domingo, 31 de diciembre de 2017

FIN DE AÑO




El culpable de que hoy sea fin de año

Martín Caparrós









El papa Gregorio XIII, durante la transición del calendario juliano al gregoriano (1582).









Se llamaba, parece, Luigi Lillio y nació, si nació, en 1510 en un pequeño puerto calabrés que entonces era Psycròn y ahora Cirò, justo en la suela de la bota. Pero no hay registro de su nacimiento: en esos años nadie tomaba nota de esas cosas. Se supone que a sus 20 se fue a Nápoles para tratar de hacerse médico; se supone que lo consiguió. Se supone que de allí se fue a Roma, pero nadie sabe para qué. Y de allí, supuestamente, a Perugia, donde parece que enseñó medicina. Quizá tuvo algún hijo, quizás una mujer, un hombre, un perro fiel: quién sabe. Quizá lo entristecía la lluvia, quizá comía cochino en la Cuaresma, quizá detestaba las exageraciones de Alighieri; quizás imaginaba que el futuro le pertenecía. Se supone que en 1574 ya estaba muerto, pero tampoco es tan seguro.

Su vida se disolvió en el aire como tantas, como la enorme mayoría: alguna vez habría que tratar de calcular cuántos, de los 100.000 millones de hombres y mujeres que vivieron, mantienen algún recuerdo todavía. De la suya queda, pese a todo, algo. Para empezar hay dos menciones. Está la carta que le mandó el 28 de enero de 1532 su paisano Giano Teseo Casopero para decirle que en Nápoles no perdiera el tiempo y se concentrara en sus estudios: “Intenta descubrir siempre algo nuevo, de manera que, con el favor de Mercurio, puedas ser tu propio patrón y vender a buen precio tu arte”. Y la carta que le mandó el 25 de septiembre de 1552 un cardenal Cervini a un colega en Perugia para que le consiguiera un aumento al “messer Aluigi Gigli”. Fuera de eso, no sabemos nada: si era alto y rubio o bajito y dispéptico, si siempre tenía prisa, si le gustaba el vino. Y, sin embargo, hoy vamos a beber como cosacos por su culpa.
Porque el tiempo, en aquellos días, era un caos. El mundo occidental y cristiano se empeñaba en usar un calendario que llevaba 1.500 años de problemas: lo había impuesto Julio César en el 45 a. C. y había sido un gran logro, pero su desfasaje con respecto al ciclo solar hacía que el equinoccio de primavera ya cayera el 10 de marzo y siguiera avanzando en dirección a enero. El tiempo de los hombres no acordaba con el tiempo del cielo.


La Iglesia de Roma lo sufría: los días se le iban de las manos y no conseguía fijar bien las fechas de sus fiestas. El Vaticano necesitaba, entre otras cosas, volver a la tradición de celebrar la Pascua el primer domingo tras el plenilunio que seguía al equinoccio. Se imponía cambiar el calendario y no era fácil. No sabemos cómo fue que el señor Lillio pensó que él podría hacerlo: siempre hay, por suerte, personas que se creen que pueden lo increíble. Lillio escribió un tratado donde explicaba el plan: había que eliminar ciertos bisiestos y suprimir 10 días de un plumazo. Los bisiestos, por supuesto, no le importaron a nadie, pero los 10 días despertaron bruta resistencia: los pobres romanos sospechaban una maniobra de sus caseros para robarles semana y media de alquiler.

Al fin se hizo, pese a todo: el 5 de octubre de 1582 pasó a ser 15 de octubre. Lillio ya estaba muerto cuando un señor, Ugo Boncompagni, de quien sí sabemos bastante, impuso el calendario que él había diseñado, aunque le puso su propio nombre. Se había inventado uno —Gregorio XIII— porque era papa, y los papas hacen esas cosas. El calendario gregoriano es el culpable de que hoy sea 31 de diciembre, que esta noche nos parezca que todo se termina y todo empieza. Luigi Lillio, si es que existe, si es que existió, debe estar muerto de la risa.




