jueves, 31 de octubre de 2013

PAPEL, PAPEL IV





Personajes de Villa Crespo

Alejandro Schleh







Lejos estaban nuestros empleados varones –las mujeres no se dedicaban a “berreteras” en aquella época todavía tocada por el tango-, de las actividades a que se dedicaban algunos habitantes del barrio que se reunían en el confitería bar El Carioca de la esquina de Córdoba y Lavalleja y otros aledaños como el de Av. Córdoba y Canning. Ser “berretero” era un oficio totalmente masculino. 

Poseedores de una imaginación inagotable al servicio de la estafa y el engaño, los “berreteros” pintorescos de Villa Crespo que salían a trabajar por Palermo, Chacarita, por todas partes, estos vecinos nuestros especialistas en cuentos del tío, simpáticos, ingenuos cazadores de ingenuos, parecen haber disminuido en cantidad. La delincuencia se fue acercando de a poco a las turbulentas aguas de la peligrosidad y la marginalidad.
Eran cuenteros especialistas en vender artículos adulterados como el café que dejaban secar al sol y que cosechaban en los mil bares de Buenos Aires y envasaban en bolsitas robadas a Bonafide. Vendedores de cacerolas con lastres ocultos para que pareciesen de gran calidad y que se agujereaban al rato de ser expuestas al fuego, de cubiertos que se doblaban u oxidaban en quince días. O de mesitas chinas que fingían ceder por migajas a los automovilistas ambiciosos de hacer alguna pichincha para lo cual se vestían con guardapolvos grises o azules simulando pertenecer a una empresa que les adeudaba varios meses de sueldo y les había permitido comercializar en la calle algunos de sus productos para saldar parte de la deuda; ese era el cuento. También vendían camisas apiladas y estiradas sobre cartones que solo constaban de pecho y cuello, siendo la primera de la pila, la única verdaderamente entera, las ofrecían a bajo precio a dueños de casas de ropa de hombre.
Las características tan demoledoramente porteñas de los “berreteros” distaban de ser las de aquellos muchachos simples que habitaban el conventillo. Llegados del campo, de Tucumán o de alguna parte de Santiago del Estero, Juan y el marido de Argelia, nunca podían haber sido contagiados por aquel clima de trampa que se respiraba en el barrio y del cual me hizo percatar mi mecánico nativo de la zona que atendía en la vereda pues carecía de local. Sobre el desparejo empedrado trabajaba Jorge, casi  en la esquina de Sufra, hasta que terminó mudándose a la calle Estomba en Villa Urquiza. 

Era Villa Crespo un barrio normal pese a los cuenteros del tío que eran su folklore. Tranquilo y mediterráneo nadie soñaba aún con rebautizarlo Palermo Hollywood  o lo que fuere. No existían aún los outlets a lo largo de la Av. Córdoba.
Barrio de nacionalidades, donde sus judíos y turcos convivían pacíficamente con descendientes de españoles, italianos o polacos. Toda gente buena y trabajadora. Como el judío que tenía su depósito de electrodomésticos pegado a Lerma 160 y con comercio de venta al público en Lavalleja y Corrientes. Como el contador de al lado, pegado al otro costado de nuestra casa chorizo, que era pelado y los pocos pelos que tenía los peinaba con gomina y le recorrían la superficie de la cabeza tratando de ocultar la calvicie declarada, padre de una hija llamativamente encantadora. Como Jorgito, que no era mogólico, pobre, nuestro vecino portador de alguna tara que no se sabía si tenía quince o veinticinco años con su boca siempre entreabierta y babocienta y su sonrisa instalada de malicia ingenua, de dientes grandes y dispuestos de cualquier manera, que cumplía obedientemente con las picardías encomendadas por la barra de enfrente. Jorgito, que casi siempre estaba en la vereda y hacia pis delante de cualquiera y las madres apuraban el paso para que sus hijas de nueve o diez años no mirasen el espectáculo, además de lo del pis, a veces, se bajaba los pantalones hasta las rodillas y lo hacía como gracia pues la pandilla de enfrente se lo había enseñado y lo instaba a hacerlo, desde la distancia, cada vez que un par de chicas lindas se le acercaban caminando y él se divertía con la broma y las chicas se hacían las que no veían y disimulaban no ver semejante dotación; porque eso también era parte del chiste, hacer que mostrara el tamaño de su miembro fláccido de burro moviéndose como un badajo. A veces los de la barra de enfrente le tiraban cohetes a los pies y Jorgito se iba corriendo y se metía en su casa llamando a su madre; llorando a los gritos.

