sábado, 29 de abril de 2017

VIDA DE PERROS



Cinco cosas que crees que le gustan a tu perro, pero no

Luis Meyer










Paco acaba de pasar una depresión reactiva que lo ha tenido sin apenas salir de casa varios días. Lo peor es que no ha sido porque lo deje su novia o porque en el trabajo le obliguen a hacer horas extra: es porque todo esto le ha sucedido a su amo. Paco es una mezcla de tekel y grifón, y era la mar de simpático antes de que a Rafael, programador web, le contrataran en una multinacional. Al poco tiempo rompió con su pareja, de modo que, cuando salía a las tantas de la oficina, se iba de bares buscando evasión fácil. Paco había bajado en su escala de prioridades y el perro, claro, no supo adaptarse a esa nueva vida en soledad.

Los perros se deprimen, se estresan, se constipan, se alegran, se entristecen y se levantan de mejor o peor humor, según el día. Pero esto no significa que sean humanos, sino que tienen una sensibilidad extrema. Y, precisamente, como apuntan los especialistas en el mundo cánido, tratar de humanizarlos es contraproducente. Otra cosa, claro, es relegarlos a la condición de mueble al que solo hay que sacar de vez en cuando para que haga sus necesidades, como en el caso de Paco. La clave está en saber comunicarse con ellos. Y no con todos es igual: cada uno tiene sus códigos, sus manías... En eso sí que se parecen a nosotros.
La adiestradora de perros noruega Turid Rugaas plasmó toda su experiencia en el libro Señales de calma (KNS Ediciones), una especie de biblia para dueños de canes. Básicamente enseña a comunicarse con el animal a partir de la observación, y da unos pasos para acabar hablando "su mismo idioma".
Muchos de quienes lo han leído aseguran que la relación con su perro ha cambiado radicalmente, para bien. Nosotros vamos a dar unas pautas para algo que igual desconocemos: qué no debes hacer con tu perro, aunque pienses que le gusta. Porque ni es tan perro como pensamos... ni tampoco tan humano.

1. Poner un palo en alto para que salte

La imagen de un perro dando brincos en vertical sobre las patas traseras suele ser divertida, pero para él no lo es en absoluto. El juego, muy habitual, es como sigue: el dueño sujeta un palo en alto para que el can salte con la intención de alcanzarlo, pero lo eleva un poco cada vez para que no llegue. ¿Se acuerdan del famoso experimento de Pávlov?
Durante un tiempo, el fisiólogo ruso dio de comer a su perro justo después de hacer sonar una campanilla. Después, la hacía sonar sin darle nada, solo para que segregara saliva y probar así su teoría de reflejo condicionado. Suena cruel, ¿verdad? Pues con el juego del palo en alto le estamos generando una ansiedad parecida a nuestra mascota.
Y no solo hay una agresión mental: también física. "Saltar en vertical puede causar lesiones en el perro, porque carga todo su peso solo en las patas traseras, una y otra vez, cada vez que cae", dicen el adiestrador canino Ricardo Antón, autor del exitoso blog Educando a mi perro. Y añade: "Si se hace un juego así, que sea siempre en paralelo a la tierra. Y, desde luego, que pueda alcanzar el palo. De lo contrario, le creas una sensación de impotencia y frustración".

2. Acariciarle cuando tiene miedo

Lo que más alivia a un perro cuando pasa una situación de tensión es que le deje pasar solo su momento de pánico. Una de las situaciones más cotidianas es cuando hay petardos o fuegos artificiales en fiestas. Los perros lo llevan fatal, en parte porque su oído es mucho más sensible que el nuestro a los sonidos fuertes (no olvidemos que captan ondas de frecuencia tan bajas que los humanos no las percibimos).
"Si hay una tormenta o petardazos, abrazar o acariciar a tu perro no le quita el miedo: se lo refuerza", dicen en la agencia de educadores caninos Voran. "Les da la impresión de que realmente está pasando algo terrible, que hay motivos para preocuparse, porque su dueño se ha puesto a achucharles. Lo mejor es que aparentemos normalidad. Eso es lo que más les puede relajar. Y si el perro se mete debajo de la cama un rato, que lo haga. Pero que pase su proceso solo. Así lo gestionará con la menor ansiedad".
La etóloga y educadora canina Belén Coronado, añade: "Hay que reforzar siempre situaciones en las que el perro esté tranquilo; e ignorar situaciones en las que el perro esté ansioso. Si te está pidiendo caricias tranquilamente, claro que se las puedes dar. Pero si es de forma ansiosa porque no es capaz de estar solo, es un tema de dependencia e inseguridad que hay que trabajar, porque muchas veces lo hacen por falta de seguridad e independencia".

