Bastante mujer
Erica Jong
Porque las horas de mi abuela
fueron tartas de manzanas en el horno,
y motas de polvo acumulándose,
y sábanas poniéndose amarillas
y costuras y dobladillos descosiéndose inevitablemente,
yo casi nunca me ocupé de una casa,
aunque la verdad es que me gustan las casas
y quisiera tener que hacerle la limpieza a una.
Porque los minutos de mi madre
fueron chupados con el zumbido de la aspiradora,
porque bailaba el vals con la lavadora
y se arrancaba el pelo esperando a que la repararan,
yo mando la ropa a la lavandería
y vivo en una casa con polvo,
aunque la verdad es que me gustan
las casas limpias tanto como a cualquiera.
Soy bastante mujer
para que me encante amasar el pan
tanto como el tacto de las teclas de la máquina de escribir
en contacto con mis dedos, elásticos, resistentes.
Y el olor de la ropa recién lavada y el de la sopa que hierve
me resultan casi tan queridos como el olor a papel y tinta.
Me gustaría que no hubiera elección;
me gustaría poder ser dos mujeres.
Me gustaría que los días fueran más largos.
Pero son cortos.
Con que escribo mientras se apila el polvo.
Estoy sentada a mi máquina de escribir
recordando a mi abuela y a todas mis madres,
y los minutos que perdieron queriendo a las casas más que a sí mismas;
y el hombre al que quiero limpia la cocina gruñendo, sólo un poco,
porque sabe que después de todos estos siglos es más fácil para él que para mí.
ES lindo ! tiene contenido y fondo detrás de él. Uno hace la elección debida y se queda sabiendo que hay otras más que también hubieran sido acertadas. Es dificil elegir de entre las posibilidades que se nos presentan. Son sólo dos a veces y para cada una de ellas una vida entera es necesaria. Alejandro Schleh
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