También estaba Sufra. Sufra vivía en una casa de bajos que era esquina en Lerma y Julián Álvarez; al lado de Jorge, mi mecánico. Una puerta de entrada al local en la ochava, cerrada, dos pequeñas vidrieras, una de cada lado de la misma con las persianas bajas. Sobre ambas calles, sendas vidrieras también cerradas y por fin, sobre Lerma, más allá de la vidriera, la puerta de acceso a su propiedad.
Sufra vestía siempre con saco, camisa y corbata, y cada tanto abría la puerta de su domicilio que daba sobre Lerma y miraba por un breve periodo de tiempo la calle arbolada de plátanos luego de lo cual se metía para adentro. Un sirio-libanés o algo parecido, alguien nacido en alguna parte de por allí, por medio oriente, comerciante de toda su vida que ya estaba jubilado. Vivió con su hermano y socio hasta el día en que éste murió. Solteros empedernidos, no tenían familia ni amigos que se les conociese. Así fue que este hombre bajo, siempre de saco y corbata, de tez oscura, de cejas anchas entrecanas, pelo de gris a blanco bien corto y cortado a lo Mario Baracus, se quedó solo en el mundo. Lejos de su Líbano o de alguna parte de por allí, de los dátiles, el anís y los desiertos áridos. Quizá por eso estaba casi siempre con el seño fruncido, agobiado por la nostalgia y la soledad, rodeado de gente extraña que no tenía el culto del trabajo como él. Nostalgia por sus tierras lejanas. Incrédulo de las verdades irrefutables que no podía comprender. 
Como que los criollos son gauchos incapaces de sembrar un tomate en una tierra desbordante de nutrientes. Como que los porteños se creen vivos y no son más que unos patanes improductivos. Quizá eso lo había convertido en un cascarrabias intolerante. Tal vez, siempre había sido así, sólo porque sí. Cascarrabias. Se asomaba a la puerta en cada oportunidad en que una de las cortinas bajas de su comercio de la esquina, cerrado para siempre, recibía un pelotazo. Desde allí vociferaba contra la barra que se desternillaba de risa, frases que se le entendían bastante poco pues se ve que no había perdido el acento del idioma de su país natal. Le hacían pasar momentos de enorme tensión a este pobre hombre cuando los pelotazos se repetían uno tras otro de manera intencional. Irremediablemente salía una y otra vez a gritar las cosas inentendibles. A veces amenazaba a los agresores con un palo con un cepillo en la punta. Tendría unos setenta, setenta y cinco años, un poco grande ya para vivir en ese estado de excitación. Pobre Sufra. Fue bautizado de esa manera por los chicos que le tiraban cohetes, petardos y rompe portones, a escaso metro, metro y medio de los pies cuando abría su puerta y se asomaba a protestar. Sufra!, le gritaban. Sufra sufría de verdad. Y no sé si alguna vez su español le habrá permitido leer, entender lo que decían las innumerables leyendas que decoraban las paredes de su casa, graffitis y murales. De todos los tamaños y colores las leyendas. Todas decían en alguna parte la palabra “sufra”. O sólo el vocablo de referencia. A veces SUFRA con mayúscula, otras con minúscula, según fuera que lo nombraran, o en modo imperativo le ordenasen sufrir.



 * De 'Un asunto de Papel Higiénico'. 
    

    Fragmento








miércoles, 30 de octubre de 2013

BUNGE



'En dictaduras, los intelectuales fueron sumisos'

Reportaje a Mario Bunge.*

Magdalena Ruiz Guiñazú









Con unos espléndidos y primaverales 95 años (los cumplió el 21 de septiembre), el doctor Mario Bunge visita Buenos Aires durante todo octubre para coordinar el Seminario de Filosofía de la Ciencia en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y preparar su autobiografía.
Frente a un café, apenas aliviado con un sorbo de leche fría, este hombre que acumula 19 doctorados honoris causa y cinco profesorados honorarios, y que fue premiado con el galardón Príncipe de Asturias en Humanidades, se interesa en cada pregunta y responde con minuciosidad acerca de tópicos tan fascinantes como, por ejemplo, el miedo.

—En sus libros (el último, “Filosofía para médicos”, Editorial Gedisa) señala que el miedo siempre constituyó un arma de dominio, sobre todo por parte de aquellos que fueron incapaces de inspirar respeto.

—Sí, absolutamente. Fíjese que, por ejemplo, fue una de las armas usadas por los nazis. Acuérdese de lo que dijo Goering cuando le preguntaron en el juicio: “¿Cómo se las arreglaban ustedes para convencer al pueblo alemán de que transitaban por la vía correcta?”. Y Goering contestó: “Fue muy fácil: los convencimos de que estaban bajo un ataque, cercados y que era menester contraatacar”. Algo muy fácil. Cuestión de convencer a la gente metiéndole miedo hacia un presunto enemigo.

—Y en ese caso, ¿quién era el enemigo?

—Ah, el resto del mundo. Pero, sobre todo, los eslavos, los judíos, los demócratas. Ni hablemos de los comunistas y los socialistas. A pesar de que los socialistas alemanes eran bastante mansos, también cayeron ellos. No, en cambio, la iglesia católica, que fue cómplice de ellos. También los protestantes fueron cómplices. Muy pocos prelados de ambas iglesias se rebelaron contra esa prédica.

—¿Es por eso que en su libro “Provocaciones” usted dice que los códigos religiosos, morales y legales no son sino manuales de gestión del miedo?

—Sí, sí. Inspiran miedo aunque, en realidad, nunca dan razones. Simplemente hablan de cuáles serán las sanciones a que nos veremos sometidos si cometemos tal o cual cosa. Además, fíjese usted en la filosofía del Derecho. No solamente en la Argentina, sino en todas partes (la Alemania nazi, Inglaterra, Estados Unidos y la ex Unión Soviética) esto es un procedimiento jurídico según el cual la ley es la ley, y como tal, hay que cumplirla sin rebelarse. No hay que hacer argumentos morales en los juicios tribunalicios. Eso es positivismo jurídico. Yo me enorgullezco de haber publicado un artículo excelente contra él en mi revista Minerva, en 1945. Justamente el filósofo y jurista rosarino José Juan Bruera (poco conocido en Buenos Aires), con una claridad meridiana, me enseñó en aquellos años lejanos lo que significaba este positivismo jurídico que se sigue dando. Esto ocurre prácticamente en todas las facultades de Derecho, con una excepción: los escandinavos no lo aceptan. 

