Confesión mecanografiada
Nerea Delgado
Nuevo Documento de Word, nº87.
Octogésimo séptimo intento de fingir que me das igual,
que te he olvidado,
que me importa una mierda no ser la reina de tu baile.
No soy nada convincente.
Mi perro no me cree,
es que no me creo ni yo.
Te atropellaría
ahora mismo
con un vagón lleno de pasajeros
y les encendería el típico letrerito de aplausos
de los programas de humor malo
para que vitorearan tu pérdida.
Llevo los brazos en cruz
para no perder el equilibrio
pero siempre acabas apareciendo tú
cambiando el sol por un vinilo de mi cantante favorito,
entonces miro hacia arriba y me tropiezo.
No sé dónde caigo
pero estoy segura de que muy lejos de ti.
Lejos de los bares
lejos de las chaquetas vaqueras
lejos de los pañuelos que me protegen la garganta.
Demasiado cerca de las canciones de blues.
Soy carne de melodía triste de armónica
en la celda más oscura de la cárcel.
Escondo con vergüenza mi traje de abandonada
pero tengo que aprender a lucirlo.
Tengo que volver a caminar haciendo ruido,
ya sea por los tacones
o por los espejos rotos que llevo dentro.
Me he disparado en la lengua
y en vez de sangre han salido cartas.
Todo mi cuerpo está lleno de folios escritos que nunca te envié,
fechados y firmados
donde me confieso suicidamente tuya.
Ahora ya lo sabes.
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