3. Tirarle la pelota... muchas veces

"En la Naturaleza, una manada de lobos o de perros salvajes recorren largas distancias a lo largo del día en busca de alimento. Y en este ejercicio que hacen no hay nada de excitación y ansiedad. Todo lo contrario de lo que nosotros fomentamos en nuestros perros, a través de juegos que les excitan y les crean ansiedades". Así de contundente es el adiestrador canino Ricardo Antón. Y añade: "El juego de tirar una pelota (o cualquier cosa) tiene un lado oscuro: se llama obsesión. Tu perro puede llegar a obsesionarse de tal forma que no pare de ladrar, le produzca taquicardias y, en definitiva, le reste años de vida".
Tampoco hay que ser radical. Todo, en su justa medida, es beneficioso. Como dicen el propio Antón y otros expertos, como el etólogo Carlos Ríos. La clave está en que el dueño controle los tiempos, para evitar que el perro caiga en un momento de ansiedad. Decidir cuándo se deja de lanzar el objeto, o no hacerlo nunca si el perro ladra para que lo hagas, es una de las claves. "Otro truco es hacer que busque el objeto por medio del olfato, no ocularmente. Eso le excita menos, porque están usando su sentido más afinado", dice Ríos. "Pero, ante todo, que el dueño decida en qué momento termina el juego, sin necesidad de esconder la pelota o el palo. Así el perro aprende a desconectar", añade Antón.

4. Abrazarle

¿Sorprendidos? Pues así es: cuando abrazas a tu perro y le achuchas, le estás quitando su espacio. Y eso no le gusta. ¿Te has fijado en que siempre suele tensar los músculos, que se queda rígido, en la misma postura? Eso es porque te quiere y está dispuesto a aguantar lo que sea. Incluso que le abraces. Stanley Coren, del departamento de Psicología de la Universidad de British Columbia, hizo un estudio al respecto. Y sacó algunas pautas para percibir si a un perro le molesta o le crea ansiedad que le abracen: algunas de ellas son que giren la cabeza, que baje las orejas o que desvíe los ojos hacia afuera. Después de analizar 250 fotografías de abrazos perrunos, el equipo de investigación de Coren llegó a la siguiente conclusión: el 82 % de los canes mostraron signos de ansiedad o malestar cuando les abrazaban.

5. Premiarle... demasiado

"Los premios comestibles, como huesos o galletitas, son una herramienta de aprendizaje motivadora, que pueden ayudarle a relajarse y a estar más pendiente de nosotros", afirma la etóloga Karen Overall, experta en comportamiento canino. Los educadores de Voran, sin embargo, advierten del riesgo de sobrepremiarlos: "Pueden volverse egoístas, y dejar de hacer algo que antes realizaban por sí mismos, sencillamente porque no hay premio. Y cuando no lo hay, porque no siempre lo puede haber, eso a la larga les crea frustración y ansiedad". Antón se suma al debate: "Usar recompensas sociales como caricias o halagos, o jugar con él, podrá llevar más tiempo en su educación, pero facilita la asimilación a largo plazo de la nueva conducta ya que estará cimentada en funciones del perro basadas en la cooperación, no en recibir algo material a cambio".










viernes, 28 de abril de 2017

PICASSO




Picasso, el último pintor primitivo.*

Álex Vicente









La fotografía fue tomada en 1955. Pablo Picasso aceptó posar para la revista Life en su nueva mansión de La Californie, sobre la bahía de Cannes, acompañado de la modelo más popular de su tiempo, Bettina Graziani. El gracejo de uno y otra, además de los cuadros del pintor que figuran en la estampa, logra eclipsar a distintos objetos situados en segundo plano, colgados en las paredes, amontonados sobre una mesa o escondidos en los rincones. Forman parte de la gran colección de arte primitivo que Picasso empezó siendo veinteañero, esparcida a lo largo y ancho de su luminoso atelier.