De:  El País Semanal













jueves, 21 de diciembre de 2017

FACEBOOK



Facebook penalizará las publicaciones que piden directamente “me gusta”











Facebook ha tomado medidas contra uno de los clickbaits más sencillos: las publicaciones que invitan directamente a los usuarios a dar a "me gusta", a compartir o a comentar serán penalizadas por la empresa creada en 2004 por Mark Zuckerberg, según ha informado el portal especializado Recode. A partir de las próximas semanas, el gigante estadounidense bajará en los muros de los internautas las típicas entradas que funcionan como un cebo para lograr alcance: Like si te gustan los cachorros de perro, Comparte si te indigna la muerte de este animal, Like si prefieres a Messi y comparte si eres de Cristiano.

Esta táctica era utilizada hasta ahora por muchas empresas para lograr alcance en sus publicaciones y burlar el algoritmo de esta red social. Facebook, sin embargo, ha anunciado el punto y final de esta estrategia, que, según ellos, tampoco era del agrado de los internautas. "Los usuarios nos han dicho que no les gustan las publicaciones de spam en Facebook que les incitan a interactuar con 'me gusta', compartidos y comentarios", ha escrito la compañía en su blog.

Sin embargo, la empresa fundada por Mark Zuckerberg no comparte ninguna métrica sobre la cantidad de spam en su red social, de forma que es muy difícil medir este tipo de publicaciones.
Facebook ajusta su algoritmo todo el tiempo para priorizar o penalizar ciertos tipos de contenido. Por ejemplo, dar mayor alcance a las publicaciones de amigos y no a las de medios de comunicación u otorgar mayor importancia a las entradas que lleven vídeos. Este software, que responde a patrones opacos, es interpretado y reinterpretado continuamente por las compañías para ganar alcance en esta red social.










Por eso mejor...






Miss Musa













miércoles, 20 de diciembre de 2017

SABAT. EL MAESTRO




Hermenegildo Sábat

Alfredo Sábat


















Desde que publicó su primera caricatura, hace casi 70 años, viene dando cátedra de periodismo en el Río de La Plata; preguntas y certezas de un hijo que, como su padre, lleva el grafito y la acuarela en la sangre


La verdad, no sé cómo hace. Y eso que lo conozco desde que nací. Y eso es así específicamente porque soy su hijo. Y crecí mirándolo trabajar por encima de su hombro. Pero no sé, no entiendo. Debe ser algo mágico. Algo que, lamentablemente para mí, no se transmite. Me refiero a que puede agarrar un lápiz graso, de esos que no permiten corregir ni borrar y, sin bocetar, hacer un dibujo de punta a punta en minutos. O puede tomar un pincel, mojarlo con mucha agua y mucha acuarela, y hacer una mancha totalmente expresiva donde los colores se funden como explosiones, de manera aparentemente azarosa, y que quede bien. ¿Tendrá algún control telequinético sobre el movimiento del pigmento en el papel? ¿Podrá controlar con su voluntad la humedad del papel y del aire? Si lo hace, ese secreto nunca lo heredé. No quiero sonar desagradecido: tengo un oficio que amo, casi todo lo que sé lo aprendí a su lado, y continúo una línea familiar con grafito y acuarela en la sangre. Pero algunas cosas no se repiten. Tal vez es mejor así.


