Montero Glez
El viaje de Magallanes no sólo sirvió para demostrar empíricamente que la Tierra es redonda sino que también sirvió para poner en evidencia lo que se denomina la paradoja del circunnavegante y que inspiraría a Julio Verne en 'La vuelta al mundo en 80 días'
Hay una leyenda
urbana que sitúa a Cristóbal Colón intentando convencer a astrólogos y
matemáticos acerca de la redondez de la Tierra. Debido a la cualidad esférica
de la Tierra, a Colón le resultaría posible alcanzar el oriente navegando hacia
occidente. Algo así es lo que nos han contado.
Sin embargo, por
aquel entonces, la esfericidad de la Tierra había dejado de ser asunto
discutible. Se daba por hecho probado desde antes de los tiempos de Platón para
el cual, la Tierra era esférica. Fue el poeta Hesiodo, según Zenón, el primero
en señalar la redondez de la Tierra aunque para Diógenes el primero en
descubrirlo fuese Pitágoras. Eratóstenes el primero que la midió.
Incluso, tiempo después, en épocas más oscuras,
Dante elaboraría su Divina Comedia a partir del principio esférico de
la Tierra. En definitiva, desde los tiempos de los primeros filósofos, se
acepta la redondez de la Tierra y, por lo tanto, lo que discutía Colón con los
geógrafos de la corte no era otra cosa que la distancia entre Europa y las
Indias. Con todo, la leyenda urbana ha conseguido trampear la realidad de tanto
repetirse. Será con la expedición de Magallanes cuando se demostrará
empíricamente que la Tierra es redonda. Vamos a contarlo.
Fernando de
Magallanes fue un curtido navegante portugués que, dispuesto a circundar el
mundo, partió desde el Guadalquivir al mando de una expedición de cinco naves
donde iban repartidos 237 hombres, en su mayoría aventureros y prófugos con
ganas de poner rumbo a la otra cara del mundo en un viaje que borrase para
siempre sus delitos. Era el mes de agosto de 1519. Regresarían tres años
después, cuando el tiempo ya había borrado sus huellas y nadie los creía vivos.
Fue el 8 de septiembre de 1522, la fecha en la que la nao Victoria apareció
haciendo agua. A bordo iban 18 sobrevivientes. Fernando de Magallanes había
muerto por una flecha envenenada que le lanzaron los indígenas de las islas
Filipinas. En su lugar, un andrajoso Juan Sebastián Elcano era el nuevo jefe.
Se trataba de un
marino guipuzcoano, hasta entonces prófugo de la justicia, al que el rey Carlos
V le concedería un escudo de armas donde aparece un globo terráqueo con una
leyenda en latín: Primus circumdedisti me (Fuiste el primero en
circundarme). Antes de su regreso, en una de las Islas de Cabo Verde, la
denominada San Jacobo, donde largaron el falucho a tierra para avituallar, se
hizo inventario de las pérdidas. Uno de los supervivientes, el cronista de la
expedición, Francisco Antonio Pigafetta, había completado su día a día escribiendo
un relato de los hechos ocurridos en la aventura y que se publicarán bajo el
título de Relación del primer viaje alrededor del mundo, también conocido
como Relación de Pigafetta.
En el citado
trabajo, Pigafetta nos cuenta que vio muchas clases de pájaros, incluso peces
voladores y llegó a tierras donde sus habitantes le cambiaron, por un anzuelo,
cinco o seis gallinas y por un naipe, el rey de oros, otras tantas gallinas
“con el temor, aún, de haberme engañado”. Para ellos, los recién llegados
habían descendido del cielo. Según nos sigue contando Pigafetta, también
llegaron a tierras de gigantes donde un dolor de cabeza lo curaban metiéndose
una flecha por la boca y removiendo el estómago hasta vomitar una pasta verde
cubierta con sangre, tras la ingesta de una especie de cardo.
Pigafetta anotaba
todo, no dejando escapar asunto alguno en su cuaderno. Por ello, cuando
llegaron a San Jacobo, una vez en tierra, preguntaron en qué día estaban y los
portugueses dijeron que estaban a jueves 10, entonces Pigafetta se dio cuenta
de que para él y para los tripulantes era aún miércoles 9 de julio. “Yo mismo
había escrito cada día sin interrupción, por no haberme fallado la salud”
escribe Pigafetta para resaltar, a continuación “Pero, como después nos fue
advertido, no hubo error, sino que, habiendo efectuado el viaje todo rumbo a
occidente, y regresando al lugar de partida (como hace el Sol, con exactitud),
nos llevaba el Sol veinticuatro horas de adelanto, como claramente se ve”.
Es decir, que aquel
viaje no sólo sirvió para demostrar empíricamente que la Tierra es redonda sino
que también sirvió para poner en evidencia lo que se denomina la paradoja del
circunnavegante y que inspiraría a Julio Verne a la hora de escribir su novela
titulada La vuelta al mundo en 80 días. Recordemos el momento en el que su
personaje principal -Phileas Fogg- volvió a Londres creyendo que por cinco
minutos había perdido su apuesta. Pero su sorpresa llegó cuando se dio cuenta
de que había alcanzado Londres un día antes de lo previsto y, con ello, no
había perdido la apuesta, sino que la había ganado.
Phileas Fogg se
había adelantado un día, pues, siempre viajaba hacia el Este y, por cada grado,
ganaba cuatro minutos. De esta manera, los 360º de la circunferencia planetaria
multiplicados por 4 son igual a 1.440 minutos que, si los dividimos entre 60
minutos que tiene una hora, nos dan un resultado de 24 horas.
De: El hacha de Piedra. Diario El País. España
El hacha de piedra es
una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio
particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son
formas complementarias de conocimiento.
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