sábado, 29 de abril de 2017

VIDA DE PERROS



Cinco cosas que crees que le gustan a tu perro, pero no

Luis Meyer










Paco acaba de pasar una depresión reactiva que lo ha tenido sin apenas salir de casa varios días. Lo peor es que no ha sido porque lo deje su novia o porque en el trabajo le obliguen a hacer horas extra: es porque todo esto le ha sucedido a su amo. Paco es una mezcla de tekel y grifón, y era la mar de simpático antes de que a Rafael, programador web, le contrataran en una multinacional. Al poco tiempo rompió con su pareja, de modo que, cuando salía a las tantas de la oficina, se iba de bares buscando evasión fácil. Paco había bajado en su escala de prioridades y el perro, claro, no supo adaptarse a esa nueva vida en soledad.

Los perros se deprimen, se estresan, se constipan, se alegran, se entristecen y se levantan de mejor o peor humor, según el día. Pero esto no significa que sean humanos, sino que tienen una sensibilidad extrema. Y, precisamente, como apuntan los especialistas en el mundo cánido, tratar de humanizarlos es contraproducente. Otra cosa, claro, es relegarlos a la condición de mueble al que solo hay que sacar de vez en cuando para que haga sus necesidades, como en el caso de Paco. La clave está en saber comunicarse con ellos. Y no con todos es igual: cada uno tiene sus códigos, sus manías... En eso sí que se parecen a nosotros.
La adiestradora de perros noruega Turid Rugaas plasmó toda su experiencia en el libro Señales de calma (KNS Ediciones), una especie de biblia para dueños de canes. Básicamente enseña a comunicarse con el animal a partir de la observación, y da unos pasos para acabar hablando "su mismo idioma".
Muchos de quienes lo han leído aseguran que la relación con su perro ha cambiado radicalmente, para bien. Nosotros vamos a dar unas pautas para algo que igual desconocemos: qué no debes hacer con tu perro, aunque pienses que le gusta. Porque ni es tan perro como pensamos... ni tampoco tan humano.

1. Poner un palo en alto para que salte

La imagen de un perro dando brincos en vertical sobre las patas traseras suele ser divertida, pero para él no lo es en absoluto. El juego, muy habitual, es como sigue: el dueño sujeta un palo en alto para que el can salte con la intención de alcanzarlo, pero lo eleva un poco cada vez para que no llegue. ¿Se acuerdan del famoso experimento de Pávlov?
Durante un tiempo, el fisiólogo ruso dio de comer a su perro justo después de hacer sonar una campanilla. Después, la hacía sonar sin darle nada, solo para que segregara saliva y probar así su teoría de reflejo condicionado. Suena cruel, ¿verdad? Pues con el juego del palo en alto le estamos generando una ansiedad parecida a nuestra mascota.
Y no solo hay una agresión mental: también física. "Saltar en vertical puede causar lesiones en el perro, porque carga todo su peso solo en las patas traseras, una y otra vez, cada vez que cae", dicen el adiestrador canino Ricardo Antón, autor del exitoso blog Educando a mi perro. Y añade: "Si se hace un juego así, que sea siempre en paralelo a la tierra. Y, desde luego, que pueda alcanzar el palo. De lo contrario, le creas una sensación de impotencia y frustración".