Imagen:Alfredo Sábat



Hermenegildo Mariano Sábat Garibaldi, ese es su nombre completo, nació en Montevideo en 1933. Su padre era maestro de Lengua, y su madre era porteña, de La Boca. Su abuelo también se llamaba Hermenegildo, también era caricaturista y pintor, y murió poco tiempo antes de que mi padre naciera. Así que mi padre heredó su nombre y, con el tiempo, también el oficio.
¿Qué es lo que nos orienta, lo que nos define? ¿Será la genética, el ambiente, el deseo que viene atado a un alma que, en el reparto, es asignada a un cuerpo? Me lo he preguntado cientos de veces, tratando de entender mi propia vocación. Puede que sea todo eso a la vez. En el caso de Hermenegildo Sábat, él creció rodeado de los trabajos de su abuelo, y a los 15 años ya estaba publicando caricaturas en el suplemento Pulgarcito del diario El País. En los siguientes años pasó por varios medios hasta que, en 1966, le ofrecieron ser secretario general de Redacción de El País. Ante la certeza de que iba a tener que dejar de dibujar y dedicarse a otras cosas que no le daban la misma felicidad, lo habló con su esposa, Blanca, y decidieron emigrar a Buenos Aires para empezar de nuevo. Los acompañaron en esa aventura mi hermano Rafael, de 3 años de edad, y quien esto escribe, por entonces todavía en el vientre materno.
Los que siguieron fueron años duros, de rebotar entre agencias de publicidad y colaboraciones en distintas publicaciones. Hasta que en 1971 entró en La Opinión, diario legendario dirigido por Jacobo Timerman, lo que le dio el suficiente renombre para entrar en 1973 en Clarín, adonde sigue publicando hasta el día de hoy.















Oficio difícil el del periodista. Porque quien publica en un diario, aunque sea con un dibujo sin palabras, también está siendo un periodista que informa al lector, y por lo tanto debe pensar como periodista. Y tiene que informar, pase lo que pase. Durante la dictadura militar siguió buscando la manera de expresarse. Lo salvaba, a veces, la vanidad de los poderosos que disfrutaban verse dibujados, aun cuando esos dibujos no fueran muy favorables, llegando a "pedir gentilmente" los originales para enmarcarlos. Otras veces, no les divertía tanto, y se lo hicieron saber de manera clara. Cuando eso sucedía, al llegar a su casa no compartía la noticia con su familia. Como dijo más tarde, no sabe cómo se salvó: debe ser porque estaba muy abajo en la lista.










Paralelamente, seguía pintando y haciendo libros, y durante la Guerra de Malvinas comenzó a dar clases de dibujo. Lo que fue inicialmente un impulso de supervivencia continúa todavía actualmente en su Taller de Artes Visuales.
La democracia volvió y las libertades se restablecieron. Pero esto no garantizó por sí solo la tranquilidad de la labor periodística. Sólo hay que recordar el caso Cabezas, y la horrorosa moda de amenazar a periodistas que desató, de la que también fue víctima Hermenegildo.














 Diez años después, un dibujo suyo desató la ira presidencial, en un acto público transmitido por cadena nacional. Fue un momento bastante insólito: que un presidente, sea quien sea y donde sea, dedique su precioso tiempo a pelearse con un dibujo ya es algo poco común. Pero que se dediquen a hablar de un dibujo en un país supuestamente rico donde sus autoridades evitan hablar de la pobreza ya es bastante triste.
En 1988 recibió el premio Maria Moors Cabot de la Universidad de Columbia, por su trabajos durante la dictadura. En 2005 obtuvo de manos de Gabriel García Márquez el Premio Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. En 2008 lo nombraron miembro de la Academia Nacional de Periodismo, de la cual es hoy presidente. Y hace apenas un mes y algunos días le dieron el Premio Konex de Brillante al Periodismo.





Cierta vez, ante un apriete, Hermenegildo supo decir: "En mi familia siempre nos guiamos por las palabras del mejor uruguayo que existió, José Gervasio Artigas, cuando dijo "Con libertad no ofendo ni temo". El apriete lo había recibido yo por un dibujo que publiqué en LA NACION. Lo dijo en mi defensa. Además de emocionarme, me hizo recordar la importancia de una cosa. Algo que es como el aire que respiramos y nos da vida a los periodistas, a los dibujantes y a todos los seres humanos en general: la libertad. Mi padre me enseñó el amor a la libertad. Entre muchas otras cosas que enseñó y enseña. Aunque nunca me haya enseñado cómo hace eso con la acuarela.











