martes, 30 de septiembre de 2014

BIOY



Bioy, centenario


Antonio Muñoz Molina 



Es raro pensar en la celebración del centenario de Bioy Casares. Un centenario es una cosa póstuma y marmórea, y en Bioy hay una liviandad que elude todo lo solemne, una transparencia que hace visible la hondura, pero que excluye la pompa. Bioy parecía un caballero porteño de otra época, y cuando fue viejo se veía irónicamente a sí mismo como un viajero del pasado sin máquina del tiempo. Pero lo cierto es que, sin ningún énfasis, escribió una literatura en gran medida intemporal, que tenía simultáneamente la pureza de las fábulas y un arraigo muy poderoso en la realidad que él conocía y recordaba, en la vida de Buenos Aires y de las capitales interiores del país, en los paisajes del campo y en esas ciudades europeas por las que se movían volublemente sus viajeros argentinos de clase alta.
En su primera obra maestra, La invención de Morel, el espacio y los personajes son tan abstractos como en un cuento de Kafka o en algunas historias de Wells. A partir de entonces, según se hacía mayor y más sabio, sus ficciones fueron acercándose a los lugares precisos de la realidad y a las variedades del habla argentina, que percibía y escuchaba con un oído a la vez exacto y paródico, que revelaba en él un instinto natural para la comedia. Pero su talento cordial para la observación del mundo quedaba siempre matizado por la atracción de lo extravagante y lo fantástico, por su devoción hacia las simetrías y las formas perfectas de las tramas policiales. En la mejor de sus novelas, El sueño de los héroes, esos dos impulsos de Bioy alcanzan un equilibrio insuperable. Debajo del azar de la vida actúa sobre los personajes la geometría del destino. El sueño masculino del coraje está hecho de mezquindad, de jactancia grosera, de fuerza bruta. La lectura es un ejercicio de indagación equivalente a la búsqueda en la que acaba extraviándose ese pobre héroe de clase trabajadora, Emilio Gauna, émulo incompetente de esos malevos de arrabal que fascinaban tan literariamente a Borges. (Entre Borges y Bioy, contra lo que pueda pensarse, las diferencias son mucho mayores que las semejanzas).
El sueño de los héroes es una de esas raras novelas a las que uno vuelve y vuelve sin desilusión a lo largo de la vida, con una familiaridad casi como la de un poema aprendido de memoria. Hay que decir de memoria y en voz alta la primera frase: "Durante tres días y tres noches del carnaval de 1927 la vida de Emilio Gauna logró su primera y misteriosa culminación". La última frase no es menos digna de recuerdo, pero sí mucho más triste. Uno la olvida y cuando llega a ella siempre lo deja para después del final con su punzada de amargura. Hace 100 años que nació en Buenos Aires Adolfo Bioy Casares y 60 años justos que se publicó El sueño de los héroes, pero la novela se mantiene tan tersa como si el tiempo no pasara por ella, dispuesta a revelar nuevos tesoros escondidos a cada lectura, a sumergirlo a uno en sus extrañas claridades de amaneceres y ensueños, en sus tierras de nadie entre el suburbio y el campo, entre el recuerdo y el olvido, el éxtasis y la desgracia. Frases que uno subrayó hace muchos años en ejemplares perdidos de la novela vuelven a brillar con toda su belleza intacta: "Un momento lila y abstracto, con anticipaciones del alba"; "Aquellas conversaciones con Larsen eran la patria de su alma".
Ahora cuesta explicar lo que para un aspirante a escritor significaba descubrir una literatura así en la poco ventilada atmósfera española de mediados de los años setenta. En una época propensa a los potingues espesos —ideológicos, literarios, hasta psicotrópicos—, leer a Bioy era como beber un agua transparente y muy fresca, como escuchar a Bill Evans después de haberse abotargado con Pink Floyd. Yo me acuerdo de ir por el centro de Granada leyendo por primera vez La invención de Morel en aquel volumen de tapas negras de Alianza, y la limpia luz matinal que me devuelve la memoria no sé si procede de mi caminata por la ciudad o de la pura irradiación de las palabras de la novela. Luego vinieron los cuentos, el humorismo y la agudeza de las historias policiales en colaboración con Borges, las otras novelas mayores: Diario de la guerra del cerdo, Plan de evasión, Dormir al sol, La aventura de un fotógrafo en La Plata. Bioy, tan escéptico de la grandilocuencia, tan partidario de las formas breves, permaneció inmune a la tentación catedralicia y hasta cosmológica de una parte de la novela latinoamericana de aquellos años. Le gustaba inventar tramas cuidadosas, mecanismos narrativos de alta precisión, y al mismo tiempo, supimos después, cultivó con asiduidad durante toda su vida la escritura más fragmentaria y abierta de todas, la del diario íntimo y la anotación suelta en un cuaderno, el apunte, el borrador, la observación instantánea, la cita, el collage.
De las 20.000 páginas de ese diario que dejó al morir proceden algunas de las alegrías que ha seguido dándonos Bioy. Hace unos siete años, Destino publicó el tomo formidable de los apuntes de sus conversaciones con Borges, anotadas con fidelidad cada noche, durante media vida, frescas todavía en la memoria inmediata. En Páginas de Espuma salió después, en un volumen editado muy cuidadosamente, el diario de un viaje breve a Brasil que hizo Bioy en 1960. Lo cotidiano, lo menor, lo olvidable, lo que casi no sucede, son la materia valiosa de la literatura.
Pero de ese Bioy póstumo, confesional, pudoroso, el libro que yo prefiero es Descanso de caminantes, que publicó Sudamericana en Buenos Aires en 2001, en una edición de Daniel Martino. Qué pocos libros así hay en español. Es el diario de Bioy entre 1975 y 1989: los años de la llegada de la vejez y de la enfermedad, para un hombre que había sido vigoroso y muy atractivo para las mujeres, muy enamoradizo de ellas; los años sórdidos de la descomposición política en Argentina, la dictadura militar, el regreso inseguro de la democracia. El español, lo mismo el de aquí que el de América, no parece un idioma propicio a la confesión en voz baja, a los matices de lo íntimo en primera persona. O nos ponemos solemnes, o nos ponemos hipócritas o pudibundos, por miedo al ridículo y al viejo qué dirán provinciano, por pánicos a parecer sentimentales, por una falta congénita de naturalidad. En Bioy hay una desenvoltura de escritor de diarios inglés, con toda su ironía y su melancolía. Anota encuentros amorosos furtivos, percances de salud, conversaciones oídas sobre la marcha, monólogos de taxistas, sueños, ideas para cuentos. En 1976 asiste en la calle a un asesinato cometido a plena luz del día por policías de paisano. Una mañana de marzo de 1985, a pesar de la decadencia física y los desengaños de la edad, se despierta feliz: "Suena el despertador y siento el júbilo de estar vivo, de empezar un día nuevo. Es un júbilo minúsculo y nítido, como la moneda de cinco centavos de los buenos tiempos".
Júbilo es la palabra exacta que define la literatura de Bioy Casares.







