Arriba
Despiertas aterrorizado,
sin motivo aparente.
La luz matinal se filtra por la ventana,
cantan los pájaros.
No puedes salir de la cama.
Hay algo en las sábanas arrugadas
que cuelgan como follaje
selvático, en las zapatillas cuyas
bocas color rojo oscuro reclaman tus pies,
en el desayuno invisible que aguarda
en la nevera que no te atreves a abrir,
ni te atreves a tomarlo.
¿Qué te lo impide? El futuro, el tenso futuro
inmenso como el espacio estelar,
donde podrías perderte.
Tampoco es así de simple. El pasado,
con su densidad y sucesos ahogados te aplasta
como agua de mar, como gelatina
en vez del aire en los pulmones.
Olvídalo todo y levántate.
Intenta mover el brazo,
intenta mover la cabeza.
Finge que arde la casa
y arderás tú también si no huyes
(truco inútil, nunca
funcionó antes).
¿De dónde viene, este eco,
este enorme No que te rodea,
silencioso como los pliegues de las
cortinas amarillas, mudo como el alegre
cuenco mejicano con su peso
de embalsamadas flores?
(Elegiste colores solares,
y no los neutros tonos secos de la sombra:
¡Dios sabe que lo intentaste!).
Probemos ésta:
Yaces en tu lecho de muerte,
te queda una hora de vida
¿Quién es precisamente la persona
que todos estos años has tardado
en perdonar?
UP
You wake up filled with dread.
There seems no reason for it.
Morning light sifts through the window,
there is birdsong,
you can’t get out of bed.
It’s something about the crumpled sheets
hanging over the edge like jungle
foliage, the terry slippers gaping
their dark red mouths for your feet,
the unseen breakfast— some of it
in the
refrigerator you do not dare
to open— you
will not dare to eat.
What prevents
you? The future. The future tense,
immense as
outer space.
You could get
lost there.
No. Nothing
so simple. The past, its density
and drowned
events pressing you down,
like sea
water, like gelatin
filling your
lungs instead of air.
Forget all
that and let’s get up.
Try moving
your arm.
Try moving
your head.
Pretend the
house in on fire
and you must
run or burn.
No, that
one’s useless.
It’s never
worked before.
Where is it
coming from, this echo,
this huge No
that surrounds you,
silent as the
folds of the yellow
curtains,
mute as the cheerful
Mexican bowl
with its cargo
of mummified
flowers?
(You chose
the colours of the sun,
not the dried
neutrals of shadow.
God knows
you’ve tried.)
Now here’s a
good one:
you’re lying
on your deathbed.
You have one
hour to live.
Who is it,
exactly, you have needed
all these
years to forgive?
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