Dejarlo o no dejarlo, he ahí la cuestión
Silvia C. Carpallo
Vivimos en una sociedad consumista donde las cosas, cuando no funcionan, se tiran a la basura. Puede que con esto de la crisis vayamos más al zapatero a hacer un remiendo, pero hay algo que nos sigue costando intentar arreglar: nuestra pareja. Hemos aprendido que la vida es corta, que hay que pensar en uno mismo, que hay muchos peces en el mar y que a veces es más fácil pasar página que enredarse en una misma línea. Pero también, y sin darnos cuenta, hemos empezado a creer que el amor puede ser un producto de usar y tirar.
El problema, una vez más, pasa por qué entendemos por amor.
Muchos lo confunden con la palabra 'enamoramiento'.
Es decir, con esos suspiros tontos, las mariposas en el estómago, el ir
cantando canciones tontas por la calle (estando contigo,
contigo, contigo, de pronto me siento feliz) y contar los
segundos de las horas que faltan para ver otra vez a esa persona. Pensémoslo:
si viviésemos en esa etapa para siempre, seríamos seres incapaces de centrarnos
en cualquier otra cosa, y simplemente no sobreviviríamos.
El amor no es enamorarse. Es lo que queda cuando conoces realmente a la
otra persona, y decides convertirlo, por y pese a todo, en tu compañero
de viaje. Claro que cuando uno viaja vive muchos y diversos momentos.
Momentos de felicidad y de ilusión cuando se descubre algo nuevo o especial, de
risas, de noches geniales, pero también de cansancio, de hastío y de
agotamiento. Tener pareja es un largo viaje, y por ello, habrá momentos
para todo. No es de extrañar que si entendernos a nosotros mismos ya es difícil, entendernos con el otro lo sea mucho más. Sobre todo cuando el tiempo pasa, y hay más confianza. Porque eso que antes te parecía entrañable, ahora te saca de quicio, y lo que antes te callabas, ahora lo sueltas en cuanto puedes.
Cuando el tiempo de la seducción y el coqueteo ha pasado, y ya sabemos lo que es entrar uno después del otro al baño, la cosa cambia. Somos nosotros mismos, y lo somos para poder entregarnos en cuerpo y alma al otro, pero también para mostrar nuestros defectos, y atacar los suyos. Quizás es por eso que con la persona con la que más discutimos en este mundo (más que con nuestras madres, incluso) es con nuestra pareja.
Cuando el tiempo de la seducción y el coqueteo ha pasado, y ya sabemos lo que es entrar uno después del otro al baño, la cosa cambia. Somos nosotros mismos, y lo somos para poder entregarnos en cuerpo y alma al otro, pero también para mostrar nuestros defectos, y atacar los suyos. Quizás es por eso que con la persona con la que más discutimos en este mundo (más que con nuestras madres, incluso) es con nuestra pareja.
Porque, lo siento mucho: las parejas discuten. Unas más, otras menos, cierto; pero discutir, discuten todas. No solo es normal sino necesario. Alivia tensiones, permite avanzar, aprender de los errores para mejorar, y a veces brinda grandes reconciliaciones. Es imposible que existan dos personas que coincidan en todas sus opiniones, que no tengan ningún roce de convivencia, o que alguna vez no metan la pata en algo. Y si las hay deben de ser de lo más aburridas y deben acabar discutiendo por puro hastío. La pregunta es, ¿y si discutimos demasiado, deberíamos dejarlo?
De hecho, y si lo pensamos, ese es el argumento que muchas parejas dan para finalizar su relación: “es que discutíamos mucho”. Es cierto que en ocasiones hay temas que son irreconciliables (por ejemplo si no se está de acuerdo en tener o no tener hijos), relaciones en las que nos damos cuenta de que somos del todo incompatibles, u ocasiones en las que nos hemos aportado ya todo lo que nos teníamos que aportar. Pero en muchas otras, incluso diría que una gran mayoría, el problema es que nos hemos vuelto cómodos. No nos gusta trabajar, ni luchar por conseguir las cosas, y nos rendimos fácilmente. Preferimos revivir la magia del principio con una nueva persona, sin tener en cuenta que, a la larga, los problemas siempre terminarán por aparecer de nuevo. Tener pareja es de las cosas más bonitas del mundo, pero también es de las más difíciles. Si creemos que encontrar a nuestra media naranja es complicado, no sabemos que el verdadero reto será mantenerla a nuestro lado. Que siempre habrá malas rachas, o momentos en el que alguno de los dos, o los dos, quieran dejarlo todo, pero que a veces son solo eso: rachas, momentos. Hay problemas que vas a tener siempre con cualquier pareja, pero hay relaciones que te aportan lo que puede que no te vuelva a dar otra.
De hecho, y si lo pensamos, ese es el argumento que muchas parejas dan para finalizar su relación: “es que discutíamos mucho”. Es cierto que en ocasiones hay temas que son irreconciliables (por ejemplo si no se está de acuerdo en tener o no tener hijos), relaciones en las que nos damos cuenta de que somos del todo incompatibles, u ocasiones en las que nos hemos aportado ya todo lo que nos teníamos que aportar. Pero en muchas otras, incluso diría que una gran mayoría, el problema es que nos hemos vuelto cómodos. No nos gusta trabajar, ni luchar por conseguir las cosas, y nos rendimos fácilmente. Preferimos revivir la magia del principio con una nueva persona, sin tener en cuenta que, a la larga, los problemas siempre terminarán por aparecer de nuevo. Tener pareja es de las cosas más bonitas del mundo, pero también es de las más difíciles. Si creemos que encontrar a nuestra media naranja es complicado, no sabemos que el verdadero reto será mantenerla a nuestro lado. Que siempre habrá malas rachas, o momentos en el que alguno de los dos, o los dos, quieran dejarlo todo, pero que a veces son solo eso: rachas, momentos. Hay problemas que vas a tener siempre con cualquier pareja, pero hay relaciones que te aportan lo que puede que no te vuelva a dar otra.
