Estonia, la meca tecnológica de Europa
Cuando, en 1991, Estonia se convirtió en un país
independiente, sus líderes políticos visualizaron el futuro en algo tan
abstracto como la codificación y los algoritmos. En ese momento, la estabilidad que buscaban -con una
economía avanzada, un alto nivel de vida y una tecnología puntera en el mundo-
se asemejaba más a un sueño que a un proyecto real. La diminuta república báltica se había liberado de
la Unión Soviética en 1918, pero apenas tres décadas más tarde, en 1941, había
sido invadida por la Wehrmacht, las fuerzas armadas de la Alemania nazi. Y
tres años más tarde llegaría la reocupación soviética.
Pero con su independencia -y, especialmente, con su ingreso
en la Unión Europea en 2004- y con la adopción de una serie de políticas
tecnológicas revolucionarias cambiaría el panorama hasta tal punto que hoy día
es conocido como el "Silicon Valley europeo". De hecho, el país tiene más empresas emergentes por
persona que el Silicon Valley californiano y su revolución digital ha sido
tal que ya cuenta con unos 600 servicios online.
Estonia es uno de los pioneros tecnológicos de Europa y una
de las sociedades digitales más avanzadas del mundo. Tanto es así que se ha
convertido en un modelo de gobierno único que se hace llamar
"e-Estonia" ("Estonia electrónica"). Pero, ¿cómo funciona?
e-Estonia: una sociedad digital
El país báltico fue el primero en permitir votaciones por Internet en unas elecciones generales, y también en ofrecer todas las
clases escolares y gestionar los historiales médicos de sus
ciudadanos a través de la web. Los estonios pagan el estacionamiento por Internet, tienen
wifi pública en todo el territorio nacional y cuentan con el ancho de
banda más veloz del planeta. Su Internet, a diferencia de su pasado histórico, es libre y
abierta. Su acceso es amplio y sin restricciones ni limitaciones al contenido.
El cambio fomentado por el gobierno transformó la manera en
que los ciudadanos interactúan entre sí y creó un entorno de apoyo a los
emprendedores en un país que tiene poco más que un millón de habitantes y que
fue el lugar en el que nació Skype, entre otras muchas empresas
tecnológicas exitosas. En su sitio web oficial, la nación báltica define a sí misma
como "una sociedad digital" gracias a sus "sofisticadas
soluciones electrónicas".
Esa gestión electrónica se aplica a todos los sectores,
desde la seguridad vial, hasta la educación, la sanidad y los servicios
financieros, privados y gubernamentales. Registrar un negocio en Estonia -por supuesto, se hace a
través de internet- cuesta sólo 18 minutos y hacer la declaración de impuesto
apenas cinco. Todo ello, sin moverse del sofá, explica el gobierno.
Skype nació en Estonia.
Estos son algunos de los servicios electrónicos con los que
cuenta e-Estonia:
Gestión de colas fronterizas: reduce los tiempos de espera.
Firma digital: permite la firma de documentos de forma
segura.
Residencia electrónica: permite a todo el mundo hacer
negocios digitales más fácilmente.
DreamApply: sirve para la admisión de estudiantes
internacionales y optimización de procesos en instituciones educativas.
Registro electrónico de empresas: permite a los
emprendedores registrar su negocio en minutos.
Gabinete gubernamental (e-Cabinet): para coordinar el
proceso de toma de decisiones.
Tribunales y sistema legal (e-court y e-law):
para presentación de demandas o publicación de proyectos de ley.
Sistema policial(e-Police): para mejorar la comunicación,
coordinación y efectividad de la policía.
Sistema educativo (e-School): permite a estudiantes,
profesores y padres colaborar en el proceso de aprendizaje.
"En lugar de desarrollar un sistema central único,
Estonia creó un sistema abierto y descentralizado que conecta varios
servicios y bases de datos entre sí", se lee en la web. "La flexibilidad de este sistema abierto permitió que
se desarrollen y se añadan nuevos componentes de la sociedad digital a lo largo
de los años. Por eso Estonia se ha convertido en una de las historias de
éxito empresarial de la última década en Europa". Otros, sin embargo, ven esa hegemonía de Internet como una
amenaza a la privacidad personal. Pero el gobierno estonio dice que su sistema es seguro y
exento de intrusismos.
Confianza digital
Los estonios tienen el control de sus datos personales y
pueden ver en línea qué agentes consultaron su información. Además, va
contra de la ley que alguien vea los datos de otra persona sin su
consentimiento, y los actores privados y gubernamentales deben solicitar un
acceso especial. Tal vez por eso las estadísticas indican que los estonios
tienen un alto nivel de confianza digital.
"El uso de tecnologías de la información en el sector
público nos ha impulsado al frente de la modernización [...] y ha convertido a
Estonia en un país con uno de los gobiernos más
limpios y transparentes del mundo", dijo Toomas Hendrik Ilves,
presidente del país entre 2006 y 2016, en un video gubernamental.
Y todas estas ventajas no son sólo para los estonios.
Desde 2014, los ciudadanos extranjeros también pueden
convertirse en "residentes electrónicos" de este pequeño país,
que ha conseguido liderar toda una revolución digital y protagonizar un cambio
sin precedentes en el mundo.
La "e-residencia" no permite votar, ni elimina la
necesidad de visa para quienes vivan fuera de la Unión Europea, pero los
residentes electrónicos reciben una identificación digital que hace más fácil
abrir cuentas de banco, registrar empresas o firmar digitalmente todo tipo de
documentos. El proceso, por supuesto se hace a través de Internet.
La canciller alemana Angela Merkel y el primer ministro de Estonia Taavi Rõivas en una visita oficial en 2016.
La sociedad de "e-Estonia", sin embargo, no
es perfecta. Su actual primer ministro, Taavi Rõivas, tiene solamente 37
años y pertenece a esa nueva generación digital que no concibe el mundo actual
sin la red. Sin embargo, solamente la mitad de los mayores de 65
años utilizan Internet en el país, lo cual indica que existe cierta exclusión
digital. Además, la tecnología puede ser costosa, limitando el acceso
de quienes tienen menos ingresos.
Pero, en términos generales, el balance es más que positivo. Estonia es un ejemplo de una república del futuro que ya existe en el
presente.
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