miércoles, 19 de junio de 2013

COMER, AMAR, VIVIR

Cocinar es revolucionario

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Cocinar es revolucionario


A las barricadas, pero con sartenes.

¿Indignado? ¿Agobiado? ¿Harto del consumismo contemporáneo? ¿Frustrado por una vida poco satisfactoria en la que cada vez te sientes más títere y menos persona? Entonces tienes dos salidas. Una es movilizarte, salir a la calle a pegar cuatro gritos o meterte a antisistema. La otra, no excluyente de la primera, es más callada, más fácil y, a la larga, puede que más efectiva. Consiste en llevar a cabo una sencilla actividad subversiva en tu casa: cocinar.Este viene a ser, descrita con trazo grueso, el punto de partida del nuevo libro del estadounidense Michael Pollan, periodista, activista, bestia negra de las multinacionales de comida procesada y habitual entre los autores más vendedores de su país. Cooked defiende que, hoy por hoy, no hay una forma más directa de transformar tu vida y de cambiar el mundo que volviendo a la cocina, ese lugar que poco a poco vamos abandonando al dejar nuestra alimentación en manos de la gran industria o de los profesionales de la restauración. Cada vez que decidimos preparar algo en casa con materias primas frescas en vez de llamar a Telepizza,  estamos tomando una decisión política y remando contra la corriente de un sistema que busca justo lo contrario: quitarnos lo poco que nos quedaba de la producción de comida y convertirnos en meros consumidores.
"Cocinar es una protesta contra la infiltración de intereses comerciales por cada rendija de nuestras vidas", afirma Pollan en la introducción del libro. "Cocinar por el puro placer de hacerlo y dedicar parte de nuestro tiempo de ocio a ello es declarar nuestra independencia de las corporaciones que buscan convertir cada momento en una ocasión para consumir. Es rechazar la debilitadora idea de que, al menos cuando estamos en casa, producir es un trabajo que debemos dejar a otros, y de que la única forma legítima de ocio es el consumo. Esa dependencia que los vendedores llaman 'libertad". Traducido: no lo sabías, pero en 2013, tu gazpacho casero, tus verduras a la plancha y tu pollo al ajillo son revolucionarios. Pollan explica que la cocina ha sido una actividad crucial para el hombre: su aparición significa el inicio de la cultura y la ruptura definitiva con nuestro pasado animal. La cocina nos hace humanos. ¿Por qué entonces la estamos abandonando? Porque dejar que otros produzcan nuestra comida tuvo su lado bueno -la mujer abandonó el hogar y pudo vivir en igualdad con los hombres-, y lo sigue teniendo, ya que nos permite disponer de más tiempo libre. Siempre nos costará menos preparar una sopa de sobre que una sopa de verdad.
Sin embargo, los costes de esta evolución son altos. Primero, para la salud: la comida industrial procesada tiene más azúcar, más grasas, más sal y más aditivos para alargar su vida útil. Pollan cita un estudio de la Universidad de Harvard que relaciona directamente el abandono de la cocina casera con el aumento de la obesidad en Estados Unidos, y emparenta la processed food con el aumento de un buen número de enfermedades.

Cooked

Una de las reflexiones que más me gustan del libro incide en un tema que siempre suele salir en las discusiones sobre cocinar o no cocinar: el de la necesidad. ¿Por qué me voy a liar con guisos si puedo abrir un envase o descolgar el teléfono y tener comida lista al instante sin esfuerzo, y casi por el mismo coste? Soy el primero en reconocer que a veces cocinar me da pereza, y de que requiere un cierto esfuerzo que no siempre apetece. Además, como bien dice Pollan, desde un punto de vista estrictamente racional emplear el tiempo en cocinar no resulta demasiado inteligente: es más eficiente que lo dediques a lo tuyo y dejes a otros humanos especializados esa tarea, tal como dicta el principio básico capitalista de la división del trabajo. Zapatero, a tus zapatos, que la cena ya te la preparan en una fábrica o en Burger King.
Ahora bien, tanta eficacia tiene su reverso oscuro. "Nuestra comida la hace la industria; nuestra salud la llevan los médicos; el ocio, Hollywood y los medios; la política, los políticos, y así sucesivamente. Llega un momento en que no sabemos hacer muchas cosas por nosotros mismos, más allá de la que hacemos para ganarnos la vida", explica Pollan. Lo que genera sensación de impotencia, dependencia, ignorancia y falta de responsabilidad. La especialización máxima nos lleva a una falta de conexión con la realidad material y con los efectos de lo que hacemos: cuanto más lejos estamos en la cadena, menos nos afectan las posibles barbaridades que se hayan podido cometer al producir lo que consumimos.
¿Y qué tiene que ver la cocina con todo este rollo? Para Pollan, cocinar es un correctivo contra esta manera de ver el mundo. Cortar la carne de un animal te recuerda que te vas a comer un ser que estaba vivo, y puede que te anime a pensar en qué condiciones ha sido criado. Algo parecido ocurre con las verduras: la familiaridad con ellas en la cocina te empuja a respetar una naturaleza capaz de producir milagros como ellas. Sé que suena un poco hippy, pero debo decir que en mi caso es bastante cierto: mi interés por el origen de los alimentos, la ética y el impacto medioambiental de su producción nació cuando empecé a poner las manos sobre pollos crudos, pescados enteros, acelgas sin limpiar y demás parientes.

