lunes, 12 de noviembre de 2012

PAPEL, PAPEL III






Empresa y empresarios. Éxitos y quebrantos *




Alejandro Schleh








Pedro cursaba primer año de Agronomía en la UBA y no sé como se las arreglaba para llegar puntualmente todas las mañanas, desde la localidad distante de la provincia de Buenos Aires donde vivía, hasta aquel porteño Villa Crespo de calles empedradas, todo el tiempo que duró su empleo, mes, mes y medio, hasta que un día dijo basta. Trabajaba desde las siete de la mañana hasta las doce, una del mediodía, hora en que, habitualmente, salía para la facultad. Era tan puntual como trabajador. Durante el tiempo que estuvo empleado, su primer actividad de la mañana, consistió en despertarme diariamente golpeando con suavidad la ventana –yo dormía en una de las casillas de madera del fondo, frente a la higuera- al tiempo que emitía un maternal “Buen día Pa!”,“Hola Pa!”, “Despertate Pa!”, luego de lo cual se oían sus carcajadas del otro lado. Pedro siempre estaba contento. Aún algo dormido, pero ya con las neuronas aptas para firmar cheques, lo acompañaba al patio de adelante y le abría la puerta del taller, luego de lo cual, yo me retiraba a tomar un desayuno. Al rato caería Piyi con su panza pensando en algún asado para el mediodía y en los amigos que vendrían. Luego Alberto, nuestro cuarto socio, que se hacía presente sólo para contar los bolsones de papel y mirar la facturación. Siempre sospechó que le podíamos estar robando. Era el socio que nunca trabajaba pues estaba empleado en un banco, sólo hacía alguna papelería de vez en cuando. Por último, a las cansadas, a eso de las tres de la tarde, llegaría Julio con su cigarrillo encendido y su Coca Cola, una cosa en cada mano, con algún plan para reestructurar la empresa para lo cual debíamos reunirnos a discutir por la noche en su casa o en la de Alberto, a comer unas pizzas. Una empresa naciente pasible de ser reestructurada; más o menos como el país este, que desde que nació estamos reconstruyendo.



Había, ahí si, mucho para discutir y con seguridad, debíamos tomar alguna determinación luego de los quebrantos.
Alberto decía y repetía y remachaba: “Estamos quebrados”, cosa que en su ausencia era la muletilla de todos para imitarlo y reírnos hasta el cansancio.Llegamos a la conclusión, entre pizzas y millones de cigarrillos, que debíamos abandonar el conventillo de Lerma utilizando, ya que a la fuerza terminaríamos siendo deudores morosos de la Papelera Hispano Argentina,  la única herramienta que teníamos a mano, que era la que nos quedaba, su mismo dinero.
Todas esas elucubraciones que terminarían siendo un hecho para el escándalo, de ninguna manera serían una estafa. Los chicos buenos nunca estafan a nadie porque no tienen ninguna maldad ni capacidad para ello, es por eso que son chicos e inocentes, para eso, por lo mismo. Estábamos despertando al mundo; rondábamos el rango que va de los veintitrés a veintisiete años, éramos púberes adolescentes que fumaban.
Sería sólo una travesura que nos generaba un divertimento anticipado pensarlo y, que después de lo de Godoy, había comenzado a dar vueltas por las cabezas de algunos de manera insistente, ya que anticipábamos que sería muy difícil seguir cumpliendo con las obligaciones sin renunciar al emprendimiento, y fue por eso que, cuando recibimos aquella remesa de papel que fue la última, yo no firmé como de costumbre, quien era a cuyo nombre se emitían las facturas, sino Piyi, que rubricó con un garabato nunca antes visto, la conformidad y la aceptación de haber recibido aquellas bobinas, la última remesa de la Hispano Argentina. Habían venido enormes esa vez. Todas cercanas a los cuatrocientos kilos.
 Abandonamos Lerma, vecinos de conventillo, Sufra, tíos monolíticos, y comenzamos la nueva vida empresarial


