La sospechosa coincidencia entre la llegada humana y las extinciones
Hay una lectura sobre
el mito de la expulsión del paraíso que lo considera una metáfora sobre el
origen de la civilización. Los humanos, que vivían en armonía con la naturaleza
y disfrutando sin mayores pretensiones de lo que les ofrecía, se pasaron de listos
inventando la agricultura y acabaron trabajando de sol a sol para vivir mucho
peor que antes. En aquel mundo paradisíaco, donde según algunos investigadores aún no habían prendido el machismo, la
codicia o la monogamia, los hombres tampoco eran una amenaza para los animales con los que
compartían la creación. Algunos hallazgos paleontológicos, sin embargo,
cuestionan la imagen cándida de aquellos buenos salvajes.
Después de su
aparición en África, hace algo más de 100.000 años, los Homo
sapiens se lanzaron a
la colonización del planeta con un éxito sin precedentes. Junto a su tecnología
o a los vestigios de su cultura, los humanos dejaron tras de sí un rastro
distintivo de la especie. Hace unos 11.000 años, la llegada de los sapiens a
Norteamérica coincide con la desaparición de los mamuts, lo mismo que había
sucedido 20.000 años antes con los canguros gigantes cuando nuestros
antepasados comenzaron a poblar Australia. En las islas Baleares, la cabra Myotragus
balearicus, había sobrevivido a todo tipo de vicisitudes durante
millones de años hasta que hace 5.000 llegaron los humanos, y la pauta se repite
en otra isla del Mediterráneo, Chipre, donde había hipopótamos y elefantes
enanos hasta hace 11.000 años, fecha de aparición de los sapiens. “No niego que pueda
haber una influencia del clima, pero la intervención humana es un factor
decisivo en muchos casos”, apunta Jesús Rodríguez, investigador en
paleoecología del CENIEH (Centro Nacional de Investigación de la Evolución
Humana), en Burgos. “Lo más probable es que sea una concatenación de ambos”,
añade. Según el científico, si las extinciones de grandes animales hubiesen
sido provocadas por cambios globales en el medio se habrían producido en la
misma fecha y hay muchas oleadas de extinción que coinciden con la llegada de
los humanos.
“Las especies que
hemos visto extinguirse con la llegada de los humanos existían desde hacía
cientos de miles de años y habían sobrevivido a muchos cambios climáticos
fuertes”, afirma Jan Van der Made, investigador del Museo Nacional de Ciencias
Naturales del CSIC en Madrid. Sin embargo, “de golpe y en poco tiempo empiezan
a extinguirse sin que otros animales entren a ocupar su lugar”, continúa. “Es
posible que haya un rinoceronte, por ejemplo, que desaparezca y sea sustituido
por un competidor, pero en este caso no viene nada, y eso ha de tener alguna
explicación”.
Varias especies de homínidos, algunos con una inteligencia notable, habían poblado el mundo desde hacía cientos de miles de años, pero no se observa el mismo impacto con la llegada de los Homo erectus o incluso los neandertales. La especie que iba a desarrollar el arte y a la postre la civilización, resultó ser más letal que ninguno de sus ancestros. “Probablemente, aquellas especies no eran tan eficaces cazando, y también es probable que viviesen en menores densidades de población”, sugiere Van der Made. Junto al desarrollo de nuevas tecnologías de caza, se debieron sumar otras habilidades. Los Homo heidelbergensis, por ejemplo, ya disponían de jabalinas hace alrededor de 400.000 años, y eso les daría la capacidad de matar a distancia que compartían con los sapiens, pero no provocaron extinciones similares, recuerda el científico del CSIC. La capacidad de organización proporcionada por un cerebro que evolucionó para la comunicación con los congéneres y el lenguaje debieron desempeñar un papel clave.
Uno de los datos que cuestionan el papel de los humanos modernos en la aniquilación de grandes animales es que en África y Eurasia, donde más tiempo vivieron los humanos, es precisamente donde sobrevivan los mayores mamíferos del planeta y nunca se hayan producido estas extinciones. Sin embargo, Rodríguez explica que precisamente esa convivencia puede estar detrás de esa singularidad. “En África se produce una co-evolución entre estos animales y los homínidos durante millones de años. Se habían adaptado a sobrevivir a estos depredadores”, asevera.
