“No hay mejor color que el negro” de Frans Masereel
Vanesa León
En el siglo XVI, Tintoretto, ya proclamaba “No hay mejor color que el negro”. Trescientos años después las xilografías de Frans Masereel dejaron grabados con sus negros, rasgados por las vetas de la madera, los excesos de una época oscura de la historia de Europa y toda la gloria de los corazones que la transgredieron.
Frans Masereel nació en 1889 en Blankenberge, una pequeña ciudad de la costa belga. Su infancia trascurrió cómoda y tranquilamente en una familia de ideas liberales y hacia 1910 viajó a París, donde se cuenta que Queatre Boeufs, un comercial de materiales artísticos, le enseñó las reglas básicas del grabado sobre madera, la xilografía, técnica con la que años después Masereel dejó cincelado todo su talento. En el otoño de 1914 el ambiente en París se volvió irrespirable, sus ideas pacifistas comenzaron a ser peligrosas y el artista abandonó la capital francesa junto a su amigo Henry Gilbeaux, refugiándose en Ginebra. El horror de la guerra inspiró profundamente a Masereel, que en 1916 comenzó a publicar sus estampas y dibujos antibélicos en la revista Demain, dirigida por Guilbeaux, y en Les Tablettes, fundada por el propio Masereel junto al anarquista Claude Le Maguet.
Masereel realizó importantes series de xilografías, muchas de las cuales tuvieron grandes tiradas, como por ejemplo The Idea, The Sun, Faces and Grimaces, Images from the Big City y The Work. Sus grabados dieron lugar a un estilo propio caracterizado por una gran sencillez que contrasta con una fuerte carga expresiva. Manchas blancas y negras que se entrelazan en equilibrio bajo la maestría técnica de una mente social y políticamente comprometida. “Aquí los pintores solo hablan de colores y técnicas… Yo puedo hablar de mi oficio y también del espíritu”, escribió en una carta, “Lo que se quiere expresar es más importante que la forma de decirlo [...] El arte debe ser una acción en la medida de lo posible”. En 1925 publicó, simultáneamente en Francia y Alemania, La ciudad (La ville), novela en imágenes sobre la gran ciudad que surge de las ruinas de la guerra, entre el esplendor y la miseria. 100 fascinantes ilustraciones que sin lugar a dudas componen una de las grandes obras del arte gráfico de su época.
Ilustración del libro La Ciudad, de Frans Masereel, 1925. Reeditada recientemente por Nórdica Libros
Otras obras llegaron en esta época, como Geschichte Ohne Worte (1927) y Landschaften und Stimmungen (1929) y Masereel obtuvo el reconocimiento unánime del mundo del arte europeo. Sus exposiciones se encadenaron; Ámsterdam, Bruselas, Berlín, Múnich, París, Londres, Praga, Budapest, Moscú… y en 1937, en la Exposición Universal de París, expuso una enorme pintura titulada The Funeral of War para el pabellón de la Asociación Mundial de la Paz, mientras que Pablo Picasso, en el pabellón vecino de la República de España, presentaba el Guernica.
Con la llegada de la II Guerra Mundial, el artista abandonó París (donde había regresado de forma clandestina) y se trasladó a pie a Avignon, junto a su mujer Pauline. Allí publicóDanse Macabre, un relato de 25 dibujos en los que una vez más la muerte y la destrucción eran los protagonistas. Con la llegada al poder de los nazis fue tachado de “degenerado”, las obras de Masereel fueron retiradas de los museos alemanes y muchos de sus libros fueron quemados.
En el año 43, ante el asedio de Avignon, se trasladó a un refugio campestre en la zona de Lot et Garonne y más tarde se mudó al Château de Boinet, una mansión semiderruída en la que permaneció varios años. Con el final de la guerra Masereel retomó con intensidad su actividad pictórica y volvió a la xilografía, fue entonces cuando su arte, en rebeldía ante la destrucción que lo rodeaba, le trajo honores, homenajes y reconocimiento internacional.
El 3 de enero de 1970, a los 83 años de edad, Frans Masereel dejó de herencia al mundo su obra y sus ideas, “Si alguien desea resumir mi obra en pocas palabras”, comentaba, “puede decir que está dedicada a los atormentados y dirigida contra torturadores en todos los ámbitos de la vida social y espiritual. Que habla a favor de la fraternidad de la humanidad y en contra de todos cuyo objetivo es poner a las personas en conflicto entre sí. Se dirige a los que desean la paz y da la espalda a los belicistas”.
Desde 2004, la Fundación Frans Masereel actúa como un foro internacional para los antiguos amigos de Masereel y sus nuevos admiradores. Agradecemos a la fundación, a Peter Riede y a Kart Ludwig su apoyo y colaboración en este artículo. Todos los derechos de las imágenes pertenecen a Francisco Masereel, VG Bild-Kunst.
Fuente: El País. España
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