Bonnard y el color
Pierre Bonnard (Fontenay-aux-Roses, 1867-Le Cannet, 1947) forma parte de ese peculiar club de artistas que han logrado desarrollar su obra siguiendo exclusivamente el dictado de su gusto personal. Singular y valiente, como le calificó Matisse, su modelo en pintura fue Gauguin y su pasión, la estampa japonesa. Con una intensa fascinación por el color y el mero disfrute de la pintura, sus cuadros son espectaculares estampas tanto del interior de las ciudades como de la vida en el campo.
Abogado
de formación y miembro de la alta burguesía, desde muy joven compatibilizaba
sus estudios con la pintura. En 1888, con apenas 20 años, fundó el grupo de los
nabis junto a sus compañeros de la Académie Julian Denis, Vuillard, Ranson y
Sérusier. El grupo, todos ellos adoradores de Gauguin, se autodenominó como
profetas (significado de la palabra “nabi” en hebreo) y en su declaración de
intenciones anunciaron que querían plasmar en sus pinturas una verdad que fuera
más allá del mundo visible a través de la exaltación del color, la
simplificación de las formas y la trascendencia mística y enigmática de sus
composiciones.
Cinq peintres ("Cinco pintores"), 1902-1903. De izquierda a derecha, de pie, el autor (Félix Vallotton)
sentados,Pierre Bonnard, Édouard Vuillard y Charles Cottet, y de pie Ker-Xavier Roussel.
sentados,Pierre Bonnard, Édouard Vuillard y Charles Cottet, y de pie Ker-Xavier Roussel.
Esta
fue su única incursión en grupo. A
partir de ahí realizó su trabajo en solitario, al margen de lo que entonces se
consideraban vanguardias y resistiendo frente al vacío y el desprecio de
algunos de sus colegas, como Pablo Picasso.
Sea cual sea el tema, los verdes, rojos o azules más salvajes dominan todas las perspectivas. “El color y una pasión absoluta por la pintura desbordan cada obra Sin pertenecer a ningún grupo, su obra es imprescindible para entender el tránsito entre el postimpresionismo y el simbolismo, un tiempo en el que la pintura está experimentando transformaciones radicales.
Sea cual sea el tema, los verdes, rojos o azules más salvajes dominan todas las perspectivas. “El color y una pasión absoluta por la pintura desbordan cada obra Sin pertenecer a ningún grupo, su obra es imprescindible para entender el tránsito entre el postimpresionismo y el simbolismo, un tiempo en el que la pintura está experimentando transformaciones radicales.
" Rue À Montmartre, Le Sacré-Coeur
Esta colosal batalla
individual fue protagonizada por alguien que en su vida personal fue
extremadamente convencional. Vivió casi como un burgués más y toda su vida
oficial amorosa estuvo ligada a una misma mujer, Marthe de Méligny, modelo y
musa con la que se casó después de muchos años de convivencia. Con serios
problemas depresivos que la forzaban a visitar frecuentemente balnearios y
casas de salud, Marthe, con quien no tuvo hijos, es la mujer que aparece en la
mayor parte de sus obras, incluida la serie de los desnudos.
Aunque
sus cuadros hablen de un mundo feliz lleno de parques y mascotas, su interior
no era nada plácido. “Quería transmitir alegría y hacía obras deliberadamente
decorativas”, precisa el comisario. Pero también, agrega, “en esos cuadros se
percibe la melancolía y el ensimismamiento que podemos ver en sus
autorretratos. Tanto en los primeros como en los de los últimos años, donde se
representa a sí mismo de una manera despiadada”.
"Pasture with Blue Trees"
A la sombra
Desde un primer
momento, asume en sus cuadros la estructura del biombo, de manera que divide la
tela en estructuras independientes. Sus paneles verticales en los
que alude a mundos remotos y misteriosos a través de una auténtica exaltación
del color, la simplificación de las formas y la trascendencia mística y
enigmática de sus composiciones. Después sus series dedicadas a escenas de interiores, en general protagonizadas
por grupos familiares en los que narra escenas cotidianas a través de primeros
planos y perspectivas cortadas de manera brusca para entrar la composición en
un objeto cualquiera (unas manos, el pan).
De
la simplicidad de la vida diaria, pasa a los cuadros dedicados al desnudo,
siempre en el ámbito doméstico. Los protagonistas son una o dos personas
entregadas al aseo, al sueño o a la melancolía posterior a la unción amorosa.
“Son obras que permiten valorar su evolución”, indica el comisario, “porque van
desde lo más oscuro y morboso, hasta el misterio y melancolía que transmiten
una sensualidad apagada y un erotismo extinguido”.
Bather
Cotizado
y reconocido aunque muy criticado por muchos colegas al final de su vida
Bonnard eligió el retrato como el género perfecto para representar la realidad
más próxima. Aquí destacan los realizados a su esposa, Marthe, a su amante
Renée Monchaty, su cuñado Claude Terrasse, sus amigos Thadée y Misia Sert y sus
marchantes, los hermanos Bernheim-Jeune. Su gran amiga Misia fue una de las clientes que le
encargó gigantescos paneles que utilizó para decorar su comedor parisino. Misia,
pianista y esposa del pintor modernista Josep Maria
Sert, marcó los gustos de las familias pudientes de la época, de manera que
a Bonnard le llovieron los encargos. Sin apenas espacio, Bonnard recreó su
versión de la Arcadia en todos estos paneles, el mundo en el que a él le
hubiera gustado vivir.
Ice Palace, 1898
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