Silvina Bullrich, la escritora que pagó el precio de ser best seller
Cristina Mucci
Silvina Bullrich fue la escritora
argentina más exitosa, la que obtuvo más fama y la que más libros vendió. Con
el modelo explícito de los best sellers norteamericanos, logró montar
una especie de industria unipersonal que producía a razón de un libro por año.
Aparecían antes de Navidad y el público los consumía en la playa durante el
verano. Era una autora talentosa, pero, como no se privó de reconocer muchas
veces (porque lo decía todo, o casi todo), las presiones del mercado fueron
desviando su camino.
¿De qué hablaba? De lo que
conocía bien. Había nacido el 4 de octubre de 1915 y su mundo era el de las
viejas casonas tradicionales, las estancias, las herencias, los viajes a París.
Y, por supuesto, el de los amantes, las traiciones, la indiferencia de los
hijos, lo difícil que resulta vivir y crecer para una mujer. O sea, en gran
medida, de ella misma. Era ella la que vendía. Una mujer punzante que
desmenuzaba con agudeza a su propia clase y, de paso, permitía a sus lectores
entrometerse en ese mundo. Sabía esto y lo explotó durante años. Ganó bastante
dinero, algo que le importaba muchísimo porque a pesar de los brillos no era
rica. Además, le gustaba provocar. Era una aristócrata y estaba orgullosa de
serlo. No renegaba de su clase social, sino que se lamentaba por la pérdida de
un imaginario: ese proyecto de país culto, rico y europeizante, con abuelos que
viajaban a Europa con la vaca en el barco.
Con dolor e ironía observó la
decadencia de sus valores de la infancia y frecuentemente habló de una
"oligarquía débil" y de "una clase dirigente que no supo
serlo". Más adelante, tomó como tema la plata fácil, el ascenso de la
vulgaridad, los coches estruendosos y la ropa de marca. Y descubrió que esa
mirada irónica terminaba siendo la razón de su éxito y su fama.
Era agresiva, y en ocasiones,
desagradable. Pero también fue valiente y, en cierta forma, feminista. Ella,
que apenas había aprobado sexto grado porque según su madre "en el
secundario los profesores preguntan cosas verdes sobre el cuerpo humano",
decidió que iba a ser escritora, libre e importante. Tuvo los hombres que
quiso, se divorció cuando nadie lo hacía y afrontó una convivencia sin papeles.
Nunca trató de ocultarlo, al contrario. Se quejó, reclamó, escribió artículos.
Abrió caminos, aunque siempre en su estilo particular.
Muchas lectoras se sintieron
identificadas con la señora que, en Bodas de cristal, hace un balance de
su matrimonio. Pero el gran éxito le llegaría en 1964 con Los burgueses,
en la que trascendió el ámbito intimista. Entretenida, ingeniosa y nada
complaciente, la novela describe un almuerzo en una estancia donde se festejan
los 90 años del abuelo, miembro de una familia tradicional. Sofisticado y
amante de las artes, el anciano fue vendiendo sus campos uno a uno, pero aún
mantiene una fortuna que logra desesperar a sus herederos, decadentes reflejos
de su clase. Es en estas nuevas generaciones, a las que muestra superficiales,
esquemáticas y ordinarias, donde Silvina intenta reflejar la decadencia de un
proyecto nacional. Los burgueses resultó finalista en el premio
Rómulo Gallegos (que obtuvo Mario Vargas Llosa con La ciudad y los perros),
fue uno de los éxitos de venta más grandes de la literatura argentina y terminó
de convertir a su autora en el personaje que ya se venía perfilando. En esa
misma línea publicó Los salvadores de la patria, donde describe la
decadencia de las clases gobernantes.
En esos años, Marta Lynch escribió La
alfombra roja y La señora Ordóñez, y Beatriz Guido, Fin de
fiesta y El incendio y las vísperas, donde también incursionan en
temas políticos y sociales. Más allá de sus diferencias, las tres se
potenciaron mutuamente y fueron las autoras emblemáticas de una época que, por
cierto, ayudaba. El país estaba todavía ajeno a las desgracias que
sobrevendrían, y las novelas de autores nacionales que indagaban en nuestra
realidad eran best sellers:Sobre héroes y tumbas, de Ernesto
Sabato, y Rayuela, de Julio Cortázar.
Volver a las fuentes
En 1968, ya interrumpido el
sistema democrático, Silvina retomó la literatura intimista con un nuevo éxito
fulminante: Mañana digo basta. Luego vendrían Los pasajeros del
jardín, Los monstruos sagrados y, a partir de mediados de los 70, sus
títulos más superficiales y apurados: Reunión de directorio, La
bicicleta, Escándalo bancario.En sus últimos años seguía siendo la autora
más vendida, pero también era consciente del precio pagado. "He cumplido
con mi destino de escritora, lo que me reprocho es que ese destino no sea más
grandioso y que no me haya esforzado más", declaró en distintas
oportunidades. Murió en 1990 en el Hospital Cantonal de Ginebra, el mismo donde
murió Borges. Siempre preocupada por su imagen, había viajado para internarse
en la clínica de rejuvenecimiento La Prairie, donde sufrió una descompensación.
Después de muerta fue
absolutamente ignorada. Últimamente la editorial Mardulce volvió a publicar Teléfono
ocupado, pero fue una reivindicación de la escritora, al margen del éxito
comercial. Con su sinceridad habitual, ella ya lo había dicho: "Sé que no
voy a perdurar en la literatura, mi éxito es un éxito del presente. Me veo
empujada a publicar rápidamente porque me apremian el público y la
editorial".
Bullrich reeditada
Aunque la mayoría de las novelas
de Silvina Bullrich están descatalogadas y sólo se consigue en librerías de
usados, el sello Mardulce volvió a poner en circulación Teléfono ocupado,
pequeña joya olvidada de 1956 que combina la observación de la clase alta
porteña con la interioridad femenina.
La Nación, Buenos Aires. Octubre de 2015
''La memoria de los argentinos es frágil y selectiva. Los escritos literarios y los documentos históricos deberían servir (entre otras cosas) para refrescarnos continuamente nuestra identidad, nuestro pasado y nuestros vicios y virtudes. Estamos entrampados en un eterno retorno, en un no tiempo que, cual obra del Absurdo beckettiano simboliza la condena a causa de la propia elección del sin sentido. Debemos conocer más y reconocernos más en los escritos de nuestros autores. ¿Por qué se reedita "Los Burgueses"y no "Los Salvadores de la Patria"? ¿Por qué lo que se narra en ésta última se parece tanto a nuestro presente? ¿Por qué no superamos la etapa adolescente de la autodestrucción? No me competen tales respuestas, al menos no en este lugar y en este momento.
Recordando a Silvina Bullrich nos viene a la mente la imagen del país que fuimos y el que dejamos de ser, del país que somos y el que quisiéramos volver a ser. Tal vez el recuerdo, la recuperación de nuestra memoria, sea un buen comienzo...
Dejada de lado por la crítica, Silvina Bullrich
permanece vigente en parte de su obra, tal vez la más oculta. Su crítica mordaz
a la corrupción política y social pasa inadvertida al lector contemporáneo,
escondida bajo el cúmulo de obras de corte pasatista que han perdido actualidad
frente al carácter propio de los nuevos best sellers. ''
Mercedes Giuffré /Fragmento/Noviembre de 2002
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