—¿Hay una definición para esto?

—Sí: es la doctrina que sostiene que la ley positiva es la que obliga, es la que debe aceptarse sin discusión pero que no tiene nada que ver con la moral. Y, a propósito, el positivismo jurídico no tiene absolutamente nada que ver con el positivismo filosófico. A veces se los confunde pero, insisto, no tienen nada que ver. .

—Es para quedarse pensando… Y recordemos que el pueblo alemán en aquel momento era considerado el pueblo de Goethe, uno de los más cultos de la Tierra. Cabe preguntarse: ¿qué ocurre realmente en estos casos?

—Fíjese que, efectivamente, ese pueblo más culto de la Tierra, al comenzar la guerra tenía 50 mil ciudadanos con doctorados universitarios, mientras que Inglaterra sólo contaba con 10 mil. Incluso Francia tenía muchos menos. Pero, al mismo tiempo, los alemanes estaban más influenciados por los gobiernos y la filosofía de Kant, que enseña, básicamente y ante todo, a obedecer. Entre decir la verdad y obedecer, hay que obedecer. 
Bunge esboza un gesto con los hombros: 
—Bueno, como los jesuitas. Mire, pueblos muy disciplinados como, por ejemplo, los japoneses, obedecían ciegamente las órdenes del emperador. Acuérdese de los kamikazes. No eran fanáticos. Eran casi todos opositores al gobierno, pero el sentido del deber los empujaba. Eran pilotos suicidas tanto en sus aviones como en los submarinos. Eso es la obediencia a los programas establecidos.

—En este caso, obediencia ciega, porque ¿cómo se explica siendo adversarios del gobierno?

—Sí, es curioso. Los kamikazes sabían que se sacrificaban. Eran casi todos estudiantes democráticos, pero en sus ideas y en sus reacciones no eran congruentes. Acuérdese de los períodos dictatoriales en la Argentina: ¿cuál era la actitud de los intelectuales que se quedaron? Casi todos fueron sumisos. Durante la Segunda Guerra Mundial, ¿quiénes hablaron contra el nazismo? Muy pocos. Entre ellos mi padre, Augusto Bunge, que fue varias veces encarcelado por esto. Después del golpe de Estado de 1943 lo encarcelaron por ser el presidente de la Federación Argentina de Sociedades de Ayuda a los Aliados. ¿Y quiénes fueron los intelectuales que se animaron a hablar? ¿Borges? No. ¿Bioy Casares? No. Eran todos antinazis, pero antinazis de palabra. Nunca asistían a un acto ni firmaban un manifiesto. Tampoco encabezaban manifestaciones. Nosotros los socialistas salíamos a la calle y nos hacíamos apalear por la policía.

—¿Y quiénes eran los intelectuales que se oponían al nazismo?

—Ninguno importante. Eran intelectualmente de segundo nivel. Había muy pocos científicos. Recuerdo que en 1944 fui a ver a León Dujovne, un filósofo de quien fui colega y a quien respetaba, y también autor de una obra muy importante sobre Spinoza. Fui a pedirle que colaborara en mi revista Minerva, que se oponía al nacionalismo que venía importado de Alemania. Se negó. Se negó por miedo. La gente tenía miedo. La enorme mayoría tenía miedo.

—El miedo suele ser, también, paralizante.
—Absolutamente.
—Tan absolutamente que, como usted lo señala, nos olvidamos como seres humanos de reivindicar la salud como un derecho. Se convierte en un privilegio. Cabe pensar por qué ocurre esto.

—Tradicionalmente, por conceptos antiguos, había dos medicinas: una para ricos y otra para pobres. Y la mayor parte de los pobres no ha tenido acceso a una buena asistencia médica. Acuérdese de que las primeras leyes de asistencia médica gratuita fueron votadas en Alemania, Austria y luego en Inglaterra, recién a fines del siglo XIX. El movimiento de los higienistas nació en los comienzos del siglo XIX; fue muy importante, y participó en él un importante número de médicos argentinos de todas las ideologías. No solamente los socialistas como mi padre y el doctor Juan B. Justo, sino también radicales y conservadores. Y esto ocurrió porque sabían no sólo que la salud es un derecho, sino que es malsano vivir entre enfermos. Que para tener una mano de obra calificada eficiente hay que tener obreros sanos. Los ingleses apoyaron esto. ¿Por qué? ¿Porque sentían lástima por los pobres? No. Churchill era conservador pero quería un Imperio Británico fuerte, para lo cual se necesitaban soldados sanos. ¿Y qué pasó? En Manchester, a fines del siglo XIX, había una conscripción para soldados voluntarios, y las autoridades y los médicos, que revisaron a unos 15 mil postulantes, tuvieron que rechazar a todos. Eran jóvenes, pero con mal estado de salud, desnutridos, con pocos dientes, débiles. En cambio, si se comparaba esta situación con la de los cadetes de la Marina británica, la diferencia era obvia: los cadetes comían tres comidas calientes por día, su salud era bien cuidada y su estatura era considerablemente mayor que la de sus compatriotas de tierra. No solamente Churchill advirtió esto. Bismarck también. Lo mismo ocurrió en Austria. Por lo tanto, allí y en Alemania, Gran Bretaña y Francia comenzó la asistencia sanitaria masiva. En los Estados Unidos ocurrió con los republicanos. Y, gracias al movimiento de los higienistas que le mencionaba recién, en la Argentina se construyeron hospitales gratuitos en muchas ciudades. De la misma manera que la enseñanza fue gratuita, la asistencia sanitaria también tuvo esa característica. Uruguay fue el primer país sudamericano que puso en práctica el Estado de bienestar, en 1910.

—En su libro “Provocaciones” usted también señala que, aun actualmente, el europeo occidental puede vivir el doble que el habitante de Afganistán, Mozambique o Sierra Leona.

—Sí, sí. Como usted sabe, la longevidad se ha triplicado en el curso de los últimos 200 años. Hemos pasado de treinta a ochenta años.

—¿Y cuáles son los pueblos más longevos?

—Ante todo, el japonés. Luego, los escandinavos y los franceses. El resto viene bastante rezagado, aunque en Europa Occidental la distancia no es muy grave porque después de la Segunda Guerra Mundial todos ellos adoptaron el esquema escandinavo. Es decir que, ante todo, las pensiones para los ancianos o los inválidos son generosas en muchos países. En segundo término, le diría que la atención médica y la educación son gratuitas incluso para los inmigrantes. Yo he conocido argentinos que han llegado a esos países con diferentes becas universitarias y han quedado integrados al sistema social local. Esto, por ejemplo, ha ocurrido en Estocolmo, en Upsala (un ex alumno mío acaba de jubilarse allí), pero también hay una pequeña minoría xenófoba que proclama que les quitan puestos de trabajo. Esto es una mentira, porque los inmigrantes aceptan trabajos que los nativos no están dispuestos a hacer. Trabajos muy duros, como ocurre aquí también. En nuestro país, los bolivianos y paraguayos suelen hacerlos.

—Pasando a otro tema, al leerlo observamos que usted se refiere en términos muy duros a la psicología. Habla del “psicomacaneo”.

—Ah, no, no; la psicología es una cosa y el “psicomacaneo” que se practica en Argentina es otra. Lo mismo que la química es una cosa y la alquimia otra. Lo que hacen aquí es alquimia. Lo que se enseña en las facultades llamadas “de Psicología” es macaneo puro.

—¿Por qué?

—Porque no hacen experimentos. Porque hacen afirmaciones dogmáticas. Porque no tienen en cuenta el cerebro (lo ignoran completamente). ¿Cómo puede alguien recibirse de doctor en psicología sin haber estudiado neurociencias? Psicología moderna es una ciencia cognitiva. Al ser puramente espiritualistas (como en la Edad Media), no entienden qué es lo que pasa y poco pueden actuar eficientemente, con eficacia, sobre el cerebro. Usted sabe que, por ejemplo, el fundador del Partido Socialista, Juan B. Justo, fue uno de los primeros neurocirujanos en una época en la que se conocía muy poco –Bunge se ríe–. Piense lo que sería haber caído en manos de aquellos cirujanos. En todo caso, el psicoanálisis murió en todas partes del mundo menos en Buenos Aires, París y Barcelona. Murió, en primer término, porque era demasiado caro, y en segundo, porque fue desplazado por la psicología científica. Recordemos que en las grandes universidades, como Stanford y Berkeley, no se hace psicoanálisis. Esa era una curiosidad histórica. Se enseña psicología. No tiene nada que ver con el psicoanálisis. Freud fue psicólogo. El peor psicólogo del siglo pasado. No se ocupó de ninguna de las dolencias mentales más comunes. Por ejemplo, la depresión, la angustia. Hizo recomendaciones ridículas como, por ejemplo, aquella que le indicó a una princesa griega a la que aconsejó extirparse los ovarios por ser neurótica (tal como recomendaba Charcot). Y como Charcot era muy famoso, a sus pies se postraban Freud y Jung como si se tratara de un gran sabio.

—Sin embargo, perdón; si mal no recuerdo, Charcot es el primero que instituye la salud mental en los hospitales de Francia.

—No, no. El primero fue Philippe Pinel, un discípulo de los enciclopedistas que en 1798 se hizo cargo del hospital de la Salpêtrière, donde había 15 mil insanos. Logró que se dejara de castigar a los locos, porque se los golpeaba, se los sometía a duchas heladas para calmarlos. Pinel exigió que se los tratara humanamente. Claro, no se podía hacer mucho. En aquellos años la psicología estaba todavía muy retrasada. Pero, más tarde, Freud y sus acólitos realmente fueron criminales. De una ignorancia y una arrogancia increíbles. Acuérdese del programa que tenía Freud para hacer una facultad de Psicoanálisis: en su plan de estudios no figuraban las neurociencias. Ni siquiera la psicología experimental. Algo totalmente oscurantista… La pregunta es: ¿por qué prendió tanto en la Argentina? Bueno, porque Argentina es un país típicamente conservador.

—Pero también prendió en el mundo entero. En Francia, en Viena tan luego.

—Prendió en tiempos de decadencia. Y en Francia prendió en los tiempos de posguerra. No en los anteriores, cuando todavía quedaban científicos. En todo caso, ése no es el criterio. La popularidad no es el criterio de la verdad. El criterio de la verdad es la experiencia controlada de dos tipos: primero experimenta para saber cómo reacciona el animal. En particular, el ser humano, frente a tales o cuales esquemas o a tales y cuales drogas. Justamente, en el caso de las drogas ningún psicoanalista ha hecho experimento alguno, y eso que el psicoanálisis lleva ya 110 años engañando a la gente. En cambio, los alquimistas hacían experimentos. No tenían ideas, pero por lo menos hacían experimentos.

—Pero, doctor Bunge, los alquimistas experimentaban en probetas. ¿Qué tipo de probeta debería tener un cerebro humano?

—El cerebro mismo. La medicina experimental empezó con Claude Bernard, más o menos en 1850, y los psicoanalistas jamás hicieron medicina experimental. Y los experimentos de Claude Bernard revolucionaron la medicina porque por primera vez se pudo saber cuáles eran los mecanismos de algunas enfermedades. Mecanismos de todo tipo. Los psicoanalistas no hablan de mecanismos.

—Entonces, por ejemplo, ¿cómo califica usted la liberación de una angustia a través de la palabra?

—No, no… Mire, un buen consejo puede dar una ayuda, le puede dar una mano. Un consejo puede venir de un amigo, un pariente o un sacerdote, pero los casos difíciles son los casos de psicosis y los especiales. Si no lo tratan bien, un depresivo puede suicidarse. Recuerde que uno de los fundadores del psicoanálisis argentino, Pichon-Rivière, y Arminda Aberastury se suicidaron. Si hubieran estado en manos (no de psicoanalistas, es decir, no en sus propias manos) de un médico biológico, como Facundo Manes o Mariano Sigman... Actualmente hay dos centros de psicología científica: uno está en la Facultad de Ciencias (en el departamento de Física) y el otro es Ineco, que también trabaja en la Fundación Favaloro. Fuera de eso no hay nada. Es un vacío completo, pero por lo menos ellos han empezado hace unos diez años. El resto era macaneo, a pesar de que hubo un buen comienzo en 1910 cuando Ingenieros publicó, en francés, el Manual de Psicología Fisiológica. Pero Ingenieros era el divulgador. Hacía psiquiatría a la antigua. No era un investigador original. También hubo aquí neurocientíficos, pero que no se ocuparon de psicología. Por ejemplo, uno de ellos fue un alemán, Christopher Jacob…

—Pero me permito insistirle en la liberación de la angustia a través de la palabra. Quienes hemos experimentado lo que significa formular en palabras esa angustia sentimos que ha sido una experiencia muy fuerte.

—El psicoanálisis no puede tratar ninguna de las enfermedades mentales realmente serias, importantes. Por ejemplo, la depresión. Por ejemplo, las alucinaciones. Enfermedades verdaderamente difíciles. Para eso hay que saber neurociencias. Y esta gente no sabe. Jamás en su vida han estudiado el cerebro. Es un criterio que se remonta a la antigüedad: los egipcios, por ejemplo, creían que la única función del cerebro era segregar mocos. Y esta gente de hoy, bueno, no son científicos. En psicología están atrasados 200 años. Pinel, a quien mencioné antes, sabía y lo dijo explícitamente: “Las enfermedades mentales son enfermedades del cerebro”. ¿Algún psicoanalista cita a Pinel? No. Porque Pinel va justamente en contra del macaneo libre. ¿Qué significa “libre”? Que no está circunscripto en datos y experimentos médicos serios.


*Diario Perfil

martes, 29 de octubre de 2013

SONRÍE...!


El Poder de una sonrisa...

Pilar Jericó


Si colocamos a una cría de mono enfrente de dos humanos que no conoce, uno que le sonríe y otro que no, el animal se irá siempre con el primero. Motivo: la sonrisa es el pegamento social. Sonreír nos acerca al resto de personas (y al resto de los mamíferos, podemos añadir). Evidentemente, estamos hablando de sonrisas genuinas, no las artificiales que se saben que no son sinceras y que también percibimos. Ahora bien, la ciencia está descubriendo que la sonrisa tiene muchas más ventajas de las que podíamos imaginarnos a priori. Ron Gutman, como experto en sonrisas, puede ayudarnos en descubrirlas. Ron lleva años estudiando de cerca el fenómeno y recopilando estudios sobre sonrisas, que ha recogido recientemente tanto en el artículo The Untapped Power Of Smiling, publicado en la  revista Forbes, así como en la charla que ofreció a través de TED  en 2011. Junto a él, la científica LaFrance y Dr. Niedenthal y su equipo están revolucionando la ciencia con sus estudios sobre sonrisas. Veamos algunas de las conclusiones más importantes: 

·      Dime cómo es tu sonrisa y te diré cuánto vivirás.

Investigadores de la  Wayne State University examinaron en 2010 fichas con fotografías de jugadores de baloncesto que procedían de las mayores ligas estadounidenses previas a los años cincuenta. Examinaron los datos vitales de cada jugador tratando de ligarlos a la longevidad de cada uno y encontraron que la envergadura de la sonría predecía la longevidad del jugador. Aquellos jugadores que no sonreían en las fotos vivían una media de 72,9 años, mientras que los jugadores que mostraban amplias sonrisas en las fotografías vivían una media de 80 años. La conclusión del estudio no significa que sea cierta la ecuación de sonreír = longevidad. Cuando una persona es risueña, actúan otras emociones de fondo que ayudan a que aumente nuestra esperanza de vida, como hemos ido comentando en el Laboratorio de la Felicidad.

·      La sonrisa es universal: aquí y en las tribus, sonreímos a menudo.