“Mis mayores emociones artísticas las sentí cuando se me apareció, de repente, la sublime belleza de las esculturas realizadas por artistas anónimos de África. Esas obras son lo más poderoso y lo más bello que la imaginación humana haya producido”, sostuvo Picasso en una carta mandada a su amigo Apollinaire. Una exposición, Picasso Primitivo, en el Museo del Quai Branly de París, indaga en la influencia que el arte de África, Asia, América y Oceanía pudo ejercer sobre su obra. Esta cuestión ya ha sido tratada anteriormente por otras exposiciones. La novedad es el planteamiento. La muestra está planteada como un diálogo y no como una subordinación entre un genio occidental y una serie de artistas naïves, pertenecientes a lo que se conoció como arte primitivo , término antropológicamente desfasado y caído en desuso.


La muestra reinventa para la ocasión el significado de ese término. “Lo primitivo ya no puede interpretarse como un estado de no desarrollo, sino como un acceso a las capas más profundas y fundadoras de lo humano”, afirma el comisario, Yves Le Fur, director de las colecciones del museo y gran especialista en arte oceánico. En el fondo, Picasso se enfrentó a los mismos dilemas como artista que sus predecesores. La exposición fuerza incluso cierta confusión. Durante el montaje de la muestra y con las cartelas todavía por colgar, costaba discernir cuáles eran de Picasso y cuáles no. En total, la exposición reúne 300 obras, un centenar de las cuales firmadas por el maestro.
Picasso descubrió el arte occidental al llegar al París de las vanguardias. En junio de 1907, visitó junto a André Derain el museo etnográfico del Trocadéro. Quedaría hechizado por las máscaras kanak, procedentes de Nueva Caledonia, o las figurillas encontradas en Costa de Marfil. En ellas dijo detectar “el sentido de la pintura”. 
Para Picasso, esos artesanos no seguían “un proceso estético”, sino “una forma de magia interpuesta entre el universo hostil y nosotros mismos”, como sostuvo en 1964. “Una manera de adoptar el poder, imponiendo una forma a nuestros terrores y nuestros deseos”, añadió. Poco después de esa visita, Picasso adquirió la primera pieza de su colección: una estatuilla tiki procedente de las Islas Marquesas, expuesta en la muestra parisiense.



















Por aquel entonces, Picasso acababa de pintar Las señoritas de Aviñón, que marcaba su paso al cubismo. Las obras de tradiciones no occidentales no hacían más que reconfortar sus nuevas ideas. “Picasso rompió en mil pedazos el espejo que reproducía el rostro humano y lo volvió a recomponer sobre el lienzo. El arte de esos pueblos le permitió regresar a lo fundamental, a lo original, como también el arte íbero y el románico catalán. De esa manera, Picasso vuelve a abrir todas las vías de la creación artística”, analiza Le Fur. En esas tradiciones desconocidas, Picasso encontró un gran espacio de libertad formal, habiendo alcanzado el final de sus periodos rosa y azul. Hurgar en otras culturas le permitió oponerse al academicismo decimonónico, todavía poderoso, y al influjo de la vanguardia anterior: el impresionismo.


















