Elizabeth Holmes, milmillonaria a los 30 años
Rosa Jiménez Cano
Biotech, la intersección entre la
tecnología y el ámbito de la biología, es una de las palabras que más se
repiten en Silicon Valley. Ahora el sector acaba de crear su primer gran mito:
Elizabeth Holmes, soltera de 30 años, la primera mujer que alcanza una fortuna
superior a mil millones de dólares por sí misma, sin herencias ni divorcios de
por medio, y la mujer más joven en entrar en la lista Forbes de las
400 personas más ricas de Estados Unidos (está en el puesto 110). Una cifra
que ha superado con creces: la joven tiene una fortuna estimada en más de 4.500
millones de dólares (poco más de 3.500 millones de euros), la mitad del valor
de la empresa que dirige y de la que posee el 50% de las acciones.
Aplicaciones, buscadores y algoritmos poco tienen
que ver con su negocio. Lo suyo es la sangre. Su propuesta rompedora es una
forma totalmente diferente de hacer los análisis. En Theranos, como se llama su empresa (una
mezcla entre las palabras, en inglés, terapia y diagnóstico), han puesto punto
final a las agujas y a los tubos con muestras de sangre. Su innovación consiste
en tomar una muestra mínima, una mera gota, para luego analizar los datos
deseados.
La joven empresaria, una de las entradas más
novedosas de la última lista Forbes, cumple parte del patrón de los
nuevos ricos de Silicon Valley. Hecha a sí misma, no tiene estudios
universitarios. A los 19 años abandonó las aulas de la Universidad de Stanford,
una universidad con acceso directo a los grandes fondos de inversión, para
emprender su empresa. Pero su dinero no apareció de la noche al día. Han pasado
11 años desde que utilizó los primeros 3.000 dólares que ahorró para un
experimento de clase y convenció a su profesor Channing Robertson para seguir
explorando lo que hasta entonces solo era una intuición.
Después de más de 200 llamadas, por fin,
consiguió un inversor, algo atípico para el sector al que se dirigía. Draper
Fisher Jurvetson, firma especializada en capital riesgo, se salía con ella de
su zona de confort. Tras impulsar éxitos como Hotmail o Skype, ambas en manos
de Microsoft, daba fondos a Holmes para que sus laboratorios pasasen de tener
una plantilla con ella como única empleada a 500 trabajadores.
Su elevator pitch fue infalible. Así es
como se llama a la mínima presentación, equivalente al tiempo que dura un viaje
en ascensor, en la que se aborda a un inversor potencial. La norma no escrita
dice que una historia personal enlazada con un problema a resolver, un problema
que afecte a muchos, es garantía de éxito. Ella lo tuvo claro. Se centró en la
aversión que producen las agujas. Lo aderezó con una historia personal, la de
su tío que murió de cáncer. Según su argumento, la enfermedad que comenzó en la
piel y se le extendió al cerebro no tuvo el control suficiente, ni se detectó a
tiempo.
La ambición de esta treintañera pasa por hacer
del análisis de sangre un hecho habitual y cotidiano, de modo que el control de
enfermedades sea mucho más sencillo. Desde septiembre su sencillo kit
de prueba, muy parecido al de los diabéticos, está en una veintena de farmacias
de la cadena Walgreens, todas en Ohio. Salvo una en su barrio, en Palo Alto. En una entrevista con el San Jose Mercury News no
dudó en poner el dedo en la llaga de la polémica para promover lo que ella
denomina ‘la mejor medicina preventiva’: “Aquí, en California, puedo ir,
comprar una pistola y dispararme, pero no puedo hacerme un test de
vitamina D sin permiso. No lo entiendo. Es algo que, estoy segura, vamos a
cambiar con el tiempo”.
Si todo va bien, su producto se ampliará a los
8.200 centros de la cadena. La farmacia lo ve con buenos ojos, a largo plazo le
generará un mayor número de ventas y un flujo más constante de clientes en el
local físico, un buen antídoto contra las ventas online.
El consejo de la empresa que fundó reúne hoy
personalidades de todo tipo. Senadores, generales, una leyenda como Henry A.
Kissinger y Larry Ellison, el fundador y ya ex consejero delegado de Oracle, el primer mito del software
para empresas y hoy un millonario de 70 años que no los aparenta. Este fanático
de las regatas también está entre los grandes inversores de Theranos.
A pesar de su insistencia por mantener un perfil
bajo, a Elizabeth Holmes se la compara con frecuencia con dos de los grandes
ídolos de Palo Alto. Steve Jobs y Mark
Zuckerberg. Con el primero, por su sobriedad en el vestir. A pesar de su
belleza, de aire nórdico, insiste en lucir un uniforme muy similar al del genio
de Apple: jersey negro de cuello vuelto y pantalones a juego. Con el fundador
de Facebook se la compara por su ambición sin excusas, y por usar una antigua
sede de la red social como cuartel general de su compañía. Los tres abandonaron
las clases universitarias para hacer realidad su visión.
Actualización:
EE UU acusa de fraude a Elizabeth Holmes, la que fuera la gran promesa de Silicon Valley
https://elpais.com/economia/2018/03/14/actualidad/1521048502_998351.html
Va a pasar a la historia dejando un rastro positivo, en todo el andamiaje que son las dolencias de los humanos y su consiguiente prevención y curación. Muy distinta a la historia, tal vez un poco exagerada, de los Borgia: soberbia, ambiciones desmedidas, violencia y todo lo demás que podemos hacer cada uno de nosotros. Dígame, por favor, es un defecto, ser o querer ser anónimo? Agustin
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