Los asesinos de las abejas contagian a los polinizadores naturales
JAVIER SAMPEDRO
El virus
DWV y el hongo Nosema ceranae, principales
matarifes de las colmenas de medio mundo, se han extendido a los polinizadores
naturales como los abejorros, que son aún más importantes que las abejas
comerciales para la agricultura y el medio ambiente. Los científicos de la Royal Holloway
University de Londres
lo han demostrado en experimentos de infección en el laboratorio y en un
estudio de campo a gran escala. Las 250 especies de abejorros peligrarán pronto
tanto como las colmenas de los apicultores, con consecuencias económicas
indeseables.Los experimentos de infección en el laboratorio demuestran que el
virus DWV –deformed wing
virus, o virus de las alas deformes, aislado en las colmenas de
Japón en los años ochenta— no solo es capaz de transmitirse de las abejas
comerciales a los abejorros, sino que hace enfermar a los segundos y acorta su
vida. También el segundo gran patógeno de las colmenas, el hongo –o
microsporidio, más correctamente— Nosema ceranae es
capaz de hacer ese viaje fatal desde el género ‘Apis’ (el de la abeja) hasta el
género ‘Bombus’ (el de las 250 especies de abejorros).
Nosema fue identificado en la década pasada como uno
de los grandes matarifes de las colmenas por Mariano Higes y su laboratorio del Centro Apícola Regional de Marchamalo, en
Guadalajara. La nueva investigación de Matthias Fürst y sus colegas de Londres
se presenta en la revistaNature.Más
preocupante aún es el estudio de campo que Fürst y su equipo han llevado a cabo
por toda Gran Bretaña y la Isla de Man, que ha revelado que tanto el virus como
el microsporidio que emergieron en las abejas comerciales, y que por tanto se
pueden considerar una creación de la actividad humana, ya están extendidos
entre las especies de abejorros silvestres.
Se podría
pensar que son los polinizadores naturales los que han contagiado las
enfermedades a las colmenas agrícolas, pero no es así. La diversidad genética
del hongo ‘Nosema’ y del virus de las alas deformes es mayor entre las abejas que
entre los abejorros. Más aún: las variantes de los patógenos que presentan los
abejorros en cada comarca inglesa son un subconjunto de las que ofrecen las
abejas en esa misma región. Los algoritmos de la biología evolutiva están
habituados a esa geometría: significa que la enfermedad se está extendiendo de
la abeja al abejorro, y no al revés.
El ‘despoblamiento’ de las colmenas preocupa a los apicultores de
Europa y Norteamérica desde hace años, y ha suscitado mucha investigación en la
última década acerca de los virus, bacterias, hongos y condiciones que la
provocan. Son los insectos silvestres como los abejorros, sin embargo, quienes
polinizan la mayor parte de los cultivos básicos para la alimentación mundial.
La acción de los polinizadores silvestres produce el doble de fruto que la de
la apicultura con fines agrícolas.
"Las
prácticas comerciales con animales domésticos permiten que las enfermedades
infecciosas se propaguen de prisa y encuentren nuevos huéspedes entre los
animales silvestres de los alrededores", dicen Fürst y sus colegas. De hecho,
ese contagio desde fuentes domesticadas a silvestres es una de las principales
fuentes de enfermedades emergentes que conocen los científicos, aunque el flujo
contrario también constituye un factor de peso con ciertos virus, como la gripe
aviar, porcina y humana. Los autores proponen aprender de esa epidemiología
humana –o ‘vertebrada’, si se quiere— para gestionar también las grandes pestes
de las abejas.
Ver ABEJITA, ABEJITA: '¿ Un mundo sin abejas ?' 13 de agosto de 2013
Miss Musa
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