2. Acariciarle cuando tiene miedo

Lo que más alivia a un perro cuando pasa una situación de tensión es que le deje pasar solo su momento de pánico. Una de las situaciones más cotidianas es cuando hay petardos o fuegos artificiales en fiestas. Los perros lo llevan fatal, en parte porque su oído es mucho más sensible que el nuestro a los sonidos fuertes (no olvidemos que captan ondas de frecuencia tan bajas que los humanos no las percibimos).
"Si hay una tormenta o petardazos, abrazar o acariciar a tu perro no le quita el miedo: se lo refuerza", dicen en la agencia de educadores caninos Voran. "Les da la impresión de que realmente está pasando algo terrible, que hay motivos para preocuparse, porque su dueño se ha puesto a achucharles. Lo mejor es que aparentemos normalidad. Eso es lo que más les puede relajar. Y si el perro se mete debajo de la cama un rato, que lo haga. Pero que pase su proceso solo. Así lo gestionará con la menor ansiedad".
La etóloga y educadora canina Belén Coronado, añade: "Hay que reforzar siempre situaciones en las que el perro esté tranquilo; e ignorar situaciones en las que el perro esté ansioso. Si te está pidiendo caricias tranquilamente, claro que se las puedes dar. Pero si es de forma ansiosa porque no es capaz de estar solo, es un tema de dependencia e inseguridad que hay que trabajar, porque muchas veces lo hacen por falta de seguridad e independencia".

3. Tirarle la pelota... muchas veces

"En la Naturaleza, una manada de lobos o de perros salvajes recorren largas distancias a lo largo del día en busca de alimento. Y en este ejercicio que hacen no hay nada de excitación y ansiedad. Todo lo contrario de lo que nosotros fomentamos en nuestros perros, a través de juegos que les excitan y les crean ansiedades". Así de contundente es el adiestrador canino Ricardo Antón. Y añade: "El juego de tirar una pelota (o cualquier cosa) tiene un lado oscuro: se llama obsesión. Tu perro puede llegar a obsesionarse de tal forma que no pare de ladrar, le produzca taquicardias y, en definitiva, le reste años de vida".
Tampoco hay que ser radical. Todo, en su justa medida, es beneficioso. Como dicen el propio Antón y otros expertos, como el etólogo Carlos Ríos. La clave está en que el dueño controle los tiempos, para evitar que el perro caiga en un momento de ansiedad. Decidir cuándo se deja de lanzar el objeto, o no hacerlo nunca si el perro ladra para que lo hagas, es una de las claves. "Otro truco es hacer que busque el objeto por medio del olfato, no ocularmente. Eso le excita menos, porque están usando su sentido más afinado", dice Ríos. "Pero, ante todo, que el dueño decida en qué momento termina el juego, sin necesidad de esconder la pelota o el palo. Así el perro aprende a desconectar", añade Antón.

4. Abrazarle

¿Sorprendidos? Pues así es: cuando abrazas a tu perro y le achuchas, le estás quitando su espacio. Y eso no le gusta. ¿Te has fijado en que siempre suele tensar los músculos, que se queda rígido, en la misma postura? Eso es porque te quiere y está dispuesto a aguantar lo que sea. Incluso que le abraces. Stanley Coren, del departamento de Psicología de la Universidad de British Columbia, hizo un estudio al respecto. Y sacó algunas pautas para percibir si a un perro le molesta o le crea ansiedad que le abracen: algunas de ellas son que giren la cabeza, que baje las orejas o que desvíe los ojos hacia afuera. Después de analizar 250 fotografías de abrazos perrunos, el equipo de investigación de Coren llegó a la siguiente conclusión: el 82 % de los canes mostraron signos de ansiedad o malestar cuando les abrazaban.

5. Premiarle... demasiado

"Los premios comestibles, como huesos o galletitas, son una herramienta de aprendizaje motivadora, que pueden ayudarle a relajarse y a estar más pendiente de nosotros", afirma la etóloga Karen Overall, experta en comportamiento canino. Los educadores de Voran, sin embargo, advierten del riesgo de sobrepremiarlos: "Pueden volverse egoístas, y dejar de hacer algo que antes realizaban por sí mismos, sencillamente porque no hay premio. Y cuando no lo hay, porque no siempre lo puede haber, eso a la larga les crea frustración y ansiedad". Antón se suma al debate: "Usar recompensas sociales como caricias o halagos, o jugar con él, podrá llevar más tiempo en su educación, pero facilita la asimilación a largo plazo de la nueva conducta ya que estará cimentada en funciones del perro basadas en la cooperación, no en recibir algo material a cambio".










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