Las relaciones personales parecen ser un rompecabezas. A menudo
decimos que son difíciles, sin caer en la cuenta de que tal vez las
personas somos 'difíciles'. Buscamos gente que cumpla nuestras
expectativas, y que nos hagan felices; y esta perspectiva no realista
activa infinidad de conflictos. Es como si renunciáramos a ser dichosos
por nosotros mismos, y en su lugar pusiéramos en manos ajenas las
propias esperanzas de bienestar. No es de extrañar que las relaciones
personales se conviertan en una fuente de problemas y un rompecabezas
indescifrable.
La relación personal inconsciente
El amor romántico, o inconsciente, poco tiene que ver con el amor
verdadero. Esa confusión es la causa de muchos conflictos en las
relaciones personales. El romanticismo es idealización, apego o pura
necesidad del otro; y la necesidad es una falta de amor severa hacia la
persona que se dice amar. La concepción romántica del amor ha creado
muchos problemas a hombres y mujeres que han sido víctimas de sus
propias fantasías. Esto no significa que no convenga ser afectuosos,
cariñosos, atentos, tiernos, detallistas, cálidos, suaves, entregados…
con las personas con las que nos relacionamos. Quiere decir que
únicamente siendo conscientes de en qué hemos convertido las relaciones,
podremos construirlas sanas y conscientes. Pero, eso que suena tan
sencillo, ¿cómo se consigue? ¿Cómo podemos crear vínculos que funcionen?
- Dejar de buscar (mejor 'convertirse' en la clase de persona que se busca).
- Después de una ruptura, hacer una “dieta de relaciones”, darse tiempo y espacio.
- Recuperar la energía física y el equilibrio emocional.
- Aprender a estar solo sin que ello sea doloroso o traumático.
- Ordenar el espacio emocional propio y clarificar valores.
- Prepararse para una nueva relación.
- No perder nunca “la inocencia” y frescura para empezar de nuevo.
- Confiar en que todos merecemos ser plenamente amados.
Si nos saltamos el proceso de cambio, y no hay una verdadera
transformación personal, en la nueva relación aflorará el temor de
revivir experiencias anteriores, y la carga de dolor nos perjudicará
notablemente. Porque no serán dos personas, sino la suma de sus
ex parejas, los fantasmas del pasado y de sus constantes miedos a repetir
las viejas historias de dolor.
La relación personal consciente
Las relaciones que funcionan son conscientes (maduras emocionalmente)
y se establecen entre dos personas que se sienten completas, porque no
creen que les falte su 'media naranja': se sienten una 'naranja
completa'. Por supuesto, no significa esto que no quieran tener pareja
(o una amistad). La desean, pero no la necesitan, son cosas muy
diferentes. Las personas conscientes comparten su plenitud, no se
relacionan para completar sus supuestos vacíos, ni para mitigar la
necesidad de estar en compañía. Y entonces, de alguna manera, lo que
está completo atrae a lo completo, y lo que está incompleto a lo
incompleto. Los iguales se atraen. Intuitivamente entendemos que cuando
dos personas se encuentran y se reconocen completas en sí mismas y no
necesitadas, las relaciones empiezan y fluyen con suavidad.
¿Cómo encontrar una persona completa en sí misma, no necesitada?
Puede parecer extraño, pero la clave es reflejar las cualidades que
buscamos en la pareja ideal. Si alguien quisiera tener a su lado a una
persona cariñosa, lo mejor será mostrarse cariñoso; si desea conocer a
alguien educado, lo propio es mostrarse educado… Cuántas veces olvidamos
esta sencilla regla: 'Sé tú la persona que quisieras tener a tu lado…',
y tarde o temprano aparecerá y se fijará en ti (cómo no iba a hacerlo
si se verá reflejada).
Las personas conscientes que establecen una nueva relación, en
realidad no la buscaban, aunque tal vez la esperaban. Buscar la pareja
ideal, o el amigo ideal, sería tanto como buscar una aguja en un pajar.
Porque 'buscar', por definición, significa implícitamente carencia,
ausencia, necesidad… No puede buscarse una relación, todo lo que puede
hacerse es crearla.
Mucha gente no entiende por qué siempre llega a su vida un mismo
estereotipo de persona, ya hablemos de parejas o de amistades. Una y
otra vez sus relaciones parecen fotocopias siguiendo un mismo patrón.
Parece que no haya otra clase de persona disponible para ellas. No sirve
de mucho buscar a alguien con tal o cual cualidad. En su lugar, ser uno
mismo adecuado y estar en posesión de esas facultades, sí es útil. Como
los iguales se atraen, aparecerá alguien con esos atributos.
En lo que se refiere a las relaciones, hay una estrategia mucho mejor
de la que sigue el ego y se basa en el amor consciente, algo así como 'amor sabio', pero no una sabiduría de la cabeza, sino del corazón.
Volver al amor
Para saber estar en pareja es necesario antes saber estar solo. No es
sencillo encontrar personas que no odien la soledad. Llegar a tolerar,
incluso amar, estar solo, y sentirse bien, es un gran logro personal.
Por esa razón, no es aconsejable empezar una nueva relación justo al
terminar otra. El campo también necesita un tiempo de regeneración entre
cosechas, lo llaman “barbecho”. Nosotros podríamos llamar a ese tiempo
“dieta de relaciones”, para referirnos al tiempo que una persona se
regala a sí misma para recomponerse, centrarse, atenderse y prepararse
para la siguiente relación.
Cuando se resuelve el miedo a la soledad, se deja de creer en las
relaciones superficiales, egoístas e inconscientes como escudo de
protección. Estar solo no es una garantía de no sufrir más, sino que al
contrario añade más sufrimiento. La soledad no es buena ni es mala. Es
lo que cada uno hace con ella, es como un desierto (los desiertos nunca
están vacíos), pero, como todos los desiertos, un día terminan y es al
salir de ellos cuando se reconoce su valor. Llegar hasta el final de la
soledad, la agota como sistema de aprendizaje y la cancela. Tratar de
suspenderla, de forma artificial, solo pospone el proceso necesario de
la soledad para más adelante…
Cuando se resuelve el miedo al abandono, empezar un idilio no es una
amenaza, sino una nueva oportunidad. El mayor logro de la relación
consciente es que ambas personas están dispuestas a amar como si nunca
antes hubiesen sido heridas, sin volcar en la nueva pareja el dolor de
relaciones anteriores. En realidad, esas dos personas son “nuevas” y por
ello destilan frescura y atractivo (no están resentidas, no son
desconfiadas, no rezuman amargura y por eso atraen tanto).
Cuando se resuelve desactivar el ego, la nueva relación no está
debilitada por el temor a amar sin condiciones ni apegos. El final del
ego es lo que la mente podría interpretar como la destrucción de la
individualidad, la anulación, cuando en realidad es una transformación y
la salvación de la relación. El ego es el estorbo número uno en
cualquier relación personal, ya sea de amistad o de pareja, y la causa
de que fracasen, como suele suceder. Si tan solo las personas
mantuvieran su ego a un lado, fuera de escena, la historia sería otra.
Las relaciones seguirían empezando y acabando, según su tempo y
propósito, pero no tendrían el sabor amargo que a menudo dejan en el
recuerdo…
Cuando todo eso ocurre, las personas conscientes descubren que en
realidad no temían empezar un nuevo vínculo o acabarlo; sino que en su
inconsciencia temían el infierno en el que, con anterioridad, habían
convertido sus relaciones.
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