Paul Ekman, el mayor investigador de la historia de expresiones faciales, publicó en 1980 un libro con diversos estudios sobre expresiones faciales en tribus de Nueva Guinea. Elkman, con su espíritu curioso, se interesó por la tribu Fore, debido a que se encontraba completamente desconectada de la cultura Occidental (y que además era conocida por sus rituales caníbales… de esto último aspecto Ekman no habló) y encontró que los miembros de la tribu sonreían en las mismas situaciones que lo hacemos en Occidente: es decir, que todos sonreímos a menudo para expresar disfrute y satisfacción y no depende de la cultura a la que pertenezcamos. Así pues, una vez más, olvidémonos de las excusas.

·      Dependiendo de la cultura, se identifica más la sonrisa con la boca o con los ojos.

Un innovador estudio realizado con emoticonos ha puesto sobre la mesa nuevos hallazgos en la diferencia en la percepción de la sonrisa entre occidentales y orientales. Mientras los europeos y los americanos localizan la expresión en la boca     ;)    o     ;(     los japoneses la localizan en los ojos    ^_^   o   ;_;  


·      Nos cuesta fruncir el ceño a una persona que nos sonríe.

Un estudio sueco realizado en Uppsala University que estudiaba las reacciones automáticas y controladas de las expresiones faciales, presentó a los participantes diferentes caras que mostraban expresiones faciales positivas y negativas mientras se les pedía que trataran de mantenerse neutros (que no sonrieran ni fruncieran el ceño). Los resultados mostraron que cuando una persona veía una cara sonriente era más propensa a sonreír que cuando le mostraban una cara con el ceño fruncido. La sonrisa es evolutivamente contagiosa y si no, recordemos cuando éramos niños y jugábamos a mirarnos a la cara y a ver quién aguantaba antes en perder la sonrisa. Es todo un desafío a nuestro propio cerebro.

·      La sonrisa genuina es difícil de fingir.

Las sonrisas genuinas, aquellas que combinan la sonrisa de los labios con la de los ojos, son difíciles de imitar. Ekman y Freisen realizaron un estudio en 1988 en el que dividieron a un grupo de enfermeras en dos grupos a los que se presentó un vídeo desagradable y uno agradable.  Se instruyó  ambos grupos para que, tras la visualización del vídeo, afrontaran una entrevista grabada sosteniendo que el vídeo proyectado había sido agradable (es decir, un grupo debía mentir y un grupo debía decir la verdad). El análisis demostró que comparando las grabaciones, el grupo que mentía mostraba menos sonrisas genuinas que el grupo que decía la verdad.

·      Sonreír nos hace sentir mejor.

Parece obvio pero no lo es. La sonrisa en muchas ocasiones es el resultado de un estado de bienestar o placer, pero en otros casos el simple hecho de sonreír nos hace sentir mejor. Aunque nuestro sentido común conozca esta teoría, la ciencia le puso un nombre hace ya algunos años cuando Charles Darwin enunció la hipótesis del feedback facial. Bien los avances de la neurociencia han revelado que Darwin, una vez más, tenía razón. Esto nos explica por qué es beneficioso hacer sonreír a alguien que no está pasando por un buen momento y aún más interesante, cuando estamos mal nosotros, cambiar nuestra sonrisa y nuestra postura corporal nos ayuda a transformar nuestras emociones.

·      La sonrisa tiene múltiples usos.

Además de la sonrisa genuina, Ekman describió otros 17 tipos de sonrisas, utilizadas cuando las personas se encuentran flirteando, mintiendo, o se sienten atemorizadas. Además, el estudio con chimpancés ha revelado que unas veces sonríen por placer, otras cuando juegan con otros y otras cuando tratan de establecer o de fortalecer un vínculo social. En otras ocasiones lo hacen para mostrar su poder y superioridad. El Dr. Niedenthal y su equipo están desarrollando un nuevo modelo en el que conciben la sonrisa no como una mera expresión de un sentimiento interno, sino como la parte visible de un mecanismo de unión entre dos mentes.

·      Tanto hombres como mujeres sostienen que las mujeres sonríen más a menudo.

Un punto curioso, según defiende la científica LaFrance, es que las situaciones embarazosas o socialmente tensas llevan a las mujeres a sonreír más que a los hombres, sin embargo, las situaciones felices o tristes no lo hacen. La sonrisa tiene un uso muy ligado a las relaciones sociales. Tanto hombres como mujeres tenemos la capacidad de producir sonrisas genuinas, sin embargo los hombres afirman sonreír menos que las mujeres y ambos sexos creen que esto es cierto.

·      La sonrisa de otros nos hace sentir mejor.

Pero hay más, la simple sonrisa de otra persona nos hace sentir mejor a nosotros. Un estudio llevado a cabo con técnicas de neuroimagen ha demostrado que la sonrisa de otra persona activa nuestro propio circuito de recompensa. Por ello es tan importante para las personas que pasan por un mal trago estén en compañía de personas y que estas les sonrían de un modo amable y genuino. Si además, son capaces de utilizar el sentido del humor, aún nos podrían ayudar más.
¿La buena noticia del día? Nacemos sonriendo. Las técnicas 3D de ultrasonido han demostrado que  desde somos fetos sonreímos mientras nos desarrollamos dentro del vientre materno. Cuando nacemos continuamos sonriendo, especialmente mientras dormimos. Incluso los bebés ciegos sonríen cuando escuchan una voz humana. La sonrisa es una de las muestras de expresión biológicas comunes entre todos los humanos. Los bebés de 10 meses interpretan las expresiones faciales con excepcional precisión y son capaces de sonreír selectivamente ofreciendo una sonrisa educada a un extraño y reservando la sonrisa genuina para su madre. La sonrisa comienza siendo más amplia y se reduce con la edad. Así pues, nacemos sonriendo, lo que tenemos que hacer es trabajar para no perderla e incluso, para ayudar a otros a desarrollarla.

Fórmula:

La sonrisa es el pegamento social y además, nos ayuda a ser más longevos y a cambiar las emociones.

Recetas:

1.¿Eres una persona risueña? Indaga en lo que dice tu entorno.
2.En un momento en el que estés mal, acuérdate de sonreír. El mero gesto comienza a activar emociones positivas en tu cerebro.
3.Y si quieres ayudar a alguien, ya sabes, una sonrisa genuina es un gran pegamento social.









Del Blog El Laboratorio de la felicidad. Diario El País. España





lunes, 28 de octubre de 2013

FIN DE FIESTA






Esta vez es distinto 

Alfredo Leuco

Las urnas dieron una lección al kirchnerismo. Y todos los liderazgos emergentes tienen una matriz dialoguista.




                                  Cristina Fernandez:  Dibujo: Pablo Temes

Esta vez la responsabilidad de Cristina como mariscal de la derrota es mas grave porque apareció un quiebre cultural y el tan negado fin de ciclo. Ayer la inmensa mayoría del pueblo argentino confirmó el fracaso de su estilo de conducción maltratador hacia adentro y hacia afuera de su tropa y de un nivel inédito de concentración del poder.
La ausencia de la Presidenta dejó a sus ministros girando en falso, sin saber hacia dónde ir, tomando medidas contradictorias, con extraños niveles de autonomía y con una actitud menos agresiva.Parecían más herederos de Fernando de la Rúa que de Cristina. Son los costos que hay que pagar cuando no se deja que florezca ninguna flor y cuando se elige la fidelidad y el verticalismo a la capacidad y la eficiencia. Suele decir Alberto Fernández (la tercera pata de la mesa del poder matrimonial durante años) que la Presidenta castiga a aquellos que tienen la osadía de expresar alguna disidencia por mas suave que sea. Son condenados a la Siberia y a una catarata descalificadora y permanente del oligopolio mediático que edificaron con nuestros dineros.
Su política de fabricar enemigos a toda hora como una manera de construir poder también se vino a pique, pese a que encontró justificación ideológica en los libros neopopulistas deErnesto Laclau. En realidad su autoritarismo no viene de los libros. No es una actitud racional y militante. Tiene tres vertientes menos heroicas. La generacional, que en los 70 le ponía apellido a la democracia (burguesa, partidocrática, etc) pero que no creía en sus valores profundos, la territorial que los transformó en señores feudales y patrones de una estancia propia llamada Santa Cruz, y la personal surgida del carácter tanto de Néstor como de Cristina, incapaces de cosechar amigos o lealtades mas allá de la subordinación de la política.Siempre eligieron ser temidos a ser queridos. Eso fracasa porque todos los nuevos liderazgos que surgieron en las urnas son la contracara del estilo de Cristina. Tanto Massa, Macri, Binner, Cobos, Scioli si califica y hasta Capitanich tienen una matriz masdialoguista, sin afiliarse a la lógica perversa que solo divide el mundo entre amigos y enemigos.
La composición social del voto es también un daño terrible al relato presuntamente progre nacional y popular. Massa en la provincia ganó en lugares del Conurbano donde solo es posible hacerlo con un gran respaldo de, por lo menos, un sector popular entre los habitantes más necesitados. Massa no es un fenómeno de derecha clase mediera y cacerolera. Es el capo de una nueva generación de peronistas que aprovechan el poder que nace de esa democracia de proximidad llamada intendencia. Y Néstor tampoco es Perón. A tres años de su fallecimiento no se registra su foto en las casas de los mas pobres como ocurrió con el general y con Evita. 
Cristina fue votada por fragmentos de trabajadores y excluídos y por eso llegó al 54% de los sufragios en el 2011, pero no se instaló eternamente en el corazón de los humildes. Néstor y Cristina son una referencia para militantes neofrepasistas y peronistas impresentables que necesitaban una locomotora que los empujara. Es difícil que el kirchnerismo supere el desafío y no se diluya en la
historia como le pasó al menemismo y el duhaldismo. No hubo posibilidades de organizar un acto por Néstor realmente masivo y la celebración del 17 de octubre fue módica en presencia y sin llegar al mínimo acuerdo de un orador que los representara.
No solo hay fin de ciclo. También hay un nuevo proyecto de liderazgo que en 120 días sacó más de 4 millones de votos en la provincia y se convirtió en el candidato mas apoyado en las urnas. La autoestimulación que generó el Frente para la Victoria con un Amado Boudou exaltado de mentirita resultó patética. Una mueca propia de entierro de carnaval. Es cierto que en el 2009 también se anunció erróneamente que terminaba la etapa K del peronismo. Pero esta vez es distinto. Porque no hay posibilidades de que Cristina sea candidata y no existe nadie medianamente confiable para el núcleo duro que los represente en la competencia electoral. Hoy el kirchnerismo pinta mas para un partido de cuadros que de masas. Para un círculo cerrado que ahorrará años pero que difícilmente vuelva al poder después de 2015. Han sembrado mucho odio y división.






Diario Perfil. 28 de octubre de 2013










viernes, 25 de octubre de 2013

EFEMÉRIDE





El arte es una mentira que nos acerca a la verdad.