Además, puede existir un segundo factor. “En áreas tropicales, la producción de vegetación es mayor y eso permite que haya poblaciones más abundantes”, cuenta el científico del CENIEH. Sin embargo, en el Ártico o en Norteamérica, al no ser la productividad tan elevada, los tamaños de población son menores y los animales son más vulnerables. Por último, remacha, “en África, el cambio climático también afecta a las poblaciones, pero es de menor intensidad”.
Varias especies de homínidos, algunos con una inteligencia notable, habían poblado el mundo desde hacía cientos de miles de años, pero no se observa el mismo impacto con la llegada de los Homo erectus o incluso los neandertales. La especie que iba a desarrollar el arte y a la postre la civilización, resultó ser más letal que ninguno de sus ancestros. “Probablemente, aquellas especies no eran tan eficaces cazando, y también es probable que viviesen en menores densidades de población”, sugiere Van der Made. Junto al desarrollo de nuevas tecnologías de caza, se debieron sumar otras habilidades. Los Homo heidelbergensis, por ejemplo, ya disponían de jabalinas hace alrededor de 400.000 años, y eso les daría la capacidad de matar a distancia que compartían con los sapiens, pero no provocaron extinciones similares, recuerda el científico del CSIC. La capacidad de organización proporcionada por un cerebro que evolucionó para la comunicación con los congéneres y el lenguaje debieron desempeñar un papel clave.
Uno de los datos que cuestionan el papel de los humanos modernos en la aniquilación de grandes animales es que en África y Eurasia, donde más tiempo vivieron los humanos, es precisamente donde sobrevivan los mayores mamíferos del planeta y nunca se hayan producido estas extinciones. Sin embargo, Rodríguez explica que precisamente esa convivencia puede estar detrás de esa singularidad. “En África se produce una co-evolución entre estos animales y los homínidos durante millones de años. Se habían adaptado a sobrevivir a estos depredadores”, asevera.
Además, puede existir un segundo factor. “En áreas tropicales, la producción de vegetación es mayor y eso permite que haya poblaciones más abundantes”, cuenta el científico del CENIEH. Sin embargo, en el Ártico o en Norteamérica, al no ser la productividad tan elevada, los tamaños de población son menores y los animales son más vulnerables. Por último, remacha, “en África, el cambio climático también afecta a las poblaciones, pero es de menor intensidad”.
La llegada de la
industria ha multiplicado la capacidad de los humanos para transformar su
entorno, pero muchos indicios sugieren que los daños colaterales de la
inteligencia sapiens no son nuevos. Algunos de los pueblos que sirven hoy como
modelo para tener una idea sobre el modo de vida de los humanos prehistóricos
sí viven en considerable equilibrio con su entorno. En opinión de Rodríguez,
esto no significa que los pueblos primitivos viviesen todos así sino más bien
que esa adaptación les permitió mantener su estilo de vida como cazadores
recolectores hasta ahora. “Si no, se habrían extinguido o se habrían hecho
agricultores”, plantea.
La posibilidad de que la inteligencia de aquellos humanos les convirtiese ya en una amenaza para otros animales de su entorno, puede tener una interpretación pesimista, pero algunos científicos especializados en el estudio de la naturaleza humana lo ven de un modo diferente. Para ellos, como dijo el director del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Lepizig Michael Tomasello en una entrevista reciente, mejorar la sociedad requiere que no olvidemos "lo negativo de nuestra biología".
La posibilidad de que la inteligencia de aquellos humanos les convirtiese ya en una amenaza para otros animales de su entorno, puede tener una interpretación pesimista, pero algunos científicos especializados en el estudio de la naturaleza humana lo ven de un modo diferente. Para ellos, como dijo el director del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Lepizig Michael Tomasello en una entrevista reciente, mejorar la sociedad requiere que no olvidemos "lo negativo de nuestra biología".
La sexta gran extinción está en marcha
Un
niño que nazca estos días verá cómo, cuando deje este mundo, unas 400 especies
de animales lo harán con él. Según un estudio con datos de los últimos cinco
siglos, la tasa de extinción de especies se ha multiplicado más que por 100. El
ritmo, además, se ha acelerado en las últimas décadas por la acción del hombre.