Michael-pollan-highres-1Michael Pollan, o cómo la comida sana no evita la calvicie. 

Desde hace tiempo me pregunto por qué la gente cocina cada vez menos a la vez que crece el interés mediático y popular por la gastronomía. Pollan lo llama "la paradoja de la cocina", y lo explica con argumentos sensatos. Lo de "ver" cocinar sin participar no es nada nuevo: lo llevan haciendo durante siglos los hombres y los niños mientras las mujeres guisaban. La transformación de la comida en el proceso de cocinado resulta fascinante, lo mismo que el trabajo manual con elementos tan primarios como los alimentos. De alguna manera, los humanos echamos de menos esa relación básica, y por eso nos interesa la cocina aunque no la practiquemos.Coincido con Pollan en que lo bueno de esta situación de alejamiento progresivo de las cazuelas es que es bastante fácil de cambiar. Para cocinar no hacen falta ni grandes conocimientos ni excesivos recursos. Y cualquier pequeño paso adelante cuenta. Es evidente que parte de nuestra comida va a seguir siendo procesada e industrial, y tampoco vamos a fustigarnos por comer chorizo o queso de fábrica, abrir una lata de mejillones en escabeche o incluso tirar de un precocinado en un día en el que vayamos justos de tiempo. Con no dejar que lo preparado por otros invada por completo nuestra mesa, con agarrar la sartén, el cazo o la batidora de vez en cuando, ya estaremos de alguna forma plantando cara al sistema.

Preparar un plato para alguien no sólo es revolucionario, sino también una muestra de amor de lo más gratificante para el que la practica. "Cocinar nos da la oportunidad, muy rara en el mundo moderno, de trabajar directamente en nuestro favor, y a favor de la gente a la que damos de comer. ¿Hay alguna práctica menos egoísta, un trabajo menos alienante, un tiempo menos desaprovechado que preparar algo delicioso y nutritivo para la gente a la que quieres?". Ahora no se me ocurre ninguno.



Mikel López Iturriaga es un periodista y bloguero con cierta afición por la comida, que escribe en EL PAÍS y habla en el programa 'Hoy por hoy' de la Cadena Ser. Antes trabajó en Canal +, El País de las Tentaciones, Ya.com y ADN. Aprendió algo de cocina en la Escuela Hofmann, pero se sigue considerando un advenedizo más que un experto.

Blog El comidista. El País España

4 comentarios:

  1. Pollan explica que el pollo al ajillo es revolucionario. Puede ser.

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    1. No te identificaste, que pena...¿Nuevo lector quizás?
      'Cocinar es revolucionario' incluido el pollo... Sí, eso creo. Bienvenido al blog, espero verte nuevamente y no olvides dejar tu nombre.

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  2. la pena es que Pollan cocine Pollo...si yo cargase con ese apellido cocinaría otra cosa. Cocina el que tiene tiempo y el que disfruta haciéndolo; eso: ¿que tiene de revolucionario? Revolucionario es cocinar a disgusto todos los dias de la vida. Soy conservador y no me engancho en esa revolución. En lo posible que cocine otro. El anónimo de arriba era yo. A Schleh.

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  3. Ja ! Ja ! me parece que tenés razón,de ser Pollan cocinaría cordero, cerdo.
    Cocinar es un acto de amor, de cariño..Olvidar la tiranía de esa comida procesada, insulsa, indiferenciada, multiplicada por miles iguales. Justamente si sos conservador volverías a esas cazuelas, a cocinar esas sopas o esos buñuelitos de acelga... ¡ Que ricos !¡ Qué buenos ! Tampoco es bueno atarse a la cocina claro, digamos de vez en cuando, cuando tengamos ganas...

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