Los efectos de este descubrimiento en su pintura serán inmediatos. En su Hombre desnudo sentado, firmado en 1908, dibujará las aristas de la anatomía del protagonista como si las tallara en la madera. A su lado, el comisario ha colocado una figurilla sentani, procedente de Indonesia, que hasta guarda un parecido con el autor. Seguramente Picasso nunca la vio, aunque eso no tenga ninguna importancia. En una sala contigua, una máscara antropomorfa del pueblo otomí, en el centro de México, recuerda poderosamente a un azulejo pintado por Picasso en los sesenta. Ambos esbozan el rostro de algo parecido a un minotauro, tan arraigado en la mitología peninsular.
Las presencias mágicas y sobrenaturales pueblan el recorrido, donde también sobresalen las pulsiones eróticas de muchas obras. Con sus nuevos aliados, Picasso logrará trascender las artificiales oposiciones binarias que sujetan el arte occidental. ¿Figuración contra abstracción? ¿Materialidad contra espiritualidad? El arte de estas tradiciones condensaba todas esas nociones en un solo talismán. Picasso derrumba así lo que el arte occidental ha tardado siglos en erigir. En especial, el arte del retrato, entendido como representación fidedigna de un individuo, tanto en el sentido físico como respecto a su estatus social. Como esos lejanos antepasados, Picasso reducirá la anatomía de sus modelos a la mínima expresión y prescindirá de información innecesaria. Desde entonces, el cuerpo humano cobrará el aspecto de una simple línea recta. Para dibujar los ojos, bastará con un par de redondas.






*Una exposición en París compara al maestro con los creadores anónimos de civilizaciones de África, América, Asia y Oceanía, para concluir que todos respondieron a los mismos dilemas como artistas








miércoles, 26 de abril de 2017

I. M. PEI Y EL LOUVRE...






Los 100 años de Pei, el hombre que diseñó la pirámide del Louvre










La Pirémide del Museo del Louvre, en París, que da acceso al edificio. Esta construcción de vidrio y aluminio 
y de estilo internacional inaugurada en 1989.














El arquitecto chino-estadounidense ideó un símbolo parisino que levantó polémica desde antes de su inauguración en 1989



Cuando el ex presidente François Mitterrand decidió encargarle el proyecto en 1983, Ieoh Ming Pei era casi un desconocido en Europa. El arquitecto chino-estadounidense había construido casi exclusivamente en Estados Unidos, pero el dirigente socialista apostó fuerte por él para la modernización del mayor museo del mundo, antiguo palacio de los reyes de Francia. Pei partió de una simple constatación: el Louvre era un "museo extraño" porque su entrada era lateral, lo que la hacía "invisible". Necesitaba una entrada central, y el arquitecto se la dio: una pirámide de cristal de 21 metros de alto que, en plena explanada, daba acceso a un complejo subterráneo. Fue su primer proyecto en Europa e indignó a muchos franceses. Este miércoles, cuando Pei cumple 100 años, lleva ya mucho tiempo siendo un emblema de París.





Esta pirámide inaugurada para el bicentenario de la Revolución Francesa,  es la más grande del museo –frente a otras 2 encargadas de 
dar luz y ventilación al área subterránea–. Sus paredes cuentan con una inclinación de 51 grados
, por lo que mantiene las mismas proporciones que la Gran Pirámide de Guiza.



Antes de todo eso, en un viaje a Washington, Miterrand había quedado seducido por la nueva ala de la National Gallery, que Pei construyó en 1978, cinco años antes de ganar el premio Pritzker, el Nobel de arquitectura. Por ello escogió a este arquitecto nacido en 1917 en Cantón (China) pero formado en el Instituto de Tecnología de Massachussetts y en Harvard, que fue pupilo de Walter Gropius, fundador de la escuela Bauhaus. Su proyecto despertó iras desde mucho antes de abrirse al público el 29 de marzo de 1989.

La presentación de la maqueta desencadenó una oleada de críticas dirigida por los diarios Le Monde y Le Figaro. La polémica fue incluso mayor que la suscitada por el Centro Pompidou, inagurado en 1977. Casi 30 años después, el ex ministro de Cultura Jack Lang aún se muestra "sorprendido por la violencia de los opositores" al proyecto, que alcanzó uno de sus picos en una vista ante la Comisión Superior de los Monumentos Históricos, en enero de 1984. "Fue una sesión terrible", explicó después el arquitecto sobre una sesión con comentarios rayanos con el racismo en la  que no pudo ni presentar su proyecto. "¡Esto no es Dallas!", le llegó a gritar uno de los participantes.