lunes, 29 de septiembre de 2014

POEMA








CÁRCEL
Lourdes Sifontes Greco









Sólo hay una pared tapizada de libros
que se multiplica y me circunda
cada vez que entro a una habitación,
cada vez que cruzo una avenida,
cada vez que me rodean los árboles.




No es extraño. Así sucede siempre.
Todo se transforma
en lo que soy.

















jueves, 25 de septiembre de 2014

ARTISTAS DEL NEOLÍTICO



Suntuosos collares de 7.200 años

NURIA ROURA 







Algunas de las piezas de joyería neolíticas halladas en La Draga.

¿Ricos y pobres en el primer Neolítico? Quizá no, pero que existían grupos que poseían elementos de distinción y de notable valor ideológico, sin duda. Así lo permite deducir el descubrimiento de numerosos abalorios en el yacimiento de La Draga (Banyoles),Girona, uno de los más antiguos del Neolítico peninsular y lo que es más importante: un verdadero taller de joyería de la época”

“Por primera vez, en toda la península ibérica se puede ver un proceso de fabricación completo de abalorios de la época y en muy buena conservación”, afirma Antoni Palomo, codirector del yacimiento de la Draga e investigador de la Universidad Autónoma de Barcelona, que participan en los trabajos de campo.Así, el descubrimiento deja ver numerosos collares, anillos, brazaletes de mármol y hueso y otros adornos ya terminados y otros en pleno proceso de fabricación. Los abalorios encontrados tienen también distintas formas: redondeadas, triangulares y hasta romboidales... Muchos de los colgantes llevaban piezas de conchas y caracolas de mar, algo que los investigadores justifican porque el mar se encuentra a solo unos 35 kilómetros del yacimiento.
El hallazgo ha deparado también otra sorpresa notable: las herramientas con las que se fabricaban las piezas, entre ellas una especie de taladros de sílex y otros utensilios que servían para perforar esas pequeñas piezas.
“Con este descubrimiento ya sabemos que los objetos de adorno son elementos de distinción entre la comunidad, que los sujetos que los llevaban tenían un determinado valor social”, apunta Palomo. En cualquier caso, el hallazgo parecería apuntar que el poblado neolítico de la Draga era un importante punto de fabricación de joyas de la época.
El hallazgo del taller de joyería es inusual en el contexto del Neolítico peninsular, lo que sitúa el yacimiento de la Draga una vez más como referente para el estudio de los primeros agricultores del Mediterráneo occidental. Pero, además, el estado de conservación de los hallazgos es de una calidad inusual en Europa. Ello es debido a que la excavación se encuentra a pocos metros del lago de Banyoles y por tanto ha sido conservada bajo el agua. Al no tocar el aire la conservación de la madera y de la materia orgánica su estado, en general, es excelente. Lo demuestran los ya 1.400 pilares de madera que se utilizaban para construir las cabañas y que se han podido recuperar en perfecto estado. Estas columnas de las casas son prácticamente únicas en la Prehistoria de la Península Ibérica. Del mismo yacimiento han salido los tres arcos más antiguos y mejor conservados de Europa.
 Los trabajos de campo se reanudarán en junio del próximo año. En este sector se ha podido excavar una superficie de 84 metros cuadrados, que corresponde a un área del poblado donde los habitantes de la Draga adecuaron espacios para realizar diversas actividades relacionadas con la vida cotidiana. Entre los restos documentados estos últimos días se han detectado varias fosas que fueron utilizadas como vertederos. Estos desechos corresponden a las comidas y residuos de las diferentes actividades realizadas en el asentamiento y que aportarán más y curiosa información. En Draga, arqueológicamente, se aprovecha todo.