Texto: Diario Clarín. Buenos Aires
















martes, 19 de diciembre de 2017

POEMA




El instante

Jorge Luis Borges

















¿Dónde estarán los siglos, dónde el sueño
de espadas que los tártaros soñaron,
dónde los fuertes muros que allanaron,
dónde el Árbol de Adán y el otro Leño?

El presente está solo. La memoria
erige el tiempo. Sucesión y engaño
es la rutina del reloj. El año
no es menos vano que la vana historia.

Entre el alba y la noche hay un abismo
de agonías, de luces, de cuidados;
el rostro que se mira en los gastados

espejos de la noche no es el mismo.
El hoy fugaz es tenue y es eterno;
otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.




















lunes, 18 de diciembre de 2017

POEMA





Gotas



Meri Pas Blanquer















Está el viento azotando
la ventana de esta casa
inerte.
Intenta traspasar
un cristal tan duro
como exhausto.
No sabe el aire
que vive tan solo
un corazón sin sustento.
No sabe este viento,
visitante inocente
que ya no bombea sangre
a ningún órgano.
El pulso que una vez
hizo temblar a paredes
y tejado,
hoy no late
no azulea
no te busca
no llora
no segrega amor,
sólo gotea
exceso de indiferencia.




                                                                     






                                                                                          (de Eróticos desvaríos, Edición personal, 2013)


                           












viernes, 15 de diciembre de 2017

SER FELIZ





La felicidad es como la lluvia


Ariel Torres














Tenemos esta codiciosa obsesión por alcanzar la felicidad. Que es precisamente lo que nunca vamos a poder hacer con la felicidad, alcanzarla. En todo caso, ¿qué haríamos si la alcanzáramos? ¿Guardarla en una bonita pajarera para que no se vuelva a escapar? ¿O dejar que se vaya porque la gracia estaba en perseguirla?
Nos hemos cargado la felicidad al hombro como si fuera una bolsa de arena. Vaya ironía. En las épocas malas creemos que ser felices es una decisión y nos forzamos a sonreír ante el espejo. Nos dijeron que funciona. En las buenas, sentimos que la hemos ganado con nuestro esfuerzo. Pero la felicidad es como la lluvia. No pueden tocarte todas las gotas.

Transformamos ese estado -casi siempre elusivo- en una presa. Si somos dignos cazadores, seremos felices. Es decir, creemos que tenemos el control, esa droga que nubla la conciencia con alucinaciones que serían para desternillarse, si no fuera porque todos confiamos en que tenemos alguna clase de control.
Pero no, porque la felicidad ocurre justo antes de darnos cuenta de que somos felices. O cuando entendemos que lo hemos sido tal vez durante un instante. O esta misma mañana. O que estamos atravesando tiempos felices. O que, simplemente, el aire huele a tierra mojada, a primavera inminente, al perfume que alguien que amamos dejó a su paso.
A fuerza de anticiparla y reglamentarla, hemos terminado por romper la felicidad. Y luego la embalsamamos. Porque estábamos convencidos de que no podía haber nada mejor. Hasta que un día nos encontramos repitiendo en voz baja la desgarradora queja del Canto V de la Divina Comedia: Nessun maggior dolore che ricordarsi del tempo felice ne la miseria.

También nos hemos ocupado de ponerle un bozal a la furia y pintarle con rouge una sonrisa a la tristeza. Escondemos la angustia como si fuera un estigma, y si tendemos a ser melancólicos, entonces algo está mal con nosotros; tal vez puedan medicarnos. Queda tan mal enojarse mucho como reír en exceso. Eso sí, leemos a diario que la risa cura, aunque parece que no tanta risa.
Contenemos el llanto con el mismo ahínco con que atajamos la vehemencia. No sea cosa que el pusilánime nos señale con el dedo y cuchichee a nuestras espaldas, como el que señala un vicio: "Es como muy apasionado, ¿no?".
A veces, la conciencia, solita y sin ayuda, contrasta todo el espectro (espectro, no espectros) de emociones y sintoniza con esa para la que ningún nombre sirve, excepto la palabra felicidad, esa que nace tanto del mediodía de la ventura como del abismo de la pena. Pero nos da pánico correr el riesgo, sacar las manos del timón.

