La vida nos ofrece muchas posibilidades, tantas, que a
veces nos sentimos casi como intoxicados. Para hacer que
nuestro cuerpo se sienta mejor, sabemos que podemos optar por una bebida o una
dieta detox que nos ayude a equilibrar pero, ¿qué pasa con nuestra mente?
¿Existe algún remedio que nos ayude a desintoxicarla, no de las grasas, sino de
los ambientes y de las personas o de una relación tóxica que nos genere estrés
y angustia cada día?
Esa es la pregunta que la conocida psicóloga Silvia Olmedo, se plantea en su libro Detox emocional: Cómo sacar de tu vida lo que te impide ser feliz (Planeta, 2016). Sin embargo, la solución parece algo más compleja, puesto que si bien, nuestra voluntad nos ayuda a conseguir no probar un alimento que no nos sienta bien, “si hay una persona que es altamente tóxica, tú puedes tener la voluntad de intentar ponerle límites, pero si esa persona no respeta tu decisión, el proceso se puede volver extremadamente difícil”.
La experta explica que hay que estar atentos a síntomas como “una sensación de malestar, tristeza, falta de libertad, el sentir que alguien o algo tiene un exceso de control sobre nuestras vidas, o sentimientos de miedo y culpa”, alertando de que esas personas o relaciones tóxicas pueden ser también la causa de “síntomas de ansiedad y depresión”. Sin embargo, también insiste en que tampoco podemos obsesionarnos con esto de las personas tóxicas, ya que “no siempre se puede sacar completamente de nuestra vida una persona o un ambiente tóxico, lo que sí podemos es aprender a poner límites, para minimizar el daño que nos hacen”. Así, hace ver que “existen grados de toxicidad emocional y al igual que es difícil respirar aire puro o comer alimentos sin ningún químico en nuestro mundo actual, es difícil vivir en un ambiente emocional 100% sano”. La idea por tanto pasa por poner de nuestra parte para hacer que ese porcentaje de toxicidad sea el menor posible.
Esa es la pregunta que la conocida psicóloga Silvia Olmedo, se plantea en su libro Detox emocional: Cómo sacar de tu vida lo que te impide ser feliz (Planeta, 2016). Sin embargo, la solución parece algo más compleja, puesto que si bien, nuestra voluntad nos ayuda a conseguir no probar un alimento que no nos sienta bien, “si hay una persona que es altamente tóxica, tú puedes tener la voluntad de intentar ponerle límites, pero si esa persona no respeta tu decisión, el proceso se puede volver extremadamente difícil”.
La experta explica que hay que estar atentos a síntomas como “una sensación de malestar, tristeza, falta de libertad, el sentir que alguien o algo tiene un exceso de control sobre nuestras vidas, o sentimientos de miedo y culpa”, alertando de que esas personas o relaciones tóxicas pueden ser también la causa de “síntomas de ansiedad y depresión”. Sin embargo, también insiste en que tampoco podemos obsesionarnos con esto de las personas tóxicas, ya que “no siempre se puede sacar completamente de nuestra vida una persona o un ambiente tóxico, lo que sí podemos es aprender a poner límites, para minimizar el daño que nos hacen”. Así, hace ver que “existen grados de toxicidad emocional y al igual que es difícil respirar aire puro o comer alimentos sin ningún químico en nuestro mundo actual, es difícil vivir en un ambiente emocional 100% sano”. La idea por tanto pasa por poner de nuestra parte para hacer que ese porcentaje de toxicidad sea el menor posible.
Las áreas de nuestra vida que más nos
intoxican
Las personas más cercanas a nosotros son, por lógica, la que más nos
influyen emocionalmente. Unos padres excesivamente críticos pueden dañar
nuestra autoestima, un amigo que solo nos utiliza y no nos aporta puede
saturarnos, y una pareja con la que nos cegamos, por aquello de que “hay que
hacer todo por amor”, puede minarnos en muchos sentidos.
Pero la toxicidad no viene solo de las personas, también de determinados ambientes, como por ejemplo un entorno estudiantil que genera problemas de aceptación o de autoestima o incluso los problemas que se generan en una comunidad de vecinos especialmente conflictiva. Ni qué decir si nos toca ser presidentes o tesoreros. Además, otra de las fuentes de mayor toxicidad es el uso de las nuevas tecnologías en nuestros espacios de descanso.
Pero la toxicidad no viene solo de las personas, también de determinados ambientes, como por ejemplo un entorno estudiantil que genera problemas de aceptación o de autoestima o incluso los problemas que se generan en una comunidad de vecinos especialmente conflictiva. Ni qué decir si nos toca ser presidentes o tesoreros. Además, otra de las fuentes de mayor toxicidad es el uso de las nuevas tecnologías en nuestros espacios de descanso.