miércoles, 24 de septiembre de 2014

BEBEMOS...






 La bebida número uno en el mundo
 Dan Stone










Vinimos a Brasil para encontrar café y aprender sobre el futuro de uno de los mejores productos del mundo, sobre todo en medio de un clima cambiante y una población creciente. El legado de un agricultor de Santos, la pequeña ciudad portuaria que exporta más de tres cuartas partes del café brasileño, lo ha llamado la bebida favorita de la humanidad.

Pero, ¿qué es? Investigamos un poco, y nos sorprendimos porque la bebida más consumida del planeta sin contar el agua, que no tiene igual, es en realidad el protagonista del cual nadie sospecha, algo así como un candidato "tapado" en la vieja política, no es el café, como los niños brasileños aprenden desde temprana edad, ni la Coca-Cola, como yo escuchaba decir mientras crecía en Estados Unidos. Sorprendentemente, ni siquiera es la cerveza:

Es el té.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación indica que el mundo bebe cerca de 6,000 millones de tazas de té al día.
El té supera al café en muchísimas maneras. Tiene unos 3.000 años más de antigüedad y, se cree, fue cultivado en el año 2.700 aC, por el emperador Shen Nung, quien era conocido como "el sanador divino." El café no llegó hasta el siglo X, cuando muy temprano, y fue descubierto en lo que hoy es Yemen. En la actualidad, la mayor parte del café se produce en Brasil y Centroamérica, y no fue llevado al hemisferio occidental hasta alrededor del año 1720, por primera vez a las localidades caribeñas, y luego, eventualmente, hacia el sur, a países como Colombia, Ecuador y Brasil. La planta no crece en climas más inestables, como el de América del Norte (excepto Hawai), de manera que América del Sur domina.

Plantación de té en China



El té, por su parte, llegó mucho antes, probablemente porque (uno se imagina) es más fácil tropezarse con las hojas secas remojadas en agua caliente. Accesorios como la leche, la miel y el azúcar vinieron después. Aunque el mayor activo del té es lo que más me gusta: su simplicidad general.
Pero ¿por qué el té es la bebida más popular? Es difícil concretar los gustos de las personas, pero es probablemente una combinación de peso y cultura. Los estadounidenses quienes en su mayoría beben café pueden encontrar un Starbucks cada pocas calles, pero el té es la bebida nacional de China e India, cada uno de los cuales tiene más de 1,000 millones de habitantes. Generalmente es más barato, y contiene más antioxidantes. 

 Que si el té es más saludable que el café, es una cuestión complicada. Yo sólo reporto, la decisión es suya.





Fuente National Geographic 










martes, 23 de septiembre de 2014

SHACKLETON, EN VIAJE



Rumbo a la Antártida


VIRGINIA COLLERA






Shackleton

'El viaje de Shackleton' de William Grill, que publica Impedimenta, recuerda la famosa expedición del explorador y su valiente tripulación a bordo del 'Endurance'. Ernest Shackleton formó parte de la famosa expedición del capitán Scott al mando del 'Discovery' y ya entonces se declaró "extrañamente atraído por el misterioso sur". Después de que Amundsen venciera a Scott en su empeño por llegar al Polo Sur, Shackleton comprendió que solo le quedaba un desafío al que enfrentarse. Escribió: "La primera travesía por el continente antártico, de mar a mar, atravesando el polo, además de tener una gran importancia histórica, constituiría un viaje de enorme valor científico".


La tripulación

El 8 de agosto de 1914, Ernest Shackleton y su valiente tripulación zarparon con la intención de cruzar la Antártida. Le acompañaron en la expedición Frank Worsley, capitán del barco, Frank Wild, segundo al mano, Leonard Hussey, meteorólogo, George Marston, artista, o Charles Green, concinero, entre otros.