Se acercaba meteóricamente la nueva época de la empresa. Nuevas energías, un universo de nuevas sensaciones empresariales nos abría un mundo de posibilidades. Y un nuevo status: tendríamos galpón propio, aunque sin chimeneas ni techos en escalera, galpón al fin, basta de conventillos en barrios de medio pelo. Nuevos empleados y nuevos proveedores de papel. Conoceríamos a Borzzone de Papelera Santa Isabel. Y a Sirio de Papelera San Martín; el oficial de policía retirado que leía nuestras conciencias y nos repetía que quienes se metían con él con fines inconfesables terminaban tirados en una zanja. Y a los jerarcas de la enorme Papelera Jujuy SA que fabricaba el famoso papel Sanidad que aparecía en la publicidad la televisión mostrando nenes rubios limpiándose la cola.En las últimas semanas de Lerma las corridas al banco eran casi diarias.
Llegábamos entonces muy asiduamente a cubrir cheques a la carrera.
La papelera de Borzzone fue nuestro primer y principal proveedor de tissue para convertir a papel higiénico en esa segunda etapa. Llegábamos a su planta de General Pacheco a bordo del Internacional 1938 de cuatro velocidades y motor continental adquirido a poco de mudar nuestra pequeña convertidora desde Capital Federal, a Caseros, provincia de Buenos Aires. Optamos por colocar su tanque de nafta en el techo, lo más barato y sencillo: la bomba de nafta había dejado de funcionar y de esta manera ella bajaba por gravedad. Con ese móvil llegábamos a lo de Borzzone, con las cuatro cubiertas recapadas abandonando pedazos de caucho por el camino. Un pequeño camión, cuya caja llenábamos generalmente hasta la mitad con papel de diario que los vecinos de Villa Pineral venían a vendernos para hacerse de algunas monedas. El cargamento se pesaba y era parte del pago de las enormes bobinas de papel tissue verde agua cuyo saldo restante cancelábamos con cheques de clientes con vencimiento a futuro. Entonces no existían los cheques de pago diferido de modo que siempre había que recordar, a quien los recibiera, que no fuesen depositados antes de la fecha indicada pues no tendrían fondos o dejarían sin ellos a otros dados con fecha anterior.
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Fue total nuestro quebranto y no tuvimos otra, ni mejor salida de aquel brete, que endosar aquel desbarajuste económico-financiero a nuestro más importante proveedor de papel tissue en aquel momento: papelera Hispano Argentina. Hoy desaparecida, tenía su fábrica en Mataderos sobre la Av. Larrazbal. Quizá el gordo Galicia tuvo razón cuando haciéndose el gracioso nos tildó de cómplices. Al menos lo fuimos para aquella papelera del barrio de Mataderos, y es de esperar que su desaparición y el despido de todos sus obreros y empleados administrativos no haya sido culpa nuestra.
El gordo nunca volvió a la Argentina pero en España debe haber pasado desapercibido, más en Galicia, pues creo recordar que Rodríguez era su apellido. Roberto Rodríguez su nombre completo. Aunque Roberto no sé si suena tan gallego
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Y qué pasaba por la cabeza del inspector de CASFEC, que una vez instalados en el galpón de Caseros en Villa Pineral nos visitaba cada tanto para ver si hacíamos los aportes correspondientes a los pocos empleados que teníamos, nunca supimos. Quería saber si cumplíamos con nuestros deberes. ¿Pero qué creía? ¿Que además de estar generando fuentes de trabajo según nuestras luces lo permitían, nos sobraba la plata para contribuciones y aportes que iban a parar seguro a algún barril sin fondo? ¿No veía ese inspector que nuestra fábrica era esa menesunda interactiva cuando parado en medio de  aquellos papeles amontonados por el piso miraba a nuestras empleadas cantar al son de la música de la radio mientras envolvían los rollos de setenta y cuatro o cuarenta y ocho metros? ¿No veía que La ChoniLa Mita, y aquella negrita llamativa cuyo nombre no recuerdo, pero que vivía cerca, en el barrio del FONAVI sobre la Av. San Martín de Caseros, que Ana Claro, todas chicas cuyas madres se habían apersonado a la empresa para verificar nuestra seriedad, trabajaban y bailaban al son de la música y estaban contentas? ¿No veía que Roberto, el empleado del labio leporino, les cantaba canciones de Sandro? ¿Y que creía que cantaba bien? ¿Y que se grababa a sí mismo y feliz se escuchaba y se hacía escuchar por los demás?  ¿Y que en el patio de atrás, al aire libre, se estaba haciendo un asado? ¿Y que todos, empleados y dueños se la pasaban yendo a comprar Coca Cola y a veces cerveza y todo era una fiesta? ¿Y que el resto de los socios no estábamos de acuerdo con  el ejemplo dado a los asalariados, Julito tomando sol? ¿Qué era eso de levantarse tarde despertado por un empleado que había saltado la medianera y desayunar Coca Cola con cigarrillo tirado en una reposera en pijama de pantalón corto? ¿No veía el inspector de CASFEC todo eso? ¿Tan poco olfato tenía que venía a inspeccionarnos justo a nosotros para ver si habíamos hecho los aportes? Un día le dije que no viniera más a visitarnos, más o menos, que no fuera estúpido y que se fuera a inspeccionar a otro lado. Nunca más apareció ni labró ningún acta además de la que ya había labrado en una oportunidad y dejamos colgada de un clavo que asomaba inmenso de la pared de ladrillo como si fuese un diploma. Se ve que nuestra planta le quedaba a mano en sus recorridas por el barrio y cada tanto golpeaba nuestra puerta. Cuando llamó la que terminó siendo la última vez, le grite desde el otro lado que no había nadie y me preguntó si yo era entonces un fantasma. Un destello de buen humor. Lo espié y vi cómo se alejaba. De espaldas, con su gran portafolios cargado de intimaciones. 
 Nunca le insinuamos ningún tipo de arreglo como sí hicimos con el inspector de la municipalidad de Caseros. Venía a inspeccionar las instalaciones. Se fue contento con unas cajas de leche en polvo que conservábamos del caso Godoy. Las pasó a buscar un sábado por la tarde con un amigo y las cargó en un rastrojero. No eran tantas. Se había vendido por unas pocas cajas de leche en polvo de marca desconocida próximas a vencer.

