Silicon Valley
quiere leer tu mente, y eso debería preocuparte
Garfield Benjamin
Cuando Facebook o Elon Musk recopilen pensamientos directamente de nuestros cerebros habrá serios problemas éticos
No contento con
controlar casi todo
lo que uno hace en Internet, ahora Facebook también quiere leer nuestra
mente. El gigante de las redes sociales ha dado a conocer no hace mucho un avance en su
plan para crear un dispositivo que lea las ondas cerebrales de la gente y le
permita escribir con solo pensarlo. Y Elon Musk quiere ir aún más allá. Otra de
las empresas del jefe de Tesla, Neuralink, está
diseñando un implante cerebral para conectar la mente de la gente
directamente a un ordenador.
Estos sistemas para
leer la mente podrían afectar nuestra privacidad, seguridad, identidad,
igualdad y protección personal. ¿De verdad queremos que todo eso dependa de
empresas con filosofías como la del antiguo mantra de Facebook “muévete
rápido y rompe cosas”?
Aunque suenan futuristas, las tecnologías necesarias para fabricar dispositivos que lean las ondas cerebrales no son tan diferentes de las herramientas corrientes para las Imágenes por Resonancia Magnética (IRM) y la Electroencefalografía (EEG) que utiliza la neurociencia en hospitales de todo el mundo. Ya se puede adquirir un equipo para controlar un dron con la mente, así que, en cierto modo, utilizar uno para escribir palabras, no es un paso tan grande. El avance probablemente estará en el uso del aprendizaje de las máquinas para rebuscar entre enormes cantidades de datos recabados por nuestro cerebro y encontrar patrones en la actividad neuronal que unan los pensamientos con palabras específicas.
Estos sistemas para leer la mente podrían afectar nuestra privacidad,
seguridad, identidad, igualdad y protección personal
Es probable que se
tarde mucho más en desarrollar un implante cerebral y es importante separar los
verdaderos logros
de Neuralink del bombo y la promoción en los medios. Pero Neuralink ha
conseguido avances simultáneos en materiales para electrodos y en la cirugía
asistida por robot necesaria para implantarlos, y ha empaquetado diligentemente
la tecnología para que se pueda leer con un USB.
Puede que los
planes de Facebook y Neuralink se desarrollen a partir de la práctica médica
existente. Pero cuando las empresas recopilan pensamientos directamente de
nuestros cerebros, los problemas éticos son muy diferentes.
Cualquier sistema
que pueda recabar datos directamente de nuestros cerebros supone un claro
riesgo para nuestra privacidad. La privacidad se basa en el consentimiento.
Pero es muy difícil dar un consentimiento como es debido si alguien está pinchando directamente
nuestros pensamientos. Las empresas de Silicon Valley (y los Gobiernos)
ya reúnen
subrepticiamente todos los datos que pueden sobre nosotros y los
utilizan de formas que preferiríamos
que no utilizasen. ¿Hasta qué punto podemos estar seguros de que
nuestros pensamientos aleatorios y personales no serán captados y estudiados
juntos con las instrucciones que queremos dar a la tecnología?
Discriminación y manipulación
Uno de los
problemas éticos que tiene en la actualidad la recopilación de datos es
la discriminación basada en atributos como el género o la raza que se
pueden deducir de los datos. Crear una ventana al interior de la mente humana
podría hacer más fácil determinar otros factores que podrían dar lugar a
prejuicios, como la sexualidad o la ideología política, o incluso diferentes
formas de pensar que podrían incluir cosas como el autismo.
Con un sistema
que pincha directamente nuestro cerebro, no solo podrían robarnos
nuestros pensamientos, sino que también es posible que además pudieran
manipularlos. Ya se está desarrollando la estimulación cerebral para ayudar a
tratar el Trastorno
por Estrés Postraumático (TEPT) y reducir
la violencia. Incluso hay afirmaciones sensacionalistas según las cuales se
puede usar para transmitir
conocimientos directamente como en la película Matrix.
Un paso previsible
sería combinar las tecnologías “internas” y “externas” en una interfaz
bidireccional cerebro-ordenador. Las posibilidades que tendrían los Gobiernos
para volvernos más conformes, para que quienes nos contratan nos obliguen a
trabajar más duro, o para que las empresas nos hagan querer más productos suyos
subrayan hasta qué punto deberíamos tomarnos esta tecnología en serio.
Si los dispositivos para leer mentes se convierten en el medio habitual
de interactuar con los ordenadores, podríamos acabar sin otra alternativa que
utilizarlos para estar a la altura de nuestros colegas más productivos.
(Imagínense a alguien que solicite un empleo ahora en una oficina y se niegue a
utilizar el correo electrónico). Y si los implantes estilo Neuralink se
convierten en la norma, esto también podría llevar a una mayor desigualdad
determinada por el nivel del equipo que uno se podría permitir que le
instalasen.
Elon Musk
Elon Musk ha declarado que el enorme préstamo necesario para financiar la cirugía de Neuralink se vería contrarrestado por las posibles ganancias para los “mejorados”. La sola idea de que la gente se vea presionada para asumir enormes deudas con el fin de hacerse la cirugía para mantener su empleo procede directamente de una distopía de ciencia ficción.
Dada la reputación que tiene Silicon Valley de romper cosas (y la tendencia a hacerlo) en lugar de pararse a pensar en ellas, estos sistemas necesitarán una regulación minuciosa y una revisión ética antes de que empiecen las pruebas. De lo contrario, se arriesga a crear cobayas humanos mutilados.
Pese a todo, podría
haber enormes ventajas en continuar la investigación en esta área,
especialmente en el caso de quienes sufren parálisis o discapacidad sensorial.
Pero Silicon Valley no debería poder dictar la manera en que se desarrollan y
se utilizan estas tecnologías. Si lo hace, puede que reconfigure radicalmente
la forma en que nos identificamos como humanos.
Garfield Benjamin es investigador de posgrado, Escuela de Artes Mediáticas y Tecnología, Universidad Solent.
Este artículo fue
publicado en The Conversation.
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