 El Endurance
El Endurance había sido construido como buque para cruceros turísticos y para la caza polar. Su primer nombre fue Polaris, y puede que estemos ante el navío de madera más resistente del mundo, con la única excepción del Fram. Recibió el nombre Endurance (Resistencia) por el lema de la familia Shackleton: "Gracias a la resistencia, vencemos".


Levando anclas
El Endurance zarpó rumbo a Buenos Aires el sábado 8 de agosto de 1914, tras haber recibido un telegrama del Almirantazgo en el que había una única palabra: "Prosiga".


De Inglaterra a Georgia del Sur

El viaje de Plymouth a Buenos Aires fue bastante tranquilo. No obstante, varios miembros de la expedición tuvieron que quedarse en tierra a causa de sus borracheras. La tripulación pasó un mes realizando los últimos preparativos en la estación ballenera de Grytviken, el punto más meridional del Imperio británico. Cuando por fin estuvo preparado, el 5 de diciembre de 1914, el barco zarpó de Georgia del Sur rumbo a las islas Sandwich del Sur.



En el mar de Weddell

Poco después de internarse en el mar de Weddell, el Endurance comenzó a atravesar placas de hielo que constituían algo muy parecido a un enorme puzle. Una plataforma que se extendía durante más de cien mil kilómetros.



Atrapados

El avance era complicado y lento. El barco fue abriéndose paso entre el hielo a velocidad moderada, pero después de haber luchado contra las espesas placas de hielo durante más de 1.100 kilómetros, el Endurance tuvo que aceptar su derrota. Estaban atrapados.



Cambio de planes

Shackleton le dio a la tripulación nuevas instrucciones: el Endurance sería, a partir de entonces, su base de invierno. Esperaba que la primavera les trajera mejor fortuna. Pero no fue así: llegó julio y los témpanos de hielo seguían presionando el barco. A pesar de tan tristes circunstancias, Shackleton se mantuvo optimista ante su tripulación: "Nos vamos a casa", les dijo. Su misión era ahora la de sobrevivir.



Salir del hielo

El Endurance se hundió definitivamente el 21 de noviembre de 1915. Poco después, Shackleton y sus hombres emprendieron la marcha en busca de un hielo más firme. Levantaron el campamento Paciencia pero, después de seis meses, el hielo empezaba a resquebrajarse. Vista la situación en que la que se hallaban, Shackleton decidió salir cuanto antes hacia isla Elefante, situada a unos 160 kilómetros de distancia.



En Isla Elefante

Por isla Elefante no pasaba ningún barco, así que Shackleton decidió poner rumbo a Georgia del Sur en busca de ayuda. Solo cinco de sus mejores hombres lo acompañaron en la peligrosa travesía, el resto se quedó en la isla. Para enfrentarse a la violencia del temporal, a Marston (el artista) se le ocurrió la ingeniosa idea de poner los botes al revés y convertirlos en refugios bajo los que protegerse del viento.



El rescate

Finalmente, el 30 de agosto de 1916, los hombres que seguían en isla Elefante vieron cómo llegaba hasta ellos la partida de rescate, después de cuatro intentos fallidos por culpa de los densos hielos. Shackleton había llegado justo a tiempo: los hombres se hallaban en un estado de debilidad extrema.




La partida

Shackleton estaba preocupado por la posibilidad de que volvieran, una vez más, a quedar atrapados en el hielo, de modo que hizo que los hombres se dieran prisa y subieran a bordo. Activó las máquinas del pequeño vapor y se dirigió hacia el Norte, rumbo a Sudamérica. Todos los expedicionarios acordaron que a partir de ese momento celebrarían el 30 de agosto y lo recordarían hasta el fin de sus días. Contra todo pronóstico, Shackleton había puesto fin a su expedición sin haber perdido un solo hombre de los que integraban la tripulación del Endurance.






El viaje de Shackleton
William Grill
Hermosamente ilustrado por William Grill,  El viaje de Shackleton narra la verdadera historia de cómo Shackleton y sus hombres lograron sobrevivir a esta épica aventura, en un canto a su gran valor y resistencia.
En los últimos días de la Edad Heroica de las exploraciones, Ernest Shackleton  soñó con atravesar a pie el helado corazón de la Antártida, un lugar de mares feroces, montañas inexploradas y un frío helador. Pero cuando su barco, el Endurance, quedó atrapado por el abrazo mortal del hielo, Shackleton vio cómo sus sueños empezaban a resquebrajarse. Detenidos en un mundo blanco y gélido, a miles de kilómetros de su hogar, los miembros de la expedición emprendieron una larga travesía desesperada a través del hielo, a la espera de un posible rescate.
«Me sentía extrañamente atraído por el misterioso Sur. Me prometí a mí mismo que un día iría a la región del hielo y la nieve, y que avanzaría sin descanso hasta llegar a uno de los polos de la Tierra, el final del eje sobre el que gira esta gran bola redonda.» Ernest Shackleton









viernes, 19 de septiembre de 2014

BRUTALISMO






Edificios impopulares que vuelven a ponerse de moda

Jonathan Glancey




Trellick Tower, en Londres, se convirtió en una insignia de arte de su época, si bien los residentes tienen opiniones
 más ambivalentes sobre su belleza.


