaba visualmente... Si fuera niño hoy, probablemente lo habrían examinado para ver si era autista".  "Es cierto que necesitaba ayuda para cosas cotidianas -su esposa se aseguraba de que pudiera llegar bien a casa, por ejemplo-, pero gracias a que podia meterse tan profundamente en sus pensamientos, pudo darnos sus brillantes teorías".


El presidente triste

Dejaba un rastro de melancolía con cada paso que daba"  El decimosexto presidente de Estados Unidos, que gobernó durante la Guerra Civil y preservó la Unión, que tomó medidas para abolir la esclavitud, que pronunció el conocido Discurso de Gettysburg y murió asesinado en un teatro, ha sido también el centro de prolongados debates sobre qué era exactamente lo que le afligía.  Sobre Lincoln, "el debate gira en torno a la depresión clínica. Tuvo episodios de depresión cuando estaba joven, tan severos que quienes eran cercanos a él temían que se fuera a suicidar".  "La gente que lo conocía en la época habla de su profunda tristeza y sin embargo, de alguna manera, fue capaz de liderar, soportar la muerte de dos hijos...", subraya Kalb.  "Él decía que el trabajo lo mantenía ocupado y que el humor le servía de válvula de presión".  "Logró tanto a pesar de todo que es un ejemplo de que la depresión no te define completamente: puedes alcanzar muchas cosas maravillosas si encuentras la manera de manejarla, de distraerte de la oscuridad".

Y eso,  dijo Claudia Kalb, fue una de las sensaciones que la invadieron al terminar de escribir su libro: una gran admiración por los personajes que exploró, por lo lejos que llegaron a pesar de la carga emocional que llevaban sobre sus hombros.





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