La madre de todas las naranjas
JAIME PRATS
El estudio del genoma de las
mandarinas, las naranjas y las zamboas (citrus maxima, algo así como un
pomelo salvaje) ha permitido reconstruir la genealogía de las actuales
variedades de los cítricos con unos resultados sorprendentes. Por un lado,
describe un proceso evolutivo extraordinariamente complejo. Por otro, ha hecho
posible estimar cuándo el ancestro común a todas estas especies, la madre de
todas las naranjas, se diversificó, primero en dos grandes grupos (unas
mandarinas ancestrales y en un enorme pomelo primitivo) y, más adelante, en la
enorme variedad de productos (y muchos más) que han llegado a los estantes de
las fruterías actuales.
Todos estos hallazgos los describe un equipo internacional integrado por medio centenar de investigadores en un artículo que publica Nature Biothecnology .
Todos estos hallazgos los describe un equipo internacional integrado por medio centenar de investigadores en un artículo que publica Nature Biothecnology .
Hasta unos 8 millones de años (en el mioceno, antes de la aparición de los homínidos modernos) en la tierra había un único tipo de cítricos. Probablemente a raíz de un proceso de aislamiento físico –semillas que se trasladaron accidentalmente al otro lado de una cordillera o de un gran río- una población de esta especie siguió unas pautas evolutivas distintas, una escisión que se prolongó hace entre siete y seis millones de años y que dio lugar a dos especies diferenciadas (los Adan y Eva de los cítricos): las mandarinas originarias y las zamboas.
Las primeras eran unas frutas pequeñas, “de entre dos y cuatro centímetros de diámetro, llenas de semillas, muy ácidas, probablemente no compensaría recolectarlas para comérselas”, apunta Manuel Talón, director del centro de genómica del IVIA y uno de los firmantes del artículo. Las segundas eran todo lo contrario: dulces, de 20 centímetros de diámetro (como una pelota de gimnasia rítmica) y de hasta un kilo de peso, que crecían en unos árboles parecidos a los naranjos aunque de hojas más grandes y anchas, con aspecto más tropical y salvaje. “Aún se pueden encontrar en zonas de Asia”, apunta Talón, “al igual que las mandarinas primitivas, ambas con ligeras variantes”.
La abundante información genética recabada ha permitido reconstruir el origen de los cítricos comerciales actuales, un rompecabezas que arranca de los cruces entre estas dos especies. “Hubo una enorme cantidad de mestizajes de estas especies ancestrales de mandarinas y zamboas”, relata el investigador valenciano. “Estos cruces comenzaron a dar tamaños razonables y frutas que equilibraban el exceso de acidez y de dulzor, y que comienzan a ser frutos comestibles”, añade. Las mezclas entre híbridos, y de híbridos con las especies primitivas de mandarinas y zamboas, son las que dan lugar a las variedades de mandarinas, naranjas y pomelos que conocemos en la actualidad.
Se trata de un proceso muy largo, y sólo hasta hace entre 10.000 y 6.000 años estas frutas comienzan a ser detectadas por el hombre, a ser seleccionadas, y domesticadas.La secuenciación del genoma de los cítricos analizados (mandarino común, naranjo dulce, zamboa, clementina) ha permitido conocer curiosidades como que las naranjas proceden de cruces entre zamboas y mandarinas. O que las clementinas (la variedad de mandarina más comercializada) son el resultado del naranjo dulce y el mandarino común.
Pero la descripción de estas relaciones
filogenéticas así como la información del ADN de los cítricos recabada va mucho
más allá del relato de la evolución de las frutas. El estudio aporta una
ingente suma de datos de gran atractivo comercial para conseguir variedades más
o menos ácidas, resistentes a las plagas, con mayores dosis de vitamina C o
mejor adaptadas a un clima determinado. “Se abre la posibilidad de crear nuevas
variedades en el laboratorio, no olvidemos que hasta hora, el 99% de los
cítricos han aparecido de casualidad en el campo y seleccionados por el
agricultor”, advierte Manuel Talón.
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