Llama la atención que a algunos de los arquitectos encargados de la creación de las viviendas de la clase obrera y de los edificios públicos desde mediados de los cincuenta hasta comienzos de los setenta no les importara que los llamaran brutalistas.
¿Quiénes, particularmente aquellos a los que la barbaridad de la Segunda Guerra Mundial afectó con más fuerza, querrían vivir en edificios brutales?
Este curioso nombre es un juego de palabras con la expresión francesa béton brut, que significa concreto crudo, un material que en manos de un arquitecto y artista como Le Corbusier podía transformarse en algo extraordinariamente bello.


Brutalismo para hacer revolución

El término "brutalista" fue concebido y popularizado por Reyner Banham, un crítico arquitectónico inglés excesivamente barbudo y decididamente moderno de la influyente revista The Architectural ReviewPretendía designar a arquitectos de nueva casta, jóvenes y ambiciosos que, mientras construían una utopía socialista de la posguerra, desafiaban lo que consideraban el modernismo burgués y fantasioso de los años treinta.
Más bien, irónicamente, el Royal Festival Hall se convirtió en uno de los edificios británicos más populares de la posguerra.
Mientras tanto, las galerías de arte y los bloques de viviendas brutalistas se consideraban en general, hasta hace poco, como monstruosidades de concreto deshumanizantes, frías y húmedas.

Teatro Nacional, Londres
El Teatro Nacional de Londres se considera un clásico brutalista, aunque no sigue 
la receta exactamente.


El centenario de Sir Denys Lasdun, un distinguido arquitecto moderno, este mes de septiembre centra su atención en qué fue exactamente el brutalismo, por qué fue tan común en muchos países, por qué fue tan efímero y por qué, después de un largo período de capa caída, ha vuelto a ganar puntos en la estima de los críticos.
Este proceso ha estado ocurriendo desde principios de los noventa, cuando pintores, diseñadores y arquitectos jóvenes comenzaron a deleitarse con tales edificios de mala fama, como la Trellick Tower de Erno Goldfinger.
Se trata de un bloque de viviendas de concreto de 31 pisos terriblemente brutal terminado en 1972, que proyecta una sombra monumental sobre lo que antes se consideraban como las tierras baldías o el interior bohemio del oeste de Londres.
Vivir en la Trellick Tower se convirtió en una insignia del arte de moda, aun cuando los residentes de larga data tienen opiniones más ambivalentes de este vigoroso bloque de viviendas.

Inspiración nazi

El City Hall de Boston
El movimiento se extendió más allá de las fronteras de Londres.  Aquí, el City Hall de Boston.

Muchos -sin duda, la mayoría en Gran Bretaña-, estuvieron de acuerdo con el Príncipe de Gales cuando describió el centro comercial brutalista Tricorn en Portsmouth como un "bulto enmohecido de excrementos de elefante".
Diseñado por Rodney Gordon, de la Asociación Luder Owen, había sido uno de los principales desarrollos comerciales de una ciudad que brutalmente bombardeada por la Luftwaffe.

En un artículo publicado en el diario británico The Guardian, el crítico y locutor Jonathan Meades afirma que "la imaginación de Gordon era (…) fecunda, rica, descontrolada".
"Estaba hechizada por el constructivismo ruso, los castillos de los cruzados, horizontes levantinos. Hay tantas ideas en un solo edificio Gordon como las hay en toda la carrera de la mayoría de los arquitectos", dice. Para él, Gordon era nada menos que "un genio".
Sin embargo, otros observadores han señalado que -junto con otras tantas "obras maestras" brutalistas como la Hayward Gallery de Londres y el edificio de Leyes de la Universidad de Pittsburgh- el Tricorn Centre también debe algo a los emplazamientos de artillería nazi construidos a lo largo de la costa atlántica de Francia.
Estas edificaciones, creadas por la formidable Organización Todt y que eran verdaderamente brutales, fueron halladas por las tropas aliadas en 1944.


Barbican, Londres
El Barbican, en Londres, respetó las construcciones medievales en los alrededores.

Otros, como las asombrosas torres de fuego antiaéreo en Hamburgo y Viena diseñadas por Friedrich Tamms, un arquitecto que contribuyó a dar forma al Muro del Atlántico, se parecían demasiado a las galerías de arte y bibliotecas universitarias británicas de los sesenta.
Qué extraño resulta que estos hubieran revelado una nueva arquitectura para las ciudades que habían sido bombardeadas por Alemania.