"Pei había imaginado el vestíbulo bajo la pirámide como un espacio entre la ciudad y las colecciones, entre el exterior y las obras", recuerda el presidente del Louvre, Jean-Luc Martinez, que recientemente transformó este espacio con el beneplácito del arquitecto. ¿Por qué? El proyecto de Pei había sido concebido para recibir unos dos millones de personas al año, frente a los nueve millones actuales: "Se necesitaban ciertos cambios para devolver la pirámide a su público", explica Martinez, para quien la pirámide se ha convertido en el "símbolo de la modernidad del museo" y a la vez en "un emblema de París en el mundo". "La obra de Pei se elevó al rango de icono, como la Gioconda, La Venus de Milo o la Victoria de Samotracia", obras estrella del museo, sostiene.





Ieoh Ming Pei (nacido el 26 de abril de 1917), conocido comúnmente como I. M. Pei, es un arquitecto estadounidense de origen chino. Terminados sus estudios escolares, a los 18 años se trasladó a los Estados Unidos para estudiar arquitectura. Logró matricularse en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts, donde se graduó en 1940. Entre 1945 y 1948 amplió su formación enseñando en Harvard como profesor adjunto, bajo la tutela de dos famosos arquitectos europeos, Marcel Breuer y Walter Gropius. A raíz de ello se considera a Pei como uno de los sucesores americanos de los grandes maestros de la arquitectura europea. Wikipedia.











DESCONECTARSE



Silenciar el móvil

José Mendiola Zuriarrain 





Imagen: Francesco Bongiorni*



Fue un cúmulo de casualidades. Un simple documental, Minimalism, que no estaba en mis planes del fin de semana, logró que me replanteara muchos aspectos de mi vida, y entre ellos, el relativo a la tecnología. El principio que propone este documental, que a su vez da cuenta de un movimiento que está registrando cada vez más apoyos, se refiere a la esclavitud a la que de alguna manera nos somete la sociedad consumista. ¿Realmente necesitamos todo lo que deseamos adquirir debido a la incesante publicidad? Llevado al terreno de la tecnología... ¿Necesitamos estar permanentemente conectados?

Un rápido análisis en los hábitos personales me hizo ver lo pendiente (y dependiente) que estaba del móvil: las constantes notificaciones hacen que irremediablemente estemos pendientes , y lo que es peor, nos distraigamos de lo que estemos haciendo en ese momento. Y la distracción es muy costosa. Un estudio llevado a cabo por Ernst & Young en Australia reveló que la cuarta parte de los trabajadores perdía unas siete horas a la semana a causa de las distracciones. Y es que resulta muy difícil esquivar la tentación de mirar la pantalla ante un pitido o vibración del móvil.
¿Y si no tuviéramos móviles? Desprenderse del móvil sería algo extremo pero inviable hoy en día, sin embargo, podemos hacer algo intermedio: silenciar el dispositivo y desactivar por completo las notificaciones. Una, por cierto, medida al alcance de todos ya que tanto Android como el iPhone cuentan con la posibilidad de activar una de las funciones más poderosas del terminal: el modo no molestar. Este modo desactiva por completo las notificaciones del dispositivo que entran en el mismo de forma silenciosa sin llegar a interrumpirnos.
 La grandeza de esta función reside en que no oculta las notificaciones, sino que las desactiva. De esta manera, de un rápido vistazo podremos consultar toda la actividad del móvil transcurrido el momento de desconexión. Y me decidí a probar la experiencia: una mañana de lunes, salí a la calle con el modo no molestar del móvil activado y un silencio forzado que al comienzo resultaba (con franqueza) un tanto desazonador. En ese momento, contemplé cómo el cerebro actuaba de una doble manera: por un lado padeciendo una extraña sensación de soledad, pero por otro, dibujando escenarios apocalípticos.
La segunda reacción es sin duda la que más puede hacer que flaqueemos en nuestra aventura: ¿habrá algún asunto urgente en el trabajo? ¿Algún familiar habrá sufrido un accidente? La mente es muy buena inventando escenarios en los que si no estamos disponibles al teléfono, el mundo es capaz de detenerse, pero la realidad es que nada de eso sucede. Resistí el impulso de consultar la pantalla durante dos horas de delicioso silencio, pero al final la angustia me obligó a echar un ojo: un par de llamadas perdidas, algún WhatsApp y varios correos y menciones en redes sociales.

