Pi. El número que fascina a los matemáticos
Antonio Córdoba
Que la razón entre la longitud de
cualquier circunferencia y su diámetro sea una constante universal, a la que
los griegos llamaron Pi,
fue un gran descubrimiento de la antigüedad. Sobre pi poseemos una extensa gama
de conocimientos: su desarrollo decimal comienza con 3,14159… (con la ayuda de
las modernos supercomputadores conocemos hoy cientos de miles de millones de
sus cifras decimales); es
un número irracional, es decir, no es igual al cociente de dos enteros; no
es tampoco raíz de ningún polinomio cuyos coeficientes sean enteros, y eso
implica que el círculo no puede ser cuadrado con regla y compás.
No obstante, pi reserva todavía
muchos misterios a los matemáticos del siglo XXI, y su historia está
plagada de anécdotas jugosas y relaciones interesantes. Una de mis favoritas es
la siguiente: si sumamos los recíprocos de todos los números enteros elevados
al cuadrado, se obtiene pi al cuadrado dividido por 6 (el recíproco de un
entero n es la fracción 1/n). No deja de sorprenderme que la razón
entre la circunferencia y su diámetro aparezca en una suma en la que están los
recíprocos de los cuadrados de todos los números.
Me confieso afortunado por haber
logrado una nueva manera
de calcular el valor de esa suma, que puede entender un estudiante avanzado
de secundaria, y que ilustra claramente como, para demostrar una verdad sobre
algo tan discreto como son los enteros, resulta conveniente echar mano de
utensilios “continuos” del cálculo diferencial. No obstante, el primero en
saber su valor fue el gran Leonhard Euler, hacia 1734. Euler definió para cada
número entero n la función z(n) como la suma de los recíprocos de las n-ésimas
potencias de enteros. Obtuvo una fórmula general que involucra al número Pi
cuando la potencia es un número par, pero el caso de exponente impar es todavía terra
incognita. En el año 1978 el matemático francés Roger Apery demostró que la
suma de los recíprocos de los cubos de los números enteros es un número
irracional, pero su ingeniosa demostración no sirve para otros impares.
Euler ya se dio cuenta de la
importancia de la función z(n) en la teoría de los números primos,
pero fue el matemático alemán Bernard Riemann quién desveló las consecuencias
que las propiedades de la función z(s), con s no necesariamente
entero, tienen para conocer la distribución de los números primos en la
sucesión de los enteros. Así se logró demostrar el llamado “Teorema de los
Números Primos”, que dice que la densidad de primos en torno a un
número n es proporcional a 1/(número de cifras de n). Una de las
predicciones importantes que hizo Riemann sobre su función, la llamada “Hipótesis
de Riemann”, se ha resistido hasta ahora a los matemáticos y forma parte de
esa colección de “Problemas del Milenio” que tienen asignada una recompensa de
un millón de dólares.
Otra
expresión intrigante en la que aparece pi es de naturaleza aleatoria. Si
elegimos al azar dos números enteros, entonces la probabilidad de que sean
primos entre sí (es decir, que no tengan divisores comunes) es igual a 6
dividido por el cuadrado de pi (0,611…) Para calcular esa proporción Euler
utilizó la función φ(n), que ahora llamamos de Euler en su
honor, y que asigna a cada entero n el número de enteros menores que
él que son primos con él. Euler obtuvo una expresión para los promedios de esa
función, que nos da la probabilidad buscada y en la que de forma explícita
aparece el número pi a través, precisamente, de la suma de los recíprocos de
los cuadrados de los números enteros.
La función de Euler es también
importante por muchas otras razones: está presente en numerosas fórmulas de la
teoría de números y en otros contextos de la ciencia, tales como son el cifrado
de mensajes y la seguridad de nuestras comunicaciones por Internet. Seguir su
pista, y también la de pi, a través de los trabajos de Alan Turing y otros lógico-matemáticos,
nos llevaría a la moderna teoría de la computación, que tanto ha cambiado
nuestro mundo.
Pero cuanto más aprendemos sobre pi,
más misterios surgen. Por ejemplo, ignoramos si se trata de un número normal,
es decir, si en su desarrollo decimal en cualquier base se encuentran todas las
sucesiones finitas de dígitos con la frecuencia que les corresponda por su
tamaño. Tampoco sabemos si al sumar, o al multiplicar, Pi con el número e=2.78…
(tan importante como pi y cuya irracionalidad fue demostrada por Euler) el
resultado es racional o irracional.
Antonio Córdoba es Catedrático
de Análisis de la Universidad Autónoma de Madrid y director del Instituto de
Ciencias Matemáticas.
Café y Teoremas es una
sección dedicada a las matemáticas y al entorno en el que se crean, coordinado
por el Instituto de Ciencias Matemáticas (ICMAT), en la que los investigadores
y miembros del centro describen los últimos avances de esta disciplina,
comparten puntos de encuentro entre las matemáticas y otras expresiones
sociales y culturales, y recuerdan a quienes marcaron su desarrollo y supieron
transformar café en teoremas. El nombre evoca la definición del matemático
húngaro Alfred Rényi: “Un matemático es una máquina que transforma café en
teoremas”.
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