Los 70 minutos que
decidieron el destino de miles de judíos italianos
Tommaso Koch
Un fotograma de '1938. Diversi'.
El documental '1938. Diversi' evoca en Venecia la aprobación de las leyes raciales por parte de Mussolini, justo mientras el rechazo a la inmigración centra el debate nacional
El destino de los
judíos se decidió en poco más una hora. Su suerte empezó a tambalearse a las
16.00. A las 17.10, cuando terminó el debate, ya estaba condenada. “En una
atmósfera de consenso enfurecido”, según el documental 1938. Diversi, el
Parlamento italiano aprobó las leyes raciales que entraron en vigor el 17 de
noviembre de aquel año. “Me di cuenta solo entonces de que era judío”, cuenta
uno de los entrevistados en el filme. Únicamente por ello, a partir de ese día,
ya no podría ejercer como profesor, poseer terrenos, casarse con alguien de la
presunta raza aria itálica y una infame lista de etcéteras. La estrategia
antisemita que el régimen fascista de Mussolini llevaba años fraguando culminó
así en una de las páginas más oscuras de la historia del país. 1938. Diversi, que se
proyecta estos días fuera de competición en el festival de Venecia, indaga en
el proceso que llevó a ese abismo nacional. Para no olvidarlo, justo cuando se
cumplen 80 años de aquella vergüenza; y como aviso, porque la sombra del
racismo vuelve a alargarse sobre Italia.
“Queríamos
investigar más sobre esas leyes, tomar conciencia de ese periodo y
esclarecerlo. Cuando empiezas a preguntar por ahí, llegan muchos silencios
incómodos y respuestas confusas”, asevera Giorgio Treves, director del
documental. Para excavar hacia la verdad, el cineasta ha acudido a las fuentes
y los géneros más variados: historiadores, ensayistas, testigos directos,
políticos y documentos de la época tratan de reconstruir el puzle; para
narrarlo, se mezclan animación, grabaciones de archivo, entrevistas y
recreaciones teatralizadas de las palabras de Mussolini. “No hay que creer que
el Duce abrazara el antisemitismo por Hitler. Fue un camino
autónomo”, agrega Treves.
Con otro anuncio del dictador, pronunciado por él mismo, arranca el
documental. En septiembre de 1938, en Trieste, informa a una grey entusiasta de
que “el judaísmo mundial ha sido un enemigo irreconciliable”. El dictador culpa
de todos los males a un grupo que representa, en ese momento, una milésima
parte de la población. Y que vivía tan integrado que se sentía “casi antes
italiano que judío”, explica Treves: había protagonizado el movimiento de
liberación del Risorgimento, participado con entusiasmo en la Primera
Guerra Mundial y unos 200 incluso desfilaron en la marcha sobre Roma con la que
el fascismo se adueñó del poder, como señala el documental. Muchos estaban
afiliados al partido de Mussolini, aunque su presencia también fue poderosa en
el antifascismo.
Un fotograma de '1938. Diversi'.
“El problema del
judaísmo surge cuando el régimen lo impone desde arriba”, reflexiona Treves. Y
varias voces del documental coinciden en ello: los italianos no eran entonces
antisemitas, o racistas. Mientras el odio contra los judíos montaba en Europa,
del caso Dreyfus a los pogromos rusos, pasando por la difusión de Los
protocolos de los sabios de Sion, en Italia resistía un estatuto de 1848
que había abolido los guetos y sentenciado la igualdad de los ciudadanos.
Mussolini, sin embargo, tenía ideas y, sobre todo, necesidades opuestas.
Así que, en 1936, empieza a imaginar el alejamiento de la vida pública
de los judíos, según el filme. “Los italianos han de hacerse más duros,
implacables, odiosos. Es decir, líderes”, escribe Mussolini. Para compactar a
su pueblo y reforzar su poder, el dictador cita al imperio romano, lanza la
guerra colonial contra Etiopía y envía sus tropas en apoyo a Franco. “Cuando
termine la lucha en España, inventaré otra cosa”, son sus palabras que resuenan
en 1938. Diversi. Y en la raza, Mussolini encuentra uno de los
pilares más sólidos para su proyecto.
“Sus escritos
juveniles contienen frases contra los judíos pero no se le podía considerar
antisemita. Aunque el racismo encaja en la actitud fascista de abuso del fuerte
sobre el débil”, defiende Treves. En el documental, se ve como el Duce pone a
su propaganda a inculcar el mito de la raza italiana, sobre todo en los más
jóvenes. Los artículos denigratorios se multiplican, “las páginas de sucesos
solo hablan de judíos”, explica el filme. Y en el verano de 1938, el fascismo
halla su base seudocientífica con la publicación del Manifiesto de la raza,
encargado por Mussolini a 10 estudiosos.
Meses después, ya
hay bares que prohíben la entrada “a perros y judíos”. Como dice uno de los
testigos en el filme, “aquel hilo de tinta negra que firma las leyes raciales
se engrosa hasta convertirse en la vía de tren que lleva a Auschwitz”.
Mientras, la mayoría de los italianos asiste “con una indiferencia que se
convierte en complicidad”, según la película. Y su director avisa de que aquel
“virus” que el régimen inoculó en los italianos aún no ha sido aniquilado.
Umberto Eco ya lo
dijo, en 1994: “El fascismo puede volver escondido tras las apariencias más
inocentes. Nuestro deber es desenmascararlo”. Y con esa frase se cierra el
filme. “Cuando un político propone un censo de los gitanos, es peligroso”,
tercia Treves. Así lo hizo el actual ministro del Interior de Italia y líder de
la Liga, Matteo Salvini, volcado en la lucha contra la inmigración y quien
también afirmó: “Los gitanos italianos, por desgracia, tenemos que
quedárnoslos”. El cineasta encuentra denominadores comunes entre ambas épocas
en el “estado de crisis, la necesidad de chivos expiatorios y las
simplificaciones que se vuelven eslóganes”. Y pide ayuda a la memoria: “Todo
eso ha existido. Recordémoslo. Y evitemoslo”. La lección está ahí, en la historia.
Basta leerla.
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