Fue en este momento cuando entendí claramente la grandeza de la maniobra: ya no era dependiente de las notificaciones, sino que estas estaban a mi servicio. Por un lado, las llamadas habían terminado dulcemente en el buzón de voz; una de ellas con un recordatorio de una cita y una segunda con una consulta, pero ninguna de ellas realmente urgente. Comprobé que la cita estaba correctamente registrada y contesté mediante un correo electrónico a la consulta. En ese punto descubrí el gran ahorro de tiempo alcanzando por no atender esas dos llamadas, y que mi decisión no había tenido ningún impacto en el remitente. Al contrario. El resto de las notificaciones fueron atendidas siguiendo la máxima de la prioridad: atender primero las urgentes y actuar sobre ellas si era necesario, programar el resto y eliminar las que no aportaban nada.
De alguna manera, al domar el móvil logramos sin quererlo una asignación correcta de las prioridades y los recursos: el móvil nos dicta que lo llega en ese momento es lo más urgente, y no distingue entre un me gusta en Facebook o un correo con un aumento de sueldo. Todo pasa por el mismo patrón y todo nos requiere el mismo tiempo de atención y acción. El modo No molestar es como pescar con red: al recogerla comprobamos lo que se ha capturado y nos quedamos con lo importante desechando el resto. En este caso, la gran diferencia reside en que somos nosotros quienes determinamos cuándo recoger la red y no cada pez con sus saltos.
Han pasado ya varias semanas desde el comienzo del experimento y, aunque no he logrado una desconexión completa —por imperativos del trabajo—, sí que he conseguido aprovecharme de la tecnología para amaestrar de alguna manera las notificaciones y gestionar eficientemente los recursos:

- Reactivar el buzón de voz: volver a grabar una locución en la que invito a enviar un correo electrónico o WhatsApp con el contenido o bien dejar un mensaje (aunque lo ideal será lo primero).

- Utilizar un gestor de tareas para poder reenviar el contenido que no es urgente pero sí requiere atención en un futuro. Herramientas como Todoist permiten trasladar prácticamente cualquier tipo de notificación a su repositorio convirtiéndola en tarea con su fecha de vencimiento y su carpeta.

La aventura sigue su curso pero por el momento ya he logrado eludir el constante bombardeo de las notificaciones y convertir el modo no molestar en algo habitual y no una excepción en el móvil. La realidad es que en definitiva, he logrado más tiempo para el desarrollo de tareas y sobre todo, no perderlo en distracciones que a la postre no me reportan nada. Nunca el silencio había sido tan escaso... y productivo.



*“A dying culture invariably exhibits personal rudeness. Bad manners. Lack of consideration for others in minor matters. A loss of politeness, of gentle manners, is more significant than is a riot.” 
Robert A. Heinlein


*Francesco Bongiorni

Always looking for new challenges, Francesco Bongiorni creates impactful and conceptual illustrations, interpreting and synthesizing complex ideas in an original way.
He is able to do that thanks to his particular ability to clearly identify and communicate the essence of the idea.
Accustomed to dealing with tight deadlines and easy to work with, Francesco produces strong and sophisticated illustrations, conveying a clear and direct message to the viewer.
He speaks and works in three languages (Italian, English and Spanish) and splits his time between Milan, Madrid and London.
The American magazine PRINT recently included Francesco in the list of the best visual arts talents under 30 worldwide and his work has appeared in top illustration publications such as The Society of Illustrators Annual, the Communication Arts Annual, AIAP Annual and 3x3Magazine.
In 2013 Francesco has been selected as one of top 100 artists by Creative Quarterly Journal.













martes, 25 de abril de 2017

BENJAMIN LACOMBE : " FRIDA "




Dentro del cuerpo de Frida Kahlo

Benjamin Lacombe bucea en el dolor de la artista en un álbum troquelado y lleno de color


