Hope Gangloff retrata artistas que retratan artistas que retratan artistas que retratan...
Inés Plasencia
Los principales referentes de Hope Gangloff (Amytiville, NY, 1974) no están en los libros de historia del arte ni en los grandes maestros. Sus dibujos son momentos de calma en los que sus amigos, muchos de ellos artistas, y su círculo cercano suponen la fuente de inspiración. Sus nombres son los que cita cuando se le pregunta por sus gustos e influencias artísticas. A través de sus rasgos y gestos convierte lo aparentemente superfluo en un instante íntimo; ante sus rostros es cuando se siente verdaderamente fascinada porque, según dice, los humanos son lo verdaderamente interesante y entretenido.
Brooklyn Clothes Swap, 2008
Cuando vi por primera vez los dibujos de Hope Gangloff, pensé que Egon Schiele había vuelto a la vida reencarnado en el ambiente más cool de Nueva York. Sus expresivas manos, los tejidos, el aire enfermizo de las pieles y el trazo vibrante, así como el tiempo detenido y a la vez fluyendo de sus retratos, nos lanza directamente al recuerdo del pintor austríaco. No por casualidad, y más allá de las resonancias, Gangloff ha plasmado, congelándolo, el espíritu de su círculo cercano y la urgencia del tiempo en presente, algo que bien podría compararse con la propuesta de la Viena de entre siglos en una transfiguración actualizada. En este sentido, aunque a menudo en los textos sobre su trabajo se destaca su fijación por los ambientes juveniles y por el interés en escenas de fiesta imbuidas de cierto descontrol, lo que se esconde tras esto es el retrato mismo de cierta intimidad; de los ambientes privados y los estados de ánimo con los que se conforma, a través de ellos, la persona. De esos momentos en los que lo aparentemente banal puede definir la cultura, y sobre todo nuestro lugar en el mundo, escogido o “dado”, ese lugar, en ocasiones frágil, en nuestra sociedad. Para esto, Gangloff retrata a personas que conoce: es más fácil, dice, “alcanzar ese grado de confianza en el que se consigue la complicidad necesaria con alguien cercano”. La familiaridad relaja a sus conocidos y a ella. Aunque tal vez, y por ese motivo, pueda ser habitual reconocer en sus dibujos a su generación, Gangloff reconoce que de su humor depende estar de acuerdo o no con esta idea: “ahora mismo –me cuenta en un correo electrónico– estoy pintando tres cuadros de personas mayores que yo y otros tres de personas que tienen veinte años menos, en los que además aparecen un perro y seis gallinas”. Más que una generación, Scott Indrisek define su obra como una “taxonomía de un círculo estrechamente definido de personas educadas; gente blanca culturalmente astuta”.
Study of Olga Alexandrovskaya, 2012
Snowy Day, 2012
Hope Gangloff estudió arte en The Cooper Union, afamada escuela pública neoyorkina fundada en 1859 con un claro espíritu social (se implicó directamente, de hecho, en la campaña antiprivatización que antiguos alumnos y estudiantes llevaron a cabo) y de la que mantiene como amigos y por tanto como fuente de inspiración a compañeros, que iniciaban con ella con su recorrido artístico, desde entonces vinculado a los grandes formatos como uno de los rasgos que no abandonaría.
Su sistema de trabajo es claro y directo: nunca usa fotografías; invita a sus amigos a pasar varios días en su casa y los sienta durante horas. Cuando comienza una pintura, dice, no sabe exactamente lo que está haciendo ni lo que va a ocurrir, pero combina la necesidad de hacer que su retratado se relaje con un cálculo meticuloso y una observación extremadamente detallista. Se caracteriza por cierta deformación y monumentalización de partes del cuerpo, especialmente las manos, y la riqueza de los tejidos coloridos y el gusto por los patrones.
Su sistema de trabajo es claro y directo: nunca usa fotografías; invita a sus amigos a pasar varios días en su casa y los sienta durante horas. Cuando comienza una pintura, dice, no sabe exactamente lo que está haciendo ni lo que va a ocurrir, pero combina la necesidad de hacer que su retratado se relaje con un cálculo meticuloso y una observación extremadamente detallista. Se caracteriza por cierta deformación y monumentalización de partes del cuerpo, especialmente las manos, y la riqueza de los tejidos coloridos y el gusto por los patrones.
Polish Springs and Things, 2011
May - December Romance, 2013
Ha protagonizado numerosas exposiciones individuales, especialmente en su galería,Susan Inglett Gallery de Nueva York, y colectivas, dentro y fuera de los Estados Unidos. Aunque cada vez acepta menos encargos para ilustrar en prensa, le gusta trabajar para The New Yorker y otros medios de opinión y es reticente ante ciertos temas, como anuncios de bancos y de tabaco. En cualquier caso, prefiere trabajar en su obra personal sin las interferencias de los editores.
Preguntada sobre sus artistas de referencia, Gangloff acude una vez más a sus compañeros: como su marido, Benjamin Degen, Yuri Masnyj, que le hizo una interesantísima entrevista, Chie Fueki o Joshua Marsh. De ellos dice: “Los artistas, debido a la naturaleza de la profesión que han escogido, definen una preciosa comunidad”.
Blaze-N- Hot Sauce, 2009
Ashley Streeter Darryl, 2010
Mike And Chris, ilustración para The New Yorker
Callahan, ilustración para The New Yorker
Minnewaska Lodge, 2011
Todas las imágenes son cortesía de Hope Gangloff. Todos los derechos pertenecen a la autora. Para más conocer el conjunto de su obra: http://www.hopegangloff.com/drawings.html
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