Así han cambiado los Reyes Magos en el arte
Clara González Freire
Al principio, ni
eran tres ni eran reyes
Cuatro fueron los evangelios recogidos en la Biblia cristiana. Y de esos
cuatro, solamente uno habló de la que es una de las escenas más conocidas y
representadas de la historia, la adoración de los Magos de Oriente. Sin entrar
en detalles, muy de pasada, Mateo menciona a unos supuestos magos que llegaron
guiados por una estrella a ofrecer al Salvador oro, incienso y mirra. Pero nada
sobre sus nombres, su apariencia, su raza o su edad. Incluso su número ha sido
un misterio. A veces las respuestas a estas dudas solo aparecen mencionadas en
leyendas y en los Evangelios apócrifos.
Al principio los reyes tan solo eran magos, o puede que ni siquiera eso.
Lo más probable es que fueran sabios instruidos en astrología, que supieron
llegar al niño leyendo las estrellas. En reyes se convirtieron desde fecha
temprana, gracias al Adversus Marcionem de Tertuliano, padre de la Iglesia de los
siglos II y III. Fue un intento de evadir las connotaciones negativas que el
cristianismo ligaba a la magia, que se relacionaba de forma inevitable
con la brujería.
Fue entonces cuando
empezaron a aparecer representados con su característica corona, hasta entonces, su representación más común era con el
gorro frigio, aludiendo a su origen oriental. Y esta fue, con seguridad, la variación menos drástica que tuvieron que atravesar hasta convertirse en los simpáticos hombres que traen la ilusión a nuestras casas cada 6 de enero.
Los reyes magos lo mismo podían
ser tres que doce.
¿Cuántos fueron los magos que acudieron a homenajear al niño? En las
primeras manifestaciones, en las pinturas de las catacumbas romanas, parecen no
ponerse de acuerdo: dos, tres e incluso cuatro. Es más, en algunas zonas de
Siria o Armenia, se creía que podían ser hasta 12,
construyendo un paralelismo intencionado con los 12 apóstoles y las 12 tribus
de Israel.
Los Reyes Magos en la catacumba de Priscila. DEA / V. Pirozzi
El número acabó fijándose en tres, principalmente por una
cuestión de lógica: si tres eran los regalos, tres serían los magos que los
portaban. Claro está que la elección resultaba especialmente útil, por ser el
tres un número de vital importancia en el cristianismo, pues resulta una
alusión directa a la Santísima Trinidad. Aun así, seguía sin haber nada fijado
sobre su aspecto o su edad, hasta su nombre resultaba desconocido.
La primera representación de los Reyes Magos acompañados por los
nombres con los que los conocemos en la actualidad data del siglo VI, en los
mosaicos de la iglesia de San Apolinar Nuovo en Rávena, Italia. Los tres reyes
aparecen en procesión, llevando sus ofrendas, y sobre sus cabezas se puede leer
su nombre. Eso sí, en un orden de llegada diferente al que estamos
acostumbrados: Gaspar primero, seguido de Melchior y Balthassar.
Mosaico de la adoración de los Magos en la basílica de San Apolinar Nuovo en Rávena.
Cómo Baltasar pasó a ser el Rey Mago negro
Aunque hoy puede resultar
chocante, las primeras manifestaciones de los Reyes Magos los presentan como
tres figuras idénticas, las tres de tez blanca. Con el tiempo, se vio una nueva
utilidad al número seleccionado: los reyes serían la representación de las tres
edades del hombre, la simbología perfecta de que Cristo vino al mundo a salvar
a los hombres de todos los tiempos. Aunque en representaciones antiguas Gaspar
aparece representado como el rey imberbe y más joven, lo más común es que su
edad sea la adulta, ocupando la juventud el rey Baltasar. Melchor siempre suele
encabezar el ranking de edad.
Adoración de los Magos, de Gentile da Fabriano, en la Galería Uffizi (Florencia). En esta imagen de 1423 aún se les representa como las tres edades del hombre.
Aproximadamente en el
siglo XIV, la expansión de la cristiandad hizo necesario un refuerzo de su
universalidad. Se decidió representar, a través de los Reyes Magos, los tres
continentes conocidos hasta el momento: Melchor sería el europeo, Gaspar el
asiático y Baltasar el africano. Fue entonces cuando se empezó a representar el
tercer rey mago de tez negra. Esta imagen que se ha consolidado desde entonces,
como prueba el rechazo con el que se ha recibido el boceto de felicitación
navideña de Vox Cádiz, en el que había tres
reyes blancos.
El descubrimiento de América planteó la posibilidad de incluir
un cuarto rey mago, para que estos siguieran representando la totalidad de la
humanidad. Seguramente muchos artistas habrían agradecido este cambio, dado que
un número par favorecería composiciones más equilibradas, pero esto jamás llegó
a consolidarse. Para entonces los Reyes Magos ya tenían una iconografía y
simbolismo demasiado sólido para introducir un cambio de esta magnitud.
Tríptico de la Adoración de los Magos, de El Bosco (1494, detalle), en el Museo del Prado.
Oro, incienso y... ¿mirra?
Según señala Mateo en su evangelio, los Magos ofrecieron
a Jesús oro, incienso y mirra. Seguramente todos conozcamos el oro y el
incienso, su valor y utilidad, pero ¿qué es la mirra y para qué se empleaba en
la antigüedad?
La mirra es resina desecada, extraída de los árboles de
la especie Commiphora, típicos
de las zonas del norte de África y Turquía. Su característica principal es su
aroma, por lo que lo más común era emplearla para los ungüentos con los que se
embalsamaba a los muertos. Su valor era altísimo, incluso superior al del oro.
Los teólogos quisieron ver en estos presentes algo más
que su simple valor material, estableciendo un profundo simbolismo entre ellos
y la figura de Jesús: el oro aludía a la descendencia real del niño; el
incienso se refería a su carácter divino, por su uso para determinados ritos
religiosos; y finalmente la mirra sería en realidad una prefiguración de la
mortalidad de Jesús.
De VERNE. Arte
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