Incidente *
Alejandro Schleh
Salimos de la siesta profunda del vino acatando al mismo tiempo la
orden de mando que nos imponía desalojar la carpa de inmediato.
Estábamos rodeados por una
decena de hombres, algunos uniformados y otros no, que nos apuntaban listos
para disparar. Habían llegado en una camioneta y en una Estanciera cuyos
motores oímos en medio de los sopores, entresueños.
Creo que nunca voy a olvidar la cara de temor del primer efectivo
que pude ver mirándome directamente a los ojos apenas abrí la puerta de tela de
la carpa corriendo el deslizador de su cierre a cremallera. Sus ojos claros y
su pelada, la piel clara curtida por el sol de sus antebrazos fornidos, su
cabeza esférica de peón de ajedrez, y su cuerpo regordete de estatura escasa.
Estaba visiblemente nervioso además de atemorizado y me hizo sentir que al
menor traspié podríamos morir acribillados. Así que mis movimientos fueron
todos lentos y controlados. Medí cada paso al caminar sobre la hojarasca para
no tropezar con alguna rama mientras el apuntaba con su ametralladora.
Evidentemente estaban preparados para dar respuesta pronta a una agresión que
no llegó.
Una vez que nos hubieron palpado y luego de revisar el interior de
la carpa dando vuelta colchones y tirando ropa por todos lados, nos metieron en
la camioneta doble cabina y partimos en dirección a Monte. Todo fue algo más
relajado, sobre todo para ellos, pasado el momento peligroso del allanamiento,
y distendidos empezaron a sospechar que difícilmente fuésemos quienes algún
sabio haciendo “inteligencia” pensó que podríamos ser. Sospechaban bien, pues
lejos estábamos de ser miembros de una célula del ERP o las FAR o Montoneros.
Durante el corto viaje encontramos varios motivos de risa al comprobar que los
hombres en cuyas manos estábamos, rústicos y elementales, no llegaban a
comprender algunas de las cosas que decíamos, que aunque en el mismo idioma,
les resultaban extrañas. Todo nuestro futuro pintaba como un trámite que ya
conocíamos de antemano. Algunas explicaciones, documentos, etcétera. No
teníamos nada que temer con nuestras conciencias limpias.
Juntos o por separado, ambos habíamos pasado por distintas experiencias en comisarías y
calabozos, y la costumbre de sembrar pistas surrealistas o provocativas con
cara de tontos era algo casi instintivo para nosotros y nos salía con
espontaneidad. El juego de auscultar las mentes de los demás una necesidad;
teníamos tiempo de sobra aquel día de sol
para desarrollar las diligencias deportivas que conocíamos al dedillo.
Formábamos con Juan un buen equipo, nos entendíamos con sólo mirarnos o sólo
escuchar alguna cosa desopilante que cualquiera de los dos relataba a algún
absorto agente de policía o del ejército.
Quedó aclarado de alguna manera el por qué y para qué de aquel
helicóptero que escasas horas antes nos había sobrevolado. El operativo les
había dado resultado negativo. No éramos guerrilleros.
En rigor de verdad, sin quererlo, habían golpeado cerca; al
“agitador” lo teníamos a seiscientos metros de nuestra carpa, viviendo como
escondido en el monte. Un artista como Juan Carlos, por trotzskista que fuese,
no daba para movilizar y hacer despegar un helicóptero como lo hicieron; se
dedicaba a la escultura y a la decoración. Una cuestión simple de
costo-beneficio teniendo en cuenta el precio de la nafta. Lo corroboraron
tiempo después; la vez que lo tuvieron secuestrado por tres días y casi lo
mataron, para abandonarlo luego maltrecho y tirarlo desmayado entre los pastos
de una banquina. Nada pudieron sacar de él.
El hombre de estatura
mediana tirando a bajo, de finos bigotes, tez oscura y algo panzón, es decir un
Ñancul con uniforme de policía, irrumpió abruptamente en el salón donde estábamos
depositados. Era un lugar despojado de muebles, de paredes amarillo claro,
pinotea descuidada, y dos amplios ventanales -de dos hojas cada uno- con marcos
color madera. Sin cortinas en los vidrios, nacían a la altura del metro y
seguían sin solución de continuidad casi hasta un techo prolijamente blanqueado
y rematado por un rosetón de yeso en su centro desde donde pendía colgada, de una
cadena ordinaria, una tulipa de opalina. Un absolutamente luminoso ambiente sin
rejas en las ventanas desde donde se podía ver la calle y vereda limpias de un
pueblo tranquilo. Una construcción de principio de mil novecientos.
Estuvimos sentados por un rato en un largo banco de madera sin
respaldo -el único que había- ubicado contra una de las paredes. Y un adorno
solitario, una imagen de San Martín portando la bandera colgado en la de
enfrente, dio destino a nuestros ojos.
Ñancul entró con paso firme, se paró a unos tres metros de nosotros
y mirando fijamente a Juan, que en esa época tenía pelo y entonces era un rubio
con ojos claros preguntó: ¿Quién es el norteamericano?
Debió girar levemente la cabeza cuando forzando una tonada de
timidez respondí: “It’s me”, como si el inglés se me hubiese escapado desde lo
más profundo del inconsciente, a lo que
luego agregue rectificando el idioma: “Perdón, yo”.
* De 'Bosque Alegre' ( MONTE). Fragmento.
Miss Musa,
ResponderEliminarte agradezco una vez más incluir pasajes de mis cuentos cortos en tu blog. Y éste, por si no lo sabías, es un relato autobiográfico. No sé si a alguien pueden interesar relatos autobiográficos de un desconocido, aunque esta parte publicada, podría servir, literatura aparte, como documento de la manera que se vivía aquella época arbitraria y demente en que instituciones desmadradas cometían abusos en un país sumido en la anarquia. Vino el "golpe" después de esto y todos sabemos como terminó su proceso. Época de desencuentros, locura y arbitrariedad desenfrenada.Tengo, en ese relato de Monte, otros pasajes que nada tienen que ver con esta historia de locura; asuntos de madera y motosierras, vida al aire libre y personajes entrañables. A. Schleh
Lo sé Alejandro, he leído Bosque Alegre y la elección de este fragmento no es casual. Más allá de su valor literario tiene ese valor agregado, es un documento de aquellos tiempos previos al golpe, en ese país anárquico. Vivimos otros que tal vez sean recordados de parecida manera en unos años, hoy 13 de diciembre se habla de la ‘trata de personas’ a raíz de un fallo judicial inesperado. Sin embargo convivimos con ella y la desaparición forzada de seres humanos, mujeres en su mayoría, niñas y niños, jóvenes…cambian los modos pero no cambiamos. Triste reflexión de hoy que espero nos sirva para el mañana, los mañanas.
EliminarCompartiremos más de ese Monte, de ese Bosque Alegre con sus personajes llenos de ideales. Historias y personajes entrañables... por todo ese compartir yo te doy las gracias.
Agrego: Mi recuerdo por María Cash y todas las Marías in nombradas.
ResponderEliminarMaría Cash, el 15 fue su cumpleaños; dondequiera que esté. A.S.
ResponderEliminarNada cambiará se profundizará el ' Modelo' y la inclusión social será de esta manera. El país haciendo agua, hundiendose. R.
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