La felicidad es como la lluvia. Si llueve sin parar, arruinará las cosechas y entumecerá el corazón. Soñamos con ser siempre felices y hartarnos de comer perdices, sin darnos cuenta de que sólo el dolor nos enseña a ser piadosos, porque uno no comprende la desgracia hasta que la atraviesa. El verdadero misterio parece ser no tanto la dicha propia, sino más bien la tragedia ajena.
Nos sentimos en la obligación de convertir la vida en una colección de momentos felices. No es así. Nunca es así. Para nadie es así. Primero, porque la felicidad no viene fraccionada, como los jabones o el café. Luego, porque ningún mar tranquilo ha formado buenos marinos. Y porque la vida es estar vivo, y estar vivo es sentir cosas. Lloramos a gritos un duelo inexplicable e inesperado y nos reímos a carcajadas con nuestros amigos. Nos indignamos. Nos enamoramos. Nos avergonzamos y decimos trágame tierra. Elevamos los brazos en una plegaria. Damos un portazo. Nos arrepentimos (y pedimos perdón).

Los años me han enseñado que es muy difícil ser hondamente feliz sin haber atravesado las largas noches invernales de la desesperación. Hoy empieza el invierno. Esta noche será la más larga del año. Después, suavemente, los días empezarán a alargarse. Sólo entonces volverá la luz.





Diario La Nacion. Argentina.

















jueves, 14 de diciembre de 2017

COMO CONEJOS




El Gobierno polaco anima a los ciudadanos a reproducirse como conejos


María R. Sahuquillo











Polonia, uno de los países más católicos de Europa, tiene un problema de baja natalidad. Parece que sin embargo quedaron atrás los tiempos de tener tantos hijos como mande Dios. El Gigante del Este, de 38 millones de habitantes, registra una de las tasas de natalidad más bajas de Europa, 1,2 hijos por mujer, de media. Y el Gobierno ultraconservador de Ley y Justicia ha emprendido una potente campaña para animar a los ciudadanos a aumentarla. La última iniciativa ha sido un anuncio en el que les insta a reproducirse como conejos. El vídeo, de medio minuto pone como ejemplo a estos mamíferos conocidos precisamente por su intensa actividad reproductiva.
 “¿Quieres saber nuestro secreto?”, pregunta el narrador/conejo en el clip, producido por el Ministerio de Sanidad. “En primer lugar, nos movemos mucho. En segundo, comemos bien. Tercero, no nos preocupan las cosas pequeñas. En cuarto, no bebemos (alcohol). Así que, si quieres ser padre sigue nuestro ejemplo. Se de lo que hablo: ¡Mi padre tuvo 63 crías!”, sigue.


La campaña, difundida por las televisiones nacionales y que ha costado unos 700.000 euros a las arcas públicas, se suma a otro paquete de iniciativas emprendidas para evitar el invierno demográfico, entre ellas su medida estrella: un subsidio de 115 euros al mes por hijo para todos los hogares y ayudas especiales para las familias numerosas.

El anuncio que muestra a conejos comiendo lechuga y zanahorias y también a una pareja humana disfrutando de un picnic romántico, ha levantado una oleada de críticas en Polonia. Algunos lo consideran “ofensivo”, “infantil” o “irresponsable”. También hay quienes recalcan que la petición del católico Ejecutivo polaco va en contra de las nuevas directrices del Papa. Hace un par de años Francisco ya abogó por una "paternidad responsable". "Algunos creen, perdonad la expresión, que para ser bueno y católico tenemos que ser como conejos”, dijo. Pero los técnicos, apuntó, aconsejan que la media “sea tres por familia” para mantener la población.

