Gabriel Pacheco y la ilustración existencial
Mar Márquez
Los Miserables, de Victor Hugo. Teide, 2012.
“¿Quién es Gabriel Pacheco?”, sería lo primero que probablemente se preguntaría Gabriel Pacheco en caso de tener que ilustrarse a sí mismo. Y es que este artista mexicano se cuestiona el mundo como un Heidegger o un Kant; va por ahí preguntándose cosas que parecen básicas pero que no lo son: ¿qué es un paraguas?, ¿qué es un árbol?; ¿qué es la ilustración?, o ¿para qué ilustro?
Gabriel no quiere dar el mundo por sentado, por sabido, por aburrido; prefiere redescubrirlo y hacerlo suyo preguntando, escuchando y dejándose llevar por las analogías y metáforas que vengan como respuesta, como él mismo dice. Esta conversación con lo desconocido la ha ido extendiendo en el tiempo y de ella ha resultado una obra gráfica muy inquieta, que progresivamente ha despertado el interés de público y editores a nivel internacional, así como reconocimientos a su trabajo en Italia, Estados Unidos, España, México o Corea del Sur.
Gabriel no quiere dar el mundo por sentado, por sabido, por aburrido; prefiere redescubrirlo y hacerlo suyo preguntando, escuchando y dejándose llevar por las analogías y metáforas que vengan como respuesta, como él mismo dice. Esta conversación con lo desconocido la ha ido extendiendo en el tiempo y de ella ha resultado una obra gráfica muy inquieta, que progresivamente ha despertado el interés de público y editores a nivel internacional, así como reconocimientos a su trabajo en Italia, Estados Unidos, España, México o Corea del Sur.
El viaje increíble, de Anna Castagnoli. OQO editora, 2008.
Los cuatro amigos. Kalandraka, 2010
La Sirenita, de Hans Christian Andersen. Aga World Co., 2009.
Y eso que Gabriel no empezó en la ilustración de niño, como cuentan muchos de nuestros nuevos talentos, al contrario, llegó a ella de rebote y ya de adulto, despechado por las artes escénicas en las que se había licenciado en el Instituto Nacional de Bellas Artes de México. De un flirteo inicial facilitado por su hermana ilustradora, a la que ayudaba con algunos encargos, pasó a sentir una seria devoción por la ilustración. En su obra destacan los trabajos para libros infantiles, como la Sirenita, la Bella y la Bestia, El libro de la selva o el recién publicado 12 Poemas de Federico García Lorca, que incluye un texto del propio Gabriel sobre el poeta. Impresionan asimismo sus interpretaciones de clásicos como Poe o Los Miserables de Victor Hugo, por el dramatismo y la fuerza que consigue con la oscuridad de su paleta y la energía de la composición.
Alejándose a conciencia de la banalidad, lo rápido y lo fácil, Gabriel reclama una manera de ser y de ejercer el oficio más cercana a la que suele atribuírsele al arte: “La ilustración contemporánea requiere de lucidez, de reflexión, de compromiso, de relaciones, de un peso”. Se entiende pues que Pacheco no trabaje de cualquier manera, sino buscando extraer algo de sí mismo con cada imagen, aunque duela: “Propongo que borremos esa línea entre trabajo y obra personal, propongo que no exista diferencia, que todo provenga de los lugares íntimos que somos. Que, en vez de someternos en exclusiva a la estética, recurramos también a la memoria vivencial, a nuestros recuerdos, a nuestros sueños, nuestras intimidades, nuestros días, a lo que nuestra labor significa, para que el ejercicio de la ilustración sea significativo"
Poesía eres tú, de Gustavo Adolfo Bécquer. Eldevives, 2010.
El Hombre de Agua, de Ivo Rosati. Kalandraka, 2009.
El libro de la selva, de Rudyard Kipling. Sexto Piso, 2013.
La metáfora es la herramienta básica con la que Gabriel traslada su charla existencial a una imagen en la pantalla, y el símbolo, la lateralidad, el azar o lo inconsciente siempre son bienvenidos en su estudio: “Si hay que ilustrar un árbol y nos sale un paraguas, dibujemos un paraguas; si tenemos que ilustrar una lágrima y nos sale una flor, dibujemos una flor. Si hay que dibujar la intimidad insostenible y nos sale una escalera, dibujemos una escalera. La paráfrasis es, como dice Robert Atkins, un <<pedir prestado>>; así que ya lo devolveremos un día, pero mientras, juguemos a que todo es nuestro”.
A base de jugar así, abiertamente, y reflexionar sobre su trabajo durante años, Pacheco ha ido construyendo una filosofía propia sobre el arte de ilustrar, o, mejor dicho, sobre su manera de acercarse a este arte. Gracias a sus inclinaciones personales y conocimientos sobre la danza, el cine y el teatro, Gabriel ha desarrollado una mirada muy atenta al gesto, a la escenografía, mirada que se reinterpreta en imágenes en las que importan tanto los personajes como los objetos o el fondo, en las que los grises y negros crean un teatro en plena función, y el uso de la luz y el color pone cada cosa en su lugar. El vacío es espacio, lo invisible pesa, las relaciones entre los actores de sus ilustraciones quedan expuestas. Expuestas pero escondidas a la vez bajo múltiples lecturas.
Três Meninas. Bags of Books. Portugal, 2011.
Frida Kahlo, Una historia posible, de María Baranda. Anaya, 2010.
Ilustración para uno de sus talleres de ilustración.
Las huellas que asoman en la huella de Pacheco vienen de todos lados, maestros y disciplinas, empezando siempre por Octavio Paz, Pina Bausch y Theo Angelopoulos, a quienes llama sus Tres Carontes, y siguiendo, por ejemplo, con Tarkovski, Szymborska, Lorca, Chillida, Tamayo, Wolf Erlbruch, Pablo Amargo, Zabala, Auladell… una lista que confiesa interminable. A Gabriel el asunto de la originalidad le trae sin cuidado: “Tengo llena mi mesa de cosas que han perdido el origen de haber sido robadas o de haber sido imaginadas. No me preocupa distinguirlas, tampoco tengo interés en que sea novedoso; el único requisito que pido es el haberlo vivido, soñado o imaginado. Aunque creo sinceramente que todo lo imaginado siempre será un robo que cubre nuestra indigencia”.
Querido lector, cuando acabe de procesar esta la última frase le invito a que siga adentrándose en el trabajo de Gabriel Pacheco y en sus pensamientos, recogidos en su inmenso blog Rinoceronte.
Todas las imágenes cortesía de Gabriel Pacheco. Todos los derechos pertenecen al autor.
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