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A ese pequeño, humilde departamentito con baño externo distante ocho metros y adosado al galpón ubicado a cincuenta de Plaza Pineral, en el modesto barrio residencial poblado de emprendedores y fabriquitas y talleres de todo tipo, Caseros, provincia de Buenos Aires, fueron a parar la cama de plaza y media y el fastuoso ropero con marquetería que habían pertenecido a Cornelio de Saavedra y  sus descendientes. Muebles rescatados de la mansión colonial de la familia antes que pasara a ser el museo, en el parque que lleva su nombre al borde de la Avenida General Paz. Y el sillón donde el Príncipe de Gales apoyo el trasero en su primer visita a la Argentina, cuando era sólo duque de Windsor y los Cucullu Saavedra fueron sus anfitriones en el teatro Opera que muchos años después vendieron a Clemente Lococo. Cosas de la familia de Julito. 

Dicen que la Argentina es grande, pero el asunto es que está inserta en un mundo chico –qué chico es el mundo- y pasa que los príncipes apoyan a veces sus traseros en los mismos lugares en que lo hace la gente del montón. Gente del montón que fabrica papel higiénico, que no es poca cosa. Debimos haber firmado aquel sillón histórico y haberle clavado una  plaquita conmemorativa de bronce. “En este sillón se sentaron los descendientes de Don Hernando Arias de Saavedra, “alias” Hernandarias, Don Cornelio Saavedra, presidente de la Primera Junta de gobierno Patrio -el que dijo que “hacia falta tanta agua para apagar tanto fuego”, el Duque de Windsor devenido Príncipe de Gales, La Choni, La Mita,...Roberto, el del labio leporino que cantaba las canciones de Sandro…y así. Nosotros...”




 * De 'Un asunto de Papel Higiénico'. 
     Fragmento










6 comentarios:

  1. esta divertido esto...jaj ja lo vengo siguiendo ; es que la historia comienza en mi barrio de villa Crespo. Miss Musa Encantada...te repito:estos fabricantes del papel habran pasado por alli mas o menos para cuando yo andaba por los veinte años....J. A, Villanueva GRACIAS !!!

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  2. Gracias J.A. Es una pena que en este blog no pueda publicar completa esta historia, es rica e interesante, no solo para los del barrio o la época.

    He pensado, veré si se puede o como se hace, publicarla entera en un apéndice. Será parte de un libro, pero mientras tanto ...

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  3. entiendo...la vamos recibiendo en capítulos...segui asi con tu blog...parece una revista, esta muy bueno. J.A.V.

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  4. A la fresca....conque esas teníamos no? ..Ja ! Ja! se escaparon...¡¡ Chantas !! ¡ Me encantó ! E.W.

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  5. Buenos Muchachos...
    Saludos de la tía Adelma....R.

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  6. Buenos muchachos de verdad R. trabajadores y empresarios.

    Mis cariños a la tía !

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