Andrea Aguilar
Cuando nada se mueve en el campo,/ La Luna llena se desliza silente /Y toma fotos blanco y negro/De la realidad durmiendo. (Punto en la inmensidad. D.R. fragmento )
En su Canto a mí mismo Walt
Whitman proclamaba para explicar sus contradicciones aquel “contengo
multitudes”. Pues, por remoto que pudiera parecer hace una década, este verso
del autor de Hojas de hierba ahora sirve para describir el improbable
auge de la poesía en España y en el mundo. Quizá también sus contradicciones.
La proliferación de recitales
y jam sessions en distintas ciudades, la afluencia de público a
estos eventos, las reediciones de poemarios escritos en los últimos años —que
alcanzan ventas de más de 10.000 ejemplares—, y la legión de seguidores en las
redes sociales confirman el potente tirón de la poesía. Hasta hace poco más de
un año y medio este boom poético se apoyaba en una docena de sellos
editoriales independientes (Ya lo
dijo Casimiro Parker, Origami, Arrebato, Noviembre Poesía, entre
otros). Pero los grandes grupos no han querido quedarse atrás como prueban los
sellos de Planeta, Espasa EsPoesía y
Verso & Cuento de Aguilar.
“La revolución es de lectores.
Hace 10 años si vendías 300 libros te emborrachabas con el editor. Hoy, 4.000
ejemplares no son nada”, apunta el poeta y novelista Carlos
Salem, una de las voces que más ha despuntado en los últimos años, cuyo
título de 2014 #Follamantes ya lleva 15 ediciones. Y Salem explica lo
ocurrido citando a otra de las protagonistas del furor poético, Irene X: “Como
ella dice la poesía es el nuevo rock & roll”.
Puede que la revolución
propiamente rítmica no acabe de estar clara, pero de lo que no hay duda es de
que arrastra a un público joven, multitudinario y apasionado, que reivindica la
etiqueta poética. Y sus ídolos en muchos casos (los cantautores Diego Ojeda,
Marwan, Luis Ramiro; los raperos Rayden o Nach) proceden del mundo de la
música. El
veterano editor de poesía Chus Visor, que lanzó su sello en el año 1969 con
un poemario de Rimbaud, recuerda que en su catálogo están desde Leonard Cohen,
hasta Dylan, pasando por su autor superventas Joaquín Sabina. “En esta nueva
corriente hay de todo como en todas partes”, señala. “Todo lo que sea que se
lea más poesía estoy a favor, y esto puede ser una buena semilla”. El poeta y
profesor del taller de poesía en la Universidad de Iowa, Luis Muñoz, piensa que
aún es pronto para valorar si este boom acabará por fidelizar al público y
advierte: "El hecho de que se vendan bien o mal los libros, como argumento
literario me parece falaz. Hay novelas que se venden muy bien y no por eso
merecen otra consideración que la de un mero producto. De la misma manera hay
novelas que se venden muy bien y trascienden poderosamente lo comercial".
La clave, apunta, está en valorar libro a libro. "Todo tipo de poesía es
posible, desde la más popular a la más hermética. La cuestión es cómo se
realiza esa poesía de acuerdo con su propósito y su logro".
Fue a través de la música como
Mónica Adán, editora del sello de Aguilar Verso&Cuento, llegó a los nuevos
versos. “Las pequeñas editoriales han sido las precursoras y tienen un gran mérito.
Ahora, cuando un gran grupo apuesta queda claro que este es un nicho que está
en alza”, explica. Con un año y medio de vida y un claro enfoque en textos
cortos, llevan media docena de poemarios publicados. La media de sus tiradas es
de 6.000 ejemplares. “Por primera vez la
poesía vende”, afirma Adán. “Esta corriente ha logrado lo que no han conseguido
decenas de planes de lectura: apasionar a los jóvenes, unir a padres e hijos en
torno a la poesía”. La importancia de los recitales en la nueva corriente, es
una de las características que Adán destaca (“esta poesía trasciende los
libros, el público quiere textos que salgan fuera de las páginas”) y que ha
impulsado el primer audiolibro en su sello.
Las charlas y los recitales son
junto a los canales de Internet, dos claves fundamentales para entender el boom
según Belén Bermejo, editora de EspasaEsPoesía. “Lectores y poetas han
cambiado, pero las redes han ayudado a los autores de siempre y los de ahora”,
apunta. “Aunque estamos empezando a distribuir algunos títulos en México y
Argentina, este es un fenómeno español, las cifras dejan alucinados a otros
editores europeos”. Bermejo aplaude el trabajo de las librerías y de las
pequeñas editoriales: “Que un poeta publique con un gran grupo no significa que
abandone a otros sellos más pequeños. Hay espacio para todos”.
Víctor Fernández, editor de
Frida, defiende el trabajo y el mimo de los independientes. “Ahora llegan
grandes grupos como ocurrió con el llamado chick-lit o la novela
negra. Y también las voces críticas que dicen que esto es una moda. Para
nosotros la poesía es un modo”.
La micropoeta Ajo publicó su
primer libro en 2004 con Luz Roja, y vendida la primera tirada en la segunda
edición pusieron una faja que rezaba “100 copias vendidas”. Sus siguientes
títulos en Arrebato llevan decenas de miles vendidos (“mis libritos se venden
como rosquillas”) y su último libro lo sacó con Espasa. “La gente antes oía
poesía y salía corriendo. Ahora hay un auge de una poesía directa y hablada. No
son malas noticias. Todo el mundo tiene derecho a hacer lo que quiera, luego
llega la criba”. Y ahí quizá pueden ayudar aquellos versos de 'Poesía' de Marianne
Moore: “A mí también me disgusta. / Al leerla, sin embargo, con absoluto
desdén, uno descubre en / ella, después de todo, un lugar para lo genuino”.
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