Siempre Frida
Andrea Aguilar
Antes de
verla, a Frida Kahlo (1907-1954) se la oía. Carlos Fuentes recordaba el tintineo de
pendientes, pulseras y abalorios que precedió a la imponente llegada de la
pintora una noche al palco del Palacio de Bellas Artes en México. Nadie quedaba
indiferente al magnetismo que irradiaba la mujer del inmenso Diego Rivera,
20 años más joven que él, “una muñeca solo en lo que a tamaño se refiere”, como
fue descrita por el fotógrafo Edward Weston.
Leo Matiz (1917-1998) Fotógrafo colombiano.
Casi siete
décadas después de su muerte, la fascinación en torno a Kahlo no solo no se
agota, sino que crece, dejando a un lado la sombra de su marido. Centenarios,
biografías, películas, documentales, óperas e imanes de nevera aparte, la
popularidad de Frida escapa a los márgenes de los mapas y los calendarios de
efemérides: en 2015, media docena de exposiciones han celebrado distintos
aspectos de su legado en Londres, Detroit, Ciudad de México, Fort Lauderdale y
Nueva York. Este verano, las aproximaciones a Kahlo incluyen desde la
exposición de un puñado de sus cartas a la recreación de las plantas de su
jardín, pasando por una conferencia sobre sus problemas médicos a cargo de una
reumatóloga.
La fiebre por Frida parece alcanzar un nuevo pico. “Ella mueve muchas emociones en distintos sectores: la mujer engañada, la discapacitada, lo aguerrido de su personalidad a pesar de sus problemas físicos o su lucha política. Y, además, todos nos volvemos confidentes de su vida a través de su obra”, explica por teléfono la fotógrafa Cristina Kahlo, sobrina nieta de la artista y comisaria de la exposición Ecos de tinta y papel. La intimidad de Frida Kahlo. Hasta noviembre, esta muestra reúne correspondencia y fotografías en el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo de México.
En esas cartas dirigidas, entre otros, a su querido doctorcito, Leo Eloesser, queda patente el dolor físico que marcó la vida de Kahlo; también la profunda amistad que la unió a la actriz Dolores del Río o al arquitecto Juan O’Gorman. Kahlo llegó a someterse a 30 operaciones y, tras una intervención de columna, su hermana Matilde describe al médico cómo le fijaron las vértebras con hueso y el calvario que padeció. Escribe que el dolor no pudo ser paliado con morfina, pues no la toleraba.
La fiebre por Frida parece alcanzar un nuevo pico. “Ella mueve muchas emociones en distintos sectores: la mujer engañada, la discapacitada, lo aguerrido de su personalidad a pesar de sus problemas físicos o su lucha política. Y, además, todos nos volvemos confidentes de su vida a través de su obra”, explica por teléfono la fotógrafa Cristina Kahlo, sobrina nieta de la artista y comisaria de la exposición Ecos de tinta y papel. La intimidad de Frida Kahlo. Hasta noviembre, esta muestra reúne correspondencia y fotografías en el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo de México.
En esas cartas dirigidas, entre otros, a su querido doctorcito, Leo Eloesser, queda patente el dolor físico que marcó la vida de Kahlo; también la profunda amistad que la unió a la actriz Dolores del Río o al arquitecto Juan O’Gorman. Kahlo llegó a someterse a 30 operaciones y, tras una intervención de columna, su hermana Matilde describe al médico cómo le fijaron las vértebras con hueso y el calvario que padeció. Escribe que el dolor no pudo ser paliado con morfina, pues no la toleraba.
Maestra de
la autoexposición —retratándose obsesivamente en sus lienzos— y,
paradójicamente, del ocultamiento —camuflando bajo las folclóricas faldas las
secuelas de la polio que padeció de pequeña y del terrible accidente que sufrió
más adelante al quedar atrapada en el choque entre un autobús y un tranvía—,
Kahlo fue carne de objetivo durante toda su vida. Cuando murió, se encontraron
en su casa cerca de 4.000 fotografías cuidadosamente archivadas.
El venado
La columna rota
Autorretrato con mono
Henry-Ford Hospital : The flying bed
Antes del boom de los paparazi o de la explosión de
los selfies, la
icónica imagen que proyectaba Kahlo resultaba irresistible. La lista de
fotógrafos que la retrataron arranca con su padre Wilhem Kahlo, e incluye desde Cartier-Bresson hasta Ansel Adams. “Es excepcional cómo encontró la
manera de evocar distintas facetas de sí misma ante cada objetivo. Reflejaba lo
que cada uno quería ver”, apunta el catedrático Salomon Grimberg, autor del
texto que acompaña el catálogo de Frida Kahlo. Mirror, mirror..., la exposición de la galería
neoyorquina Throckmorton que, hasta el 12 de septiembre, reúne medio centenar
de instantáneas originales de Kahlo captadas por Dora Maar, Nickolas Muray, o Lucienne Bloch,
entre otros. Grimberg sostiene que la fotografía fue la entrada de Frida en el
mundo de la estética, y se detiene en las imágenes que Lola Álvarez Bravo sacó
de la pintora en distintos espejos: “Es como si el reflejo fuese el propio
sujeto. Muestran su lucha por mantener su sentido del yo”.
Su
identidad caló —o quizá también se construyó— en un estilo que rebasó el lienzo
y cuajó en un rico mundo estético y simbólico. Ahí está su vistoso armario
(fotografiado al detalle por la japonesa Miyako Ishiuchi, cuyas imágenes se
mostraron este año en Londres), claro, pero también su jardín. Y es
precisamente este decorado botánico lo que recrea Frida
Kahlo, Art, Garden, Life.
Gisèle Freund, Frida en el Jardín , Casa Azul, ca. 1951. A partir de la exposición de Frida Kahlo: Arte, Jardín,
La vida en el Jardín Botánico de Nueva York.
Esta exposición del
Jardín Botánico de Nueva York es la primera que se ha centrado en la
importancia simbólica que tenían las plantas en el arte de la autora. “Esta
faceta de su creatividad muestra la inteligencia profunda de la artista, su
diálogo con ideas muy complejas como la cosmovisión de las culturas
prehispánicas, y el discurso del mestizaje no solo en México, sino en el mundo
de los años cuarenta y cincuenta, y, sobre todo, su amor por México y por la
naturaleza”, explica la comisaria Adriana Zavala. Junto a la reconstrucción de
una parte del jardín de la Casa Azul de Kahlo, se han reunido una veintena de
cuadros y obras sobre papel —procedentes en su mayor parte de colecciones
privadas— en las que las plantas juegan un papel esencial. “La popularidad de
Frida muchas veces tapa su arte y por eso nuestro enfoque no es biográfico”,
recalca Zavala. “Pero, sí creo que fue una mujer indomable y eso es muy
atractivo hoy. También su política”.
En este aspecto
reivindicativo y luchador se centraba el Detroit Institute of Art, donde hasta
julio se ha podido ver una exposición (con cerca de 180.000 visitantes) en
torno a la estancia y el trabajo de Frida y Diego. En Detroit dejó Rivera
algunos de sus monumentales murales y ella pintó Henry Ford Hospital tras
su aborto. También esta primavera la muestra Kahlo, Rivera and the
Mexican Modern Art exploraba las conexiones de toda una generación en el
NSU Museum de Fort Lauderdale de Florida. Ya decía Frida en una carta a su
madre en 1930 desde San Francisco que “a las gringas las gusto mucho”. Pues no
solo a ellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario