La cruda vida de Jimi Hendrix: Cumpliría 73. Murió con 27
Todo lo relacionado con Jimi Hendrix (1942-1970) parece descomunal.
Cualquier persona interesada por la música sabe que su discografía es
oceánica: abarca centenares de lanzamientos, algo asombroso para alguien
que apenas grabó -bajo su nombre- durante cinco años. La bibliografía
sobre su persona también impresiona: músicos, amantes, productores han
firmado libros hendrixianos. Una pila a la que ahora se suma Jimi Hendrix: la biografía (Robinbook), de Charles R. Cross.
Se trata de una biografía ortodoxa y minuciosa, escrita por un autor
que no trató a Jimi pero que está especializado en el rock del noroeste
de Estados Unidos (su anterior tomo estaba dedicado a Kurt Cobain).
Cross argumenta que la obra de Hendrix adquiere sentido si se conoce su
origen -Seattle, una ciudad multicultural- y sus primeros años de vida.
Decir que la familia Hendrix era disfuncional parece un eufemismo: Al y
Lucille, sus padres, pasaron más tiempo separados que juntos y aun así
tuvieron seis hijos.
Jimi nunca conoció un hogar convencional. Su madre, enferma de
cirrosis, murió misteriosamente en 1958. Su padre nunca pudo mantener a
su prole (tres de los críos fueron dados en adopción) y Jimi pasó,
literalmente, hambre y frío. Le salvó la informal red de solidaridad
existente en la comunidad afroamericana. En tal abismo de pobreza, le
costó conseguir una guitarra miserable. Y no llegó a hacer de la música
su profesión. Cuando le arrestaron por segunda vez en un coche robado,
le ofrecieron el trato habitual: cárcel o alistarse en el Ejército.
En un rasgo de audacia, eligió apuntarse a la famosa División
Aerotransportada 101. Pero Jimi no tenía madera de militar; Cross ha
descubierto que consiguió la licencia declarándose homosexual. No es la
única revelación que ha sentado como un tiro entre los viejos amigos de
Hendrix: el libro describe la penosa existencia del guitarrista en Nueva
York, cuando dependía de los ingresos de una prostituta menor de edad, a
la que dejó embarazada.
En Nueva York se forjó la alianza cultural de Hendrix, que se puede
simplificar así: Harlem + Greenwich Village. Se había pateado el
circuito negro tocando detrás de Little Richard, Solomon Burke o los
Isley Brothers, pero también conectaba espiritualmente con el rock
blanco; adoraba a Bob Dylan, incluso imitaba su peinado alborotado de Blonde on blonde.
Dominaba el lenguaje de dos mundos, pero fue alguien del rock quien
descubrió su excepcionalidad. Linda Keith, novia de Keith Richards,
difundió incansable las maravillas de aquel guitarrista zurdo de
vestimenta extravagante. Finalmente, consiguió que Chas Chandler
-antiguo bajista de los Animals, reconvertido en representante- se
llevara a Hendrix a Londres.
Llegaron el 24 de septiembre de 1966 y en menos de 24 horas ya tenía
novia y era la comidilla del mundo pop tras participar en una jam session.
La rapidez con que Jimi tomó por asalto el Reino Unido sugiere que
apareció en el lugar justo y el momento exacto, cuando la pasión por el soul cedía ante el descubrimiento del blues.
Tal vez encajaba en un estereotipo soñado por los públicos europeos:
Johnny Hallyday le llevó de gira por Francia antes de que hubiera sacado
un disco. Lo cierto es que mental y musicalmente estaba preparado para
cabalgar sobre la ola de la naciente psicodelia. Él y la guitarra
formaban un todo; disponía además de un creciente arsenal de efectos. Su
capacidad de asimilación dejó boquiabiertos incluso a los Beatles: tres
días después de su salida, tocaba ante ellos Sgt. Pepper en directo.
Los cuatro años posteriores forman parte de la leyenda del rock. La
ascensión de un músico prodigiosamente dotado y la caída de una estrella
que se excedió en todo: grabaciones, drogas, giras. Sin repartir
culpas, Cross pasa lista a los secundarios del drama: el representante
que no le permitía parar, las concubinas que tampoco, los militantes
negros que le recriminaban su éxito entre el público del rock. Inútil
especular por su evolución musical: siempre complaciente, lo mismo
prometía grabar jazz que volver al rhythm and blues.
Cuando Jimi fallece en Londres, de una forma particularmente
estúpida, deja detrás un caos mayúsculo en lo personal y en lo
profesional. Han seguido más de treinta años de litigios que han dejado
montañas de amargura.
No se han reconocido los al menos dos hijos que Jimi engendró, pero
es que ni siquiera sus hermanos se beneficiaron demasiado de un legado
cuyo valor ha crecido exponencialmente: a su muerte, en 2002, el padre
dejó la mayor parte de la herencia a una hijastra que ya antes exprimía
al máximo la ubre de la sociedad Experience Hendrix, adjudicándose
sueldos anuales de 800.000 dólares. A poca distancia del inmenso panteón
que acoge los restos de Al y Jimi, ahora una de las atracciones
turísticas de Seattle, está la tumba abandonada de Lucille,
respectivamente su esposa y su madre. Ni siquiera tiene una lápida.
Diego A. Manrique
Hendrix en algunas frases:
“Quiero
hacer una música tan perfecta que se filtre a través del cuerpo y sea capaz de
curar cualquier enfermedad”.
“Disculpen
mientras beso el cielo”.
“A veces
quieres rendirte con la guitarra, la odiarás, pero si no te rindes con ella,
serás recompensado”.
“Hay
personas que me imitan muy bien, de hecho copian hasta mis errores en la
guitarra”.
“El
conocimiento habla pero la sabiduría escucha”.
“Paz, amor
y felicidad para todos”.
“Cuando
rompí mi guitarra fue como un sacrificio, porque uno sacrifica lo que
más ama”.
“Cuando el
poder del amor sobrepase el amor al poder, el mundo conocerá la paz”.
“Todo está
en tu mente. Un poquito de fantasía aquí y allá. ¡Todo va a salir bien!”.
“La
historia de la vida es más rápida que un abrir y cerrar de ojos, la historia
del amor es hola y adiós. Hasta que uno se encuentra de nuevo”.
“El blues
es fácil de tocar pero difícil de sentir”.
“La mujer
eléctrica nos aguarda a ti y a mí, así que es hora de emprender un viaje.
Puedes arrojar todos tus complejos a la costa mientras sobrevolamos el mar
lleno de amor”.
“Haces el
amor, rompes el amor. Es todo igual cuando se termina. Música, música dulce”.
“Una vez
que estás muerto, estás hecho para la vida”.
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