La exministra de Sanidad Ewa Kopacz reprobó la campaña y resaltó que el Gobierno de la primera ministra Beata Szydlo bien podría haber gastado esos fondos en programas para ayudar a personas con problemas de fertilidad.

El Gobierno  en su deriva autoritaria que preocupa seriamente a la UE, también ha puesto bajo el foco los derechos reproductivos: ha intentado endurecer aún más la ley del aborto, eliminó los programas públicos de fertilización in vitro y ha limitado la venta de la llamada píldora del día siguiente,  un anticonceptivo de emergencia.
El ministro de Salud, Konstanty Radziwill, ha defendido el vídeo: "Hay personas a las que no les gusta este simpático vídeo y entiendo sus sentimientos, pero creo que alimentar la pero creo que alimentar la discusión sobre el asunto (la baja natalidad) también es importante".















miércoles, 13 de diciembre de 2017

AUTORRETRATO




 Robert Mapplethorpe

 Fotógrafo







Robert Mapplethorpe, Autorretrato, 1988.















"Me dediqué a la fotografía por que se me antojó como el vehículo perfecto para ilustrar la locura del mundo actual "

"La belleza y el diablo son la misma cosa."

"Yo nunca hubiera hecho lo que había hecho si hubiera considerado a mi padre como a alguien a quien quería complacer."

















martes, 12 de diciembre de 2017

DIGITALIZADOS





Nuestro romance con lo digital ha terminado
 David Sax 














Hace una década compré mi primer teléfono inteligente: un pequeño y torpe BlackBerry 8830 que tenía una elegante funda de piel. Me encantaba ese celular. Adoraba la manera en que fácilmente entraba y salía de su funda, me encantaba la suave vibración que emitía cuando llegaba un correo electrónico, amaba el sonido silencioso de su rueda de desplazamiento mientras jugaba Brick Breaker en el metro y la sensación de sus pequeñas teclas bajo mis pulgares gordos. Era el mundo en mis manos y cuando lo apagaba me sentía solo y ansioso.

Como la mayoría de las relaciones en las que nos involucramos con el corazón agitado, nuestro romance con la tecnología digital nos prometía el mundo: ¡Más amigos, dinero y democracia! ¡La música gratuita, las noticias y el envío de toallas de papel el mismo día! Una risa por minuto y una fiesta constante en la punta de nuestros dedos.
Muchos de nosotros nos tragamos la fantasía de que lo digital mejoraba todo. Nos rendimos ante esta idea y confundimos nuestra dependencia con el romance, hasta que fue demasiado tarde.



Hoy, cuando mi celular está prendido, me siento ansioso y cuento las horas que faltan para que pueda apagarlo y relajarme de verdad. La aventura amorosa que alguna vez disfruté con la tecnología digital se acabó. Y sé que no soy el único.
Diez años después de que el iPhone nos sorprendiera por primera vez, es inevitable el aumento de la desconfianza en las computadoras, tanto en nuestras vidas personales como en la sociedad en general. Esta temporada de publicaciones está llena de libros que nos advierten sobre los efectos perjudiciales de la tecnología digital en nuestra vida: lo que los teléfonos inteligentes les están haciendo a nuestros niños; cómo Facebook y Twitter están erosionando nuestras instituciones democráticas; los efectos económicos de los monopolios de la tecnología.





Una encuesta reciente del Pew Research Center señaló que más del 70 por ciento de los estadounidenses estaban preocupados por el impacto de la automatización en los empleos, mientras que solo el 21 por ciento de quienes respondieron una encuesta de Quartz dijeron que le confían a Facebook su información personal. Casi la mitad de los milenials se preocupa por los efectos negativos de las redes sociales en su salud física y mental, de acuerdo con la Asociación Psiquiátrica Estadounidense.

¿Y ahora qué?

Por mucho que fantaseemos al respecto, quizá no borraremos nuestras cuentas de las redes sociales ni vamos a echar a la basura nuestros celulares. Lo que podemos hacer es recuperar un poco del sentido de equilibrio en nuestra relación con la tecnología digital, y la mejor manera de hacerlo es con lo analógico: el ying del yang digital.

