miércoles, 14 de junio de 2017

FRANZ KOENIGS



El arte que los colaboracionistas holandeses vendieron a Hitler

Isabel Ferrer 







Franz Koenigs




La suerte de la colección de arte reunida antes de la II Guerra Mundial por Franz Koenigs, un banquero germano nacionalizado holandés, vuelve a los tribunales. Seis herederos piden en Róterdam a los jueces la devolución de 11 dibujos y otros 11 álbumes con cientos de ilustraciones de maestros antiguos, entre ellos Fra Bartolomeo, Rembrandt y Durero, incluidos en los fondos del museo Boijmans van Beuningen, de la ciudad portuaria. 
La sala, que compró el legado de Koenigs en 1940, con la invasión nazi de Holanda en puertas, lo niega, y considera suyas las obras. El caso ha reavivado la polémica sobre la figura del "colaborador económico" en época de guerra, porque Daniel van Beuningen, un empresario al que el centro artístico debe la mitad de su nombre, vendió un cuarto de las piezas a Hitler para su Museo del Führer.

Franz Koenigs llegó a tener 2.140 dibujos y 46 lienzos. La mayor parte fue prestada al museo de Róterdam en 1935 fue por un periodo de diez años. Con Europa en plena turbulencia, él necesitó crédito y dejó una porción de su colección —asegurada en 4,5 millones de florines— como garantía en el banco Lisser & Rosenkranz. De propiedad judía y con sedes en Hamburgo y Ámsterdam, la entidad tuvo que liquidar en 1940, semanas antes de la ocupación holandesa. “Las obras siempre estuvieron en el Boijmans porque mi abuelo quería que el público las viera. Intentó trasladarlas a Lisboa, pero no pudo ser por la inminencia de la guerra”, dice Christine, una de sus nietas, y principal impulsora de la demanda. “Ahora se recupera la figura del colaboracionismo económico en tiempo de guerra. Una visión interesante en este caso. Van Beuningen era coleccionista y un magnate portuario, y creo que se puso de acuerdo con Dirk Hannema (director del Boymans durante la contienda y encarcelado después ocho meses por vender arte a los nazis) para comprar esas obras por un millón de florines. Su plan era venderle luego una porción a Hitler y obtener un gran beneficio”, prosigue la nieta.

La operación no fue rechazada por el museo porque, según Christine, “Hannema era pro nazi y Van Beuningen presionó a Lisse & Rosenkranz y a mi abuelo”. “Luego dijeron que habían salvado la colección, cuando la verdad es que Hitler quería los pintores alemanes y holandeses. El resto se quedó en el museo. Van Beuningen, además, ganó así 1,5 millones de florines, mucho más de lo abonado al banco judío. Los enviados de Hitler, que era muy tacaño, vinieron en persona a tasar los dibujos”. El empresario donó también piezas propias al Boymans, y se quedó cuatro cuadros de Rubens y varios dibujos de Koenigs. El museo holandés ha admitido siempre que la venta no debió hacerse a las fuerzas ocupantes. Pero luego señala que, dado el curso de la guerra, “los nazis la habrían forzado para hacerse con los cuadros y dibujos que Hans Posse, el historiador germano, elegía para el museo que el führer deseaba abrir en la ciudad alemana de Linz”. Es decir, a pesar de los sobresaltos, al final se ha cumplido el deseo del propio Koenigs de conservarlas en Holanda.

No toda la familia Koenigs está de acuerdo con la demanda, pero la nieta, que va cumplir 65 años, lleva casi un cuarto de siglo batallando por la recuperación de la pasión del abuelo. En el pasado, peleó por el grueso de la colección, pero el Consejo holandés de Estado rechazó su petición en 2007. “Creemos que con estos 11 dibujos y 11 álbumes no hay dudas. ¿Por qué no condenaron a Van Beuningen tras la guerra cuando se admite que actuó ilegalmente?”, se pregunta, para responder enseguida lo siguiente: “Porque era un hombre poderoso y con contactos. Y un empresario necesario en la posguerra”. El Mando Supremo de los Aliados archivó su causa, y en 1958, ya a título póstumo, el museo añadió su apellido por los servicios prestados.









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