Conmoción por lo novedoso

Esta lamentable asociación hizo por sí sola que el brutalismo fuera ampliamente impopular.
Había otras razones entendibles. Al surgir en la era de los "jóvenes airados", en la literatura, el teatro, el cine y la musique concrète, esta nueva arquitectura tenía como fin ser asombrosamente novedosa.
También coincidió -de hecho, con frecuencia era sinónimo- con la reconstrucción radical de centros urbanos en todo el mundo, donde las autopistas urbanas, pasos a desnivel de concreto y la burda reurbanización comercial iban fuertemente de la mano.
Más que esto, el concreto crudo se veía implacablemente sombrío bajo un cielo gris, teñido con demasiada facilidad por la lluvia y, por algún motivo, parecía un objetivo natural incluso para los jóvenes más aireados, que rociaron las paredes de las estructuras brutalistas con grafiti.


Catedral de CoventryLa Catedral de Coventry, del arquitecto escocés Basil Spence.


Los arquitectos que hicieron un mejor uso del béton brut y de nuevas formas valientes en climas húmedos y grises fueron los que vieron nuevas oportunidades para crear horizontes novedosos y emocionantes con nuevos materiales.

El Barbican, un exuberante complejo de viviendas de la Corporación de Londres, diseñado por Chamberlin, Powell y Bon para llenar un enorme sitio bombardeado creado en 1941 por la Luftwaffe, es una cosa brillante, una especie de versión de los años 50 de la arquitectura barroca inglesa de principios del siglo XVIII de John Vanbrugh y Nicholas Hawksmoor.

Bellamente construido, el Barbican podría haber parecido brutal; no obstante, era noble, hacía referencia a la historia y guardaba respeto a la cercana Catedral de San Pablo de Christopher Wren y a las iglesias medievales bajo su sombra.
No es de extrañar que fuera catalogado como edificio protegido en 2001, mientras que se demolieron otros edificios brutalistas más abiertamente agresivos, como el Tricorn Centre de Portsmouth.

Torre Velasca, Milán
La Torre Velasca, en Milán, de los arquitectos BBPR.

Instituciones como English Heritage han tenido una relación ambivalente con el brutalismo, recomendando la protección de algunos y la destrucción de otros.
Como explicó Simon Thurley, director ejecutivo de English Heritage en la exposición itinerante Brutal and Beautiful del año pasado, "pocas áreas de trabajo de English Heritage son tan controvertidas… algunos aún ven los edificios de la época como monstruosidades de concreto, otros como hitos finos en la historia del diseño de edificios".
Balfron Tower, Londres
La torre Balfron, en el este de Londres, es una de las que muchos quieren demoler pero está protegida.


Tal vez esto ayuda a explicar por qué Lasdun, quien desembarcó en una playa de Normandía durante el Día D y que quiso crear una arquitectura de posguerra novedosa y audaz que todos pudieran apreciar, hizo hincapié en que "no era un brutalista", aunque hizo uso del béton brut.

Tal vez sea difícil de creer hoy día, pero el barroco y el gótico también fueron términos de burla. ¿Llegará el brutalismo a sobrevivir a su etiqueta deliberadamente polémica?





Fuente: BBC Culture
































miércoles, 17 de septiembre de 2014

LA GUERRA Y LA PAZ, HOY




La agonía sur sudanesa




Una niño espera a entrar a la escuela en el campamento de Nyumanzi mientras mira
 a sus otros compañeros por la ventana del aula. 