Pablo Picasso








-                                                              Autorretrato. Periodo azul. Pablo Picasso








"A diferencia de la música, no hay niños prodigios en la pintura. Lo que la gente percibe como genio prematuro es el genio de la infancia. No desaparece gradualmente a medida que envejece. Es posible que ese niño se convierta en un verdadero pintor un día, quizás incluso un gran pintor. Pero tendría que empezar desde el principio. Por lo tanto, por lo que a mí respecta, yo no era un genio. Mis primeros dibujos nunca se han mostrado en una exposición de dibujos infantiles. Me faltaba la torpeza de un niño, su ingenuidad. He hecho dibujos académicos a la edad de siete años, con una precisión de la que me asusto".
Picasso







Pablo Ruiz y Picasso.Málaga, España. 25 de octubre de 1881 — Mougins, Francia; 8 de abril de 1973








jueves, 24 de octubre de 2013

POEMA




 Bastante mujer

 Erica Jong














Porque las horas de mi abuela 
fueron tartas de manzanas en el horno, 
y motas de polvo acumulándose, 
y sábanas poniéndose amarillas 
y costuras y dobladillos descosiéndose inevitablemente, 
yo casi nunca me ocupé de una casa, 
aunque la verdad es que me gustan las casas 
y quisiera tener que hacerle la limpieza a una.

Porque los minutos de mi madre 
fueron chupados con el zumbido de la aspiradora, 
porque bailaba el vals con la lavadora 
y se arrancaba el pelo esperando a que la repararan, 
yo mando la ropa a la lavandería 
y vivo en una casa con polvo, 
aunque la verdad es que me gustan
 las casas limpias tanto como a cualquiera.

Soy bastante mujer  
para que me encante amasar el pan 
tanto como el tacto de las teclas de la máquina de escribir 
en contacto con mis dedos, elásticos, resistentes. 
Y el olor de la ropa recién lavada y el de la sopa que hierve 
me resultan casi tan queridos como el olor a papel y tinta.

Me gustaría que no hubiera elección; 
me gustaría poder ser dos mujeres. 
Me gustaría que los días fueran más largos. 
Pero son cortos. 
Con que escribo mientras se apila el polvo.

Estoy sentada a mi máquina de escribir 
recordando a mi abuela y a todas mis madres, 
y los minutos que perdieron queriendo a las casas más que a sí mismas; 
y el hombre al que quiero limpia la cocina gruñendo, sólo un poco, 
porque sabe que después de todos estos siglos es más fácil para él que para mí.












miércoles, 23 de octubre de 2013

OTRAS VOCES






Indígenas de Paraguay en sintonía con sus comunidades

RICHARD FERREIRA










La voz, musical casi, transmite confianza y amplio conocimiento sobre el tema. También transmite, literalmente, un mensaje importante por las ondas de Radio Ñasaindy: incluir más a los indígenas paraguayos en la discusión de temas que los tocan de cerca.Desde una pequeña pero potente cabina de radio, Elpafrodito Montiel, de 34 años, saluda a su audiencia de campesinos en idioma guaraní:
“Mba’eichapa pende kaaru che angirukuera. Maitei peimehague orendive. Estediá nañe’eta del problema de tierra, indígena yvy” (“Cómo están esta tarde mis amigos. Muchas gracias por estar con nosotros. Hoy hablaremos del problema de la tierra, de la tierra indígena”), dice Montiel, con derroche de entusiasmo, al iniciar el programa que copresenta con su colega Isidro Benítez.
Llegar a su audiencia es, sin embargo, toda una odisea. El show, Saludos después del almuerzo (“Maitei Karurire Tavaranguerape”, en guaraní) sale al aire los sábados a las 13.00. Para poder estar a tiempo en la estación, Montiel debe recorrer casi 100 kilómetros en una ruta sin asfaltar, muchas veces con lluvias torrenciales que empantanan el camino.Pese a los contratiempos, está convencido de que ese esfuerzo es su granito de arena para mejorar la situación indígena.
Según el censo de pueblos indígenas realizado el año pasado, esta población ha crecido en un 30% en la década 2002-2012 y representa casi el 2% del total de habitantes del país. A nivel de la región más de 13% de la población –unos 80 millones de personas- es indígena, lo cual los coloca en una situación desventajosa en los indicadores de pobreza y exclusión, de acuerdo a un análisis del Banco Mundial.“El programa es indígena y se tocan temas indígenas, y con esto se logra no solo llegar a las comunidades, sino también que los no-indígenas conozcan cuáles son nuestros problemas, nuestros reclamos”, asegura Montiel, de la comunidad Ava Guaraní.
La iniciativa es parte de Programa de Desarrollo Rural Sostenible (Proders), impulsado conjuntamente por el Ministerio de Agricultura y Ganadería y el Banco Mundial, para beneficio de unas 40 comunidades indígenas, distribuidas entre los departamentos de San Pedro y Caaguazú, al oeste de Asunción.La audiencia parece estar satisfecha. “Es como una hoja ruta para que se pueda decir qué necesitan las comunidades. Para que se pueda decir qué se siente. Los problemas son muchos, el tema de tierras, la titulación, por ejemplo, son temas que se pueden tratar por la radio y nadie lo hacía”, señala uno de sus asiduos oyentes, el líder religioso comunitario Ernesto Vera.
Proders ha impulsado hasta agosto de 2013 el desarrollo sostenible de 435 comités de agricultores pertenecientes a 61 microcuencas (más de 7.000 productores) y de 40 comunidades indígenas (más de mil miembros), sumando así más de 8.000 beneficiarios.


Richard Ferreira es comunicador del Banco Mundial