Londres se zambulle en la piscina de Hockney*
Poco antes de inaugurarse la exposición, la más grande
dedicada nunca a David
Hockney, uno de los comisarios viajó a Los Ángeles a visitar al
artista y le preguntó qué le gustaría que la gente extrajera de este estudio de
seis décadas de su obra. “Un poco de alegría”, respondió Hockney, “que
disfruten del mundo como yo disfruto mirándolo”.
La exposición de
David Hockney, que abarca hasta 13 salas y que ya ha batido el récord
de venta anticipada de la Tate, es un disfrute de principio a fin. Pero el reto
del museo fue ir más allá y destacar, a través de una colocación casi
cronológica del centenar de piezas, las líneas maestras de un obra rica en
temática y técnicas. Y el hilo conductor, en palabras de uno de los comisarios,
Chris Stevens, es la reflexión del artista sobre “cómo vemos el mundo y cómo el
artista es capaz de capturarlo en dos dimensiones”.
La intención queda clara desde la primera sala, una de las
dos únicas que rompen el orden cronológico, que cuelga obras que tienen en
común, explica Stevens, un cuestionamiento de los protocolos de hacer cuadros. En
Modelo con autorretrato inacabado (1977), el artista se dibuja a sí mismo
en el fondo del cuadro, detrás del retrato de su pareja que duerme en primer
plano. Pero no se trata del propio artista, como delata el título, sino de un
autorretrato inacabado apoyado en la pared.
A continuación el espectador se adentra en los años de
estudiante de Hockney, entre 1959 y 1962, en los que una reveladora visita a la
exposición de Picasso en la propia Tate le permitió comprender que un
artista no tenía por qué limitarse a un solo estilo o una sola idea. El shock que
el expresionismo abstracto provocó en los artistas europeos de la época se ve
en cuadros como We two boys together clinging, de 1961, que
constituye uno de sus primeros, en sus propias palabras, “actos de propaganda”
del amor homosexual en un momento en que este estaba prohibido.
Las siguientes salas están consagradas a su alejamiento de
la abstracción en los años sesenta y sus juegos de equilibrios entre la
imaginación y la observación. Esos años deparan a Hockney un descubrimiento que
habría de marcar su carrera: la ciudad de Los Ángeles, a la que viaja en 1964 y
que le cautiva con sus espacios abiertos, la luz blanca del sol y el culto al
cuerpo. En Peter getting out of Nick’s pool (1966), el cuerpo desnudo
de su novio de entonces sale del agua mientras el sol dibuja patrones geométricos
en el ventanal de la casa y en la superficie de la piscina. En otra piscina,
alguien que se acaba de tirar al agua ha provocado una salpicadura, una especie
de eyaculación que rompe la geometría fría de la casa, el trampolín, los
bordillos y el marco como de Polaroid que rodea A bigger splash (1967),
un cuadro que el tiempo ha convertido en icono.
Su obra, particularmente la de los años sesenta, ha quedado
como una iconografía de las revoluciones sexuales, económicas y estéticas de
una época. Tanto, que hay cosas de la realidad que se identifican con Hockney:
las altísimas palmeras de Los Ángeles, las piscinas suburbiales, los aspersores
de riego sobre el césped, todo eso lleva ya la firma del pintor.
Pocos artistas vivos han alcanzado un éxito tan masivo como
Hockney. Y esta gran exposición, organizada en colaboración con el Pompidou y
el Metropolitan, pretende ser también un reconocimiento al personaje, que este
verano cumple 80 años y sigue muy activo, como demuestran la videoinstalación y los cuadros dibujados con tabletas iPad que ocupan las
últimas salas de la exposición.
*La Tate Britain acoge la mayor retrospectiva sobre el creador hasta la fecha: David Hockney is at Tate Britain, London, 9 February-29 May. Box office: 020-7887 8888.
Un ‘Hockney’ para cada lector
No hace falta ser un experto en arte para reconocer su
nombre, su obra y hasta su figura risueña, con su pelo despeinado, su cárdigan
y sus gafas de pasta. Incluso en Reino Unido, un país acostumbrado a que los
artistas invadan la cultura popular y las páginas de los tabloides, David
Hockney ha vuelto a rizar el rizo. El pasado 3 de febrero el diario
sensacionalista The Sun, el de mayor circulación del país, salía a la
calle con su icónica cabecera reinterpretada por el artista. Un hockney para
cada lector, decía el diario, que se refería al artista como “una chaval de
clase obrera de Yorkshire al que le ha ido bien”.
Autorretrato de Hockney con tirantes rojos ( 2003)
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