lunes, 2 de febrero de 2015

POEMA



 Alcestis en el circuito poético

Erica Jong















La mejor esclava no necesita que le peguen.
Se pega a sí misma.
Y no con un látigo de cuero,
ni con un palo o con ramas,ni con un mazo

o una porra, sino con el delicado látigo
de su propia lengua 
y los sutiles golpes 
de su mente.
¿Quién puede odiar su mitad tanto 
como ella se odia a si misma? 
¿Y quién puede igualar la finura 
de su propio maltrato?
Para esto se requieren
años de entrenamiento.
Veinte años
de sutil autoindulgencia,
de perdonarse a una misma;
hasta la sometida
se considera una reina
y sin embargo mendiga, 
las dos cosas al tiempo. 
Debe dudar de sí misma 
en todo excepto el amor.

Debe elegir apasionada
y malamente.
Debe sentirse como un perro perdido
sin su amo.
Debe referir todas las cuestiones morales
a su espejo.
Debe enamorarse de un cosaco
o un poeta.
Nunca debe salir de casa
a menos que lleve una capa de pintura.
Debe llevar zapatos estrechos
para que recuerde su esclavitud.
Nunca debe olvidar
que está enraizada al suelo.
Aunque aprenda deprisa
y sea supuestamente lista,
su duda natural con respecto a sí misma
la hace tan débil
que cuenta brillantemente
con una docena de talentos
y así embellece
pero no cambia
nuestra vida.

Si es artista
y se acerca a lo genial,
el propio hecho de su don
le produciría tal dolor
que se llevaría su propia vida
antes que lo mejor de nosotras.
Y después de que muera, lloraremos
y la haremos santa.










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