Escapó caminando. Helena Yob Apollo corrió sin pausa con sus tres hijos durante cinco interminables días. Se escondían entre los matorrales para no ser descubiertos por los rebeldes. Bajo un sol abrasador, a cuarenta grados y sin apenas agua para beber, huyeron de una guerra que empezó en diciembre de 2013 con los primeros choques tribales entre sus dos grandes etnias, los dinka y los nuer. Atrás dejó la ciudad de Bor, dónde estaba su hogar. Las bombas lo destruyeron todo. “Nos fuimos sin nada, sólo con la ropa que llevábamos puesta”, recuerda. “La fuga fue dura, porque era difícil encontrar agua entre los ataques. No comer no era un problema. Cuando estás escapando de la guerra no piensas en la comida, sólo en tus hijos”, afirma.
Su objetivo era llegar a Juba, la capital de Sudán del Sur. Una vez allí, siguieron avanzando en un camión hasta cruzar a Elegu, la aldea fronteriza de Uganda. “No era la única que escapaba, mucha gente que ahora también está aquí lo abandonó todo”, cuenta Helena. Grupos de gente llegan diariamente con algún colchón, bolsas cargadas de utensilios que han podido rescatar y los pies molidos por el cansancio. Cada día cruza la frontera a Uganda una media de setenta personas. Algunas semanas, son cientos. Escapan buscando un lugar que les brinde paz.
Llegan a los campamentos repartidos en el distrito de Adjumani, al norte de Uganda, sobre todo mujeres y niños, a veces acompañadas del padre. Pero en muchos casos, ellos regresan a su país. “Tengo que volver para buscar un trabajo que me permita mandar dinero a mi esposa y a mis hijos. Hemos tenido que irnos sin nada. ¿Cómo voy a alimentar a mi familia?”, cuenta Maguet, padre de seis pequeños, mientras se aleja del vehículo que transportará a los suyos a un lugar a salvo.
Tras su largo camino y después de cruzar de Sudán del Sur hasta Uganda, Helena vive ahora en el campo de refugiados de Nyumanzi, a unos ocho kilómetros de la frontera, con sus tres hijos. Tiene dos más, uno en Kenia y otro en Sudán, y no sabe si su marido sigue vivo o no. “Mi marido no estaba en casa cuando empezaron a atacar. Tuvimos que huir sin él. No he tenido noticias suyas desde entonces”, dice entre suspiros. Helena ha estado refugiada en tres países diferentes a lo largo de su vida. Primero en Etiopía, después en Kenia y ahora en Uganda. “La guerra me persigue desde hace 21 años”, dice en un inglés casi perfecto.
“Aprendí inglés en Addis Abeba, cuando estaba refugiada en Etiopía y lo perfeccioné en Kenia”, cuenta. Era maestra en Sudán del Sur y ahora busca trabajo para poder mantener a su familia. “Si la situación en mi país mejora y todo está bien, pienso en volver. Pero primero tengo que ir a comprobarlo yo sola, sin mis hijos. Si acaba la guerra, puedo regresar con ellos”. Valiente y sincera, confiesa lo que les diría a los dirigentes del combate: “Con la guerra todo está perdido”.

Dos niños refugiados juegan delante de las aulas de catequesis instaladas en Nyumanzi.

Hambre y petróleo
Una larga cola de camiones que transportan petróleo cruza el puente fronterizo al mismo tiempo que los niños esperan en fila india el reparto de galletas que Cruz Roja Internacional les entrega a su llegada a Uganda.
“La guerra en Sudán del Sur es un cáncer”, dice un joven mientras sube al autobús de ACNUR que le lleva al centro de recepción de Nyumanzi, en Uganda. De ahí le derivarán a alguno de los campos de refugiados que se reparten en el distrito de Adjumani, en el norte del país vecino. “Vengo de Malakal, en el Alto Nilo, dónde sigue la guerra. Pronto llegará mucha más gente escapando de allí”, asegura con una mirada enfatizada por las marcas tribales de su frente.
La población de Sudán del Sur lleva dos guerras a sus espaldas. La primera surgió a raíz de tensiones etno-territoriales bajo un único gobierno entre el Norte y el Sur. Los enfrentamientos derivaron en conflictos bélicos que acabarían con un acuerdo de paz y años después, en el 2011, con la independencia de Sudán del Sur. En el proceso de separación quedaron pendientes los acuerdos sobre los recursos petrolíferos. Sudán del Sur posee el 75% de las reservas de petróleo de todo Sudán. El Norte dispone de los oleoductos, las refinerías, las infraestructuras y Port Sudan, lugar de embarque y punto de exportación de esta riqueza energética.
Las diferencias étnicas y religiosas aumentan cuando hay petróleo de por medio y las ambiciones de poder y de conquista de localidades estratégicas de los dirigentes de ambos países impiden poner fin definitivo a la ofensiva. Las milicias nuer de Riek Machar luchan contra el dominio dinka de Salva Kiir mientras en el estado más joven de África miles de personas han muerto y más de un millón se han desplazado de sus hogares por la contienda.

Un niño refugiado con polio espera registrarse para obtener un nuevo hogar en Nyumanzi. 
 Viste una camiseta dónde se lee en inglés: “Sin coche, sin casa, sin trabajo, sin dinero, sin novia, Oh mierda!”


Sursudaneses recién llegados a los campos de refugiados en Uganda esperan en el centro de registros 
de Nyumanzi para que se les adjudique una tierra.

El problema se intensifica con el hambre. A pesar de la tregua firmada en Etiopía el pasado 9 de mayo y la reducción de la violencia, la gente continúa huyendo en busca de alimentos. “Se han calmado los ataques, pero ahora la gente huye de la hambruna y de las inundaciones”, afirma Betty Lamunu, responsable de Federación Luterana Mundial (LWF) para el registro de los exiliados en Uganda.
Las intensas lluvias también se añaden a la encrucijada, provocando que muchas personas se marchen de sus hogares afectados por las crecientes riadas. Al desplazarse no pueden cultivar la tierra a tiempo ni atender al ganado para asegurarse un medio de subsistencia, lo que agrava la escasez alimentaria. A su vez, el reparto de ayuda humanitaria se complica por las condiciones geográficas y meteorológicas. Las tres cuartes partes de la red vial del país están bloqueadas, por lo que la ONU está favoreciendo la vía fluvial y aérea para el envío de comida y medicinas a pesar que el coste es cinco veces superior al de distribución por tierra.