Afortunadamente, el mundo análógico aún está aquí, y no solo está sobreviviendo, sino que en muchos casos está prosperando. Las ventas de los libros impresos tradicionales están aumentando por tercer año consecutivo, de acuerdo con la Association of American Publishers, mientras que las ventas de libros electrónicos han disminuido. Los discos de vinilo han tenido un auge de popularidad que ya lleva una década (más de 200.000 discos se venden cada semana en Estados Unidos), mientras que las ventas de cámaras de fotografías instantáneas, cuadernos de papel, juegos de mesa y boletos para espectáculos de Broadway están creciendo de nuevo.
Este sorprendente cambio de suerte para tecnologías analógicas aparentemente “obsoletas” a menudo se califica como una nostalgia por la época predigital. Pero los consumidores más jóvenes que jamás tuvieron una bandeja para escuchar discos de vinilo y tienen pocos recuerdos de la vida antes de internet son responsables de gran parte del interés actual en lo analógico, y a menudo este segmento abarca a quienes trabajan en las empresas más poderosas de Silicon Valley.

Lo análógico, aunque es más incómodo y costoso que sus equivalentes digitales, proporciona una riqueza sensorial que no tiene equivalente con nada de lo que se vive a través de una pantalla. La gente está comprando libros porque estimulan casi todos los sentidos, desde el olor del papel y el pegamento hasta la vista del diseño de la cubierta y el peso de las páginas leídas, el sonido que hacen al cambiarlas e incluso el sutil sabor de la tinta en la punta de tus dedos. Un libro puede comprarse y venderse, darse y recibirse, y también se puede mostrar en un estante para que todos lo vean. Puede detonar conversaciones y cultivar romances.
Los límites de lo análógico, que alguna vez se consideraron una desventaja, cada vez más se convierten en uno de los beneficios a los que la gente está recurriendo como un contrapeso para la fácil manipulación de lo digital. Aunque una página de papel tiene los límites de su tamaño y la permanencia de la tinta que lo marca, hay una eficiencia poderosa en esa simpleza. La persona que tenga una pluma mientras lee esa página tiene la libertad de escribir, hacer dibujitos o garabatear su idea como lo desee entre esas fronteras, sin las restricciones ni las distracciones que impone el software.
En un mundo de interminables cadenas de correos electrónicos, conversaciones grupales, mensajes emergentes o documentos e imágenes con miles de modificaciones, el jardín amurallado de lo analógico nos ahorra tiempo e inspira la creatividad. A los diseñadores web en Google se les ha pedido que utilicen papel y pluma como un primer paso cuando proponen ideas para nuevos proyectos durante los últimos años, porque eso da como resultado mejores ideas que las que comienzan en una pantalla.

En contraste con las “comunidades” virtuales que hemos construido en línea, lo analógico verdaderamente contribuye con los lugares reales donde vivimos. Lo analógico es perfecto sobre todo a la hora de animar la interacción humana, lo cual es crucial para nuestro bienestar físico y mental. La dinámica de un profesor que trabaja en un salón de clases lleno de estudiantes no solo ha comprobado ser resiliente, sino que una y otra vez se ha desempeñado mejor que los experimentos de aprendizaje digital. Lo digital podría ser extremadamente eficaz a la hora de transferir información pura, pero el aprendizaje ocurre de mejor manera cuando nos basamos en las relaciones entre estudiantes, profesores y compañeros.

No enfrentamos una simple decisión entre lo digital o lo analógico. Esa es la lógica falsa del código binario con el que las computadoras están programadas, la cual ignora la complejidad de la vida en el mundo real. En vez de eso, estamos ante una decisión de cómo lograr el equilibrio adecuado entre ambos. Si tenemos eso en mente, estamos dando el primer paso hacia una relación saludable con toda la tecnología y, lo más importante, entre nosotros.



David Sax es el autor de “The Revenge of Analog: Real Things and Why They Matter”.