Cabo Verde, el ‘Caribe’ africano
Fernando Barciela
Paisaje en Cabo Verde.
Lo más destacado de Cabo Verde es
su contraste con el resto de África por su estabilidad política, económica y
social. El país, un pequeño archipiélago de 4.000 kilómetros cuadrados y medio
millón de habitantes, situado a 1.600 kilómetros al sur de Canarias, no ha
sufrido en sus 40 años de independencia incidentes de importancia. Desde 1991,
cuando se celebraron las primeras elecciones libres, estas se han sucedido con
regularidad. En 2011, tras dos mandatos, el presidente Pedro Pires, del PAIGC
(el partido que luchó por la independencia de Portugal), se negó a que
cambiaran la Constitución para perpetuarse en el poder.
Por cuestiones como esta, Cabo
Verde es un país con una alta credibilidad política. En el índice
de libertades de Freedom in the World, de la ONG Freedom House de EE UU, es
uno de los 10 países de África considerados "libres". El resto son
"parcialmente libres" o "no libres". Hace poco, el Banco
Mundial subrayó "su buena gobernanza, gestión macroeconómica sana,
apertura al comercio y adopción de políticas sociales efectivas". También
el Banco de Desarrollo Africano considera que el país se ha convertido "en
un destino seguro para la inversión exterior debido a sus instituciones
sólidas. Incluso Pedro Machado, de la Cámara de Comercio de Tenerife, destaca
el potencial de un archipiélago que puede convertirse en un serio rival de las
islas españolas por atraer turistas.
A nivel social, Cabo Verde ha
sido como una balsa. No se recuerdan conflictos ni movilizaciones de protesta
importantes, una situación que se ha visto facilitada por la ausencia de
problemas raciales. Negros, criollos y blancos se mezclan sin problemas.
Además, el país está entre los primeros del mundo en
participación de las mujeres en la política.
La gestión más que eficiente ha
permitido al país abandonar la extrema pobreza. Su renta per capita ha
pasado en las últimas tres décadas de 175 a casi 4.000 dólares. La pobreza
crónica bajó del 49% en los noventa al 26% el año pasado. Todo esto teniendo en
cuenta que Cabo Verde, a 575 kilómetros de la costa africana, no tiene recursos
naturales al margen de la pesca. No tiene minerales ni casi agricultura, debido
a la falta de agua y terreno cultivable. En el siglo XX hubo sequías tan
catastróficas que provocaron miles de muertos. Incluso en 2002 el Gobierno tuvo
que pedir ayuda alimentaria. Estas crisis forzaron la emigración de decenas de
miles de personas, cuyas remesas siguen siendo importantes; hay más
caboverdianos fuera del país que dentro.
Pese a
los pequeños reveses, los inversores y los organismos internacionales han
apoyado todos los proyectos de desarrollo puestos en marcha por el Gobierno.
Holanda pagó la mitad de la nueva central térmica de Santo Antão y un fondo de
los BRIC financió una planta de desalinización en São Nicolau. La privatización
de los puertos atrajo el interés de 11 empresas de Portugal, Inglaterra,
Holanda o Turquía.
El gran proyecto de futuro de
Cabo Verde es su transformación en un 'nuevo Caribe'. Hace años que sus responsables
empezaron a vender en el exterior sus enormes playas, casi vírgenes, la belleza
del paisaje, sus montañas con picos de casi 3.000 metros y una temperatura
media de 27 grados: todo a cinco horas y media de Londres. Las perspectivas son
alentadoras. Según un estudio del World Travel and Tourism Council, Cabo Verde
será uno de los 10 países del mundo cuyo turismo más crecerá en el medio y
largo plazo. Este año, el país recibirá unos 550.000 turistas, cifra que se
espera alcance el millón en cuatro o cinco años. Mientras que en 1998 el
turismo suponía el 4% del PIB, este año superará el 20%. Para llegar a ese
millón de visitantes va a ser clave el estreno de un espectacular casino y
complejo hotelero en la capital, Praia, promovido por un empresario de Macau,
David Chow, con una inversión de 200 millones de dólares. No será el único.
Habrá otros más pequeños en las islas de San Vicente, Santiago y Sal.
Se espera que la actual capacidad
turística —229 hoteles, 10.800 habitaciones— se dispare. Meliá, que ya gestiona
dos hoteles en Sal, el Meliá Tortuga Beach y el Meliá Dunas Beach Resort —el
mayor de África— inaugurará otros dos entre 2016 y 2018. Entre las cadenas que
están desembarcando figuran Hilton, que construye un hotel de 240 habitaciones
que costará 46 millones de euros; Decameron New Horizon, que invertirá más de
60 millones de dólares en un complejo con 550 habitaciones; o la francesa
Groupe du Louvre, que abrirá un hotel casino en Mindelo. El turismo está
impulsando el sector inmobiliario. Los precios del suelo suben a una media del
15% anual.
El Gobierno, por su parte, ha
puesta en marcha un programa de mejora de infraestructuras. Se han construido
centenares de kilómetros de carreteras y se van a modernizar los dos
principales aeropuertos. Y como el país se extiende sobre varias islas, se van
a potenciar las conexiones interinsulares. Recientemente se han encargado tres
transbordadores en España. La canaria Binter empezará a operar vuelos entre las
islas del archipiélago en dos o tres meses. El país tiene planes para completar
su planta de generación eléctrica y va a entrar en energías renovables.
Estos planes están reduciendo las
cifras de paro. El desempleo bajó del 26% en 1998 al 15,8% en 2014, en buena
medida por el turismo. En 2013 el sector empleaba a unas 32.000 personas y este
año se acercará a los 64.000. Además, Cabo Verde está aprovechando su buena
imagen para crearse una industria de la mano de empresas extranjeras.
Recientemente se anunció la instalación en el país desde empresas de
fabricación de calzado portuguesas hasta transformadoras de atún como la
vasco gallega Atunlo.
¿Un dato negativo? Que el
crecimiento de la economía caboverdiana se ha ralentizado un poco. Después de
crecer el 2,4% el año pasado, su PIB aumentó solo el 0,1% en el segundo
trimestre. En el país atribuyen este hecho a su excesiva dependencia de Europa,
sobre todo en su comercio exterior. De ahí que el Gobierno haya empezado a
moverse entre los emergentes, en especial con China o con Angola, que lleva
seis o siete años invirtiendo en sectores como la energía, las
telecomunicaciones o la banca.
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