Shawal llegó a Uganda con sus cinco hijos. Su mujer fue asesinada en un ataque en un recinto de la ONU
 dónde se refugiaba en Bor.  Ahora está solo al cargo de sus hijos.

Una mujer cuida a su hijo hospitalizado en el recinto de MSF en Dzaipi por un grave caso de malnutrición.

Días de cólera
La agonía de los sursudaneses se agudiza con las enfermedades. En las últimas dos semanas se han disparado los casos de cólera en Juba, la capital. Desde el comienzo del brote se han registrado más de 5.697 casos y unas 123 muertes (según la Organización Mundial de la Salud). En las zonas rurales aumenta el riesgo debido al incremento de población por los desplazamientos de la gente de las ciudades y las deficiencias en infraestructuras y necesidades básicas.

Una mujer da de comer a su hijo al recibir ayuda alimentaria en los campamentos de Uganda.

Por otro lado, los refugiados que llegan a los países vecinos se enfrentan a otros males. “Los casos de malaria y malnutrición son los más extendidos, especialmente en los niños” explica Myriam Baral-Baron, coordinadora de Médicos Sin Fronteras en el campamento de Dzaipi (Uganda). Como consecuencia de la malnutrición aparecen otras afecciones asociadas como “la diarrea y la neumonía”. “Tuvimos un brote de cólera y otro de meningitis pero de momento están controlados” cuenta Baral-Baron.
Los refugiados están en un estado de extrema vulnerabilidad física y psicológica. Francis, un adolescente de 14 años, vio morir a toda su familia durante los primeros ataques en Bor, capital del estado de Jungali, dónde han sufrido la peor violencia. Huérfano y exiliado en Dzaipi, en Uganda, padece un estado post traumático que le ha inducido al suicidio en varias ocasiones. Los médicos, junto con las autoridades locales, tratan de encontrarle una familia de adopción; aunque “se muestra reticente y no quiere abandonar las instalaciones porque ahora siente que los doctores que le cuidaron son su familia”.

Dos niñas esperan cargando bebés a sus espaldas en el campamento de tránsito de Dzaipi.


En algunos casos se mezcla la influencia de culturas muy arraigadas a la tradición. Atem, de 7 años, llegó a Uganda desde Juba como refugiado con una enfermedad desconocida por los médicos. Apuntaban a una infección o probablemente a un cáncer. La dolencia le ocasionó varios tumores en la cabeza y en el cuello. “En los campamentos creían que estaba embrujado y empezaron a atacarle, así que tuvimos que trasladarle de nuevo a las instalaciones hospitalarias, dónde ahora permanece estable y en observación”, explica una de las doctoras de MSF en Dzaipi. “La gente le tiraba piedras, querían matarle porque decían que tenía el mal adentro”, explica su madre, consternada. La alta creencia en la brujería y la superstición en Uganda suponen todo un reto para los exiliados y para los cooperantes que tienen que lidiar con casos como el de Atem.

En busca de paz y seguridad
Su anhelo: un lugar dónde poder olvidar y empezar de cero. Shawal escapó hacia Uganda con sus cinco hijos después que su mujer fuera asesinada en la ciudad de Bor durante un ataque a un campamento de la ONU el pasado 17 de abril. Ha perdido a su mujer, a su madre, su hogar, su trabajo, su identidad. “Quiero que seamos personas. Ahora no lo somos”, dice mientras le da el biberón a su hijo más pequeño, de dos meses. Shawal es de la etnia dinka y estaba casado con una mujer nuer. “La gente de mi propia tribu mató a mi mujer. Yo quiero vivir en un lugar dónde no me pregunten a qué clan pertenezco”, explica . Ahora vive en una casa protegida con ayuda de ACNUR que le proporciona comida y asistencia. “No quiero que mis hijos crezcan en guerra. No quiero que vivan como yo he vivido”.
En el campo de refugiados de Nyumanzi, el más grande de Uganda, los exiliados empiezan a recuperar sus vidas. El Gobierno ugandés adjudica 300 metros cuadrados de tierra por familia, dónde pueden construir sus casas y cultivar. Con una capacidad para 20.000 personas, pero sobrepoblado, el campo ya dispone de una escuela dónde acuden más de 300 niños.
También hay espacio para el ocio. Un joven refugiado construyó un local de madera y chapa con un televisor y un par de neveras para que los habitantes puedan distraerse viendo telenovelas o partidos de fútbol. La religión también tiene su sitio. Se trata de cuatro bancos al aire libre hechos con troncos y un palo dónde ondea una bandera blanca con una cruz violeta. Ahí se reúnen a rezar y a cantar plegarias pidiendo que la guerra concluya.

Niño sursudanés




Fuente: Planeta Futuro. El País España