“El
impacto de la toxicidad digital en nuestras vidas está creciendo
exponencialmente. Tenemos un exceso de información que es imposible filtrar y
ponderar emocionalmente”. Poniendo un ejemplo claro para entender este impacto,
Silvia Olmedo cita que “cuando entras en un cine eres consciente de que te vas
a dejar llevar por la ola de emociones que transmite la película, pero cuando
enciendes la pantalla de tu dispositivo móvil, sin darte cuenta estas dejándote
llevar donde otros quieren, cediéndoles el timón de tu vida y muchas de las
veces, están intoxicándola”. Para la experta ser consciente de este hecho es el
primer paso para mejorar las cosas, lo siguiente será “poner las reglas de
quién y qué entra en nuestras vidas”, o al menos, hasta dónde entra.
Cómo lograrlo:
1. Identifica quién es el tóxico emocional: “¿Es tu padre, tu pareja, un amigo o un colega o tu entorno
laboral?”. Según de dónde provenga esa
toxicidad, su influencia en nosotros y, sobre todo, nuestra forma de abordarla,
va a ser diferente.
2. Averigua qué quiere de ti: Generalmente la gente, sea consciente o no, actúa con un
objetivo, por ello, para saber interactuar con estas personas tóxicas, entender
su forma de actuar y lo que hay por debajo, nos ayudará a saber cómo actuar en
consecuencia. Algunos de los motivos más comunes, según Olmedo es que esa
persona “quiera monopolizar o manipular tu cariño, que quiera controlarte
porque es demasiado celoso, o aprovecharse de tu conocimiento para conseguir un
ascenso en tu contra”. Aunque a veces eso de que la gente hace daño por
envidia, como nos decía nuestra madre, también puede ser cierto.
3. Define qué daño te está haciendo: Una vez identificados sus objetivos, tenemos que centrarnos en
nosotros y nuestros síntomas, para que seamos capaces de recuperar nuestro
autocontrol. Así, la psicóloga plantea opciones como que esa persona te esté
coartando la libertad hasta el punto de hacerte sentir asfixiado, que esté
interfiriendo en tus relaciones con otras personas y esté afectando a tu vida
social, que esté quitándote todo el mérito de tu trabajo y eso te genere
frustración, etc. “¿Esa persona te quita tu credibilidad, te humilla?
Reflexiona sobre qué tipo de daño te está haciendo”, será el primer paso para
neutralizarlo.
4. Qué estrategias utiliza para salirse con la
suya: Enfrentar a nuestro enemigo implica conocerlo.
La ventaja es que siempre es alguien lo suficientemente cercano como para saber
su forma de actuar, pero quizás debamos ponerle más atención, para saber si,
como enumera Silvia Olmedo se vale de “el miedo, la amenaza o el victimismo.
¿Qué hace exactamente y cómo lo hace? Analízalo bien, seguro que te habrás dado
cuenta de que ha utilizado distintas estrategias hasta que una le ha
funcionado”.
5. Cuál es tu punto de vulnerabilidad: Si esa persona actúa como actúa con nosotros, no es sólo porque
él sea así, sino también porque nosotros se lo permitimos, porque conoce
nuestro punto débil o porque sabe que tendemos siempre a actuar de una manera
determinada. “Y aquí está la clave, de alguna manera estás echándole leña al
fuego. Porque ahí donde le funciona, donde te duele, es donde va a poner la
presión”. Para entender esta idea tan importante, Olmedo pone como ejemplo “un jefe
que te ha amenazado con no subirte el sueldo”. Si esa persona sabe que el
dinero nos preocupa, sabe que con ello tiene un elemento de presión, en cambio,
si no es así, tenderá a cambiar de estrategia probando a quitarnos poder dentro
de nuestro equipo de trabajo o ascendiendo a otra persona, por ejemplo. Por lo
tanto, la idea pasa por no dejar tan a la vista nuestros puntos débiles, para
que no puedan atacarlos.
6. Poner límites: Una vez que entendemos lo que nos pasa, por qué o por quién nos
pasa y porque esa persona tiene la capacidad de ejercer ese poder sobre
nosotros, solo nos queda trabajar por bloquear esa toxicidad. Para ello, la
clave es aprender a poner límites. La idea pasa por algo tan simple como “no
entrar al trapo”. Como explica la autora de Detox Emocional: “no te
enfades, no reproches, no des explicaciones y, en definitiva, no le abras la
puerta que le permite hacerte daño”. De esta forma, Olmedo ejemplifica que “al
igual que a los vendedores a domicilio les respondes con un ‘gracias no me
interesa’, aprende a cerrar tus puertas emocionales y establece una distancia
emocional para que su contacto , si es inevitable, no te haga daño”.
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