martes, 27 de noviembre de 2012

MARCA DE AGUA II






El amor ahí.*

Alejandro Schleh














Y la noche del día que nos dimos el primer y sostenido abrazo, ella parada en la vereda y yo un poco mas arriba en el umbral de mi casa, también me costó conciliar el sueño; una y otra vez lo repetí en mi mente como si estuviese sucediendo.
Así  me vuelve hoy el silencio del espacio en la altura, nítido, la avioneta con el motor apagado y su hélice girando lentamente, el balanceo alternado hacia arriba y hacia abajo, a un costado y al otro cuando estábamos a merced del viento. Así aquel abrazo, una y otra vez, la noche de aquel día. Las siguientes. Aun hoy me vuelve. Su cabeza apoyada sobre mi pecho. Su pelo entre los dedos de mis manos. Las caricias. Su cuello, sus espaldas, su cintura.
Sólo le había preguntado tímidamente la única cosa que me salió en el momento dejando que se yo cuales en el camino: “¿Puedo decir que somos amigos?” Ella respondió con un “¡Marco!”, mientras recorría el metro y medio que nos separaba y me sorprendía con un abrazo largo y nunca esperado.

Nos aferramos el uno al otro durante un momento. Nos separamos, la tomé por la cabeza, nos miramos en silencio un instante, nos despedimos finalmente con un beso tímido y corto, nuestros labios apenas se tocaron; otro beso por el estilo, el último. Dio media vuelta y se alejó caminando con la cabeza gacha, como mirando el suelo; el pelo que caía perpendicular al piso le cubría la cara. Pocos metros más allá, tres, menos tal vez, volteó unos segundos; vi su cara nuevamente, sonrojada, haciendo el gesto como para comunicar alguna cosa pero nada dijo. Me descubrió inmóvil contemplándola, nos saludamos agitando lentamente nuestras manos. Ella lo hizo sin parar de caminar, sin mirar hacia adelante. Tropezó con alguien. Le pidió perdón, cómplices sonreímos por el pequeño incidente, prosiguió su camino. Yo plantado en el mismo lugar la miré alejarse. Acababa de penetrar a un mundo de ensueño y subiendo luego las escaleras, de a dos en dos los escalones y cantando, comenzaba a revivir aquel momento. Me las arreglé para seguir el hilo de la conversación durante el almuerzo con mi pequeña familia de dos hijos y mujer. Yo,  el creador de fantasías y de cuentos, el fabulador al servicio de la magia de los floripondios alucinógenos, no podía con mi propio personaje y mi cabeza volaba por cualquier parte.


*de ' La marca' Cuento.

( Fragmento)

9 comentarios:

  1. que lindo parrafo y que linda ilustracion ! no se con cual de las dos cosas me quedo.
    G.Lanús

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  2. Las dos son tuyas Gonzalo, para eso están. Un placer leerte.

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  3. El amor ahí...sin la menor duda. Muy bueno.
    E.

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    1. Claro como el agua... y el agua como para Chocolate ! Gracias E.

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  4. no sé que decir acá. Es bueno realmente, y de manera muy espontanea termina uno sumergido en el relato, compartiéndolo con el autor. Pero la obra vale en su conjunto. Podria ser sólo un pedacito que lo mueve a uno y luego...seguir en un chubasco en dónde el interés se desvanece. Esta puesto el párrafo, como en las tapas de los libros; en ellos se pone el que vende, y luego...arréglese uno! que la plata ya está puesta en caja !!! Anónimo Veneciano.

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  5. Me alegro que te guste Anónimo Veneciano, supongo que habrás leído la primera parte. Este texto se merece toda la página y aún falta... ya verás más publicado. No como esos párrafos de tapa, esa venta, en este lugar sin ningún riesgo de perder tiempo o... plata. Gracias por tu comentario.

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  6. Mirá lo que me hacés leer... Muy romántico !! ...es bueno.R.

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  7. Nostalgico...termina bien?

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