Marlene Dietrich, icono pionero de libertad
sexual
Carles Gámez
Marlene Dietrich, a bordo del transatlántico Europa. PAUL CWOJDZINSKY
SMITHSONIAN NATIONAL PORTRAIT GALLERY
“Me visto para la
imagen. No para mí, no para el público, no por la moda, no para los hombres”
declaraba la actriz Marlene Dietrich en una entrevista en 1960 al
diario The Observer. Una exposición a la National Portrait Gallery de
Washington, la primera gran muestra dedicada a la actriz en los Estados Unidos,
profundiza en su figura como pionera en la liberación de los roles
sexuales y su proyección como icono de moda y estilo. “Dietrich es un
modelo de contrastes, de múltiples formas”, señala la historiadora Kate C.
Lemay, y comisaria de la exposición. “Es legendaria su disciplina y dedicación
a su oficio mientras rompía las barreras sociales y asumía la independencia
femenina”. La exposición recorre la vida y carrera de la actriz a través de
fotografías, secuencias de sus películas y objetos personales procedentes de la
Colección Marlene Dietrich de Berlín. Entre los autores de las fotografías de
la actriz se encuentran creadores como Irving Penn, Milton Greene o George
Hurrell el fotógrafo de la edad de oro de Hollywood que modeló la imagen de
estrellas como Jean Harlow, Mae West, Dolores del Río o Rita Hayworth.
Estrella temprana del cine sonoro promocionada por la Paramount frente a su “rival” Greta Garbo en la Metro Goldwyn Mayer, Dietrich asume con naturalidad su imagen andrógina en películas como Marruecos y De isla en isla (Seven Sinners) desafiando los convencionalismos y estereotipos de la época. La atmósfera bulliciosa y libertina del Berlín de la década de los años veinte y la República de Weimar le permite el desarrollo de sus dotes creativas como recuerda la exposición. Entre 1922 y 1929 Marlene Dietrich, todavía lejos de la imagen estilizada que creará Hollywood, protagoniza numerosos espectáculos teatrales, muchos de ellos en los cabarets berlineses mientras hace su debut en el cine. Su encuentro con el director Josef von Sternberg en la película El ángel azul (1930) marca definitivamente el rumbo de su carrera artística siendo reclamados por Hollywood y la Paramount.
El tándem
Dietrich-Sternberg segrega media docena de películas reescribiendo la historia
de pigmalión y su modelo. Como la propia Dietrich escribirá años después en sus
memorias, señalando su doble nacimiento, el primero en 1901 bajo el cielo
berlinés, el segundo en 1930, bajo la cámara de Josef von Sternberg. De Marruecos (1930) a El diablo era mujer (1935) Marlene
fija su icono de mujer vamp, símbolo de glamour y misterio. Su personaje de
la aventura Amy Jolly en Marruecos vestida con esmoquin dando un beso a otra
mujer en un cabaret inmortaliza su perfil transgresor. Como señala la comisaria
de la exposición, “únicamente Dietrich con su mezcla de frescura, inteligencia
y misterio podía lograr que la escena funcionara para el público americano”. La
película la convierte en una estrella de la noche a la mañana y hasta consigue
una nominación para los Oscars. En la Paramount Dietrich encuentra un gran
aliado en la figura del director artístico Travis Banton creándole un
guardarropa a medida de las fantasías cinematográficas de Sternberg. La
estrella tomará buena nota de algunos de los consejos de Baton recreando años
después esa combinación de sensualidad y fantasía sobre la escena. El diseñador
Jean Louis la enfunda en un traje a modo de segunda piel creando una sensación
de desnudez bajo los focos teatrales.
“Hoy en dia- señala
la comisaria Kate C.Lemay -no resulta extraño desafiar las fronteras del género
o ver dos mujeres besándose en escena, sin embargo para el público
estadounidense de 1930 la bisexualidad y la androginia eran una verdadera
revolución”. “Dietrich crea una imagen aceptable del lesbianismo para consumo
del país”. A propósito de la sexualidad de la actriz el crítico teatral Kenneth
Tynan dirá años más tarde:”Tiene sexo, pero no un género definido. Su
masculinidad atrae a las mujeres y su sexualidad a los hombres”.
Moldeadora
infatigable de su imagen, la actriz se encarga de redefinirla una y otra vez a
lo largo de su carrera. Primero en los platós de cine, después sobre la escena y
los teatros. En el rodaje de El
cantar de los cantares (Rouben Mamoulian, 1933) es la propia Dietrich
la que se encarga de dar las directrices al director de fotografía. El rostro
de Dietrich aparece iluminado desde arriba creando un aura en su cabello y sus
característicos pómulos resaltados. Fotógrafos como Cecil Beaton contribuyen a
fijar ese rostro que parece esculpido entre juegos de luces y sombras.
Entre la colección
de fotografías de la exposición se puede a ver a la actriz a bordo del lujoso
trasatlántico Europa camino de Europa con un look totalmente masculino. Su
llegada a París ha puesto a la policía en estado alerta con orden de arrestarla
si se exhibe de una manera escandalosa. Marlene desciende del tren con un
impecable traje de corte masculino, los cabellos recogidos en una boina y gafas
de sol estilo monóculo, una forma de vestir que se asocia a los clubs de
mujeres lesbianas. La historia acaba con el jefe de la policía parisina
pidiendo excusas y enviándole de regalo un brazalete de sándalo.
Casada con el cineasta Rudof Sieber, un “matrimonio abierto”, la actriz protagoniza a lo largo de su vida números romances tanto con hombres como mujeres: Jean Gabin, Erich Maria Remarque, Mercedes Acosta, Gary Cooper, Yul Brynner o el compositor Burt Bacharach. El músico dirige la carrera musical durante varios en una serie de históricas giras por los escenarios de todo el mundo, entre ellos, su regreso a Alemania donde la actriz se enfrenta con la hostilidad de un sector de la población que no le ha perdonado su pro americanismo durante la Segunda Guerra Mundial. Feroz opositora del nazismo, la actriz viaja con el ejército norteamericano por los diferentes frentes de la guerra animando las tropas. Su versión de la canción Lili Marlene, paradójicamente, acaba convirtiéndose en un himno de amor y consuelo para los soldados de ambos bandos enfrentados.
Casada con el cineasta Rudof Sieber, un “matrimonio abierto”, la actriz protagoniza a lo largo de su vida números romances tanto con hombres como mujeres: Jean Gabin, Erich Maria Remarque, Mercedes Acosta, Gary Cooper, Yul Brynner o el compositor Burt Bacharach. El músico dirige la carrera musical durante varios en una serie de históricas giras por los escenarios de todo el mundo, entre ellos, su regreso a Alemania donde la actriz se enfrenta con la hostilidad de un sector de la población que no le ha perdonado su pro americanismo durante la Segunda Guerra Mundial. Feroz opositora del nazismo, la actriz viaja con el ejército norteamericano por los diferentes frentes de la guerra animando las tropas. Su versión de la canción Lili Marlene, paradójicamente, acaba convirtiéndose en un himno de amor y consuelo para los soldados de ambos bandos enfrentados.
Como recuerda la
comisaria de la exposición, a los veinticinco años de su desaparición, la
influencia de Dietrich en el mundo del espectáculo y de la moda se mantiene
como referencia para las nuevas generaciones. Artistas como Madonna, Beyoncé o
Miley Cyrus han seguido su ejemplo, perpetuando aquel acto original de
inversión de géneros y sexualidad protagonizado ochenta años atrás por la
actriz. “Marlene Dietrich abrió un camino
de libertad, sentando un modelo para los hombres y las mujeres de las futuras
generaciones”.
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