lunes, 3 de febrero de 2014

POEMA





Resguardo de una receta de la Seguridad Social 

Virginia Cantó











Estaré curada de ti en unos días.
Te guardaré reposo,
bajo prescripción facultativa,
y en no más de dos vidas sólo serás febrícula,
un poso centígrado del amor en los cuerpos,
un eco gradual del cuerpo amado.

No comprendo por qué escritos
cada hoja y tronco de los tilos
hablan de ti, Amor, te identifican,
te absorben los monemas por tus labios
queriendo saberte, acariciando el vello
de tu semántica espalda,
los lexemas que suspiran como anhelos
si bostezan los morfemas por tu boca.

Qué fácil tornar lo simple dificultoso
y complicar opaco la luz tan clara en lo sencillo.

El Amor no es más que una medida,
los grados que marcan los termómetros
en bocas de mercurio,
un efecto secundario,
una inflamación de la garganta
con final ibuprofeno.

Yo me curo de ti mientras te escribo
en las gasas blancas de los folios
y me bebo el oxígeno del agua
que aún queda de tu boca entre mi cuello
y me ascienden los grados por recuerdos
pegados en memorias con esparadrapos
y siento escalofríos,
una ingrata pesadez por los párpados
de tanto no verte
la sombra en los delirios
de infames taquicardias.

Yo me curo de ti mientras los versos
me envuelven en tenues somnolencias
y me surges en los huesos dando gritos
llamándome por nombres que no me pertenecen,
y te afanas en mi carne,
en rasparme el músculo con tus alas mordidas
-quiero decir, tus uñas-
que se clavan en mi verso sofocado
tiritando en frío la fiebre del recuerdo.

El amor, como un catarro,
se cura cuando inyectan la vacuna del buen tiempo
y ya no exuda un calor de hiperpirexia
entre los labios.
Cuarenta grados de olvidos analgésicos.










(Del poemario “Fe de erratas”, 2010)







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