Elisa Silió








Benjamin Lacombe ya no es solo el artista que arrasa en el mercado ilustrando clásicos infantiles con cierto aire a lo Tim Burton. Alterna trabajos para el público infantil y adulto, pero sus personajes siguen conservando la distancia con el lector, los ojos asombrados y la boca cerrada que le han convertido en un superventas. Edelvives, su editorial en España y Sudamamérica, sabe que un lacombe es un éxito asegurado y no ve riesgo en nuevas aventuras. En la última, Frida, el francés abandona su paleta apagada y se entrega al universo colorido de la pintora mexicana Frida Kahlo. Lo que él llama “una nueva gramática gráfica”, pero sin perder su propia voz.













 “Ha sido difícil hacer este libro. Ella se escondía como con una máscara detrás de tantos colores y ese aspecto singular. Y luego está la Frida real, la que no vemos, la que tiene el cuerpo destrozado y se somete a muchas operaciones. Esa es la Frida que queda, la que vemos en la Casa Azul” ( Museo Frida Kahlo).

Desde que estudiaba en la Escuela de Artes Decorativas de París Lacombe, premiado por Time Magazine ya por su primer trabajo, se sentía fascinado por Kahlo. Pero una visita a la Casa Azul, la vivienda de ella en Coyacán, fue definitivo para que se sentase a ilustrar. “A veces tenemos miedo a obsesionarnos con un tema. Y no quería que fuese un proyecto que solo yo comprendiese. Por eso necesitaba que alguien escribiese el texto y ese ha sido Sébastien ( Sébastien Perez ) que estaba a mi lado en la Casa Azul conmovido”, relata el autor traducido a diez idiomas. “Es un sitio mágico, hay cinco o seis pinturas y el resto son objetos que pertenecieron a Frida, que customizó fotos de familia o sus prótesis... Y esas cosas debían estar en el libro”.





 Así que el álbum está plagado de flores, monitos araña, vistosas joyas, ortopedia o calaveras. Y, cómo no, su gran amor, el muralista Diego Rivera, al que retrata con un corazón ensangrentado entre las manos.



Frida Kahlo y Diego Rivera vistos por Lacombe


 “Frida es un libro del dolor, que ella logró transformar para crear algo que la convierte en un icono”, opina Lacombe. “La medicina es fundamental en su vida. Quería ser doctora e iba a clase cuando tuvo el accidente. Por eso toda su vida estudió su anatomía”. Para plasmar el dolor que sufría –una barrilla de hierro atravesó su cuerpo- el francés consultó su correspondencia, hojeó tratados de anatomía, curioseó aparatos ortopédicos antiguos o abocetó el cuerpo humano. Muchos de estos esbozos se han visto en el Museo de Historia de la Medicina de París.











Las ilustraciones de Lacombe iban a viajar a España pero, cuenta, no llegó a un acuerdo con los institutos franceses. Los bosquejos se mostrarán, sin embargo, en el Instituto Francés de Buenos Aires (coincidiendo con su Feria del Libro), y en el de Ciudad de México. Y mientras en España, poco antes de la Feria del Libro de Madrid, se publicará su peculiar versión de Alicia a través del espejo. Lacombe avisa que incluye menos ilustraciones que el primer y exitoso volumen.










Texto: El País, España












lunes, 24 de abril de 2017

POEMA




Te busco en la fuerza del futuro

Gioconda Belli















Sola yo, amor,
y vos quién sabe dónde;
tu recuerdo me mece como al maíz el viento
y te traigo en el tiempo,
recorro los caminos,
me río a carcajadas
y somos los dos juntos
otra vez,
junto al agua.
Y somos los dos juntos
otra vez,
bajo el cielo estrellado
en el monte, 
de noche.
Yo, amor, he aprendido a coser con tu nombre,
voy juntando mis días, mis minutos, mis horas
con tu hilo de letras.
Me he vuelto alfarera
y he creado vasijas para guardar momentos.
Me he soltado en tormenta
y trueno y lloro de rabia por no tenerte cerca,
en viento me he cambiado,
en brisa, en agua fresca
y azoto, mojo, salto
buscándote en el tiempo
de un futuro que tiene
la fuerza de tu fuerza.











