Livings a cielo abierto en Nueva York
Horacio de Dios
Cambios en New York: Cuando Broadway se hizo peatonal
El
living es algo más que un estar adentro. Es una manera de vivir afuera, que en
Nueva York está multiplicando sus escenarios, por lo menos mientras el buen
tiempo y los huracanes lo permitan. Sus esquinas principales, por ejemplo Times
Square en la Vía Láctea de Broadway, dejaron de ser un lugar de paso o la base
de cafés o restaurantes. Ahora son espacios para compartir mesas en la vereda,
un patio de comidas en un centro comercial, donde se puede comer un sándwich o
tomar una gaseosa al mismo tiempo que se usa una laptop o un teléfono
inteligente.
Es el living abierto de una gran ciudad. La colorida marea humana que siempre ha tenido la Gran Manzana dejó de correr y toma asiento. Igual que en los viejos lugares donde los parroquianos paraban. No ponen la ñata contra el vidrio porque no hay ventanas ni paredes. Es un Facebook de persona a persona a cielo abierto. La idea no es nueva, pero sí lo es actualmente en las principales ciudades de Estados Unidos donde se desea dejar el auto, para convertirse en peatones. Parecía un estilo privativo de Europa donde la plaza, place, piazza, platz o square es el punto de encuentro y no simplemente de movimiento. Citas con el placer del dolce far niente . Por eso se habla de Sol en Madrid, las ramblas en Barcelona, Navona en Roma, Coven Garden en Londres, la Plaza Roja en Moscú o la diminuta placita Marlene Dietrich en la reconstruida Berlín. El intendente Michael Bloomberg, un millonario que sabe que las cosas que hacen la diferencia no tienen precio, creó una isla peatonal en Broadway entre las calles 42 a 47. Menos autos y más gente, sin manteros como suele suceder en la calle Florida, o Avellaneda en Caballito. Igual que en el living privado donde nadie vende nada, salvo los avisos de TV que en Nueva York tienen las gigantografías más espectaculares del mundo excepto las que iluminan la noche de Tokyo. La idea, resistida al principio con la excusa no va a andar , prendió tan fuerte que se contagió en todo Manhattan. Cortaron el tránsito en Union Square junto a la feria (Greenmarket) que funciona cuatro veces por semana, considerada la cita para gourmets más exquisitos. En sus camiones abiertos al costado, como en los antiguos carritos de la Costanera, los productores venden frutas y verduras para un público multitudinario. Y luego queda todo limpio.
Es el living abierto de una gran ciudad. La colorida marea humana que siempre ha tenido la Gran Manzana dejó de correr y toma asiento. Igual que en los viejos lugares donde los parroquianos paraban. No ponen la ñata contra el vidrio porque no hay ventanas ni paredes. Es un Facebook de persona a persona a cielo abierto. La idea no es nueva, pero sí lo es actualmente en las principales ciudades de Estados Unidos donde se desea dejar el auto, para convertirse en peatones. Parecía un estilo privativo de Europa donde la plaza, place, piazza, platz o square es el punto de encuentro y no simplemente de movimiento. Citas con el placer del dolce far niente . Por eso se habla de Sol en Madrid, las ramblas en Barcelona, Navona en Roma, Coven Garden en Londres, la Plaza Roja en Moscú o la diminuta placita Marlene Dietrich en la reconstruida Berlín. El intendente Michael Bloomberg, un millonario que sabe que las cosas que hacen la diferencia no tienen precio, creó una isla peatonal en Broadway entre las calles 42 a 47. Menos autos y más gente, sin manteros como suele suceder en la calle Florida, o Avellaneda en Caballito. Igual que en el living privado donde nadie vende nada, salvo los avisos de TV que en Nueva York tienen las gigantografías más espectaculares del mundo excepto las que iluminan la noche de Tokyo. La idea, resistida al principio con la excusa no va a andar , prendió tan fuerte que se contagió en todo Manhattan. Cortaron el tránsito en Union Square junto a la feria (Greenmarket) que funciona cuatro veces por semana, considerada la cita para gourmets más exquisitos. En sus camiones abiertos al costado, como en los antiguos carritos de la Costanera, los productores venden frutas y verduras para un público multitudinario. Y luego queda todo limpio.
La novedad es que en la plaza aparecieron tablas para mesas que
cualquiera puede utilizar, sillas, bancos y varios negocios de Delicatessen
( delis ) que venden para afuera los gigantescos sándwiches calientes
de pastrami con pepinos que hicieron famoso a Katz's, donde Harry conoció a
Sally. Más los singulares Food Trucks, camiones de comida callejera que avisan
por Twitter dónde se van a estacionar. Como el éxito es contagioso habilitan otros lugares, aunque
pequeños. Como el Miles (Made in the Lower East Side), que prosperan en
callejones deshabitados, baldíos, estacionamientos en feriados. Son espacios
autorizados para dar clases o ensayar bailes, o comedores para los vecinos que
se hartan de quedarse en sus departamentos cada vez mas chicos y caros. Es su
living callejero, un punto de encuentro para vivir. Lo más notable de esta tendencia es la transformación del High
Line, un tren elevado desactivado junto al río Hudson, al lado del Meat
Packing, que parecía un set para Sex and the City . En sólo tres años
es un paraíso verde con bancos, jardines, un teatro al aire libre y, por
supuesto, una constelación de restaurantes y bares de moda.
Esta avanzada de ideas, muchas de las cuales no son nuevas como
el Jardin des Plantes en París, que se anticipó en el uso de vías abandonadas
cerca de la Bastilla, pasan a un plano de ciencia ficción.
Es el caso del proyecto Imagining the Lowline para convertir un
depósito abandonado del Lower East Side en el primer parque subterráneo en el
mundo. Es difícil imaginarlo, pero la revista New Yorker le dedicó una gran
nota que le sugiero leer. El futuro es hoy. Lo dijo Walt Disney antes de convertir un
naranjal en Disney World: "Si lo puedes imaginar, lo puedes hacer".
Y eso puede ser tan viable en Orlando, Nueva York o Buenos Aires
La Nación. Buenos Aires