Y un día el relato no fue la única verdad
Claudio Jacquelin
En tiempos en que la imagen es
todo, lo que no se ve no es. Y cuando no hay foto hay relato. Que es la única
verdad.
Así piensa, así actúa y así se
explica el kirchnerismo.
"Néstor no se murió, Néstor
no se murió..." pueden cantar "los pibes para la liberación", y
a nadie se le representará la imagen del ex presidente inerte porque nadie lo
vio y, sobre todo, porque nadie lo fotografió así. La metáfora es la realidad,
el símbolo convertido en hecho.
Nadie vio tampoco a Cristina y a
Néstor Kirchner con los familiares de las víctimas de Cromagnon. Ni con los de
la tragedia de Once. Ni con los de las víctimas por la inseguridad.
Nadie pudo tomar una foto de
Cristina la noche del 28 de junio de 2009, cuando se produjo la primera derrota
electoral del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires, con Néstor a la
cabeza de la lista. Tampoco la de la noche de la segunda derrota, en 2011. Por
eso, al día siguiente pudo aparecer y representar el relato para decir que el
kirchnerismo no había perdido, sino que había triunfado en la suma nacional de
votos.
Por supuesto no hubo fotos ni
filmaciones de la Presidenta cuando llegó la primera señal de alerta
advirtiéndole que la vida eterna puede ser fugaz. Fue la noche de la primera
vuelta, el 25 de octubre pasado, cuando Daniel Scioli sacó menos votos que los
que ella y él soñaron, y Mauricio Macri obtuvo muchos más que los que nadie
había pronosticado.
Por supuesto, no se mostró en
público cuando el modelo fue finalmente derrotado el 22 de noviembre.
Cómo podía imaginarse la
ciudadanía que no la vería cumpliendo los ritos de la alternancia política,
poniéndole la banda y dándole el bastón de mando al rival que derrotó a su
malquerido delfín. Todos los antecedentes podían avalar las especulaciones de
que eso nunca ocurriría, pero parecía una exageración de opositores alucinados.
Cristina dio una primera señal de
que lo inimaginable podía concretarse. Fue dos días después de la derrota de
Scioli, cuando impidió que el fotógrafo presidencial Víctor Bugge registrara el
primer encuentro con quien ya era su sucesor, con quien desde ese momento la
convertía en historia, la desplazaba de los focos, anticipaba su irrevocable
desplazamiento de la centralidad escénica, de la que nunca imaginó salir. Sabía
que sería la constatación de su derrota. La primera imagen del adiós.
Tan cultora como constructora de
la imagen, a Cristina Kirchner no le pudo ser ajena en esos momentos la
histórica foto que hizo el propio Bugge de un Raúl Alfonsín de hombros vencidos
caminando por la misma quinta de Olivos junto a su sucesor, un Carlos Menem
erguido y victorioso, ambos de espaldas. No sería a ésa la última imagen que
dejaría antes de irse de la casa que habitó durante 12 años y medio. Y no la
dejó.
Pero tampoco les daría el gusto a
quienes se solazaron por anticipado imaginando sus gestos entregándole el
bastón y poniéndole la banda a Macri. Salvo que la asunción de su indeseado
sucesor pudiera ser opacada por su victoriosa ascensión al olimpo de los
próceres populares, con las imágenes de un Congreso dominado por sus fieles
rindiéndole culto y una militancia postrada a sus pies.
Su última imagen fue en pleno y,
sobre todo, absoluto ejercicio de su mandato, con los pibes rindiéndole su
último homenaje. Componiendo la escena para el "Cristina no se fue,
Cristina no se fue...". Porque nadie la habrá visto entregando los
atributos presidenciales.
No habrá foto de la transmisión
del mando, pero nada podrá negar la existencia de su derrota: Macri asumirá la
presidencia y habrá fotos que registren otro hito de la democracia.
Porque el relato no es la única
verdad.
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