viernes, 21 de abril de 2017

EDAD MEDIA II




Los creadores de la nueva Edad Media

Guillermo Altares




Catedral de Milán. Es la catedral gótica más grande del mundo, cuya construcción inició en 1386 bajo el liderazgo de Antonio da Saluzzo. 
Tardó cinco siglos en completar su estructura




Umberto Eco, Jacques le Goff y Georges Duby cambiaron la visión popular de un periodo fundamental

En el arranque de El reino de los cielos, la película de Ridley Scott sobre las Cruzadas, dos individuos entierran a una mujer que se ha suicidado. Tienen que cortarle la cabeza al cadáver. “Peor sería si fuese bruja”, afirma uno de ellos. En 10 minutos de metraje, ya han surgido la servidumbre, el derecho de pernada, el hambre, la suciedad… Y un protagonista que asegura: “Pensaba ser enterrado a 100 metros de donde nací”. Es imposible concentrar más tópicos sobre la Edad Media en tan poco tiempo. Porque, por ejemplo, las grandes cazas de brujas en Europa tuvieron lugar entre los siglos XV y XVII, en la Edad Moderna, como muchos otros horrores que automáticamente situamos y relacionamos con el medievo.

“En Europa, el periodo en el que las poblaciones fueron más desdichadas no es la Edad Media, sino el siglo XVII. Y no hay forma de corregir ese prejuicio”, explicaba en una entrevista el medievalista francés, experto en animales y colores, Michel Pastoureau. Su libro Una historia simbólica de la Edad Media Occidental (Katz, 2006) es uno de los ensayos que explican el profundo cambio que se ha producido en nuestra percepción de este larguísimo periodo medieval, que se prolongó durante casi 1.000 años. Pastoureau pertenece a la segunda generación de la llamada Escuela de los Anales, de la que surgieron dos de los grandes medievalistas europeos: los franceses Jacques Le Goff (1924-2014) y Georges Duby (1919-1996).

Umberto Eco (1932-2016) fue un gran admirador del trabajo de estos dos investigadores y manejó muchas de sus ideas para escribir El nombre de la rosa, la novela más popular sobre esta época —con perdón de Ivanhoe, de Walter Scott, y Los pilares de la Tierra, de Ken Follett—. Pero Eco fue también un importante teórico e investigador, uno de los primeros que supieron encontrar el hilo que nos conecta directamente con la época de los castillos y de los caballeros. “La Edad Media fue una inmensa operación de bricolaje en equilibrio entre la nostalgia, la esperanza y la desesperación”, escribió en La nueva Edad Media (Alianza, 1997), un libro colectivo que tuvo una gran repercusión en los setenta, cuando las obras de estos autores comenzaron a encontrar una difusión importante.

Le Goff había ofrecido una visión similar en uno de sus ensayos más populares, En busca de la Edad Media (Paidós, 2003). En esa obra rechaza, por un lado, la visión idealizada de este periodo, la del amor romántico y las gestas, pero también se niega a caer en el oscurantismo. “Si toda época pasada vive en el presente, creo que la Edad Media está particularmente viva y es fundamental para comprender la sociedad actual. Estoy seguro de que seguirá inspirando su futuro. Mi Edad Media se ha formado en la reflexión común sobre el pasado, el presente y el futuro”, afirma en este ensayo-entrevista.

Pero probablemente el ensayo más perdurable sobre el periodo sigue siendo La época de las catedrales (Alianza, 2003), de Georges Duby. Su tesis es que esos templos inmensos del medievo representan el resurgir de las ciudades —sostiene que París es la primera gran capital de un reino en Europa— y, a la vez, encarnan el intercambio de ideas y de personas. Las rutas de peregrinos, como el Camino de Santiago, eran la savia del continente. “En la Europa de las catedrales se impone el poderío de los reyes”, escribe Duby. Los Estados modernos comienzan a surgir entonces, como la división del tiempo o redes comerciales que todavía hoy utilizamos. Umberto Eco tenía razón cuando decía que vivimos una nueva Edad Media.