Bienvenidos a la sexta extinción masiva de la vida sobre este planeta.
No
es la primera vez que la Tierra sufre una gran extinción de especies. En el
imaginario colectivo está la de los dinosaurios, hace 65 millones de años.
Desaparecieron alrededor del 75% de las especies. Pero antes hubo otras cuatro,
aún más mortíferas. Aquellas cinco
extinciones masivas fueron causadas por fenómenos naturales, ya fueran
meteoritos desde el espacio, super volcanes o hasta la explosión de una
supernova. Ahora, sin embargo, es una de las especies, la humana, la que
estaría provocando la desaparición acelerada de las demás.
Un
grupo de investigadores mexicanos y estadounidenses ha usado la base de datos
de la Unión
Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) para
estimar la actual ratio de extinción de especies. Se centraron en los
vertebrados porque son de los que hay más datos, ya sea en el registro fósil o
en los registros históricos.
Encontraron
que, desde 1500, hay pruebas de la desaparición de 338 especies. Otras 279 ya
solo se pueden encontrar en los zoos o, ante la falta de avistamientos,
posiblemente se hayan extinguido. En total son 617 especies de vertebrados que
han desaparecido. Y, según publican en Science
Advances, la mayoría de las extinciones se han producido en el último
siglo.
"Nuestro
trabajo indica que ya hemos entrado en la Sexta Extinción Masiva sin duda
alguna", dice el investigador del Instituto de Ecología de
la Universidad Nacional Autónoma de México y principal autor del estudio,
Gerardo Ceballos. Esta gran extinción es además diferente de las cinco
precedentes. "La diferencia es que todas las anteriores fueron causadas
por fenómenos naturales, esta está siendo causada por el ser humano. Otra
diferencia es el periodo tan corto en que está ocurriendo", añade.
Pero
la cifra de 600 especies puede que no diga mucho. Hacía falta un punto de
referencia para poder valorar el ritmo de desaparición actual, una especie de
tasa de extinción natural. En 2011, otro grupo de investigadores liderados por
el paleontólogo de la Universidad de California en Berkeley (EE UU), Anthony
Barnosky, que participa en el actual estudio, realizaron un intenso análisis de
los registros fósiles de los últimos dos millones de años. Así, estimaron que
esa tasa natural de extinción rondaría la cifra de 1,8 por
cada 10.000 especies cada 100 años.
En
la actualidad, entendida como los últimos siglos, la ratio de extinción es
hasta 100 veces mayor que la tasa natural. Para hacerse una idea, en un
escenario donde prevaleciera esta tasa natural, desde 1900 se habrían
extinguido nueve especies de vertebrados. En realidad, se han extinguido 477
especies. Habrían hecho falta unos 10.000 años para acabar con la vida que ha
desaparecido en un solo siglo.
Además,
el proceso se está acelerando. Los anfibios son la clase de vertebrados más afectados.
Pero si, desde 1500 se había constatado la desaparición de 34 especies
anfibias, desde 1980 se han extinguido otras 100. Y eso que no hay que
descartar que muchas otras hayan desaparecido sin testigos humanos que lo
confirmaran. Los investigadores, que insisten en que sus estimaciones son muy
conservadoras, recuerdan que en sus cálculos no tienen en cuenta a las muchas
especies que se han convertido en muertos vivientes, con poblaciones tan
escasas que su función en los ecosistemas es cercano a cero.
Para
Ceballos, los factores que explican estas extinciones son la destrucción del
hábitat, la sobreexplotación de especies, la contaminación y el cambio climático.
"Todo se deriva del tamaño de la empresa humana: el tamaño de la población
que sigue creciendo, la desigualdad social, la ineficiencia tecnológica. Esas
son los factores fundamentales de este enorme problema que amenaza a la
humanidad", sostiene.
En
sus conclusiones, los autores advierten de que la ventana de oportunidad para
revertir la situación se está cerrando: "Si permitimos que el actual ritmo
elevado de extinción continúe, los humanos pronto, en el breve espacio de tres
vidas humanas, se verán privados de los muchos beneficios de la biodiversidad.
En la escala temporal humana, esta pérdida será definitiva como muestra que,
tras las pasadas extinciones masivas, la vida necesitó centenares y millones de
años para volver a diversificarse". Para entonces, igual ni estamos.
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