Es complicado. A veces se entra en ese círculo complejo en el que vemos todo lo negativo y nos cuesta ver lo positivo. Pero si apostaste por esa persona es que lo positivo existe, y sería injusto decidir sobre una relación solo con algunos elementos sobre la balanza. A veces es necesario entender que una relación es una carrera de fondo, y no pasa nada por parar un momento, respirar, beber agua y coger fuerzas, para volver a lanzarse a correr de nuevo.Quizás entonces seamos capaces de verlo todo con más perspectiva, para valorar realmente lo que tenemos o no tenemos. Ya que en realidad nunca podremos tenerlo si no nos involucramos realmente. Cuando encontramos a una persona que de verdad merece la pena es de locos darse por vencidos a la primera.
Nadie sabe cuánto dura el amor, ni si esa pareja estará con nosotros toda la vida. Pero sí que hay personas por las que merece la pena hacer uno y mil remiendos antes de probar con una prenda nueva, que puede que nunca nos siente tan bien como aquella.
Muchas gracias por este tema refleja mi forma de afrontar las relaciones. Creía que esta forma de pensar pertenecía al pasado y me sentía envejecido, pero parece que todavía impera algo de sentido común en otras partes. Luis Lagos.
ResponderEliminar“Todavía hay tiempo para imaginar cualquier cosa, para creer que aparecerás en cualquier instante, para incluso creer que me buscas " Julio Cortázar...¿ Será esto ?Juan.
ResponderEliminarClaro que hay que discutir, lo malo es no hacerlo nunca. Otra cosa es pelearse...En las relaciones, hay que buscar las palabras y ver lo que hay debajo y para eso es imprescindible ser capaz de ponerse en el lugar del otro. Otra cosa es egoísmo y así no funciona. Pero creo que el egoísmo termina imponiéndose y uno de los dos, resignándose. Por eso se mantienen o simplemente duran infinidad de parejas... por inercia y sacrificio de una de las partes.
ResponderEliminarSi se quiere salvar la relación deberá intentarse entrar en los zapatos del otro…Tan fácil y tan difícil a veces. Lo demás son tonterías y si esa comunicación no es posible lo mejor es dejarlo antes de que se pudra más. Lo más lógico de todo. S. Nuñez.
En todo de acuerdo con lo leído. Dejo la salvedad. Estoy seguro que existen parejas absolutamente bien constituidas, duraderas, con discusiones y todo, que han pasado por el proceso de gustarse y no por el de enamorarse. Hay gente incapaz de enamorarse estoy seguro. Lo que no les quita ni les agrega nada. Es sólo, para mí, un dato más de la realidad.
ResponderEliminarA.Schleh
Hay quienes se casan para siempre, y lo cumplen, sin estar enamorados. Hay "los enamoradizos" y hay los que nunca supieron que cosa significa enamorarse, y sin embargo, forman excelentes parejas...se gustan, se soportan también, aprenden a construir juntos una relación ansiada por los dos...eso es un amor...definido por muchos como un "verdadero amor", el que realmente debemos valorar... el amor para siempre y con compromiso....Enamorarse, dicen, el enamoramiento, dura menos...pero del amor es otra cara con seguridad, y desde varios puntos de vista la más linda.
ResponderEliminarA. Schleh
De un texto amigo que comparto, ya que tanto te interesa el tema Alejandro:
Eliminar'La gran mayoría de las personas pueden enamorarse muchas veces en la vida. No digamos que eso es 'el amor' o 'el amor verdadero' pero sí es una fuerte sensación, todos tus sentidos se dirigen hacia la persona de la cual te has enamorado. Que casi no puedes pensar en otra cosa. Que no te deja lugar para casi nada más y sobre todo, NADIE MÁS. Por lo menos mientras dura. Muchas veces ese enamoramiento se transforma en amor, otras veces desaparece como vino, como por arte de magia. Porque la persona hizo algo que no te gustó o porque sí, simplemente.
También hay personas que nunca se han enamorado. Conozco varias. Incluso buenos amigos míos, que aseguran que no saben si alguna vez estuvieron enamorados. A ellos la respuesta es NO, NUNCA ESTUVIERON.
Quien ha gozado (o padecido) ese estado siempre lo habrá de recordar.
Tampoco es cierto que el primer enamoramiento es el más fuerte. Por lo menos no siempre. Pero sí, es posible que ese amor te marque 'para siempre'. Que después busques (no en forma consciente quizás) el mismo perfume, el mismo aliento, el mismo color de pelo, el mismo nombre.Puedo decir que cada uno se enamora de una manera diferente. Y probablemente esa manera de enamorarse pueda cambiar a lo largo de la vida, cuando te das algunos golpes que destruyen tu capacidad de enamorarte, o destruyen tu capacidad de darte cuenta que te has enamorado.
Otra cosa: uno muchas veces se enamora porque proyecta virtudes en la otra persona que no están realmente allí. Son sólo cosas que tenés adentro tuyo: recuerdos, imágenes de otros seres queridos y cuando empezás a confrontarlos y buscarlos realmente te das cuenta que no, no era lo que vos pensabas.
Te regalo una frase de Bioy Casares: enamorarse de viejo es un desastre. (No es textual, pero era lo que quería decir).'